Fuera en la fr¨ªa distancia
Una de las cosas m¨¢s extra?as es no saber realmente qu¨¦ pasa ah¨ª fuera. Vemos la tele, hablamos por tel¨¦fono, pero la realidad exterior ya es muy abstracta
Hay personas que solo salen de casa una vez al d¨ªa, o cada dos, a bajar la basura. Tienen ganas de pisar la calle, pero la sorpresa de lo que encuentran, que por esperado no es menos sorprendente, les atenaza y casi vuelven con prisa. En la ciudad desierta de noche, silenciosa, donde se insin¨²a una inquietud antigua, temes por un momento que lleguen lobos a merodear entre los edificios. Sin nosotros por ah¨ª, descubres un planeta vac¨ªo. Suena un poco apocal¨ªptico, pero se te ocurren cosas as¨ª...
Hay personas que solo salen de casa una vez al d¨ªa, o cada dos, a bajar la basura. Tienen ganas de pisar la calle, pero la sorpresa de lo que encuentran, que por esperado no es menos sorprendente, les atenaza y casi vuelven con prisa. En la ciudad desierta de noche, silenciosa, donde se insin¨²a una inquietud antigua, temes por un momento que lleguen lobos a merodear entre los edificios. Sin nosotros por ah¨ª, descubres un planeta vac¨ªo. Suena un poco apocal¨ªptico, pero se te ocurren cosas as¨ª. Record¨¦ las Instrucciones para llorar, de Cort¨¢zar: ¡°Dirija la imaginaci¨®n hacia usted mismo y, si esto le resulta imposible por haber contra¨ªdo el h¨¢bito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca¡±.
El s¨¢bado, a las ocho de la tarde, en el centro de Madrid, me cruc¨¦ con una rata que caminaba tan pancha por el medio de la calle. De d¨ªa, solo se oyen los pajaritos. Ellos saben solamente que es primavera. A su manera, como en una vi?eta en la que un potro preguntaba a su madre: ¡°Mam¨¢, ?qu¨¦ es un jueves?¡±. ?Qu¨¦ pensar¨¢n los animales de esto? Tambi¨¦n les ha cambiado la vida. Pensar¨¢n: ?d¨®nde se ha metido todo el mundo? ?Estar¨¢n tristes? ?Les habr¨¢ pasado algo? Si nosotros les cont¨¢ramos. Si lo supi¨¦ramos.
Una de las cosas m¨¢s extra?as es no saber realmente qu¨¦ pasa ah¨ª fuera. Vemos la tele, hablamos por tel¨¦fono, pero la realidad exterior ya es muy abstracta sin el roce rutinario. Te preguntan qu¨¦ tal por Madrid y te quedas perplejo, porque descubres que ni idea, ya se te escapa, como si todo se hubiera reducido a c¨¢psulas de realidad alejadas unas de otras. En un cuento de ciencia ficci¨®n paranoica, podr¨ªa estar desapareciendo la gente que sale a la calle, secuestrada por una misteriosa organizaci¨®n, y no nos enterar¨ªamos. El efecto de la polic¨ªa tambi¨¦n es curioso, un regreso sutil de la autoridad a nuestras vidas. Anoche dos personas que charlaban, tras encontrarse, se separaron inmediatamente al ver un coche patrulla. Como en un toque de queda, como en la Viena nocturna de El tercer hombre.
Con lo raritos que somos, qui¨¦n sabe c¨®mo sublimaremos estas intensas sensaciones extra?as, y solo llevamos una semana. Los a?os sesenta y setenta, por ejemplo, fueron la apoteosis del cine de extraterrestres y cat¨¢strofes, pero estaban hablando de la Guerra Fr¨ªa y el p¨¢nico de destrucci¨®n nuclear. De ni?o le¨ªas reportajes de refugios at¨®micos, se los hac¨ªan los ricos, con una despensa llena de latas y una baraja. Recuerdo un folleto infantil que explicaba c¨®mo actuar, c¨®mo era el hongo de humo, y casi deseabas que pasara porque parec¨ªa una aventura de marcianos.
Anoche so?¨¦ que estaba en un barco. No hace falta ser Freud para interpretarlo. Estamos embarcados en un largo viaje, sin saber cu¨¢ndo volveremos a pisar tierra. La imaginaci¨®n juega y evoca pel¨ªculas con personajes encerrados, para concluir que uno est¨¢ mucho mejor. Steve McQueen en La gran evasi¨®n, tirando su pelota contra la pared.
La cabeza ya va en un modo un poco distinto, veo a todo el mundo m¨¢s sensible y, c¨®mo decirlo, ?no notan que est¨¢ subiendo el nivel? Se vuelve a los cl¨¢sicos, hasta a la poes¨ªa, y de hecho no s¨¦ cu¨¢ntas citas llevo ya, perd¨®n. A la gente no se le ocurre, yo qu¨¦ s¨¦, citar a Paulo Coelho, piensa m¨¢s por s¨ª misma, qu¨¦ remedio, y no tiene tiempo, habiendo tanto, para tantas tonter¨ªas. Aunque luego la venganza puede ser terrible (no s¨¦ si estamos preparados para otra ola new age) y tambi¨¦n las necesitamos como el comer. Ayer en una ventana se o¨ªa a todo volumen I will survive, y en una cocina ten¨ªan Abba a mil. Es curioso c¨®mo se equipa el personal para la supervivencia, lo que funciona y lo que no. Debo decir que Abba segu¨ªa funcionando.
Pero hasta los pelmazos en redes y chats se est¨¢n moderando, notan que desentonan. Este hurac¨¢n quiz¨¢ arrase con una hojarasca en la que nos hab¨ªamos instalado. Personalmente, agradec¨ª mucho no soportar la publicidad del D¨ªa del Padre, pas¨® sin pena ni gloria, hogare?o, sin exageraci¨®n.
Esta repentina inmersi¨®n de intimidad y la lejan¨ªa que nos separa de los dem¨¢s, que vencemos con largas conversaciones con amigos que no vemos hace mucho (y no sabemos por qu¨¦, si antes pod¨ªamos vernos), est¨¢ penetrando en nosotros. ?ltima cita, lo juro, Bob Dylan, en la torre de vigilancia: ¡°Fuera en la fr¨ªa distancia un gato salvaje gru?¨ªa, dos jinetes se aproximaban y el viento empez¨® a aullar¡±. C¨®mo nos abrazaremos todos al volver a vernos.
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