Las drogodependencias ya no interesan
Los recortes amenazan unos programas que han demostrado su eficacia desde los ochenta
Muchos representantes de sectores b¨¢sicos del Estado de bienestar est¨¢n tratando de explicar por qu¨¦ es tan peligroso recortar los servicios sociales, la sanidad y la educaci¨®n. Yo tambi¨¦n lo voy a intentar aprovechando que el sistema de atenci¨®n a las drogodependencias tiene que ver con los tres anteriores. Las drogodependencias son un problema social, de salud y su prevenci¨®n es b¨¢sicamente una tarea educativa. Quisiera hacerlo de manera sencilla, sin caer en el melodrama, ni en la guerra de cifras.
Lo primero que conviene decir, para quien tenga la fortuna de no necesitar saberlo, es que nuestro sistema de atenci¨®n a las drogodependencias es un buen sistema. Es muy profesional, est¨¢ bien distribuido a lo largo el territorio nacional, en ¨¦l confluyen especialidades sanitarias y psicosociales (tiene un enfoque biopsicosocial quiz¨¢ como ning¨²n otro servicio de nuestro pa¨ªs) y presta una atenci¨®n de calidad a los pacientes y a sus familias. Siendo de responsabilidad p¨²blica, ha sido capaz de crear un sistema mixto en el que conviven recursos que gestiona directamente la administraci¨®n con otros que gestiona la iniciativa privada, fundamentalmente ONG. Algo muy importante es que la gente que necesita ayuda y sus familias se sienten bien acogidas y atendidas. Las encuestas de satisfacci¨®n de los usuarios as¨ª lo atestiguan, pero tambi¨¦n pueden preguntar a cualquiera que lo haya necesitado.
Lo segundo tiene que ver con su origen y probablemente con su futuro. El sistema p¨²blico de atenci¨®n a las drogodependencias y adicciones es relativamente nuevo en nuestro pa¨ªs. Se organiz¨® a ra¨ªz de la enorme repercusi¨®n social que tuvo la epidemia de hero¨ªna de finales de los setenta y primeros ochenta. El Plan Nacional sobre Drogas se aprob¨® en 1985 y cont¨® con el acuerdo expl¨ªcito de todos los partidos pol¨ªticos representados en la C¨¢mara. De esta ¨¦poca es importante destacar la eficacia del consenso, pero tambi¨¦n la relaci¨®n entre ¡°alarma social¡± y apuesta pol¨ªtica.
Nuestro sistema de atenci¨®n a las drogodependencias es un buen sistema"
Una vez en marcha no se especializ¨® s¨®lo en heroin¨®manos, que en su mayor¨ªa eran politoxic¨®manos, sino tambi¨¦n en las otras dependencias: de la coca¨ªna, del alcohol, del cannabis, etc¨¦tera; y m¨¢s recientemente, en todo tipo de adicciones comportamentales: juego patol¨®gico, compras compulsivas, videojuegos, sexo, etc. Tambi¨¦n contribuy¨® eficazmente a detener la epidemia de sida de nuestro pa¨ªs.
Los profesionales que trabajamos en sus servicios hemos aprendido mucho en estos a?os sobre los mecanismos que nos someten a la dependencia, sea cual sea su causa, con sustancias o sin ellas, y sobre las estrategias que nos ayudan a emanciparnos, a ser personas m¨¢s libres y aut¨®nomas. Un capital de conocimientos muy necesario, creo yo, para la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Aunque no seamos toxic¨®manos todos padecemos alguna dependencia y conocemos el precio que pagamos por ellas.
El origen de este plan deber¨ªa hacernos reflexionar sobre su futuro. Naci¨® frente a una crisis social y de salud. Ahora que la percepci¨®n social del problema ha disminuido, en parte, porque la respuesta ofrecida ha sido adecuada, parece que los pol¨ªticos est¨¢n menos interesados en mantenerla. Cuando el problema se situaba entre las tres primeras preocupaciones de los ciudadanos seg¨²n las encuestas del CIS de la ¨¦poca, junto al paro y al terrorismo, los poderes p¨²blicos acudieron prestos a afrontarlo, ahora que la percepci¨®n del riesgo ha disminuido ?qu¨¦ har¨¢n? Un problema de esta ¨ªndole no se mide por la alarma puntual que desencadena, sino por sus costes sociales, familiares, de salud y por el sufrimiento que provoca. Tambi¨¦n por sus costes econ¨®micos, que son muchos. Si queremos ser un pa¨ªs serio no podemos correr de un lado a otro apagando fuegos m¨¢s o menos medi¨¢ticos. Incluso desde la l¨®gica de la austeridad m¨¢s estricta debemos conservar aquello que es valioso de lo que hemos construido.
Todos padecemos alguna dependencia y conocemos el precio que pagamos por ellas"
Desgraciadamente los recortes hace tiempo que han empezado, tanto en el sector estrictamente p¨²blico, como en programas dependientes de ONG con tanta implantaci¨®n como Cruz Roja, Proyecto Hombre, la Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n (FAD) o la Fundaci¨®n Atenea y de otras muchas que act¨²an a nivel auton¨®mico o local. Lo que no sabemos es hasta donde van a llegar. Y no podemos saberlo porque no lo dicen, porque no se hacen p¨²blicos los planes. Lo ¨²nico que se conoce son las magnitudes de los recortes que emanan de los consejos de gobierno y parecen realizarse a tanto alzado: ?Recorten un 20%, un 30%, o, mejor, un 50%!, sin m¨¢s criterios que los puramente econ¨®micos, sin distinguir entre lo necesario, lo superfluo y lo imprescindible, sin preguntar y sin dar explicaciones. Realizados de esa manera pueden producir un colapso del sistema sin necesidad de desmantelarlo.
En cualquier caso, se echan en falta transparencia y capacidad de di¨¢logo con los profesionales del sector y con los ciudadanos involucrados. ?Es que hemos dejado de ser interlocutores v¨¢lidos? Esta manera de hacer las cosas no solo recorta derechos y servicios, sino que deteriora las pr¨¢cticas democr¨¢ticas de dialogo y consenso que tanto trabajo nos ha costado adquirir en este pa¨ªs.
Llegados a este extremo de equilibrio desigual entre los que deciden y los que tienen que ejecutar o acatar esas decisiones, recordamos otro aspecto relacionado con los or¨ªgenes del sistema. En los a?os 80, las asociaciones de afectados, constituidas fundamentalmente por madres, pr¨¢cticamente hab¨ªan declarado la guerra a los poderes p¨²blicos, exigiendo, en la calle, una respuesta ante las consecuencias de la droga. El movimiento de ¡°lucha contra la droga¡± fue el ¨²ltimo gran movimiento ciudadano de esas caracter¨ªsticas que se recuerda en nuestro pa¨ªs.
En su momento, se pudo encauzar de manera sensata y colaboradora, poniendo de acuerdo a pol¨ªticos, ciudadanos y t¨¦cnicos. ?Qu¨¦ haremos ahora?
Alfonso Ram¨ªrez de Arellano es vicepresidente de la Fundaci¨®n Atenea.
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