Sin palabras
?Qu¨¦ hizo posible que aquellas chicas y muchachos, unos veinte, dejaran de ser vistos por las autoridades religiosas, pol¨ªticas y judiciales como ¡°los sordos mentirosos¡±?
Ellos no pueden hablar, son sordomudos, pero dicen todo con esa muestra de euforia que son las manos en alto, agit¨¢ndose como pa?uelos o balanceando el cuerpo en se?al de la balanza de la Justicia. Los que tenemos el privilegio de la palabra, nos cuesta encontrar una sola capaz de expresar y calificar lo que padecieron. El manoseo sexual, las masturbaciones, las violaciones, las vejaciones y humillaciones a las que fueron sometidos por a?os por aquellos a quienes sus padres humildes les confiaron su educaci¨®n y cuidado, los curas, sacerdotes, monjas, religiosos y empleados administrativos del Instituto Pr¨®volo de la ciudad de Mendoza. Un instituto religioso para sordomudos, creado en Verona por el cura italiano Antonio Pr¨®volo, que desde los a?os cincuenta ya era denunciado en Italia por los abusos sexuales a los internados cometidos por los curas del Instituto, sin que las autoridades religiosas las consideraran. Las delegaciones del Instituto del otro lado del Atl¨¢ntico, en las ciudades de La Plata y Mendoza, era a donde los curas eran trasladados, sin perder los h¨¢bitos ni las man¨ªas: las aberraciones sexuales contra ni?os doblemente indefensos, por ni?os pobres y por sordomudos, tal cual probaron los jueces del tribunal argentino que condenaron a m¨¢s de cuarenta a?os a los curas Nicola Bruno Corradi, el m¨¢s alto en la jerarqu¨ªa, hoy un anciano que se mueve en silla de ruedas, de aspecto y rictus sombr¨ªo, y Horacio Hugo Corbacho Blanc, el violador m¨¢s aberrante, capaz de llevar al desmayo por el dolor de las violaciones al entonces ni?o que pas¨® ocho a?os en el instituto. Cuesta quitar los ojos de aquel hombre a¨²n con aspecto joven que fuera del tribunal bien podr¨ªa pasar por m¨¦dico u oficinista. Sin un gesto que delatara su sentir. La sentencia fue menor para el jardinero, Armando G¨®mez, 18 a?os.
Si en t¨¦rminos period¨ªsticos se puede caer en la tentaci¨®n de los detalles pornogr¨¢ficos o las an¨¦cdotas de las C¨¢maras Gessel a las que fueron sometidos los testigos o los manejos de los enviados del Vaticano, importa indagar ?c¨®mo pudo suceder a un lado y a otro del Atl¨¢ntico, sin que en tantos a?os alguien tomara las denuncias en serio? ?Por qu¨¦ ahora, despu¨¦s de un juicio relativamente r¨¢pido se lleg¨® a tal condena? ?Qu¨¦ hizo posible que aquellas chicas y muchachos, unos veinte, dejaran de ser vistos por las autoridades religiosas, pol¨ªticas y judiciales como ¡°los sordos mentirosos¡±?. Sencillamente porque hubo una ¡°mujer empoderada¡±, para utilizar el clich¨¦ feminista. Laura Montero es la primera vicegobernadora mujer en la historia de Mendoza, la provincia conocida m¨¢s por estar junto a Los Andes y sus buenos vinos. Una ingeniera que fue ministra de econom¨ªa, diputada y senadora. Ella no dud¨®, ni pidi¨® permiso como suele suceder con las funcionarias mujeres que en la cultura pol¨ªtica argentina suelen acatar la disciplina partidaria, especialmente si ata?e a la Iglesia, de enorme injerencia en la vida p¨²blica de Argentina. En cuanto conoci¨® lo que suced¨ªa en el Instituto Pr¨®volo, horrorizada, llev¨® la denuncia al procurador para garantizar la legitimaci¨®n procesal. La causa comenz¨® en 2016 bajo la identidad reservada de una joven que denunci¨® haber sufrido y haber sido testigo de los golpes, las torturas y los abusos sexuales. Durante todo el proceso, Montero ofreci¨® protecci¨®n a las v¨ªctimas, desde las int¨¦rpretes de la lengua de se?as de la legislatura al abogado. Pero, sobre todo, gener¨® la confianza necesaria para que los hoy muchachos y chicas narraran lo que pasaba dentro del Instituto, en ¡°la Casita de Dios¡±, donde suced¨ªan las violaciones. No se trata de discriminar, ya que los jueces, los fiscales, los abogados, en general son hombres. Menos a¨²n cuando en poco tiempo deber¨¢n ser juzgadas las monjas de las Hermanas del Huerto que oficiaban de maestras en el Pr¨®volo, especialmente Kuniko Kosaka, una monja japonesa acusada de omitir las denuncias y ella misma participar de los golpes, las torturas y los vej¨¢menes sexuales. Las monjas ten¨ªan trato cotidiano con los ni?os abusados.
Laura Montero simplemente cumpli¨® con sus funciones y obligaciones, pero lo extraordinario surge por el contraste, la inacci¨®n y complicidad de tantos a?os de las autoridades pol¨ªticas, judiciales y religiosas. Ella exigi¨® que el Instituto fuera intervenido, viaj¨® a La Plata, donde otra mujer, la fiscal Cecilia Corfield pidi¨® que se eleve a juicio por violaciones y abusos en la misma instituci¨®n, ocurridas entre 1980 y 1990. Un grupo de alumnos varones denunci¨® al ahora condenado Nicola Corradi y al profesor de inform¨¢tica, Jorge Britez, actualmente preso, quien a pesar de las denuncias de abuso pudo ser profesor en varias escuelas p¨²blicas y religiosas en diferentes provincias...
Montero, igualmente, increp¨® a la Canciller¨ªa por la facilidad con la que los curas ingresaban y sal¨ªan de Argentina, a pesar de las denuncias. Sin embargo, no pudo impedir otro t¨ªpico manejo de ocultamiento. La pol¨¦mica operaci¨®n inmobiliaria de la Iglesia. En el mismo per¨ªodo en el que se recog¨ªan las pruebas como instrucci¨®n de la causa, los enviados de Italia vendieran a precio vil el inmenso predio del Instituto Pr¨®volo al Municipio de Luj¨¢n de Cuyo. Con el edificio reconvertido ya no quedan rastros f¨ªsicos de lo que escondi¨® esa instituci¨®n religiosa. En cuanto se esperan los juicios de La Plata, y los que en Mendoza deber¨¢n establecer las responsabilidades de los directivos civiles y religiosos, hace ruido el silencio del papa argentino que vive en Roma. En tanto, desde Italia, llegaron otros mensajes. Un conmovedor video grabado en Verona donde se ve a una decena de personas, muchos ancianos, celebrar la condena en Mendoza. Giani Bisoli, el m¨¢s emocionado, es uno de los exinternados de la sede italiana del Pr¨®volo que acus¨® a 130 sacerdotes, entre ellos el ahora condenado Nicola Corradi, por los abusos ocurridos entre 1955 y 1984. Cuesta entender lo que dice, a no ser el n¨ªtido: ¡°Grazie, grazie, Argentina¡±.
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