?Qui¨¦n cree a¨²n a Pistorius?
Comienza el proceso contra el deportista sudafricano, acusado de asesinar a balazos a su novia Se enfrenta a una sentencia de cadena perpetua
¡°El problema de la ficci¨®n¡±, dijo el escritor estadounidense Tom Wolfe, ¡°es que tiene que ser cre¨ªble. Eso no es verdad con la no ficci¨®n¡±. Podr¨ªa haber estado pensando en la historia de Oscar Pistorius, que naci¨® en Sud¨¢frica en 1986 con una malformaci¨®n cong¨¦nita de los tobillos y los pies, le amputaron ambas piernas debajo de las rodillas cuando ten¨ªa 11 meses, corri¨® en la carrera de los 400 metros en los Juegos Ol¨ªmpicos de Londres en 2012 y, seis meses despu¨¦s, en la madrugada del d¨ªa de San Valent¨ªn, mat¨® con una pistola a su novia, la bella modelo Reeva Steenkamp.
Hoy comienza su juicio por asesinato en la capital sudafricana de Pretoria. Si se le encuentra culpable el castigo ser¨¢ condena perpetua, que en Sud¨¢frica significa un m¨ªnimo de 25 a?os de c¨¢rcel.
El caso es inusual no solo por la extraordinaria historia del protagonista, sino en t¨¦rminos legales. No corresponde a los rasgos t¨ªpicos de la novela negra. La polic¨ªa no ha tenido que obtener pruebas para demostrar cu¨¢ndo ocurri¨®, ni d¨®nde, ni c¨®mo, ni siquiera qui¨¦n lo hizo. Todo esto se sabe y el propio Pistorius lo ha reconocido. La ¨²nica cuesti¨®n es, ?por qu¨¦?
?Qu¨¦ estaba pasando por la cabeza del c¨¦lebre atleta ¡ª¡°el hombre m¨¢s veloz del mundo sin piernas¡±¡ª cuando dispar¨® cuatro balas a trav¨¦s de la puerta cerrada del ba?o de su casa, tres de las cuales acabaron con la vida de Reeva Steenkamp? ?Supo perfectamente qui¨¦n estaba detr¨¢s de la puerta, como pretender¨¢ demostrar el fiscal? ?Fue un crimen pasional? ?O es verdad la versi¨®n de Pistorius, que mantiene que crey¨® haber estado disparando a un intruso, que actu¨® convencido de que se estaba protegiendo a s¨ª mismo y a la mujer que amaba?
El atleta con piernas de titanio afirm¨® que disparaba a un intruso
El veredicto final depender¨¢ en gran parte de si la fiscal¨ªa es capaz de reunir pruebas que demuestren que hubo una pelea entre Pistorius y Steenkamp justo antes de los disparos, o que justo despu¨¦s ¨¦l actu¨® de manera sospechosa. Fuentes de la polic¨ªa han indicado que tienen testigos entre los vecinos de Pistorius que oyeron gritos en la casa antes de los disparos; tambi¨¦n que el deportista le contest¨® a un guardia de seguridad que le llam¨® por tel¨¦fono para ver qu¨¦ ocurr¨ªa que no se preocupara, que no pasaba nada. Se ha dicho, adem¨¢s, que la polic¨ªa podr¨ªa haber encontrado mensajes de texto incriminatorios en el tel¨¦fono m¨®vil del acusado.
Pero al final todo depender¨¢ de la credibilidad del propio Pistorius, la ¨²nica persona que sabe con certeza lo que pas¨®. ?Miente o dice la verdad? Lo decidir¨¢ el juez. O, mejor dicho, la jueza ¡ªotro ingrediente de la historia que pondr¨ªa a prueba los l¨ªmites de lo cre¨ªble en la ficci¨®n.
En tiempos del apartheid jueces blancos, siempre hombres, dictaban sentencia contra individuos negros. Hoy, 20 a?os despu¨¦s del fin de aquel sistema de racismo legalizado, se invierten los papeles. Una jueza negra posee en sus manos el destino de un hombre blanco rico y famoso. Thokozile Masipa tiene fama entre sus colegas en los tribunales de ser una persona afable, elocuente y ponderada. A primera vista, sin embargo, su nombramiento no parece ser una buena noticia para Pistorius. No porque sea negra ¡ªfue un h¨¦roe para blancos y negros sudafricanos y el sentimiento nacional sobre la culpabilidad o inocencia de Pistorius no se define en t¨¦rminos raciales¡ª sino porque es mujer.
Una jueza negra posee en sus manos el destino de un hombre blanco y rico
Es palpable una mayor animosidad hacia Pistorius entre las mujeres que entre los hombres. Y no es dif¨ªcil entender por qu¨¦. Sud¨¢frica es un pa¨ªs con un alto ¨ªndice de criminalidad, n¨²mero diez en el ranking mundial de homicidios ¡ªhubo una media de 45 por d¨ªa el a?o pasado¡ª y campe¨®n mundial indiscutido en cuanto a violencia contra mujeres en pa¨ªses que no est¨¢n en guerra. Las estad¨ªsticas demuestran que cada cuatro minutos se reporta una violaci¨®n a la polic¨ªa y cada ocho horas una mujer es asesinada por su pareja (el fen¨®meno incluso tiene nombre en Sud¨¢frica, ¡°femicidio ¨ªntimo¡±).
En un pa¨ªs en el que las mujeres viven el d¨ªa a d¨ªa con una sensaci¨®n aguda de vulnerabilidad f¨ªsica, muchos han identificado a Pistorius como s¨ªmbolo de la maldad criminal masculina y a Steenkamp como s¨ªmbolo de las mujeres que sufren las consecuencias. No se sabe si la jueza Masipa comparte esta opini¨®n. Pero es probable que, por m¨¢s que intente borrar de su mente cualquier prejuicio una vez que el juicio comience, hasta cierto punto s¨ª lo comparta. En juicios anteriores se ha mostrado poco misericordiosa con hombres que atacan a mujeres. En 2001, por ejemplo, sentenci¨® a dos violadores a condena perpetua, declarando: ¡°Mujeres indefensas se sienten inseguras, incluso dentro del santuario de sus propios hogares, y esperan que estos tribunales protejan sus intereses. Los tribunales pueden proteger esos intereses con duras condenas¡±.
Siempre va a haber un elemento de subjetividad en el veredicto de un juez pero, por otro lado, nadie en Sud¨¢frica duda de la seriedad de Thokozile Masipa. Si el fiscal no re¨²ne pruebas suficientes, ¡°m¨¢s all¨¢ de la duda razonable¡±, de que Pistorius asesin¨® a su novia, lo declarar¨¢ inocente. El problema de Pistorius es que, en el mejor de los casos, de algo s¨ª ser¨¢ encontrado culpable ¡ªcomo m¨ªnimo, de homicidio negligente¡ª. Si no quiso matar a su novia, s¨ª quiso matar a alguien. Supo que hubo un ser humano detr¨¢s de la puerta cuando dispar¨® su pistola. Ante tal eventualidad la ley sudafricana ofrecer¨ªa a la jueza una amplia gama de variantes: todas las posibles entre poner a Pistorius en libertad o condenarle a 15 a?os de prisi¨®n.
En cualquier caso, lo ocurrido esa noche de San Valent¨ªn no deja de ser una triste tragedia. Para Reeva Steenkamp y su familia, en primer lugar, pero para Pistorius tambi¨¦n. Destroz¨® no una vida, sino dos. De la cumbre de la gloria Pistorius ha pasado a la ruina moral y emocional. Nunca recuperar¨¢ su heroica reputaci¨®n, nunca volver¨¢ a competir como atleta en los grandes escenarios y, pase lo que pase en el juicio, est¨¢ condenado a que el remordimiento le acompa?e, sin posibilidad de consuelo, el resto de sus d¨ªas.
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