El rastro y el virus
Este domingo es el primero sin Rastro, ni durante la Guerra Civil sucedi¨® una cosa as¨ª
Estas son unas cuantas consideraciones de urgencia, como todo lo que nos est¨¢ sucediendo estos d¨ªas.
Lo de que este domingo no haya Rastro es bastante raro, porque aunque aquello, en la ma?ana de los domingos, es una extensa necr¨®polis, la gente est¨¢ siempre del mejor humor, los que venden y los que compran. Un ejemplo: la mayor parte de las cosas que llegan all¨ª proceden de muertos m¨¢s o menos recientes, de los que nadie sabe en qu¨¦ condiciones higi¨¦nicas viv¨ªan y murieron, pero eso no les impide a los rastreros ir al bar de al lado y, sin pasar las manos por el agua, tomarse unos churros antes de proseguir con el trasiego de las piltrafas. Es cierto que al Rastro se va a ver, pero se acaba tocando. No se sabe c¨®mo, pero las cosas en el Rastro parece que si no se tocan, no son del todo fiables, y como la gente cree que el Rastro es el reino del enga?o y del timo, todos acabamos manoseando los objetos (libros, cacharros, ropas) y mir¨¢ndolos por todas partes, igual que los merchanes los dientes a las caballer¨ªas.
Se desconoce en qu¨¦ momento del siglo XVII o XVIII se empezaron a vender cosas viejas en el Rastro, pero ya podemos decir que hoy ser¨¢ el primer domingo en su historia que dejar¨¢ de hacerlo. Ni durante la Guerra Civil hab¨ªa sucedido una cosa as¨ª. En los tres a?os de guerra el barrio sufri¨® algunos bombardeos, y el mercadeo languideci¨®, pero no se interrumpi¨®. La feria de entonces y la de ahora no se parecen. El Rastro de entonces era diario, y el de ahora es solo los domingos. Hace 80 a?os se vend¨ªan all¨ª trastos viejos, chatarra y trapos, pero tambi¨¦n pajaritos (vivos y fritos), caracoles, mascotas y gran n¨²mero de comestibles a cargo de verduleras, tenderas y mondongueras. Algunas de estas ¨²ltimas preparaban al aire libre, en unos anafes, las famosas gallinejas, tripas de cordero fritas en la grasa del animal. La venta ambulante de bocadillos, bebidas y comestibles, y el tr¨¢fico de animales se prohibieron por razones de higiene hace 30 o 40 a?os ya, y todo lo que ha quedado ahora es un g¨¦nero seco.
De no haberlo prohibido las autoridades, este domingo hubiera habido Rastro. No les quepa duda. No habla uno, claro, en nombre de todos los que lo frecuentamos, pero estoy convencido de que sin esta acertada suspensi¨®n, el domingo se habr¨ªa llenado aquello como cualquier otro domingo, porque la mayor parte de los rastreros netos han llegado a creer, a fuerza de rozarse con los muertos, sus despojos y los virus, que est¨¢n inmunizados. ?De d¨®nde procede esa superstici¨®n? Yo no lo s¨¦. Quiz¨¢ de su falta de fe en casi todo y de su relativismo. A fuerza de fatalidades han acabado, adem¨¢s, fil¨®sofos: saben que la suspensi¨®n les beneficia: el g¨¦nero que venden va a criar un poco m¨¢s de p¨¢tina, de solera, buenas para su negocio.
El domingo por la ma?ana el Rastro estar¨¢ como cualquier otro d¨ªa de la semana, vac¨ªo, espectral, metaf¨ªsico. Calles en pendiente solitarias, plazas desiertas, viejas almonedas cerradas. Es un barrio que solo tiene vida esas pocas horas del domingo. En el Campillo del Mundo Nuevo campear¨¢ el humero de la antigua f¨¢brica del gas y en los arbolejos de la Ribera de Curtidores apuntar¨¢n los primeros botones de la primavera. Incluso cerrado, el Rastro seguir¨¢ abierto a su manera.
Andr¨¦s Trapiello es escritor, autor de El Rastro. Historia, teor¨ªa y pr¨¢ctica (Destino).
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