Berthold Beitz, patriarca de la industria alemana y justo entre las naciones
El ejecutivo, que dirigi¨® el poderoso consorcio sider¨²rgico Krupp tras la Segunda Guerra Mundial, salv¨® a cientos de jud¨ªos de la persecuci¨®n nazi
Berthold Beitz (Bentzin, norte de Alemania, 1913), fallecido el martes a los 99 a?os, nunca fue un buen alumno, ni curs¨® una carrera universitaria, pero la suerte siempre le acompa?¨® en su larga, azarosa y exitosa vida. El azar quiso que, siendo aprendiz en un banco de Hamburgo, fuera contratado por una empresa petrolera. Tras el estallido de la II Guerra Mundial, su trabajo le llevar¨ªa como director de operaciones a Polonia, donde m¨¢s tarde trabaj¨® bajo la supervisi¨®n directa del alto mando de la Wehrmacht. Aprovechando esa posici¨®n salv¨® a centenares de jud¨ªos de las c¨¢maras de gas. Beitz, que andando los a?os se convertir¨ªa en la clave de b¨®veda de la industria del acero alemana, tardar¨ªa muchas d¨¦cadas en revelar unas actividades que le llevaron a recibir de Israel la m¨¢s alta distinci¨®n que el pa¨ªs concede a los gentiles: la de ¡°justo entre las naciones¡±, t¨ªtulo otorgado a las personas de origen no hebreo que ayudaron a los jud¨ªos a escapar de la vesania nazi.
Cuando el joven empresario y su esposa Else llegaron a Polonia quedaron impresionados por las atrocidades de las SS y empezaron a esconder a los jud¨ªos, en su mayor¨ªa mujeres y ni?os, en el s¨®tano de su casa. A lo largo de los cuatro a?os siguientes, Beitz y su mujer lograron salvar la vida a m¨¢s de 1.500 jud¨ªos, a los que en ocasiones rescataban de los trenes que les conduc¨ªan a los campos de exterminio con el pretexto de que eran esenciales para el esfuerzo b¨¦lico. Los compatriotas de Beitz no conocieron esta haza?a hasta el a?o 2008, cuando este, ya una leyenda de la industria germana, revel¨® al peri¨®dico S¨¹ddeutsche Zeitung algunos detalles de un heroico ¡°trabajo clandestino¡± que les puso en el punto de mira de la Gestapo.
¡°?Por qu¨¦ tendr¨ªa que hablar sobre mi tiempo en Polonia? ?Solo para elogiarme a mi mismo?¡±, dijo el empresario al justificar su largo silencio. ¡°Nunca tuve miedo, de lo contrario habr¨ªa fracasado. Tambi¨¦n me ayud¨® mi conducta firme y decidida ante los oficiales de las SS. Conozco a los alemanes. Si uno act¨²a en forma firme, clara y determinada, a uno lo respetan. Si se muestra d¨¦bil y desesperado, acaban con ¨¦l¡±.
Cuando finaliz¨® la guerra y regresaron a una Alemania arrasada, Beitz y su esposa tuvieron que alojarse durante un tiempo en un establo, pero Beitz no tardar¨ªa en iniciar una carrera mete¨®rica, dif¨ªcil de entender en un contexto que no fuera el de la posguerra. Tras triunfar en el mundo de los seguros, el azar volvi¨® a jugar a su favor. Durante una visita al taller de un escultor, Beitz conoci¨® al heredero del paradigma de la industria b¨¦lica alemana, Alfried Krupp. Meses despu¨¦s, a punto de cumplir 39 a?os, Beitz recibi¨® una invitaci¨®n para cenar con Krupp en Hamburgo, durante la cual este le propuso que le ayudara a reconstruir su imperio industrial.
Un a?o despu¨¦s Beitz, con plenos poderes ejecutivos, se instalaba en Essen, en el coraz¨®n del sector pesado alem¨¢n, para emprender una tarea monumental: volver a poner en pie al coloso, limpiar el pasado nazi de la familia Krupp ¡ªel propio Alfried fue condenado en N¨²remberg como criminal de guerra por utilizar mano de obra esclava en sus factor¨ªas¡ª y enterrar para siempre la odiosa fama que arrastraba el grupo desde la I Guerra Mundial.
Gracias a su limpio pasado durante la dictadura nazi, Beitz pudo emprender su trabajo casi con entera libertad. Durante las dos d¨¦cadas que comparti¨® el mando de Krupp con Alfried, el gigante renunci¨® a su divisi¨®n de armamento e inici¨® una etapa en la que Beitz pudo poner en pr¨¢ctica su concepto humanista de econom¨ªa social de mercado, imperante en la nueva naci¨®n alemana. En 1968, tras el fallecimiento de Krupp, Beitz tom¨® las riendas del grupo desde su cargo vitalicio en la fundaci¨®n Krupp, un puesto excepcional desde el que marc¨® durante casi medio siglo el rumbo de uno de los m¨¢s poderosos consorcios industriales europeos.
A pesar de que una carrera labrada a golpes de fortuna le termin¨® convirtiendo en el ¨²ltimo gran patriarca de la industria alemana, Beitz jam¨¢s fue un arribista, sino un rebelde con causa, un outsider que nunca milit¨® en un partido pol¨ªtico y siempre mantuvo una sana distancia frente a los c¨ªrculos del dinero y el poder.?
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