Ciencia y capital
Las naciones con cabeza han convertido la inversi¨®n en ciencia en la punta de lanza de la guerra econ¨®mica que sustituye, en nuestros d¨ªas, al colonialismo militar de otras ¨¦pocas.
?Tendr¨ªa sentido un deporte como la F¨®rmula 1 si los equipos estuvieran limitados a un presupuesto al que todos pudieran acceder? Tendr¨ªa sentido, s¨ª, pero dar¨ªa lugar a otra competici¨®n diferente. Probablemente, tendr¨ªa una influencia tan vertical que esta regla quedar¨ªa impresa en la misma aerodin¨¢mica y consecuente est¨¦tica de los b¨®lidos.
La ciencia no es una competici¨®n pero los factores externos tambi¨¦n modelan su funcionamiento. Nunca podr¨ªan modelar la verdad, que es en una ¨²ltima instancia a lo que esta labor aspira; pero es una realidad que el contexto socio-econ¨®mico afecta a qu¨¦ verdades perseguir y c¨®mo hacerlo. Los gradientes econ¨®micos destilan la escala de importancia de las verdades que perseguir, y el contexto social es sensible al impacto de las mismas, una sensibilidad que retroalimenta dicha escala a trav¨¦s de la pol¨ªtica.
La investigaci¨®n moderna se financia con entidades p¨²blicas y privadas, un mecenazgo al que le subyacen las masas; y los grandes avances surgen de equipos que pelean por los recursos econ¨®micos. El n¨²mero de cient¨ªficos ha crecido respecto a otras ¨¦pocas, lo cual ha diversificado y especializado mucho las ¨¢reas de conocimiento. Por otro lado, las naciones con cabeza han convertido la inversi¨®n en ciencia en la punta de lanza de la guerra econ¨®mica que sustituye, en nuestros d¨ªas, al colonialismo militar de otras ¨¦pocas. En este proceso, el perfil del cient¨ªfico ha perdido bastante de su parecido con el de hombre bohemio que teorizaba en su tiempo libre o en su laboratorio casero por af¨¢n de curiosidad, ajeno a los intereses del mundo externo, para convertirlo, en muchos casos, en una mente circunscrita a las modas cient¨ªficas del momento. Muchos de ellos, por evoluci¨®n de las especie en el nuevo ecosistema, se han convertido en gestores de personal y recursos, h¨¢biles de pluma y locuci¨®n, acerc¨¢ndose por periodos al perfil del pol¨ªtico.
Como consecuencia, y aun todav¨ªa siendo la ciencia una investigaci¨®n a fondo perdido, los cient¨ªficos de hoy necesitan tener ¨¦xito en el presente para mantenerse en el ecosistema, lo cual deriva en el extremo conductista de que perseguir fondos para investigaci¨®n puede ser m¨¢s importante que hacer ciencia. Galois, matem¨¢tico franc¨¦s del s. XIX, creador del ¨¢lgebra de grupos, se estrell¨® varias veces contra el ?cole Polytechnique en sus intentos de admisi¨®n; y muri¨® temprano, en duelo, quiz¨¢s como consecuencia de aplicar estrictamente a la vida la l¨®gica que subyac¨ªa a su labor. Boltzmann, f¨ªsico austr¨ªaco del mismo siglo y descubridor de las bases estad¨ªsticas de la termodin¨¢mica, descre¨ªdo de sus coet¨¢neos, fue tomado m¨¢s por un fil¨®sofo fallido que por un cient¨ªfico. Se suicid¨®. ?Y Mendel? s¨ª, tambi¨¦n padre cient¨ªfico ¨Ccomo en su caso deb¨ªa no ser de otro tipo? de la gen¨¦tica y contempor¨¢neo de los otros dos. Simplemente ignorado¡ ?Tendr¨ªan dificultad para conseguir proyectos de investigaci¨®n estas personas en nuestra ¨¦poca? Quiz¨¢s deber¨ªan haber disimulado su trabajo cient¨ªfico en otra oficina de patentes para subsistir a medio plazo; y, de paso, generar nuevas revoluciones cient¨ªficas. S¨ª, estos pueden ser excepciones de aquella ¨¦poca en el bregar de la ciencia; ?pero podr¨ªan hoy existir perfiles tan d¨ªscolos en el nuevo ecosistema cient¨ªfico? Con s¨®lo uno de ellos por siglo y por ¨¢rea se asegurar¨ªa que la ciencia siguiera enraizada en la filosof¨ªa. En este sentido, es casi paradigm¨¢tico que los t¨¦rminos teorema, principio o ley impliquen hoy m¨¢s usos asociado a hitos de siglos pasados que a descubrimientos de nuestra ¨¦poca.
Ocurre que, a menudo, es dif¨ªcil distinguir a un loco de un extremadamente cuerdo cuando se trata de la labor cient¨ªfica, al igual que a un revolucionario de un agitador o a un fil¨®sofo de un vulgar sofista. Muchos de los grandes visionarios creen tanto en s¨ª mismos que desprecian el esfuerzo por hacerse entender, por convencer a las personas y entidades que pueden hacer realidad su perspectiva. Pero el capital, al igual que la energ¨ªa, no es ilimitado, sobre todo cuando viene acompa?ado de sudor. Aunque el capital no siempre es usado para cubrir la necesidad ?muchas veces es buscado per se? la necesidad no se cubre sin el capital. La sociedad, que se encuentra por detr¨¢s de los esfuerzos p¨²blicos, tiene derecho a pedir r¨¦dito pues asume toda la responsabilidad de las extra?as maniobras de los cient¨ªficos. Tiene derecho a resultar convencida por los visionarios, tiene derecho a distinguir a los visionarios cuerdos de los descarriados.
El capital ha convertido en necesidad que de entre las grandes mentes de nuestro siglo, destaquen ?y en muchos casos, subsistan? las emp¨¢ticas. Debemos preguntarnos si el nuevo orden cient¨ªfico establecido, por encima del libre albedr¨ªo y m¨¢s all¨¢ de la eficiencia presupuestaria, ahogar¨¢ la existencia de revoluciones del pensamiento. La F1 es hoy una competici¨®n de ingenieros. Los triunfos se gestan en asientos est¨¢ticos. Los aficionados suelen ver c¨®mo los mejores pilotos no determinan carreras, ni tampoco campeonatos. No es raro, entonces, que muchos seguidores esperen la llegada de la lluvia cuando el sem¨¢foro se pone en verde.
J. Ricardo Arias Gonz¨¢lez es investigador de IMDEA Nanociencia.
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