Si Kiko dice ven, lo dejo todo
El movimiento nacido entre chabolas es situado por sus cr¨ªticos en el ala ultraconservadora
Lamentaba Erasmo que no bastase el nombre de cristiano, en una ¨¦poca en la que jesuitas, dominicos, franciscanos, bernardos, brigitinos, agustinos y tantos otros monjes compet¨ªan por lucir mejor y mandar m¨¢s en la Iglesia romana. ¡°Su ambici¨®n no estriba en parecerse a Cristo, sino en no parecerse entre ellos¡±, les arre¨® el famoso ilustrado. No han cambiado las cosas, pero s¨ª los protagonistas. Hoy no luce ser monje (o no tanto: monje quiere decir solitario, y se les ha visto demasiado por todas partes), sino que se lleva m¨¢s pertenecer a alguno de los nuevos movimientos: Opus, Legionarios, Camino Neocatecumenal, Focolares, Comuni¨®n y Liberaci¨®n¡ En Espa?a suman un mill¨®n de personas, o casi, y poseen escuelas, universidades, seminarios y hasta obispos. ¡°Dif¨ªcilmente se entender¨¢ a la Iglesia y al catolicismo contempor¨¢neo sin los nuevos movimientos¡±, les pirope¨® el polaco Juan Pablo II. No es oro todo lo que reluce. Los nuevos movimientos, efectivamente, le llenaron estadios al papa Wojtyla, siempre viajero, pero tambi¨¦n sembraron desuni¨®n y ciza?a en parroquias e iglesias de base, adonde llegaron con sus nuevos aires, con sus nuevas liturgias, formando capilla propia, como queriendo comer aparte.
En ese conglomerado de nuevos cat¨®licos, los kikos son punto y aparte y los m¨¢s numerosos, de la mano de un fundador extravagante en el mejor sentido de la palabra, Kiko Arg¨¹ello. Ni siquiera quieren que se les llame movimiento. Una vez lo hizo en p¨²blico Juan Pablo II y la cofundadora del Camino, Carmen Hern¨¢ndez, cort¨® al Papa. ¡°Santo Padre, no somos un movimiento¡±. Wojtyla acept¨® la interrupci¨®n y prosigui¨®. Poco despu¨¦s, volvi¨® con lo del movimiento. Y Carmen: ¡°Que no, Santo Padre, que no somos un movimiento¡±. Y el Papa: ¡°A ver, Carmen, en el Camino and¨¢is, ?verdad? Pues si and¨¢is, os mov¨¦is; y si os mov¨¦is, sois un movimiento¡±.
Laico, burgu¨¦s ¡ªhijo de abogado, nieto de ingl¨¦s y con un segundo apellido suizo-alem¨¢n, Wirtz¡ª, pintor premiado ya joven, Kiko era un se?orito perdido en los vicios cuando se titul¨® en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Lo cuenta ¨¦l mismo con el mismo salero con que san Agust¨ªn presume en sus Confesiones de haber probado todos los pecados de la carne antes de caerse del caballo para abrazar santidades. ¡°Si Dios no existe, yo estoy muerto¡±, concluy¨® una tarde Kiko despu¨¦s de hacerse preguntas. La decisi¨®n que tom¨® entonces pudo convertirlo en cura obrero, y en carne de c¨¢rcel, como a su maestro Mariano Gamo, entonces p¨¢rroco en una de las barriadas de chabolas al sur de Madrid, muy cerca de donde prosperaba otra comunidad revolucionaria, la del padre Llanos en el Pozo del T¨ªo Raimundo.
Kiko vivi¨® ¨¦l mismo en una chabola de Palomeras Bajas y se curti¨® de ret¨®rica, pero tom¨® un camino m¨¢s m¨ªstico (es un decir), con la fundaci¨®n, hacia 1964, de la primera comunidad de neocatec¨²menos. Hoy son decenas de miles, y Kiko se ha instalado en Roma con todas las bendiciones oficiales. El movimiento nacido entre chabolas es situado ahora por sus cr¨ªticos, que son legi¨®n, en el ala ultraconservadora del catolicismo. Es el riesgo que asume el cardenal Rouco cuando f¨ªa al fundador del Camino un protagonismo tan estelar en la jornada de las familias. Ayer, Kiko estuvo sembrado, en su salsa, en medio de su gente. Lo proclamaba uno de sus seguidores, que hab¨ªa acudido con mujer y nueve hijos. ¡°Si Kiko me dice ven, lo dejo todo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.