Vuelta de las visitas a las residencias: ¡°Por fin veo a mi abuela, pero no puedo abrazarla¡±
Primeros y emotivos reencuentros entre ancianos y familiares en centros valencianos tras casi tres meses
Hace a?os que no reconoce a su mujer ni a sus hijas. Pero Hortensia no ha dejado de visitar a su marido todos los d¨ªas desde que lo ingresaron en la residencia de la tercera edad de Velluters, en pleno centro de Valencia. Hasta que estall¨® la pandemia del coronavirus, se decret¨® el estado de alarma, empez¨® el ...
Hace a?os que no reconoce a su mujer ni a sus hijas. Pero Hortensia no ha dejado de visitar a su marido todos los d¨ªas desde que lo ingresaron en la residencia de la tercera edad de Velluters, en pleno centro de Valencia. Hasta que estall¨® la pandemia del coronavirus, se decret¨® el estado de alarma, empez¨® el confinamiento y se cerraron las puertas. Este mi¨¦rcoles se volvieron a abrir, casi tres meses despu¨¦s, y ah¨ª estaba ella, sin poder contener la emoci¨®n. ¡°?C¨®mo est¨¢s, bonico?¡±, pregunta la mujer a su pareja durante 50 a?os ¡ª¡°bueno, queda un poquito para cumplirlos¡±, apostilla¡ª. ¡°S¨®lo lo he visto una vez en todo este tiempo, y desde la calle, cuando vine a traer ropa¡±, explica subi¨¦ndose levemente la mascarilla que no ocultaba sus ojos llorosos.
Ra¨²l Ant¨®n no contesta, apenas responde a ning¨²n est¨ªmulo, aunque presenta un aspecto impecable a sus 78 a?os. El antiguo camionero vive en las profundidades del alzh¨¦imer ¡ª¡°con todo lo que ha trabajado en la vida¡±, lamenta su esposa¡ª. ¡°Estamos muy contentas de volver a verlo, aunque no nos reconozca. Lo necesit¨¢bamos. Lo trajimos a la residencia cuando ya no hab¨ªa m¨¢s remedio, cuando necesitaba toda la ayuda profesional y aqu¨ª se la dan¡±, comenta Sonia, la hija.
Por fin lo han visto, aunque no han podido abrazarlo, ni besarlo, ni acercase a menos de dos metros de distancia. Para entrar han tenido que tomarse la temperatura, desinfectar los zapatos, lavarse las manos, seguir las se?ales del suelo para pasar a un vest¨ªbulo amplio, luminoso, habilitado ahora para recibir visitas, no m¨¢s de dos familiares por residente y siempre con cita previa. Son las normas que ha marcado la Consejer¨ªa de Igualdad y Pol¨ªticas Inclusivas, en colaboraci¨®n con Sanidad, para iniciar ¡ªcomo otras comunidades que han entrado en fase 2 esta semana¡ª la desescalada en las residencias.
La covid-19 ha causado estragos en los centros de servicios sociales (que incluyen ancianos y discapacitados, entre otros), en los que se han registrado unas 19.200 muertes confirmadas mediante an¨¢lisis o con s¨ªntomas compatibles con la enfermedad, sobre un total de casi 27.200. Los ancianos son las principales v¨ªctimas del virus que contrajeron en los traslados a hospitales o centros sanitarios, en las visitas de sus familiares o a trav¨¦s de los trabajadores.
¡°Aqu¨ª hemos tenido suerte y no hemos tenido casos¡±, se?ala Mar¨ªa Jos¨¦ Monfort, directora de la residencia p¨²blica de Velluters, con gesti¨®n privada la empresa Gesmed. ¡°Hemos intentado que los familiares estuvieran en contacto con los residentes a trav¨¦s de videoconferencias, de llamadas por tel¨¦fono, pero, claro, no hay nada como verse, aunque los familiares no puedan tocarse¡±, a?ade.
¡°Nosotros somos muy tocones¡±, afirma Eduard en alusi¨®n a ¨¦l y a su hija Iri, que la acompa?a. ¡°Pero mi madre, no. Es m¨¢s seca. Demostraba su gran amor por nosotros de otra manera. Antes no se educaba tanto en la ternura, como hemos hecho nosotros. Ha padecido mucho. Se le murieron dos hijos. Era profesora de piano pero cuando se cas¨® renunci¨® a su carrera. Mi padre se pasaba el d¨ªa trabajando, mientras ella cuidaba de sus cuatro hijos. En fin, lo que pasaba entonces¡±, relata el profesor jubilado, de 64 a?os. Su madre, Charo Gisbert, de 93 a?os, se mantiene impert¨¦rrita, elegante en el porte. A veces asiente, cuando se pronuncia su nombre. Tambi¨¦n tiene alzh¨¦imer. La direcci¨®n del centro ha procurado ceder las primeras visitas a los familiares de los grandes dependientes, los que est¨¢n en la planta baja. La nieta no puede remediarlo e involuntariamente hace adem¨¢n de acercarse a su abuela hasta que se da cuenta, antes de que una trabajadora le recuerde que debe mantener la distancia. ¡°Cuando por fin veo a mi abuela, no puedo abrazarla. Estamos felices, pero tambi¨¦n es triste¡±, comenta Iri, de 40 a?os, tras su mascarilla.
Saludos desde las ventanas
La pandemia alter¨® el funcionamiento de las residencias, que se tuvieron que blindar. Pero tambi¨¦n se establecieron nuevos ritos y nuevas relaciones. Por ejemplo, los residentes menos dependientes se han acostumbrado a salir a las ventanas a aplaudir a los sanitarios a las ocho de la tarde entablando un di¨¢logo con los vecinos del edificio de enfrente.
Mar¨ªa Teresa Fust¨¦, a punto de cumplir 94 a?os, es una de las que sale a aplaudir. Un d¨ªa, su hijo Jos¨¦ Luis, de 69, le llev¨® pel¨ªculas y la salud¨® desde la calle, como Roberto Benigni hac¨ªa en la pel¨ªcula La vida es bella: ¡°Buenos d¨ªas, princesa¡±, recuerdan. Ambos son cin¨¦filos, lectores, mel¨®manos y se muestran de muy buen humor en su reencuentro ya por la tarde. ¡°Si no me miro al espejo no me creo que tenga la edad que tengo¡±, dice Mar¨ªa Teresa, que bromea porque no puede lucir los labios que se ha pintado para el encuentro por la mascarilla. ¡°Me he manejado con las videoconferencias para hablar con mis hijos, mis tres nietos y mis cinco biznietos. Uno de ellos me dijo: ¡®Abuela, lo llevas mejor que nosotros¡±, comenta la mujer que nunca lleg¨® a ejercer de enfermera porque se cas¨® y se puso a cuidar de todos.
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