El dinero est¨¢ en el dato
El negocio de Internet se encuentra ahora en la informaci¨®n personal Con esos datos se trafica a cualquier empresa dedicada a la miner¨ªa de datos.
Bruselas est¨¢ tocando la madre del cordero. Desde que Larry Page y Sergey Brin alumbraron Google con el nuevo siglo (oficialmente dos a?os antes), el negocio de Internet est¨¢ en la informaci¨®n, pero en la informaci¨®n personal. Pocos supieron ver la importancia que ten¨ªa la actividad de la gente en sus movimientos por Internet, y a¨²n menos lo que supieron ponerlo en pr¨¢ctica. Page y Brin, s¨ª; y detr¨¢s de ellos todos los que se quieran: Facebook, Twitter, Amazon, Apple (no existe ning¨²n banco con datos de tantas tarjetas de cr¨¦dito, ?por qu¨¦ se pide la tarjeta de cr¨¦dito para adquirir aplicaciones gratuitas?)¡
La mayor¨ªa de los servicios de Internet gratuitos, pero negocios al fin y al cabo, se basan en la informaci¨®n, pero en una informaci¨®n diferente a la que estamos acostumbrados, las que proporcionaban los medios de comunicaci¨®n. Ahora la informaci¨®n es la que ponen los propios usuarios de esos servicios, gratuitos por supuesto; la riqueza de ese servicio, llam¨¦moslo, por ejemplo Facebook, depende de que sus usuarios coloquen muchos contenidos, es decir que chismorreen, escriban fotos, etc.; pero la segunda aportaci¨®n de ese usuario al servicio, gratuito no lo olviden, es que tambi¨¦n aporta sus propios datos personales, datos que ni ¨¦l mismo es consciente que posee. No se trata ya de su santo y se?a, sino de toda su actividad en la red, donde se delata por los lugares que visita, los sitios en donde se detiene m¨¢s tiempo y a qu¨¦ horas y con qui¨¦n y desde d¨®nde. Esa doble informaci¨®n que el internauta regala es el negocio de redes sociales, buscadores y muchos m¨¢s. Con esos datos se trafica a las agencias publicitarias, entidades bancarias o a cualquier empresa dedicada a la miner¨ªa de datos.
Si Bruselas intenta acotar ese reino, que realmente campa a sus anchas, esas empresas o Bruselas, tienen los d¨ªas contados, al menos tal y como lo conocemos hoy. De momento, todo funciona con un laxo ¡°I agree¡±, un estoy de acuerdo con las condiciones de uso que nos imponen estos sitios a cambio de utilizarlo. Si no estoy de acuerdo, no puedo usar Google o Facebook o iTunes o Microsoft, da igual. Y el acuerdo significa de por vida, hasta que estos sitios decidan modificarlos unilateralmente y, por lo general, a su conveniencia. Si Bruselas exige, por ejemplo, que estas empresas informen reiteradamente a cada usuario de lo que tienen en su almac¨¦n de datos y de solicitarle permiso para tal o cual actividad, aparte de ralentizar el proceso, la gente ser¨¢ m¨¢s consciente del tr¨¢fico de sus datos, y por tanto muchos dejar¨¢n de facilitarlos. El internet de Bruselas de acotar la carta blanca de las empresas de internet con los datos personales puede ser un vuelco absoluto en las actuales pr¨¢cticas e incluso en la viabilidad de algunas empresas.
El poder o la habilidad del cruce de datos, del llamado Big Data, que ya no consiste en recoger, sino en predecir comportamientos llega a extremos como este: ayer, en este mismo peri¨®dico, en la web de Tecnolog¨ªa se publicaba una peque?a informaci¨®n de Spare One, un tel¨¦fono de emergencias. La noticia no ten¨ªa mayor trascendencia, un aparatito m¨¢s de entre los miles y miles que se exhiben en la feria CES de Las Vegas. Tampoco ocupaba un espacio principal de la web. Solo en las r¨¢fagas de Eskup; me atrever¨ªa a decir que pr¨¢cticamente nadie vio esas cuatro l¨ªneas de informaci¨®n entre miles que puede llevar la Web de EL PA?S, sin embargo para las habilidades de Google, no pas¨® inadvertida. Hicieron falta unos segundos para que milagrosamente, al lado, apareciera una publicidad de ese mismo producto. Google, una vez m¨¢s, hab¨ªa derrotado por goleada a cualquier equipo humano de marketing. Mad men y compa?¨ªa son zombies prehist¨®ricos. Ya no es un departamento de publicidad quien exige, pide, suplica, recomienda, que un anuncio de yogures no se inserte en la p¨¢gina de una intoxicaci¨®n alimentaria, es Google y compa?¨ªa, quien autom¨¢tica, r¨¢pida y obligatoriamente, sin intervenci¨®n humana alguna, inserta la publicidad exacta en el lugar y momento exacto. Eso es dinero.
Este caso como los personales, a los que quiere meter en vereda Bruselas, son paralelos. Significan que sin el dato, personal o no, toda la econom¨ªa digital basada en la acumulaci¨®n de usuarios, y no en el pago por los servicios, no existir¨ªa tal como es, y no tendr¨ªa lo que se llama ¡°un plan de negocio¡±. Cuando a la pregunta de ?De d¨®nde saldr¨¢n los ingresos? Se contesta, de la publicidad, en realidad est¨¢n diciendo, del dato, de sus datos, de mis datos, de nuestros datos, de vuestros datos, de todos los datos. Finalmente, lo que vale dinero es el dato personal.
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