Libres libros

Habr¨ªa estado bien desescalar literariamente el confinamiento durante el D¨ªa del Libro. Permitir melanc¨®licos tenderetes alejados unos de otros, dependientes distantes como tuberculosos decimon¨®nicos, clientes llegando de uno en uno y con todas las prudentes medidas que dise?an sus nuevos cuerpos de lectores. Los autores, solos, aislados, quiz¨¢ en un cub¨ªculo de metacrilato, reflexionando entre firma y firma sobre el sentido de la vida, incluso de su escritura. Con seis personas comprando, una cola hasta la esquina, la ilusi¨®n de muchos. Y la polic¨ªa, vigilando que no se produzcan aglomeraciones. Lo cual representa el sue?o m¨¢ximo, que te lleven en volandas de una caseta a otra aguerridos mozos uniformados y prestos a salvarte de las masas de lectores.

Volver despacito a la fiesta de la cultura, o como la llamemos. Como quien empieza a leer un cl¨¢sico de Tolstoi o de Dickens, o de Jane Austen, o de¡­ Elegid vosotros. No tener que abrirse camino a codazos, no sacudir al cercano se?alando, mira, mira, ese es el escritor de, ay, ahora no me acuerdo, pero lo vi en la tele. Que tras el encierro, y pudiendo salir por fin aunque sea un ratillo para comprar un libro, tomando tantas precauciones al menos como cuando adquirimos un tinte, nos convirti¨¦ramos en personajes, poned, de Dostoievski: m¨ªrale, aparentemente ha pasado por lo mismo que yo, su rostro exhibe la palidez de los d¨ªas de encierro y, por la dejadez de su aspecto, estimo que su renta no supera los 12 rublos anuales.

Eso me habr¨ªa gustado hoy m¨¢s que nada.

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