La mascarilla choca con la cultura occidental
La prenda desaf¨ªa una forma de vida que prima la individualidad y que a lo largo de la historia ha ido desprendi¨¦ndose de embozos, velos y pa?uelos. Lo social se impone hoy a lo individual y frena el narcisismo
El marqu¨¦s de Esquilache cay¨® despu¨¦s de intentar erradicar ese sombrero de ala ancha y la capa larga que escond¨ªan las intenciones de los maleantes para cometer sus cr¨ªmenes en el anonimato de esas prendas. Era 1766, tiempo de modernizaci¨®n con Carlos III, que intent¨® lograr un Madrid m¨¢s higi¨¦nico y seguro frente al recelo de la poblaci¨®n. En EE UU, a?os cincuenta, varios Estados prohibieron a sus ciudadanos circular embozados como reacci¨®n al Ku Klux Klan, que impon¨ªa su terror bajo esos ropajes capaces de eliminar la identidad e igualar a quien los lleva.
Descubrirse y mostrarse ha sido en Occidente sin¨®nimo de transparencia, confianza, individualidad y modernidad en una larga causa cuya ¨²ltima batalla ha sido limitar el burka, el niqab o el hiyab musulm¨¢n. En nuestro iluso universo previo a la pandemia a¨²n debat¨ªamos a conciencia sobre la prohibici¨®n del velo y la obligaci¨®n de andar descubiertos por zonas p¨²blicas. Y eso fue hace cinco minutos. Hoy, el coronavirus ha levantado un muro ante nuestra forma de vida y nos ha impuesto un artilugio que choca frontalmente con nuestra cultura de apertura, de despeje y la sociabilidad que la acompa?a. La mascarilla ya es obligaci¨®n y acompa?a una gran resignificaci¨®n de todo lo social frente a lo individual.
¡°Desde Grecia y sobre todo en la Ilustraci¨®n, la cultura occidental se ha focalizado en el individuo, y el rostro es la base ideol¨®gica de la identidad individual, de ese fuerte peso de la persona¡±, explica el antrop¨®logo Carles Feixa. ¡°Otras culturas tienen un sentido m¨¢s colectivo, m¨¢s social, y por tanto el rostro no es tan importante, pero en la nuestra s¨ª. Y ahora, la mascarilla nos homogeneiza¡±. Feixa, catedr¨¢tico en la Pompeu Fabra, recuerda fen¨®menos recientes como el Black Block o Anonymous, cuyos seguidores se han tapado con badanas, capuchas o m¨¢scaras para protestar contra la globalizaci¨®n precisamente en defensa de su identidad individual. Igual¨¢ndose, dice, luchaban por su diferencia.
La imposici¨®n de la mascarilla acompa?a una resignificaci¨®n expr¨¦s de t¨¦rminos y conceptos que hasta hace bien poco nos resultaban antip¨¢ticos y que ya hemos integrado, explica Lourdes Flamarique, profesora de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea de la Universidad de Navarra. ¡°Hemos rechazado velos y embozos por cuestiones de identidad cultural, porque chocaban con el modo en que las sociedades modernas nos relacionamos con el atuendo como expresi¨®n de nuestra individualidad¡±, afirma. ¡°Y ahora vivimos lo contrario: nos hemos convencido r¨¢pidamente de que la mascarilla garantiza la seguridad, lo hemos digerido, todo ello favorecido por una nueva prioridad del nosotros, de lo social, que relega el yo y lo individual¡±. Al igual que hemos asimilado conceptos como ¡°distancia social¡± o ¡°disciplina social¡±, que no habr¨ªamos elegido hace unos meses, vivimos una reestructuraci¨®n sem¨¢ntica que permite que lo que antes ve¨ªamos como una descortes¨ªa social (llevar mascarilla a tu lado o alejarse, por ejemplo) se haya dado la vuelta, y sea no llevarla o acercarse lo que es descort¨¦s, explica la fil¨®sofa.
Ese giro inesperado nos ha sometido a su vez a contradicciones legales con las que hoy nos damos de bruces. Quebec, por ejemplo, prohibi¨® hace menos de un a?o cubrir cabezas y caras o portar s¨ªmbolos religiosos a los trabajadores p¨²blicos y tiene ahora dificultades para formalizar la obligaci¨®n de la mascarilla que, de momento, solo define como ¡°altamente recomendable¡±. ¡°La contradicci¨®n, la iron¨ªa, es que hace un a?o el Gobierno sinti¨® la urgencia de prohibir s¨ªmbolos religiosos a pesar de que violaba la Carta de Derechos Humanos y Libertades sin haber raz¨®n alguna, y ahora que hay una urgencia de verdad, la de salvar vidas y garantizar la seguridad de la poblaci¨®n de la provincia, no considera necesario infringir esos derechos para imponer la mascarilla¡±, responde desde Canad¨¢ Nour Farhat, abogada que combate esa legislaci¨®n. ¡°Est¨¢ en una contradicci¨®n total. Sobre todo, teniendo en cuenta que Quebec re¨²ne la mitad de los casos del pa¨ªs y es uno de los grandes focos de muertes¡±.
M¨¢s contradicciones: en abril, el Estado norteamericano de Georgia suspendi¨® la legislaci¨®n anti Ku Klux Klan vigente desde 1951 que prohib¨ªa ¡°mascarilla, capucha o artilugios por los que se esconde o cubre una porci¨®n del rostro y se impide conocer su identidad¡±, precisamente para permitir el uso de mascarillas. El Gobierno neerland¨¦s prohibi¨® el burka o velo integral tan cerca como en 2019 y con ¨¦l el niqab (que deja los ojos libres), el pasamonta?as, cascos que tapen la cara y m¨¢scaras en numerosos lugares p¨²blicos.
¡°En t¨¦rminos culturales, la mascarilla es contraria a nuestra tendencia. Es distinto del velo, porque este tiene una carga religiosa tradicional que se fundamenta en unos versos del Cor¨¢n que aluden a la modestia, el taparse, y que luego los m¨¢s radicales han interpretado como una forma de avanzar en el espacio p¨²blico. Es decir, hay contradicciones con estas legislaciones, pero las razones son distintas. Ahora estamos hablando de seguridad sanitaria¡±, afirma Eva Borreguero, polit¨®loga.
?Es la seguridad, es la discriminaci¨®n de la mujer o es la neutralidad religiosa lo que ha llevado a pa¨ªses occidentales a prohibir o limitar distintos velos? En ocasiones, las autoridades aludieron a razones de seguridad para imponer esas legislaciones antivelo. Feixa recuerda c¨®mo la guerra contra el velo en Lleida coincidi¨® con la batalla contra las bandas latinas (tema de su especialidad). Colegios de Hospitalet requisaban gorras o pa?uelos como elemento identitario de bandas latinas por supuestas razones de seguridad aunque los chicos no pertenecieran a ellas. ¡°Estas prohibiciones fueron una forma de racismo institucional¡±, afirma. La polic¨ªa holandesa, por ejemplo, explic¨® la nueva legislaci¨®n por ¡°razones de seguridad y porque en la prestaci¨®n de un servicio es importante reconocernos unos a otros¡±. En Quebec, aludieron a la separaci¨®n Iglesia-Estado. En Espa?a, el Tribunal Supremo tumb¨® en 2014 varios vetos municipales al velo al considerar que los ayuntamientos no tienen competencias para limitar un derecho fundamental como la libertad religiosa.
Pero m¨¢s all¨¢ de las contradicciones legales que retuercen nuestra larga batalla contra el embozo, se abren tambi¨¦n cambios curiosos para los investigadores sociales: ¡°Est¨¢bamos ya en una banalizaci¨®n absoluta de la propia imagen con la cultura del selfi. Padecemos un narcisismo y egocentrismo que nos lleva a querer ver reflejado y exhibido nuestro rostro constantemente. En este sentido, el coronavirus desbanaliza esta idea del rostro, del selfi, y, ante el miedo a la muerte o a perder lo que tenemos, nuestra cultura individualista se hace m¨¢s social¡±, afirma Feixa. Al mismo tiempo, entramos en un momento posmoderno nuevo que para Borreguero desaf¨ªa el reconocimiento facial chino, por ejemplo, m¨¢s dif¨ªcil con la mascarilla o con dise?os de joyas que se est¨¢n haciendo para anularlo, y que entronca con el fen¨®meno Anonymous. En la lucha por la individualidad, como dice Flamarique, queda el tuneo: ¡°Integramos los nuevos c¨®digos con rapidez, s¨ª, pero es divertido c¨®mo en seguida la propia gente tunea las mascarillas y les da su propia originalidad como forma de expresarse¡±. El individuo, finalmente, est¨¢ en busca de su identidad.
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