El cerrajero sin llave
Gabriel Bestard ultima su cerradura para activar por m¨®vil
Se subi¨® en la moto, una esc¨²ter a la que le faltaba potencia para cargar con un tipo de sus dimensiones por toda Barcelona. Era verano, llevaba pantal¨®n corto, meti¨® todo en los bolsillos y se dirigi¨® a cenar con los amigos¡ Pero su smartphone de m¨¢s de 500 euros no resisti¨® el estrecho contacto con sus abrasivos compa?eros de viaje. Las llaves hab¨ªan dejado su rastro afilado por toda la pantalla. ?C¨®mo solucionar el problema, al margen de comprar otro tel¨¦fono? Una alternativa era reducir el n¨²mero de objetos a transportar en un angosto bolsillo veraniego. Por ejemplo: ¡°?Y si meto las llaves en el m¨®vil?¡±.
Dispuesto a responder a la pregunta, Gabriel Bestard Ribas (Barcelona, 1969) dej¨® su puesto de director de m¨¢rketing en una empresa de l¨¢cteos y emprendi¨® el camino a San Francisco hace dos a?os siguiendo la senda habitual de los peregrinos de Silicon Valley, a los que mueve la obsesi¨®n por encontrar soluciones novedosas a problemas ocasionales.
Y as¨ª es como Bestard comenz¨® a trabajar en Goji, el nombre de su producto. Proyect¨® una cerradura totalmente nueva que se abriese con el tel¨¦fono. El primer sondeo no fue demasiado halag¨¹e?o: ¡°En Espa?a todos me dec¨ªan que era una idea fant¨¢stica. Pero cuando preguntaba si lo comprar¨ªan, me dec¨ªan que no¡±. El ¨²ltimo intento fue con su antigua escuela de negocios, donde curs¨® el MBA en Barcelona: ¡°Me aseguraban que no ten¨ªa sentido y que, como mucho, las puertas se abrir¨ªan con la voz pero nunca con el tel¨¦fono¡±. Tras un primer estudio de mercado, m¨¢s profundo que la consulta a conocidos, se dio cuenta de que no ten¨ªa sentido intentarlo en Europa. ¡°Cada pa¨ªs tiene un tipo de cerradura distinto y una legislaci¨®n diferente. Necesitaba un mercado grande para ponerlo a prueba¡±, dice para justificar su salto a San Francisco.
Aunque su perfil se aleja del t¨ªpico emprendedor veintea?ero salido de Stanford que predomina en Silicon, Bestard no es nuevo en el pa¨ªs. Estudi¨® la carrera, con una beca para jugar a baloncesto, en Chicago. Por eso decidi¨® volver, pero a la costa oeste, el lugar donde ¡°de verdad se est¨¢ cambiando el mundo¡±.
Cada ma?ana llega a un coworking, una vieja nave industrial revestida en madera y con paredes de ladrillo en el que locales con aire de choza hawaiana alojan startups en busca de fortuna. All¨ª, cerca del tren que une San Francisco con el Valle, est¨¢n tambi¨¦n los fondos de capital riesgo de los que depende gran parte del ¨¦xito. Todo pasa por saber contar bien en pocos minutos la historia de cada uno y las razones por las que deben invertir: ¡°Aqu¨ª es muy diferente. En Espa?a te miran como si estuvieras loco. Aqu¨ª cuando dicen I trust you [conf¨ªo en ti] ya tienes mucho ganado¡±.
El mecanismo manda al instante una foto de la persona que trata de activarlo
Bestard cont¨® al principio, para su primer prototipo, con la ayuda de un grupo de amigos y la de Indiegogo, el sitio de recaudaci¨®n de fondos m¨¢s grande del mundo, donde logr¨® 300.000 d¨®lares.
Bestard guarda su creaci¨®n en un misterioso malet¨ªn negro. Ha bautizado su cerradura como Goji.A primera vista parece una m¨¢s, algo m¨¢s voluminosa, con un frontal de vidrio tintado de negro sin orificio alguno. La magia empieza al acercar el tel¨¦fono. Toca la pantalla y se activa el mecanismo. M¨®vil y cerradura se entienden a trav¨¦s de la conexi¨®n bluetooth. La bater¨ªa dura m¨¢s de un a?o. Debajo de su panel frontal se esconde, por si acaso, una ranura para la llave anal¨®gica. La aplicaci¨®n permite dar permiso por horas para que entre a casa alguien que vaya a limpiar, el que pasea al perro o un familiar.
Bestard invita a tocar la cerradura. Al instante saca su m¨®vil y aparece la fotograf¨ªa de la persona que se ha acercado al mecanismo. Al mismo tiempo, ha llegado esa misma imagen a su correo. Apenas se percibe, pero la c¨¢mara que se esconde en el pomo se activa en cuanto alguien se acerca. ¡°Es una manera m¨¢s de saber qui¨¦n pasa por la puerta del hogar¡±, explica.
Su iniciativa encaja con una nueva ola de productos que se ha puesto de moda en el Valle y que buscan romper de manera radical con una mec¨¢nica establecida. Al igual que los retoques de Instagram jubilaron a las c¨¢maras Kodak y las instant¨¢neas de Polaroid, lo mismo que Uber pretende hacer con los taxis o DocuSign con los contratos en papel, Goji quiere que las llaves de metal sean cosa del pasado.
El caso de Gabriel Bestard es un tanto peculiar entre los espa?oles del Valle. Lo suyo es el hardware, los cacharros, en lugar del software, la apuesta del resto. La mayor concentraci¨®n de compatriotas se encuentra en RocketSpace, otro espacio compartido, donde han montado el Spain Tech Center. Aunque la rotaci¨®n es alta y el tiempo que pasan probando suerte no suele superar el a?o, ya tienen dos casos de ¨¦xito: la plataforma de juegos para m¨®viles y tabletas Ludei, de Eneko Knorr, y Chartboost, cuya consejera delegada es Mar¨ªa Alegre. Entre los m¨¢s llamativos, tres estudiantes de ingenier¨ªa promocionando Piccast, una pizarra virtual que graba todos los pasos de los profesores, una buena soluci¨®n para resolver dudas.
El oto?o se presenta caliente para Bestard. En noviembre tendr¨¢ la prueba final, salir al mercado. Ya ha cerrado acuerdos con las grandes cadenas de Estados Unidos: Home Depot, Best Buy y Staples. Falta saber si los 299 d¨®lares que pide por ella son lo suficientemente atractivos. M¨¢s all¨¢ de la venta al consumidor final, le interesa convertirse en socio de hoteles. Y ¡°puestos a so?ar, ?por qu¨¦ no un acuerdo con Airbnb?, l¨ªder mundial de alquileres de casas de vacaciones¡±, fantasea. ?l tiene la llave.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.