El dictador como fuente
Las entrevistas a El Asad agitan el debate sobre si la prensa debe dar voz a los asesinos Los expertos creen que s¨ª, pero con algunas l¨ªneas rojas
La frustrada primavera ¨¢rabe en Siria ha causado m¨¢s de 100.000 muertos, ha tambaleado los cimientos de la diplomacia occidental y amenaza con dinamitar el precario equilibrio sectario en la regi¨®n. Pero, adem¨¢s, ha enfrentado a los periodistas con viejos y nuevos dilemas de la profesi¨®n.
El uso y abuso de freelances en zona de guerra, en tiempos de adelgazados presupuestos en los diarios, o el reto de informar empotrado en uno de los bandos en conflicto han sido los m¨¢s analizados. En las ¨²ltimas semanas, sin embargo, un nuevo asunto ha despertado cierta pol¨¦mica. Las cr¨ªticas que ha suscitado la entrevista al presidente sirio, Bachar el Asad, en el diario Le Figaro, a principios de mes, fueron el detonante de un debate complejo y plagado de matices. ?Debemos los periodistas dar voz a los dictadores y asesinos? ?Deben servir los medios de comunicaci¨®n de plataforma para que los s¨¢trapas difundan su propaganda?
Entre los expertos existe un cierto consenso en que s¨ª, en que la naturaleza del oficio consiste precisamente en eso, en acudir a las fuentes ¡ªsean o no dictadores o hayan matado a m¨¢s o menos gente¡ª y permitir que los argumentos de unos y de otros se escuchen. Que los periodistas no debemos decidir sobre la maldad o la bondad del entrevistado. La cuesti¨®n m¨¢s bien radica, seg¨²n aquellos que analizan el tema, m¨¢s en el c¨®mo que en el qu¨¦. Es decir, la cuesti¨®n no es tanto si se deben hacer las entrevistas sino c¨®mo se ejecutan, c¨®mo se elige a qui¨¦n se entrevista y a qui¨¦n no, y, en definitiva, cu¨¢les son las l¨ªneas rojas, qui¨¦n las traza y por qu¨¦.
Empecemos por los protagonistas. Al periodista franc¨¦s George Malbrunot se le conoce porque en 2004 un grupo isl¨¢mico iraqu¨ª le mantuvo secuestrado cuatro meses junto a un compa?ero. Las im¨¢genes de los reporteros tras su liberaci¨®n dieron la vuelta al mundo. Pero Malbrunot es tambi¨¦n el periodista que entrevist¨® a Bachar el Asad para su diario, Le Figaro, y cuya entrevista, en la que el dictador amenaza a los franceses, provoc¨® una airada reacci¨®n de El El¨ªseo.
Hollande critic¨® con sarcasmo el altavoz ofrecido al dictador sirio
El propio presidente Fran?ois Hollande agradeci¨® el trabajo del rotativo en un comentario cargado de sarcasmo. ¡°Nunca agradeceremos lo suficiente a Le Figaro el haber esclarecido las ideas a la opini¨®n p¨²blica francesa. Ahora sabemos que quiere liquidar a su oposici¨®n¡±, dijo Hollande. Fuentes pr¨®ximas al presidente confiaron a la agencia France Presse que el texto caus¨® una profunda irritaci¨®n en el entorno de El El¨ªseo. El jefe de la redacci¨®n del diario franc¨¦s, Alexis Br¨¦zet, se vio obligado a publicar un texto en el que justificaba su decisi¨®n de publicar la entrevista y en el que aclaraba lo obvio: que ¡°dar voz no significa aprobar ni apoyar¡±.
Malbrunot explica por tel¨¦fono desde Beirut cu¨¢l es su postura: ¡°Soy periodista y para m¨ª lo m¨¢s importante es que salga a la luz la mayor parte de informaci¨®n posible. Hay que hacer el mayor n¨²mero de preguntas y es al lector al que le corresponde juzgar. Nosotros no somos polic¨ªas de la moral¡±. Experto en la zona desde hace muchos a?os, Malbrunot va un poco m¨¢s all¨¢: ¡°En Oriente Pr¨®ximo, si solo habl¨¢ramos con l¨ªderes dem¨®cratas, no hablar¨ªamos con casi nadie. El mundo no debe escuchar solo a los pacifistas¡±.
?Todo el mundo? ?Tambi¨¦n los terroristas? ?Los asesinos con las manos llenas de sangre?
Para George Brock, catedr¨¢tico y director del departamento de periodismo de la City University de Londres, no hay l¨ªneas rojas que valgan. Apenas establece dos salvedades que responden m¨¢s bien al sentido com¨²n. La primera, que ¡°no se puede obligar a ning¨²n periodista que no se sienta c¨®modo entrevistando a un personaje que considera repugnante¡±. Y dos, ¡°hay pa¨ªses en los que las leyes limitan por ejemplo el contacto del reportero con un terrorista o le obligan a desvelar c¨®mo se produjo el encuentro¡±.
La cuesti¨®n no es tanto si hacer el art¨ªculo o no, sino c¨®mo hacerlo
En cualquier caso, la pol¨¦mica suscitada con la entrevista de El Asad le resulta un tanto artificial. Piensa que la funci¨®n del periodista es tratar de transmitir ¡°la verdad y eso incluye lo que se le pase por la cabeza a un dictador¡±. No acaba de comprender, adem¨¢s, el revuelo que se ha montado o al menos el porqu¨¦ de que haya sido justo ahora. ¡°A la gente le irrita que se hable con El Asad porque ha gaseado a su pueblo. Cuando solo bombardeaba a ni?os no parec¨ªa importarles tanto¡±, reflexiona.
Poco m¨¢s de una semana despu¨¦s de la entrevista de Le Figaro, The New York Times publicaba una tribuna firmada por el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, aliado del r¨¦gimen sirio y de dudosas credenciales democr¨¢ticas. Putin se dirig¨ªa a los estadounidenses horas antes de que comenzaran unas negociaciones clave para desactivar la amenaza de Washington de atacar Siria. Y lo hizo de forma convincente. The New York Times consider¨® necesario justificar despu¨¦s su decisi¨®n editorial tras las quejas de alg¨²n lector y hasta la Casa Blanca dio un paso al frente. Su portavoz, Jay Carney, compareci¨® en conferencia de prensa para considerar la decisi¨®n de The New York Times una muestra de la salud democr¨¢tica del pa¨ªs y del respeto a la libertad de expresi¨®n.
Michael Bromley, otro experto y colega de Brock, explica cu¨¢l es para ¨¦l la reflexi¨®n que debe producirse en una redacci¨®n en estos casos. ¡°Cuando alguien te ofrece una entrevista en exclusiva, hay que preguntarse con qu¨¦ fin, si se trata de un burdo intento de ejercer el soft power [el poder blando], y de movilizar a la prensa internacional a su favor¡±. Por eso para este catedr¨¢tico de periodismo internacional australiano, afincado en la City University de Londres, el dilema que plantea el dar o no voz a un violador de los derechos humanos trasciende la propia decisi¨®n; en realidad se enmarca en las cuestiones fundamentales del periodismo. ¡°Se trata de aplicar los principios y criterios generales period¨ªsticos a estos casos. ?Me est¨¢n utilizando? ?Por qu¨¦ he aceptado hacer esta entrevista? Son preguntas que el reportero y sus jefes se deben preguntar. Y luego, claro, durante la entrevista hay que hacer las preguntas adecuadas, contextualizar¡±, termina.
A la entrevista de El Asad en Le Figaro le siguieron otras en cadenas de televisi¨®n estadounidenses. La presencia medi¨¢tica del dictador sirio dejaba claro que El Asad est¨¢ dispuesto a luchar no solo a golpe de gas sar¨ªn, sino tambi¨¦n con toda la munici¨®n propagand¨ªstica a su alcance. Que la concesi¨®n de las entrevistas persegu¨ªa un objetivo era claro, pero que no por ello perd¨ªan inter¨¦s.
¡°No somos polic¨ªas de la moral¡±, dice el reportero franc¨¦s Malbrunot
No estuvo tan clara la motivaci¨®n de Radovan Karadzic, el entonces presidente de la autoproclamada Rep¨²blica Serbia de Bosnia, cuando se prest¨® en 1995 a ser entrevistado por ?ngel Santa Cruz, excorresponsal de EL PA?S en Europa del Este. La entrevista se public¨® bajo el t¨ªtulo Los enclaves musulmanes deben desaparecer e inclu¨ªa preguntas del tipo: ¡°?Por qu¨¦ aprueba usted el bombardeo de poblaciones civiles o las deportaciones masivas, la purificaci¨®n ¨¦tnica?¡±. El texto acab¨® incorporado al sumario del tribunal de La Haya que le juzga. Cuando hoy se le pregunta a Santa Cruz si se debe entrevistar a los asesinos, responde tajante. ¡°Por supuesto. Su punto de vista es crucial¡±. ¡°Pero hay que tener los conocimientos suficientes que permitan la esgrima con el entrevistado, evitar convertirse en simple altavoz¡±.
En Espa?a, el terrorismo de ETA ha sido probablemente el que m¨¢s debate ha generado en cuanto a la pertinencia de entrevistar a terroristas. En 2001, el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, destituy¨® de forma fulminante al director de Telemadrid Silvio Gonz¨¢lez tras la emisi¨®n de un reportaje titulado Los caminos de Euskadi. La cinta recog¨ªa testimonios de representantes de la sociedad vasca e inclu¨ªa los de Arnaldo Otegui, exportavoz de Batasuna. La Comunidad de Madrid consider¨® que el reportaje ¡°no distingu¨ªa entre v¨ªctimas y verdugos¡±, mientras que Gonz¨¢lez declar¨® que hab¨ªa visto el reportaje antes de que se emitiera y le hab¨ªa parecido ¡°correcto y resultado de una amplia visi¨®n del Pa¨ªs Vasco¡±, seg¨²n public¨® la prensa entonces.
Para Santa Cruz tampoco en este caso hay lugar a dudas. ¡°Puede que haya circunstancias que conviertan en intolerable una cierta entrevista, pero, en general, siempre hay que preguntar. ¡°Tambi¨¦n es interesante escuchar a Eichman [Adolf, uno de los principales responsables del genocidio nazi]. Los periodistas no somos curas ni te¨®logos ni moralistas. Nuestra funci¨®n es proporcionar informaci¨®n y datos. Nada m¨¢s¡±.
Riccardo Orizio, escritor y periodista italiano, se tom¨® muy en serio lo de hablar con el enemigo y ha convertido a los dictadores en su especialidad. En 2002 public¨® un libro titulado La palabra del Diablo (Laterza) en el que entrevista a personajes cuya catadura moral deja poco lugar a la discusi¨®n. En su cartera de entrevistados figuran el sanguinario dictador haitiano Baby Doc Duvalier, el genocida et¨ªope Mengistu Haile Mariam, Noriega o el general y presidente ugand¨¦s Idi Amin Dada.
¡°Contar la verdad incluye lo que se le pase por la cabeza a un s¨¢trapa¡±
Orizio no justifica de ninguna manera sus atrocidades, pero s¨ª se empe?a en hacer hincapi¨¦ en lo relativo que a veces resultan los compartimentos estancos en los que se encasilla a los personajes hist¨®ricos. ¡°Un d¨ªa pueden ser aliados de Estados Unidos y todo est¨¢ bien y al d¨ªa siguiente pueden ser su peor enemigo. Occidente cortejaba a Gadafi y hac¨ªa negocios con ¨¦l aunque todos sab¨ªan que ten¨ªa sangre en las manos. La historia est¨¢ repleta de ejemplos. La pol¨ªtica exterior es hip¨®crita por definici¨®n. No puede ser que los cr¨ªmenes solo sean cr¨ªmenes cuando nos conviene¡±, argumenta por tel¨¦fono desde su retiro en Kenia.
Orizio, que fue corresponsal de La Repubblica antes de autoexiliarse a la sabana keniana, a?ade otro matiz a su argumento relativista. Piensa que los periodistas tendemos a personalizar el mal en exceso, que ¡°en la mayor¨ªa de los casos no es tan importante la persona como las circunstancias o el r¨¦gimen en el que opera el dictador¡±. ¡°Creo que se sobreestima la capacidad personal de los dictadores. No s¨¦ hasta qu¨¦ punto cualquier oftalm¨®logo sirio residente en Londres y llamado a gobernar su pa¨ªs hubiera hecho lo mismo que Bachar el Asad¡±, a?ade.
Cuando su libro sobre los dictadores se public¨®, provoc¨® el alboroto ya cl¨¢sico en estos casos, muy en la l¨ªnea de lo que Hannah Arendt, la fil¨®sofa y polit¨®loga alemana que estudi¨® el nazismo, denomin¨® la ¡°banalidad del mal¡±. A Orizio le acusaron de humanizar a sus personajes y de considerarles personas corrientes. Pero el reportero italiano tiene claro que no es esa la cuesti¨®n, que escuchar a los dictadores es ¡°un ejercicio fascinante y necesario para entender qu¨¦ significa el poder¡±. ¡°Algunas de esas entrevistas a m¨ª me han parecido muy reveladoras¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.