El ser humano desencadena la sexta extinci¨®n masiva del planeta
322 especies de vertebrados terrestres han desaparecido desde el a?o 1500
La extinci¨®n masiva de la fauna no es ninguna novedad: ha habido cinco en los 600 millones de a?os en que los animales hemos poblado la Tierra, causadas por varios tipos de cat¨¢strofes planetarias como el volcanismo masivo, los impactos de meteoritos y otras todav¨ªa no aclaradas. La novedad de la sexta extinci¨®n de la historia del planeta, la que vivimos ahora mismo, es que la causa somos los seres humanos. En cierto sentido, somos peores que un meteorito.
Los ¨²ltimos datos, presentados en una colecci¨®n de ensayos en la revista Science, resultan abrumadores, con 322 especies de vertebrados terrestres extintas desde el a?o 1500, y con el resto sufriendo una reducci¨®n media del 25% en el n¨²mero de individuos, lo que en realidad es peor que las extinciones por su efecto en los ecosistemas. El cuadro es a¨²n m¨¢s oscuro entre los invertebrados, con declives del 45% en la poblaci¨®n de dos tercios de las especies examinadas. Los cient¨ªficos han acu?ado el t¨¦rmino defaunaci¨®n (a semejanza de deforestaci¨®n) para referirse a este grave fen¨®meno.
La extinci¨®n es tan connatural a la evoluci¨®n biol¨®gica como la muerte lo es a la vida: las especies nacen y mueren, justo como los individuos. Pero ha habido cinco extinciones en los 600 millones de a?os de historia animal que han destacado por su poder devastador. La peor de todas no fue la m¨¢s popular ¡ªla de los dinosaurios¡ª, sino otra que ya hab¨ªa ocurrido 200 millones de a?os antes: la extinci¨®n p¨¦rmica, que barri¨® del mapa la mitad no ya de las especies, sino de las familias que las abarcan por millares. Los braqui¨®podos y los corales se salvaron en los penaltis, pero el 70% de nuestros ancestros vertebrados no tuvieron tanta suerte.
Sobre sus causas no acaban de coincidir los ge¨®logos: pudo deberse a una crisis de temperatura, con la superficie marina superando los 28 grados y arruinando el estilo de vida de los animales que viv¨ªan ah¨ª, y despu¨¦s destrozando todo lo dem¨¢s en una cascada autoalimentada y catastr¨®fica. Pero tambi¨¦n est¨¢ documentado un cambio brusco en el ciclo global del carbono en que se basa toda la biolog¨ªa. Tambi¨¦n entraron en erupci¨®n los volcanes de Siberia y, sobre todo, en la ¨¦poca se ensambl¨® el supercontinente Pangea, que abarcaba a todos los actuales en una sola masa de tierra. En geolog¨ªa, cuando las cosas se tuercen no se quedan a medias.
¡°Claramente, la defaunaci¨®n es tanto un componente ubicuo de la sexta extinci¨®n masiva del planeta como uno de los principales ejes impulsores de cambio ecol¨®gico global¡±, afirma Rodolfo Dirzo, de la Universidad de Stanford en California, y primer autor de una de las revisiones presentadas en Science, titulada escuetamente ¡®Defaunaci¨®n en el antropoceno¡¯. El antropoceno no es un periodo geol¨®gico convencional, pero expertos en qu¨ªmica atmosf¨¦rica como el premio Nobel Paul Crutzen lo han adoptado para denominar la ¨¦poca en que la actividad humana ha empezado a generar efectos globales. Dirzo y sus colegas consideran que el antropoceno empez¨® hace unos 500 a?os, aunque hay otras opiniones.
¡°En los ¨²ltimos 500 a?os¡±, dicen los cient¨ªficos de California, R¨ªo Claro (Brasil), M¨¦xico, Oxfordshire y Londres, ¡°los humanos han desencadenado una ola de extinci¨®n, amenaza y declive de las poblaciones locales de animales que puede ser comparable, tanto en velocidad como en magnitud, con las cinco previas extinciones masivas de la historia de la Tierra¡±. En las escalas de los ge¨®logos, 500 a?os es ciertamente un pesta?eo: ni siquiera los efectos del impacto de un meteorito tienen una duraci¨®n tan corta, no hablemos ya del ensamblaje del supercontinente Pangea.
La extinci¨®n masiva que acab¨® con los dinosaurios es la que m¨¢s ha captado la imaginaci¨®n popular
La extinci¨®n masiva que acab¨® con los dinosaurios ¡ªsalvo con sus descendientes voladores, las aves¡ª es la que m¨¢s ha captado la imaginaci¨®n popular, con dos Steves (Jay Gould y Spielberg) entre los principales coadyuvantes. Su nombre t¨¦cnico es ¡°extinci¨®n K-T¡±, o l¨ªmite entre el cret¨¢cico (K, por kreide, tiza o caliza en alem¨¢n) y el terciario (T). Lo que poca gente recuerda es que no solo extermin¨® a los dinosaurios, sino tambi¨¦n al 80% de las especies animales existentes en aquel momento, hace casi exactamente 66 millones de a?os. Adi¨®s a los amonoides, a los belemnoides y a la mayor¨ªa de los corales. De los inocer¨¢midos ya nadie se acuerda. La raz¨®n de esta destrucci¨®n masiva, tercera en importancia en la historia del planeta, fue probablemente un enorme meteorito que cay¨® cerca de M¨¦xico en esa ¨¦poca, en un impacto que eclips¨® al sol por eones. Pero tambi¨¦n hubo un horrible volcanismo, en un nuevo ejemplo del car¨¢cter gafe de los eventos geol¨®gicos.
El t¨¦rmino defaunaci¨®n quiere enfatizar tambi¨¦n que el problema no se limita a la extinci¨®n de especies enteras, sino que abarca tambi¨¦n la desaparici¨®n de poblaciones locales y la reducci¨®n del n¨²mero de individuos en cada poblaci¨®n. ¡°Aunque las extinciones tienen una gran importancia evolutiva¡±, explica Dirzo, ¡°el declive del n¨²mero de individuos en las poblaciones locales, y los cambios en la composici¨®n de especies de una comunidad, suelen causar un mayor impacto inmediato en la funci¨®n de los ecosistemas¡±. Los autores reconocen que las extinciones tienen m¨¢s impacto en los medios de comunicaci¨®n, pero resaltan que ¡°solo son una peque?a parte de la p¨¦rdida real de biodiversidad¡±.
Seg¨²n distintas estimaciones, entre el 16% y el 33% de todas las especies vivas de vertebrados est¨¢n amenazadas o ¡°en peligro¡± de forma global, y solo en los ¨²ltimos 500 a?os se han extinguido 322. Peor a¨²n, el n¨²mero de individuos se ha reducido en un promedio del 28%, con casos extremos como los elefantes, cuyas poblaciones decaen a tal ritmo que hacen casi segura su extinci¨®n en breve. El elefante, por cierto, es uno de los poqu¨ªsimos animales con autoconciencia ¡ªse reconocen en el espejo¡ª que nos acompa?an en este valle de l¨¢grimas evolutivo, junto al delf¨ªn y los grandes monos.
¡°El declive de estas especies animales afectar¨¢ en cascada al funcionamiento de los ecosistemas¡±, aseguran Dirzo y sus colegas, ¡°y finalmente en el bienestar humano¡±.
Aunque solo sea por eso, la defaunaci¨®n deber¨¢ pasar al primer plano en los pr¨®ximos a?os.
Pescando humanos
Los problemas de sobreexplotaci¨®n de los bancos pesqueros no son unan invenci¨®n de cuatro conservacionistas chalados, vegetarianos y al¨¦rgicos al anisakis. "El tr¨¢fico humano directamente asociado al agotamiento de las pesquer¨ªas est¨¢ en incremento en todo el planeta", documentan en Science Justin Brashares y sus colegas de la Universidad de California en Berkeley y Santa Barbara, "revelando las conexiones entre el declive de la pesca, la pobreza y la explotaci¨®n humana".
Los clientes de las pescader¨ªas occidentales pueden lamentar la escasez de sus cocochas favoritas, pero el contratiempo es mucho m¨¢s relevante en las costas de origen. All¨ª los pescadores tienen que viajar m¨¢s kil¨®metros, soportar condiciones m¨¢s duras, penetrar a mayores profundidades de los oc¨¦anos y faenar durante m¨¢s horas solo para mantener sus ingresos.
¡°En Talilandia, por ejemplo¡±, dice Brashares, ¡°se venden cada vez m¨¢s hombres camboyanos y tailandeses a los barcos pesqueros; estos chicos permanecen en el mar durante varios a?os sin ninguna remuneraci¨®n, y est¨¢n forzados a trabajar 18 o 20 horas diarias¡±.
El problema, por supuesto, no se limita a las pesquer¨ªas. Los declives de las poblaciones de muchos animales en ?frica han conducido a la explotaci¨®n del trabajo infantil. ¡°Las comunidades que durante miles de a?os han cubierto sus necesidades cazando en su vecindad tienen ahora que viajar durante d¨ªas para obtener su alimento¡±, se?alan Brashares y sus colegas. La desnutrici¨®n, el abuso y el asesinato son moneda com¨²n en esas situaciones. No hay que recordar el mercado del marfil y de los afrodisiacos basados en el cuerno de rinoceronte para hacerse una idea de esas pr¨¢cticas.
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