Aislados, solos y con miedo
Las personas mayores, m¨¢s de nueve millones en Espa?a, asisten estos d¨ªas a la expansi¨®n de un virus que los ha puesto en el centro de la diana
El viernes 13 de marzo, Carmen no pudo entrar en la residencia de Oviedo en la que se encuentra su madre, de 80 a?os. La madre de Carmen no ve, no camina y apenas puede mover un brazo; tampoco tiene tel¨¦fono m¨®vil. Su hija la visita todos los d¨ªas. Hasta el viernes, cuando el acceso a la residencia qued¨® restringido. Carmen rompi¨® a llorar en la puerta hasta que un trabajador se apiad¨® de ella y acord¨® acercarse a la se?ora con su tel¨¦fono para que su hija pudiese hablar con ella. Carmen le cont¨® que no podr¨ªa volver a visitarla cada d¨ªa, como siempre, porque el pa¨ªs estaba en estado de alarma...
El viernes 13 de marzo, Carmen no pudo entrar en la residencia de Oviedo en la que se encuentra su madre, de 80 a?os. La madre de Carmen no ve, no camina y apenas puede mover un brazo; tampoco tiene tel¨¦fono m¨®vil. Su hija la visita todos los d¨ªas. Hasta el viernes, cuando el acceso a la residencia qued¨® restringido. Carmen rompi¨® a llorar en la puerta hasta que un trabajador se apiad¨® de ella y acord¨® acercarse a la se?ora con su tel¨¦fono para que su hija pudiese hablar con ella. Carmen le cont¨® que no podr¨ªa volver a visitarla cada d¨ªa, como siempre, porque el pa¨ªs estaba en estado de alarma. Su madre le respondi¨® que no pasaba nada, que estuviese tranquila porque sab¨ªa que la quer¨ªa y que no se pod¨ªa hacer otra cosa. El problema, dice Carmen, es que su madre no se acordar¨ªa al d¨ªa siguiente de haber hablado con ella, no sabr¨¢ por qu¨¦ su hija no ha ido a verla y se preocupar¨¢ por su hija. ¡°Ella me conoce, pero al d¨ªa siguiente nunca se acuerda de si me vio¡±. Lleva tres a?os enferma y uno especialmente afectada. En ese tiempo sufri¨® seis ictus y una hemorragia cerebral. ¡°Su ¨²nica alegr¨ªa del d¨ªa es el momento en que voy a verla y me dice: ¡®Por fin, qu¨¦ ganas ten¨ªa, hija¡±. El 13 de abril cumple 81 a?os. Carmen, que comparte nombre con su madre, espera poder ir a verla antes. Ella decidi¨® cerrar su comercio, en Asturias, adelant¨¢ndose a la decisi¨®n del Gobierno. ¡°Lo primero es la salud de la gente. Me puedo hipotecar si tengo muchas p¨¦rdidas, pero la vida es lo primero¡±.
Carmen no puede ver a su madre, ni abrazarla, ni besarla, para no poner en riesgo su vida. Los mayores de 65 a?os (m¨¢s de nueve millones de personas en Espa?a tienen o superan esa edad, de los cuales m¨¢s de dos millones viven solas; el Gobierno no publica datos por franjas de edad, en Italia va del 2% al 19% entre los 60 y 90 a?os) asisten estos d¨ªas a varias paradojas; la m¨¢s dura de todas es la de no poder ver a sus seres queridos para no correr un riesgo que puede ser mortal. A eso se une que el colapso de los servicios sanitarios impide a mucha gente mayor ser atendida de sus m¨²ltiples enfermedades, muchas de ellas graves. Hay quien preferir¨ªa correr el riesgo de salir y ver a su gente como Enrique Beltr¨¢n, de Madrid, que dice que a ¨¦l, a los 86 a?os, no le compensa vivir solo y encerrado (su familia le ha convencido de que ser¨¢ un tiempo breve, y que pronto volver¨¢ a la normalidad).
Pero en general, los mayores cumplen las reglas. Es el caso de Evaristo Correas, de 76 a?os, que cuenta que ha sido su mujer la que le ha atado en corto. Los dos viven en la planta de una casa cuya otra planta est¨¢ ocupada por su hija, su yerno y sus tres nietas. Las peque?as se asoman a la puerta y saludan a distancia. Su hija y el marido evitan acercarse a ellos a menos de varios metros. Este domingo tienen una comida familiar un poco particular; cocinar¨¢n lo mismo pero comer¨¢n en plantas separadas. Evaristo Correas hace tres d¨ªas estaba de vinos con sus amigos en los bares y hoy, no sabe por cu¨¢nto tiempo, no puede tomarse nada con su hija y sus nietas en su casa. ¡°Lo llevo bien, con resignaci¨®n¡±, dice. ¡°Hay que ver las cosas con perspectiva. Tengo 76 a?os, no voy a vivir siempre. Que se destaquen las edades de los muertos y se insista en eso como quit¨¢ndole importancia al virus, pues bueno, no me preocupa. Lo extra?o ser¨ªa que muriese m¨¢s joven y m¨¢s fuerte. Lo que me enfada, eso s¨ª, son las fake news. Me desquicia. Por cada noticia verdadera corren diez falsas¡±.
Jos¨¦ ?ngel Palacios es el portavoz de la ONG Grandes Amigos, dedicada al acompa?amiento afectivo de personas de la tercera edad. En 2019, 953 personas fueron atendidas por 1.078 voluntarios en Madrid, Galicia, Gipuzkoa y Cantabria. ¡°Hemos sustituido el acompa?amiento presencial por el telef¨®nico: WhatsApp, Skype. Y hemos hecho una propuesta bonita: recuperar el correo tradicional, escribirnos cartas¡±. Desde la ONG se pide no estigmatizar a las personas mayores: ¡°Ni son un foco de infecci¨®n ni todas las personas mayores se encuentran en el mismo grado de vulnerabilidad¡±. Mayte Sancho, presidenta de la ONG y psic¨®loga, experta en planificaci¨®n gerontol¨®gica, cree que el tratamiento a las personas mayores en la crisis del coronavirus reproduce patrones y estereotipos nefastos. El primero de ellos, la homogeneizaci¨®n de cuatro generaciones. ¡°Hay gente de 65 y m¨¢s a?os que es cuidadora, que cuida a sus padres, a sus mayores¡±, dice. Critica que poner el foco en ese ampl¨ªsimo grupo social hace que haya mucha gente que se crea portadora del virus. ¡°Hay una gran carga negativa en todas las noticias relacionadas con ellos, los separan de sus familias, no pueden ver a sus hijos, sus nietos¡ Pueden llegar a pensar que son la peste. Se les impone una llamada distancia social, pero eso puede conducir al aislamiento, al alejamiento¡±.
A Teresa Barbero, una de las personas atendidas por Grandes Amigos, el confinamiento no le ha pillado por sorpresa. Es una mujer discapacitada que se declara ¡°muy joven¡± (tiene 67 a?os) y que vive sola en Madrid. ¡°Veo a toda esa gente comprando de todo en los mercados y pienso, pero hombre, que vas a morir con la casa llena de cosas¡±, bromea. ¡°La gente va a descubrir que hay much¨ªsimas tareas que se pueden hacer en casa. Yo nunca mato el tiempo, no mato ni una mosca¡±, dice antes de contar el cuento del mercader que se encuentra a la Muerte y la Muerte le dice que se va a Damasco a matar a 500 personas. El mercader se va a otra parte, y la Muerte se cruza con ¨¦l de nuevo. ¡°?No dijiste que matar¨ªas a 500 personas? ?Has matado a 5.000!¡±. ¡°Yo mat¨¦ 500. El resto murieron de miedo¡±.
A 600 kil¨®metros, en Pontevedra, Sita Ortiz, 72 a?os, est¨¢ encerrada en su sal¨®n con un peque?o resfriado. No podr¨¢ salir a la terraza del edificio en el que vive, ¨²nica oportunidad de ver a sus nietos: al aire libre y sin tocarlos. Habla por tel¨¦fono, ve pel¨ªculas, juega a las cartas por Internet. Ella y su marido Antonio, de 84 a?os, tienen una familia numerosa que estos d¨ªas y los que vienen no podr¨¢n disfrutar al completo. ¡°No nos damos besos, no nos abrazamos; en fin, reclusi¨®n total¡±. Sus nietos se lavan las manos continuamente, llaman al ascensor y al timbre con los codos¡ Uno de ellos, de siete a?os, ha pedido a su madre que le haga una mascarilla para ¡°poder ver m¨¢s¡± a los abuelos incluso dentro de casa. Y cuando los ve avisa: ¡°Ni besos ni abrazos¡±. ¡°Es el m¨¢s concienciado de la casa. A veces aparece por aqu¨ª disfrazado de Spiderman, con la m¨¢scara, para evitar contagios¡±.
¡°T¨² tranquila, que solo muere gente mayor¡±. Es la ¨²ltima frase de la conversaci¨®n entre Estrella Casal, 78 a?os, y su nieta Ana, 20. Est¨¢n separadas por kil¨®metros de distancia. Estrella trabaj¨® toda su vida de costurera y vive en la aldea de Tro¨¢ns, Pontevedra. ¡°No nos acercamos, cada uno va a su aire, porque nunca se sabe¡±, dice. Hasta hace unos d¨ªas su ¨²nico prop¨®sito durante el d¨ªa era salir a la huerta, ahora tampoco. ¡°?No salgas de casa!¡±, le dice su hijo. As¨ª que no se mueve. Pasa los d¨ªas mirando la televisi¨®n: noticias y m¨¢s noticias del coronavirus, cifras de muertos en todo el mundo y la puntualizaci¨®n de sus edades: 80, 75, 90, 85 a?os. Como no tiene redes sociales, no ha le¨ªdo comentarios de algunos usuarios casi felicit¨¢ndose de que los mayores dejen sitio (una concejal de Lanzarote lleg¨® a decir en una radio local que el virus era un aviso de la naturaleza por estar llenando la Tierra de ancianos; ha pedido perd¨®n). ¡°Yo estoy asustada, ya s¨¦ que es peligroso. No me voy a morir del virus, me voy a morir del miedo. Pero esto de no acercarse¡¡±. Pide a su nieta, que trabaja en Tenerife, que se cuide. ¡°Yo como la coja ya estoy pa¡¯ll¨¢¡±.
¡°Son los grandes olvidados, y al mismo tiempo son los que m¨¢s siguen esto y ven la tele, alucinando con todo lo que est¨¢ pasando y c¨®mo se habla de ellos¡±, dice la nieta de Estrella. ¡°Es trist¨ªsimo y desolador¡±.
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