El color de un mundo perdido

Spielberg hizo un encomiable esfuerzo de documentaci¨®n para caracterizar con cierta verosimilitud a los dinosaurios de Parque Jur¨¢sico y sus secuelas. Pero hubo un elemento esencial que no tuvo m¨¢s remedio que inventarse: el color de aquellas bestias prehist¨®ricas. ?Ten¨ªan el color de un sapo, las irisaciones policrom¨¢ticas de un lagarto, o incluso un arco¨ªris exuberante que pudiera competir con el de las actuales aves? Los p¨¢jaros, al fin y al cabo, evolucionaron a partir de los dinosaurios de aquel mundo perdido. ?Por qu¨¦ nos gusta imaginar a aquellos reptiles gigantes con ese color entre gris plomo y verde fango que estropea los escaparates de las jugueter¨ªas?

La cuesti¨®n ha dejado de ser un experimento mental con el trabajo que Johan Lindgren y sus colegas de la Universidad de Lund, en Suecia, presentan este jueves en Nature. Estos paleont¨®logos han descubierto los primeros f¨®siles de la era de los dinosaurios ¡ªdatados entre 55 y 196 millones de a?os atr¨¢s¡ª con una preservaci¨®n tan buena que ha respetado incluso los pigmentos de la piel. Una tortuga, un mosasaurio y un ictiosaurio de aquel periodo tienen todav¨ªa en ciertas trazas oscuras de lo que fue su piel los inconfundibles restos de la melanina, el pigmento que todav¨ªa hoy genera la compleja variedad de colores de piel y de pelo que exhibe la especie humana. En cierto modo, una de las causas directas del racismo.

El hallazgo de la melanina en criaturas marinas f¨®siles tan lejanas en el tiempo y en la genealog¨ªa parece implicar ¡ªal menos as¨ª lo interpretan los autores de Lund¡ª que las tortugas y los ictiosaurios no heredaron ese pigmento de un remoto ancestro com¨²n. Consideran m¨¢s probable que la melanina evolucionara de forma independiente en cada uno de esos linajes. Ser¨ªa un caso notorio de evoluci¨®n convergente, como las alas de p¨¢jaros y murci¨¦lagos, que son similares pese a tener or¨ªgenes distintos.

La melanina, de hecho, es m¨¢s que un pigmento. Cumple a menudo otra funci¨®n como hormona, y en muchas especies actuales es el regulador esencial de la temperatura corporal. Esta es la clave, seg¨²n Lindgren y sus colegas, de su evoluci¨®n convergente: que sus variantes permitieron o facilitaron la adaptaci¨®n de muy distintas criaturas a las latitudes m¨¢s fr¨ªas, o en los periodos m¨¢s g¨¦lidos por los que ha pasado el planeta.

En biolog¨ªa, la belleza es rara vez un mero adorno.