Siete medidas para acabar con el hambre del campesino
El peque?o agricultor produce el 80% de los alimentos consumidos en pa¨ªses en desarrollo El 75% de las personas m¨¢s pobres del planeta son campesinos
Resulta parad¨®jico que el peque?o productor sea el responsable del 80% de los alimentos consumidos en pa¨ªses en desarrollo y que el 75% de las personas m¨¢s pobres del mundo vivan en las zonas rurales y sean campesinos. Asia Meridional y el ?frica Subsahariana son las regiones m¨¢s afectadas por la pobreza y el hambre seg¨²n el informe de la pobreza rural 2011 del Fondo Internacional de Desarrollo Agr¨ªcola (FIDA), una de las agencias de las Naciones Unidas especializadas en el mundo rural. La falta de una gobernanza global, la p¨¦rdida de diversidad en las semillas, la agricultura a gran escala, la reducci¨®n de la inversi¨®n p¨²blica y los productos que recorren medio mundo y dejan una gran huella ambiental son algunos de los problemas a los que se enfrenta el campesinado para salir de su situaci¨®n extrema de pobreza, hambre y miseria. Diversos expertos se?alan hasta siete medidas que debe adoptarse para luchar contra el hambre del campesinado.
Adoptar medidas pol¨ªticas globales
Jos¨¦ Mar¨ªa Sumpsi, que fuera subdirector general de la FAO durante la crisis alimentaria de 2008, recuerda ¨¦sta como un claro ejemplo donde se demostr¨® la ausencia de un poder ejecutivo que impusiera medidas y acciones a los pa¨ªses en materia de alimentaci¨®n y agricultura y del que hoy todav¨ªa se carece, a pesar de que el nuevo Comit¨¦ Mundial de Seguridad Alimentaria de la FAO y el G20 se hayan erigido como los pilares de una nueva arquitectura institucional mundial que gobierna la econom¨ªa, la agricultura y la alimentaci¨®n mundial: ¡°Aunque en su origen la subida de los precios de los alimentos fue provocada por una escasez de oferta como consecuencia de sequ¨ªas y otros fen¨®menos clim¨¢ticos adversos en importantes regiones productoras del mundo, no cabe duda que se produjeron decisiones pol¨ªticas y comerciales err¨®neas que agravaron mucho la situaci¨®n de desabastecimiento. Entre ellas podemos citar la prohibici¨®n total de exportar o la imposici¨®n de diversas trabas a la exportaci¨®n que desabastecieron el mercado internacional de alimentos, las importaciones excesivas de pa¨ªses importadores netos de alimentos ante el miedo de quedarse sin alimentos, o las pol¨ªticas de fomento de la producci¨®n de biocombustibles a partir de granos de cereales y oleaginosas en pa¨ªses como EE UU o la UE. A ello podemos a?adir la entrada masiva de capitales a los mercados de granos que hu¨ªan de la crisis de las hipotecas. No hab¨ªa entonces un sistema de gobernanza global de la agricultura y la alimentaci¨®n que evitara o al menos suavizara estos elementos que incidieron de forma clara en la subida de los precios de los alimentos¡±.
Proteger la biodiversidad de las semillas
La angustia en el campo indio
A Narasimhulu, su cultivo de cacahuete, en el pueblo de Pemmanakuntapalli, situado en el distrito de Anantapur, (Estado de Andhra Pradesh, en India), no le proporcionaba suficientes beneficios para subsistir ¨¦l y su familia. La sequ¨ªa que afecta a la zona donde vive pon¨ªa en peligro su modo de subsistencia, que no es otro que la agricultura. El sistema de irrigaci¨®n gota a gota, que subvenciona la fundaci¨®n Vicente Ferrer, y el apoyo estructural que la ONG espa?ola ha aportado a este beneficiario para la diversificaci¨®n de su cultivo, con verduras y mangos, ha mejorado la calidad del subsuelo que le ha ofrecido m¨¢s garant¨ªas a Narasimhulu, campesino casado con 3 hijos, para que su cosecha de cacahuetes no resultara buena. Desde India, la Fundaci¨®n Vicente Ferrer denuncia que la introducci¨®n de semillas modificadas, el uso de fertilizantes y pesticidas supone un coste cada vez mayor para los campesinos, adem¨¢s de la sequ¨ªa, las inundaciones, las plagas y la reducci¨®n de los precios de los productos agrarios resultantes de las pol¨ªticas de libre comercio han generado un contexto que propicia el endeudamiento y la angustia de los campesinos indios.
¡°De mi padre aprend¨ª que si hab¨ªa una semilla buena, por ejemplo una de sand¨ªa cuyo fruto fuera dulce, se guardaba para preservar esa variedad. Es parte de la responsabilidad de cada comunidad local la de preservar y cuidar sus variedades. Soy genetista y entiendo que desde un punto de vista cient¨ªfico solo puedes seleccionar desde la diversidad; la uniformidad no vale para nada. Tener s¨®lo una variedad es una hipoteca cuando se producen cambios ambientales imprevisibles o plagas que no se conocen. Resulta parad¨®jico que para encontrar las claves de la enfermedad de una semilla que no es de la zona, el Norte dependa totalmente del Sur y no al rev¨¦s¡±, explica Jos¨¦ Esquinas, quien fuera el padre del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogen¨¦ticos para la Alimentaci¨®n y la Agricultura, ratificado por 132 pa¨ªses y por sus parlamentos, y trabajador de la FAO durante m¨¢s de 30 a?os. Las cifras que arroja Esquinas sobre la p¨¦rdida de variedad son escalofriantes: A lo largo del siglo XX, En Estados Unidos se ha perdido m¨¢s del 90% de variedad de plantas hort¨ªcolas y frut¨ªcolas; de las 30.000 variedades de semillas que se cultivaban en la India, ahora solo se cultivan 12 en el 75% del territorio nacional. De las 380 variedades de mel¨®n que Esquinas recolect¨® en los a?os 70, solo se encuentran hoy en el mercado 10-12 de ellas.
Aitor Urkiola, miembro de Grain, una organizaci¨®n internacional que defiende al campesinado, recuerda que uno de los problemas de las semillas es que las grandes multinacionales de pesticidas compraron las compa?¨ªas locales para cerrarlas, lo que provoc¨® el acaparamiento del mercado con semillas transg¨¦nicas: ¡°El tratado internacional de comercio ha prohibido el intercambio de semillas entre campesinos. Son ellos quienes llevan milenios intercambi¨¢ndolas y han sido, tradicionalmente, los custodios de ¨¦stas. De lo que se trata es de que se respeten los derechos tradicionales que se les niega con estos acuerdos¡±, razona Urkiola.
Luchar contra el acaparamiento de la tierra
Desde el Centro de Investigaci¨®n y Promoci¨®n del Campesinado en Bolivia (CIPCA) se lucha para un mayor acceso de los ind¨ªgenas a las tierras, desde donde han conseguido algunos avances: ¡°En los ¨²ltimos 15 a?os sobre todo en la parte tropical, chaco y Amazon¨ªa de Bolivia, se ha conseguido un mayor acceso a las tierras de los campesinos ind¨ªgenas gracias a la capacidad de propuesta, movilizaci¨®n y presi¨®n de ellos mismos. En el per¨ªodo de 1996-2012 los propietarios peque?os han incrementado la tenencia de la tierra en su poder de 17,16 millones de hect¨¢reas en 1996 a 36 millones el 2012. Ahora los retos son el control efectivo de esos espacios conquistados y gesti¨®n productiva y sostenible de los mismos, entre otros¡±, explica Lorenzo Soliz, director del organismo.
¡°Es un bien social [la tierra] y desde donde hay que abordar la producci¨®n alimentaria. Los medios de producci¨®n deben estar en manos de quien produce los alimentos, como son los campesinos, pero a¨²n sigue habiendo dificultades de acceso a las tierras por parte de los campesinos. Un ejemplo, sin irse a los pa¨ªses empobrecidos, es que cada minuto desaparece en Europa una explotaci¨®n familiar¡±, argumenta Paul Nicholson, agricultor, ganadero y miembro de la comisi¨®n coordinadora y fundadora de V¨ªa Campesina.
Otra de las causas que dificultan el acceso a la tierra es el monopolio de las explotaciones en manos de pocos: ¡°Las nuevas fuentes de negocio y donde la banca invierte su dinero es en los recursos naturales y los bienes comunes. Es la llamada especulaci¨®n alimentaria. Hemos pasado de la burbuja inmobiliaria a la burbuja alimentaria¡±, puntualiza Esther Vivas, activista en pol¨ªticas agr¨ªcolas y alimentarias y miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universidad Pompeu Fabra.
Consumir productos de los mercados locales
Olivier Schutter, el responsable del departamento del Derecho a la comida de Naciones Unidas, asegura que una agricultura local y de proximidad garantiza en mayor medida la seguridad alimentaria, ya que hay un mayor control y una relaci¨®n m¨¢s directa entre productor y consumidor, adem¨¢s de abaratar costes y mejorar las condiciones econ¨®micas del campesinado. ¡°El modelo agroalimentario actual es irracional, no s¨®lo porque se basa en alimentos kilom¨¦tricos, cuando podr¨ªamos consumirlos de proximidad sino que acaba con la agricultura local, en lugar de defender un mundo rural vivo. Apuesta por unas pocas variedades agr¨ªcolas y condena al hambre y al anonimato a las que tienen un papel central en la producci¨®n de la comida¡±, asegura Esther Vivas
Apoyar la agricultura familiar frente a la agroindustrial
En 2014 se celebrar¨¢ el a?o de la agricultura familiar, establecido por Naciones Unidas, que busca incentivar un desarrollo agr¨ªcola sostenible, que respete el medio ambiente y que est¨¦ basado en un sistema de rotaci¨®n y tenga un manejo integrado de las plagas. Desde Amigos de la Tierra Espa?a se denuncia que los grandes monocultivos de soja y palma han provocado una gran huella ambiental y social en el ¨¢mbito del campesinado: ¡°Estos cultivos intensivos en Latinoam¨¦rica y parte de Asia han provocado la deforestaci¨®n, la huida de muchos campesinos de sus tierras y que, por ejemplo, en Brasil se destruya el Amazonas y el Serrado. Adem¨¢s, los habitantes de estas zonas se vean afectados por los productos qu¨ªmicos que se usan espec¨ªficamente en estos cultivos¡± explica Blanca Ruibal, Responsable del ¨¢rea de Agricultura y Alimentaci¨®n de la organizaci¨®n.
Jos¨¦ Esquinas, que considera que "un pueblo puede vivir sin televisores pero no sin alimentos", achaca el problema del hambre a la falta de ¡°voluntad pol¨ªtica¡± para apoyar la agricultura familiar. ¡°Benin es un ejemplo claro de c¨®mo el apoyo de una agricultura familiar a una industrial cambia todo. Ben¨ªn era un pa¨ªs que se pod¨ªa alimentar a si mismo y no sufr¨ªa hambrunas. El Gobierno empieza a incentivar las plantaciones de algod¨®n y los campesinos venden sus tierras y se hacen jornaleros en los grandes campos de algod¨®n. As¨ª se pasa de una agricultura familiar a una agroindustrial, lo que provoca que sufrieran con mayor crueldad la subida de precios de la crisis alimentaria en 2008. Ellos, que invert¨ªan el 70% de su dinero en comida se vieran ahogados porque los precios de la comida se duplicara por dos y tampoco pod¨ªan volver a sus tierras para cultivarlas porque al venderlas, mataron la gallina de los huevos de oro ¡°, apunta Esquinas.
M¨¢s inversi¨®n p¨²blica para el desarrollo agr¨ªcola
El fomento de la investigaci¨®n y el desarrollo de cultivos infrautilizados, que se les suele denominar ¡°el cultivo de los pobres¡± es fundamental para paliar el hambre, seg¨²n el experto Jos¨¦ Esquinas: ¡°El grado de hambre es distinto en cada pa¨ªs, al igual que el desarrollo agr¨ªcola y en cada uno se necesitan soluciones distintas. En 1987 la ayuda oficial al desarrollo destinados a la agricultura era de un 16% y actualmente es del 4,5%, mientras que el Banco Mundial asegura que la inversi¨®n del sector agr¨ªcola es el factor que m¨¢s contribuye a eliminar el hambre. La inversi¨®n privada llega solo cuando es rentable. El error ha sido pensar que el alimento es una mercanc¨ªa¡±.
Relanzar el papel de la mujer en el campo
Desde Honduras se ha tratado de relanzar el papel de la mujer en el campo, adem¨¢s de apoyar la soberan¨ªa alimentaria con el fomento de la producci¨®n agroecol¨®gica y la conservaci¨®n de las semillas. Para ello, se ha demandado la aprobaci¨®n ¡°con urgencia¡± de la Ley de Transformaci¨®n Agraria Integral con perspectiva de g¨¦nero que se present¨® al Congreso Nacional en octubre del 2011, ¡°con el fin de reactivar la agricultura local y no depender m¨¢s de la importaci¨®n del 70% de los alimentos que se consumen en Honduras¡±, explica Wendy Cruz, miembro de V¨ªa Campesina. ¡°Es importante destacar el importante papel que juegan las mujeres campesinas e ind¨ªgenas en la producci¨®n agr¨ªcola como un elemento de vital importante para garantizar la alimentaci¨®n de miles de familias campesinas¡±, concluye Cruz.
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