¡°Si sobrevivo al coronavirus no s¨¦ si sobrevivir¨¦ a la crisis¡±
El confinamiento est¨¢ generando una emergencia social. Familias sin ingresos encerradas en habitaciones y ni?os en hogares en los que no se come en dos d¨ªas
Hace solo dos semanas, ?lex Canal, 40 a?os, estaba instalando los azulejos de una piscina en un chal¨¦ a las afueras de Madrid. La empresa que lo ten¨ªa contratado le pagaba en mano al acabar la jornada. ?lex, como el resto de sus compa?eros, viv¨ªa al d¨ªa. Aquella tarde, al terminar, el patr¨®n les dio la mala noticia. ¡°Proh¨ªben trabajar. Todos a casa¡±. Recogi¨® sus cosas y se fue. Desde entonces vive metido en una habitaci¨®n de dos metros de ancho por cuatro de largo ¡ªmedidas reales, no es una forma de hablar¡ª con su mujer, Carmen Rosa, y sus dos hijos, de 15 y 6 a?os. Los cuatro, dentro de la estancia, lo ocupan todo. No hay m¨¢s espacio. ¡°Aqu¨ª llevamos metidos todo el confinamiento¡±, dice Canal. ¡°Y aqu¨ª dormimos¡±, a?ade se?alando una litera de colchones hundidos por el uso y un metro de anchura. ¡°Dos arriba y dos abajo¡±.
En el piso, de unos 40 metros cuadrados y situado en Alcobendas, al norte de Madrid, hay dos habitaciones m¨¢s. En ellas viven otras dos familias. En total hay 10 personas en un espacio dise?ado para dos o tres. Por momentos, durante la charla, se amontona tanta gente que se tropiezan entre ellos. Cuando ocurre, ni reparan: les resulta un gesto natural, interiorizado. ¡°Lo m¨¢s duro de todo esto no es la enfermedad. Es no poder salir, no tener espacio¡±, a?ade Canal tras una mascarilla de papel. ¡°Y rezamos para que nadie caiga enfermo, porque no podr¨ªamos aislarlo. Tendr¨ªa que salirse a vivir al descansillo o al portal¡±. Lo dice en serio. ¡°Yo antes de contagiar a mis hijos me ir¨ªa a vivir debajo de un puente¡±.
David de Miguel es el director de Intervenci¨®n Social y Empleo de la Cruz Roja de la Comunidad de Madrid. Coordina el reparto de alimentos a los m¨¢s vulnerables. ¡°Antes de la pandemia, a cada punto de Cruz Roja de reparto de alimento se acercaban unas diez personas. Ahora tenemos unas 50 en cada uno¡±, explica. Solo en Madrid hay 45 puntos de este tipo.
¡°Esta emergencia sanitaria conlleva una emergencia social para la que no ten¨ªamos plan ni protocolo. Vamos dando respuesta cada d¨ªa¡±. Y cada d¨ªa las cifras se disparan. ¡°En solo dos semanas se ha generado una bolsa de pobreza tremenda. Y no deja de crecer. En Espa?a hay todo un segmento de la poblaci¨®n que vive de la econom¨ªa sumergida y esta se ha parado, se ha destruido en unos d¨ªas. Y esta gente se ha quedado sin nada¡±, cuenta.
Uno de los puntos de reparto de Cruz Roja se sit¨²a en San Sebasti¨¢n de los Reyes (Madrid). All¨ª, en una sala amplia, Javi y Sof¨ªa, dos voluntarios, preparan decenas de cajas de cart¨®n con alimentos y productos de limpieza. Son las diez de la ma?ana y afuera no deja de llover. ¡°Estamos recibiendo cien llamadas diarias pidiendo ayuda. Diarias¡±. Quien recalca es Fran Rico, director t¨¦cnico del centro. ¡°Lo que estamos haciendo actualmente es ayuda humanitaria. No recuerdo nada igual¡±.
Dice Sof¨ªa, mientras se sube a la furgoneta de reparto, que a veces llegan a casas donde llevan dos d¨ªas sin comer. ¡°Nos los encontramos con hambre. No me quiero imaginar lo que puede ser esto dentro de dos meses¡±. Esta ma?ana tienen que visitar 10 hogares. Una ruta por la cara m¨¢s dura del confinamiento.
Cuando nos abren el primer portal se escucha una fuerte tos desde la escalera. Sin atravesar el umbral de su puerta espera Mari Cruz, envuelta en un albornoz rojo y con una mascarilla. Dio positivo por coronavirus hace unos d¨ªas. Javi y Sof¨ªa dejan la caja con alimentos sobre la mesa de su cocina. El piso tiene dos habitaciones. En una vive Mari Cruz con sus dos hijos, de 4 y 2 a?os. En la otra, su hermana, embarazada y enferma de c¨¢ncer. ¡°Est¨¢ aislada porque no puedo contagiarla¡±, explica Mari Cruz.
Llevan sin salir del piso desde el 13 de marzo. ¡°Una vecina va al supermercado por nosotras y tambi¨¦n nos compra medicinas. Dios la bendiga. Lo subimos en un cesto con una polea por la ventana¡±. Todos en el piso viven de la pensi¨®n que el padre de los ni?os les pasa. ¡°Unos 200 euros al mes. Pero se ha quedado en paro, as¨ª que no s¨¦ qu¨¦ va a pasar el pr¨®ximo mes¡±, cuenta Mari Cruz. ¡°Si sobrevivo al coronavirus no s¨¦ si sobrevivir¨¦ a la crisis¡±.
En casa de Miriam, el segundo hogar de la ruta, tienen m¨¢s espacio. En el piso viv¨ªan ella y su hijo con dos amigas m¨¢s, pero las amigas se han quedado internas en las casas donde trabajan. Mientras coloca los cartones de leche que le ha tra¨ªdo Cruz Roja, explica Miriam que ella se ha quedado sin nada. ¡°Trabajaba como empleada dom¨¦stica en cuatro casas, me pagaban por horas. Solo una me sigue pagando, as¨ª que ahora tenemos muy poco. Se me va todo en el alquiler¡±. El hijo de Miriam tiene 15 a?os. Y sus perspectivas tampoco son buenas. ¡°Es que no tenemos ordenador, as¨ª que para hacer los deberes y seguir las clases se conecta a veces con mi tel¨¦fono y les env¨ªa alg¨²n mail a los profesores. Pero es dif¨ªcil¡¡±.
David de Miguel, director de Intervenci¨®n Social de Cruz Roja de la CAM, explica que ¡°mucha gente se va a quedar atr¨¢s". "Gente sin recursos, sin conexiones a Internet, sin medios¡ Va a haber alumnos que van a empezar el siguiente curso con mucha diferencia de preparaci¨®n con respecto a otros compa?eros¡±. El hijo de Miriam es un ejemplo. ¡°Tambi¨¦n nos encontramos casos ¡ªprosigue David¡ª de padres que tienen que ir a trabajar y dejan a ni?os peque?os todo el d¨ªa solos en casa. Esos ni?os no est¨¢n siendo atendidos¡±.
El reparto contin¨²a por Alcobendas, localidad pegada a San Sebasti¨¢n de los Reyes. All¨ª, Blanca Nubia, de 44 a?os, responde con sinceridad a Javi, el voluntario de Cruz Roja.
-?C¨®mo est¨¢s?
-Bueno, mal.
Vive con un hijo de 27 a?os y otro de 15 en una habitaci¨®n por la que tiene que pagar 350 euros al mes. Otra estancia la ocupa un se?or y en la tercera hay una familia. Todos comparten la cocina y el ba?o. El suelo es de baldosa blanca y tiene poca luz. Las paredes se aparecen gastadas y desnudas. En total, 50 metros cuadrados. ¡°Yo es que ya no s¨¦ ni d¨®nde estar. A veces vengo aqu¨ª a la cocina y me siento, luego regreso a la habitaci¨®n¡ En ocasiones me meto en el ba?o para sentir un rato que estoy sola¡ Estoy desesperada, la verdad¡±. Se qued¨® sin trabajo despu¨¦s de que la despidieran de una empresa de servicios de limpieza, donde trabajaba con su hijo.
Dos euros en la cuenta
Cuenta Blanca que, cada d¨ªa, sentada en la cocina, env¨ªa decenas de solicitudes a ofertas de empleo. ¡°De todo tipo. Pero solo me responden, bueno, ya sabes, cosas que no puedo aceptar. Que si un se?or que quiere compa?¨ªa, que si una webcam¡ En fin, que hay gente que se aprovecha de los que estamos desesperados¡±. A Blanca se le humedecen los ojos cuando lo cuenta. Traga saliva y contin¨²a. ¡°Ahora mismo tengo en mi cuenta dos euros. Es que no tengo ni para una barra de pan. Dependo de esto¡±, dice se?alando las cajas de alimentos que le han tra¨ªdo Javi y Sof¨ªa. Luego baja la mirada al suelo.
La jornada de trabajo termina en casa de Abderrazak Harraz, marroqu¨ª asentado en Espa?a desde hace 18 a?os. Baja al portal ¨¦l mismo a recoger las cajas, con un gorro de lana en la cabeza y chanclas en los pies. ¡°Estoy buscando trabajo de temporero, le¨ª en alg¨²n sitio que necesitan gente en el campo¡±, cuenta mientras carga los alimentos. ¡°Ahora mismo no tengo nada, mi familia de Marruecos me est¨¢ enviando dinero. Necesito trabajar de lo que sea. Pero bueno, al menos estoy sano. Hay gente que lo est¨¢ pasando peor. No hay que quejarse¡±, dice sonriendo.
Cuando ya nos vamos, Abderrazak les dice a Javi y a Sof¨ªa que, si se necesitan m¨¢s voluntarios, que le avisen. ¡°Si hace falta ayuda, llamadme por favor. Yo puedo echar una mano¡±. Despu¨¦s coge la ¨²ltima bolsa y regresa al confinamiento a trav¨¦s del portal. Afuera sigue lloviendo.
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