Los espa?oles: 102 minutos al d¨ªa para comer; los ingleses: 67
La vida se detiene dos veces al d¨ªa en Espa?a. Los horarios de un pa¨ªs son fruto de una convenci¨®n social
Desde hace aproximadamente un lustro, vienen apareciendo en la prensa noticias en las que se reclama una revisi¨®n de los horarios espa?oles. La cuesti¨®n ha cobrado nueva fuerza con el debate sobre la conveniencia de los cambios horarios que se producen todos los a?os en abril y octubre. Aqu¨ª nos interesa especialmente la relaci¨®n que se suele establecer entre horarios, como causa, y h¨¢bitos o rutinas, como potencial efecto o consecuencia de la decisi¨®n sobre los horarios. En particular, las rutinas alimentarias, ya que tienden a convertirse en un privilegiado agujero para ver c¨®mo nos organizamos los d¨ªas.
Los argumentos esgrimidos para animar al cambio hacen referencia a la baja productividad o a la dificultad de conciliaci¨®n entre la vida familiar y laboral, y se reclama una ¡°europeizaci¨®n de los horarios¡± haciendo referencia a nuestra larga comida del mediod¨ªa y a los horarios tard¨ªos de los programas de televisi¨®n. Curiosamente este debate se repite peri¨®dicamente, acompa?ado del coro de voces que demandan una ¡°mayor racionalidad horaria¡±, sin que se haya producido ning¨²n cambio en la organizaci¨®n horaria de los espa?oles. Si tan ¡°racional¡± es el horario ¡°europeo de 9 a 6¡± ?Cu¨¢l es el motivo por el que no se adopta? ?Es realmente ese horario el que tenemos por racional o es otro como, por ejemplo, el de 8 a 3? Y si es m¨¢s racional ?desde qu¨¦ punto de vista lo es? ?Para qu¨¦ y para qui¨¦n?
Para poder dar respuesta a esta cuesti¨®n es preciso ofrecer datos acerca de los horarios de los distintos pa¨ªses europeos y sus circunstancias, pues en la mayor¨ªa de los casos la explicaci¨®n de c¨®mo se organiza la vida diaria en Espa?a y en otros lugares se presenta sin datos. Podr¨ªamos pensar que se carece de ellos, pero no es este el caso. Espa?a dispone de dos Encuesta de Empleo del Tiempo de ¨¢mbito nacional (INE; 2002-03 y 2009-10) y tambi¨¦n algunas en las CCAA. En estas encuestas, se registra lo que se hace a lo largo de todo el d¨ªa en periodos de 10 minutos. Con este registro, se puede conocer no solo lo que se hace en cada momento del d¨ªa, sino a qu¨¦ hora se realiza, cu¨¢nto dura la actividad que se ha ejecutado, con qui¨¦n se realiza¡. Se puede conocer esta informaci¨®n para actividades habituales como dormir, comer o trabajar, pero tambi¨¦n menos visibles como atender a un anciano, dar de comer a un beb¨¦, rezar, barrer la casa o estudiar. Este asunto es tan relevante que incluso la Universidad de Oxford ha creado un Centro para el estudio del Uso del Tiempo gracias al cual se puede comparar la organizaci¨®n de la vida diaria entre pa¨ªses. Es la encuesta que permite aproximarse con seriedad a la cuesti¨®n sobre si los espa?oles tenemos ¡°horarios de locura¡± y al margen de las valoraciones de partidarios y detractores de la ¡°europeizaci¨®n del horario espa?ol¡±. Con estos datos vamos a realizar un acercamiento a algunos aspectos de la organizaci¨®n de la vida cotidiana en t¨¦rminos de tiempo para contribuir al debate sobre la conveniencia o no del cambio de horarios.
Los ingleses dedican 67 minutos a comer y los holandeses, 75
Hay que comenzar diciendo que los horarios europeos no son uniformes. A modo de ejemplo, los franceses y los brit¨¢nicos extienden el horario de la comida del mediod¨ªa lo que indica que no comen todos a la misma hora, pero coinciden en la cena al final de la tarde, entre las 5 y las 6. Los holandeses tienen una comida concentrada en torno a las 12 y las 12,30. Los italianos muestran un comportamiento bastante paralelo al de los holandeses, pero con una hora de retraso en las comidas y dos en las cenas. Buscando una concordancia entre pa¨ªses se podr¨ªa decir que lo que les asemeja es la realizaci¨®n de una cena relativamente temprana con respecto a los espa?oles.
Los espa?oles tenemos un horario de comidas seguido por la mayor¨ªa de la poblaci¨®n y diferente al resto de Europa. Tenemos tres concentraciones horarias marcadas por las dos comidas principales del d¨ªa: en Espa?a se come alrededor de las 2-2,30 y se cena en dos momentos: una parte de la poblaci¨®n lo hace alrededor de las 9 y otra, especialmente los adultos j¨®venes despu¨¦s de las 10-10,30. Se podr¨ªa decir que comemos algo m¨¢s tarde que el resto de Europa, pero sobre todo lo que nos distancia del resto es nuestro horario de cena, claramente tard¨ªo.
El tiempo dedicado a comer es otro de los elementos que podr¨ªa diferenciar nuestro horario, pero no tanto como podr¨ªamos imaginar. A modo de ejemplo, el total de espa?oles dedica al d¨ªa 102 minutos a comer, mientras que los brit¨¢nicos, por ejemplo, le dedican 67. Los holandeses una media de 75 minutos. Sin embargo, la diferencia no est¨¢ en que dediquemos un tiempo sustancialmente mayor a comer a lo largo del d¨ªa, sino que se realizan dos paradas largas de comida en lugar de una breve y una larga, como en el caso brit¨¢nico. La vida diaria se detiene dos veces, cosa que sucede tambi¨¦n en el caso franc¨¦s y en Italia. Se trata posiblemente de una peculiaridad del sur de Europa. Si nos vamos m¨¢s all¨¢ del continente, se observa c¨®mo los espa?oles dedicamos a comer casi el doble de tiempo del dedicado por los estadounidenses. ?Es cuesti¨®n de horario o de duraci¨®n temporal y contenido de las actividades? ?Qu¨¦ significa comer para unos y otros? ?Este significado de la comida, se ver¨ªa afectado por el mantenimiento de hora, en lugar de los cambios anuales actuales? Creemos que no, que no variar¨ªamos nuestros horarios de comida, ni la duraci¨®n de las mismas. Ni, por supuesto, su significado social. Valga el siguiente registro: el perfil de los horarios de comidas, as¨ª como la duraci¨®n de las mismas, en Canarias es pr¨¢cticamente id¨¦ntico al del resto de los espa?oles. Eso s¨ª, con el conocido desfase horario: los canarios se concentran para comer a sus 2 PM, cuando el resto de los espa?oles lo han hecho a su respectiva 2PM, es decir, una hora antes.
La sociabilidad ligada a la comida es otra peculiaridad de los espa?oles
Otro de los asuntos debatidos hace referencia a las horas de sue?o. La comparaci¨®n entre las horas dedicadas a dormir no ofrece una imagen del espa?ol falto de sue?o, m¨¢s bien al contrario. La siesta forma parte de la vida de un 17% de espa?oles, pero si unimos los minutos de media que se duermen diariamente (la siesta y la noche) los adultos espa?oles no duermen menos que sus vecinos del norte. Tomados en conjunto, no son los espa?oles los que menos duermen sino, al contrario, est¨¢n entre los que dedican diariamente una media de tiempo mayor: 8 horas y 48 minutos (22 minutos menos los alemanes o 37 menos los brit¨¢nicos) aunque las heterogeneidad entre grupos de edad y g¨¦nero mayor en Espa?a.
La sociabilidad ligada a la comida es otra de las peculiaridades espa?olas. La mayor¨ªa de los ciudadanos europeos resuelve sus comidas diarias en el hogar, pero la compa?¨ªa dentro y fuera del hogar define la sociedad. En un reciente estudio en el que comparamos los h¨¢bitos alimentarios entre Reino Unido y Espa?a, se observ¨® c¨®mo los brit¨¢nicos hac¨ªan la comida principalmente fuera del hogar, a lo largo de un extenso per¨ªodo de tiempo y con una duraci¨®n escasa. Esto indica la integraci¨®n de la comida del mediod¨ªa en la din¨¢mica laboral. Sin embargo, la cena brit¨¢nica es m¨¢s larga y se realizaba en casa, lo que muestra la sociabilidad dom¨¦stica al final del d¨ªa en este pa¨ªs. Pero los espa?oles no siguen la misma pauta: se comparte horario para comer al mediod¨ªa y se le dedica m¨¢s tiempo. El sentido de este tiempo no es el mismo para espa?oles y brit¨¢nicos.
No sabemos si nuestros h¨¢bitos alimentarios tienen repercusi¨®n sobre la productividad. No hay ning¨²n estudio que concluya que la organizaci¨®n de los tiempos de la vida diaria tiene una relaci¨®n causal sobre la productividad. Los datos de la OCDE muestran la posici¨®n de Espa?a, con una productividad por debajo de la media europea, y es posible que exista alguna correlaci¨®n, pero la causalidad no ha sido demostrada. No es, por tanto, un buen argumento en defensa de un horario diferente.
El cambio horario no es un mero movimiento del reloj, es una transformaci¨®n de la cultura de una sociedad y es un cambio en sus prioridades.
En los debates sobre los horarios de estos d¨ªas, cobra relevancia la cuesti¨®n si se deber¨ªa retrasar la hora para coincidir con el uso horario de Portugal y Reino Unido, que corresponde geogr¨¢ficamente a Espa?a o por tratarse de una decisi¨®n adoptada en los a?os cincuenta (imposici¨®n franquista). No deber¨ªamos perder de vista que el horario de un pa¨ªs siempre es resultado de una convenci¨®n social, sea por imposici¨®n de una dictador o por acuerdos entre fuerzas pol¨ªticas (?no recuerdan ustedes la llamada semana inglesa?); se descanse por imposici¨®n religiosa (el shabat o el domingo) o se imponga una jornada laboral por acuerdos entre sindicatos y empresas (jornadas de 35 ¨® 40 horas). Cada sociedad encontrar¨¢ en su historia el origen de su horario (m¨¢s bien de sus diversos horarios a lo largo del tiempo). Pero naturalmente si se ha convenido un horario se puede perfectamente llegar a convenir otro, de ah¨ª que no sea est¨¦ril el debate. Pero, la opci¨®n por ese otro uso horario ?cambiar¨ªa, por s¨ª mismo, nuestras costumbres? ?Comer¨ªamos antes y m¨¢s r¨¢pido al mediod¨ªa? ?Cenar¨ªamos antes? ?Nos ir¨ªamos antes a dormir? Parece poco probable.
Creemos que, para hablar de ¡°racionalidad de horario¡±, primero habr¨ªa que indagar en las bases de la racionalidad pr¨¢ctica, puesto que es la que se ha impuesto, de la estructura b¨¢sica de nuestro horario.
No hay que olvidar que una de las razones de la adscripci¨®n al horario actual fue el denominado pluriempleo por parte de lo que, entonces (a?os cuarenta-cincuenta) constitu¨ªa una capa social en aumento: trabajadores de las administraciones p¨²blicas, del sector financiero o de seguros, peque?as empresas y trabajo profesional. Esa jornada partida en dos pod¨ªa conllevar dos empleos con horario continuo, realmente dos jornadas laborales, algo inusual en el resto de Europa: una jornada de ocho a tres (en bancos, ministerios, aseguradoras) con jornada intensiva de 8 a 3; y otro empleo despu¨¦s de la comida en el hogar. Tal horario matinal, que permit¨ªa inicialmente otra jornada por la tarde, en esos a?os, puede explicarse por la escasez de una mano de obra cualificada para esos empleos en crecimiento, especialmente tras la sangr¨ªa que supuso la guerra civil, y una administraci¨®n p¨²blica en crecimiento, que no pod¨ªa pagar salarios que cubriesen ese desfase entre demanda y oferta. La salida pr¨¢ctica, en la pr¨¢ctica, fueron empleos muy estables, certificados por la funcionarizaci¨®n, y con buenos horarios en la administraci¨®n p¨²blica, permitiendo otras dedicaciones en una tarde que se alargaba, para concretarse como jornada. Hay que recordar que, hasta los a?os setenta, aproximadamente la mitad de los funcionarios p¨²blicos de mayor nivel, ten¨ªan otra dedicaci¨®n profesional. Un horario que, en su d¨ªa, permiti¨® el pluriempleo de los varones, y hoy, en buena parte, la doble jornada de las mujeres. Ahora bien, a cambio de comidas en casa (gestionadas antes y ahora mayoritariamente por las mujeres) y, sobre todo, cenas tard¨ªas.
Para finalizar, tras esta radiograf¨ªa cabe preguntarse ?d¨®nde est¨¢ la resistencia para que ni siquiera el Parlamento espa?ol haya tomado decisiones sobre el cambio horario a pesar de haber creado una comisi¨®n espec¨ªfica para ello? No tenemos todas las respuestas, pero los datos indican que la resistencia al cambio no se puede desligar de la importancia que los espa?oles dan a todo lo que hoy les hace diferentes: el d¨ªa partido en dos y apoyado en las comidas, con un papel relevante de las mujeres como soporte de esta organizaci¨®n horaria y en torno al hogar, y con relevantes relaciones alrededor del comer.
El cambio horario no es un mero movimiento del reloj, es una transformaci¨®n de la cultura de una sociedad y es un cambio en sus prioridades. Y quiz¨¢s los debates actuales sobre este asunto est¨¢n mirando la vida diaria desde un ¨²nico punto de vista: el originado en el mundo productivo.
Cecilia D¨ªaz-M¨¦ndez es catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa de la Universidad de Oviedo. Javier Callejo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la UNED.
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