¡°El ¨²ltimo beso lo recib¨ª el 7 de marzo a las 6 y cada d¨ªa lo a?oro¡±
En Historias de la pandemia, EL PA?S selecciona hoy cinco testimonios de sanitarios que han luchado contra el coronavirus
?Vosotros tambi¨¦n hab¨¦is sentido que estabais viviendo una pel¨ªcula? Esta sensaci¨®n de irrealidad que lo envuelve todo¡ Cada d¨ªa camino del hospital en mi coche por las calles vac¨ªas de vida, calles desoladas y desiertas, en mi cabeza no pod¨ªa asimilar que todo aquello estuviese ocurriendo. Supongo que es la manera que tiene nuestra mente de poder encajar lo inasumible. Hay cosas que no podremos olvidar jam¨¢s, que al menos yo no podr¨¦... Salir de casa y pensar que puedes contagiarte en cualquier momento, que debes tener cuidado con lo que tocas y que no puedes caer porque te necesitan m¨¢s que ...
?Vosotros tambi¨¦n hab¨¦is sentido que estabais viviendo una pel¨ªcula? Esta sensaci¨®n de irrealidad que lo envuelve todo¡ Cada d¨ªa camino del hospital en mi coche por las calles vac¨ªas de vida, calles desoladas y desiertas, en mi cabeza no pod¨ªa asimilar que todo aquello estuviese ocurriendo. Supongo que es la manera que tiene nuestra mente de poder encajar lo inasumible. Hay cosas que no podremos olvidar jam¨¢s, que al menos yo no podr¨¦... Salir de casa y pensar que puedes contagiarte en cualquier momento, que debes tener cuidado con lo que tocas y que no puedes caer porque te necesitan m¨¢s que nunca. Entraba a mi vestuario, el cual est¨¢ cerca del mortuorio, y rezaba por no seguir viendo camillas y camillas agolpadas en la puerta esperando. Me dec¨ªa a m¨ª misma ¡°por favor que no sea Fulano o Mengano¡±.
De la noche a la ma?ana hab¨ªa cambiado nuestra manera de trabajar. El caos lo invadi¨® todo. Cada d¨ªa hab¨ªa que adaptarse a situaciones desconocidas o a nuevos protocolos. Ya no pod¨ªamos entrar a las habitaciones sin un EPI, lo que dificultaba enormemente los cuidados. Era medicina de guerra. Una batalla en la que todos arrimamos el hombro. Hemos aprendido que nos necesitamos unidos, a trabajar m¨¢s que nunca en equipo. Ese equipo que me mantuvo viva durante aquellos d¨ªas, que no me dej¨® hundirme y en el que compart¨ªamos tantas l¨¢grimas¡ Ir a trabajar y saber que nos pod¨ªamos apoyar las unas a las otras era una raz¨®n para seguir adelante, para sacar fuerzas. Un trabajo en el que todos ¨¦ramos importantes, en el que no faltaba personal dispuesto a ayudar. Hasta recibimos apoyo por parte del conjunto de psic¨®logos del hospital. Esos 10 minutos de relajaci¨®n que nos cargaban de energ¨ªa para esos turnos devastadores. Cada enfermera de la unidad conoc¨ªa a todos los pacientes de la planta y deb¨ªamos confiar unas en otras para sacarlos adelante. A los pacientes no se les permit¨ªa salir de sus habitaciones aunque la mayor¨ªa estaban tan mal que no pod¨ªan ni levantarse de la cama. El saludo habitual cuando ingresaban era: ¡°No puede salir de la habitaci¨®n, se debe poner la mascarilla cuando entremos y si necesita algo sea paciente, pues debemos vestirnos antes de entrar¡±. Imaginad qu¨¦ sensaci¨®n de encarcelamiento. Nos sent¨ªamos fatal a sabiendas que deb¨ªamos protegernos para poder seguir atendi¨¦ndolos. Era muy angustioso ver que los pacientes se ahogaban en cuesti¨®n de minutos y no poder correr a atenderlos porque ten¨ªamos que equiparnos con el traje completo (bata, doble guante, casco, mascarilla¡) mientras el tiempo corr¨ªa en nuestra contra. Un tiempo que parec¨ªa no mover las agujas del reloj para los pacientes, como si todo se hubiese detenido, pero que para nosotros era un aut¨¦ntico contra reloj. Muchos me preguntaban si se iban a morir o me afirmaban que sab¨ªan que nunca saldr¨ªan de aquellas cuatro paredes. Se me part¨ªa el alma y s¨®lo pod¨ªa decirles que ¨ªbamos a luchar con todas nuestras fuerzas. Y eso hac¨ªamos, pero el condenado bicho es duro de roer. Todos los d¨ªas ve¨ªamos a alguien morir o irse a la UCI sin que pudi¨¦semos hacer nada por evitarlo. La familia no pod¨ªa acudir, salvo en caso de despedida por probable fallecimiento inminente y los ve¨ªan desde una distancia de dos metros, sin ni siquiera poder tocarlos. Quien ha vivido esto sabe de lo que es capaz este virus, pero tambi¨¦n sabe de lo fuertes que podemos llegar a ser si estamos unidos y si somos responsables. Hoy mi unidad ya no es ¡°planta covid¡±, hoy estoy en casa de baja por coronavirus. Pasando de ver el miedo en los dem¨¢s a sentirlo en m¨ª, sabiendo lo que puede llegar a pasarme, sabiendo que nadie se me puede acercar. ?Record¨¢is la ¨²ltima vez que os dieron un beso? Yo s¨ª, fue un 7 de marzo sobre las 6.00 de la tarde y no hay d¨ªa que no lo a?ore. Ahora imaginad estos pacientes. Recuerdo cada uno de sus nombres y lo que m¨¢s me marc¨® fue que cuando los tocaba con aquel traje fr¨ªo y siniestro, ellos me miraban asombrados, agradecidos¡ Porque ahora m¨¢s que nunca valoraremos cada caricia, cada abrazo o cada beso.
Experiencias que marcan para toda la vida
Sergio Herrera Mendez / Fuenlabrada (Madrid)
Soy auxiliar de enfermer¨ªa de UCI estos meses. Mis experiencias que nunca olvidar¨¦ y que me han marcado han sido:
-En un m¨®dulo de 4 camas, recuerdo un d¨ªa estar cuidando y dando medicaci¨®n a los pacientes con la enfermera. Llor¨¢bamos bajo las mascarillas y las gafas, sin poder respirar, porque uno de los cuatro pacientes hab¨ªa muerto: un padre de familia. Su mujer e hija estaban all¨ª despidi¨¦ndose desconsoladamente. Les permitieron llamar a una persona para que a trav¨¦s del m¨®vil pudiera despedirse de ¨¦l. Nunca antes trabajar as¨ª ha sido tan dif¨ªcil. Verlas y o¨ªrlas despedirse e inevitable sentir empat¨ªa e imaginar perder a mis propios padres.
-Unas semanas m¨¢s tarde, ayud¨¦ a una paciente ya consciente, despu¨¦s de estar varios d¨ªas en coma inducido, a hacer una llamada con su hija porque ella no ten¨ªa fuerza en las manos. Fue la mejor experiencia de mi vida. Ayudarla a que hablara con su hija mientras yo le agarraba de la mano para mostrarle mi apoyo y con mi otra mano le sujetaba el m¨®vil en su oreja. Madre e hija estaban emocionadas y agradecidas. Me emocion¨¦ al o¨ªr lo agradecidas que estaban y al escucharlas decir que se llevaban con ellas un amigo para toda la vida.
Impagable.
M¨¢s carpe diem que nunca
Elena Mar¨ªa Brozos V¨¢zquez / Santiago de Compostela (A Coru?a)
He vivido en las ¨²ltimas seis semanas algunas experiencias m¨¢s intensamente que en mis 37 a?os previos. Se puede decir que esta pandemia ha venido a traerme la clarividencia en muchos aspectos. Y aunque resulte confuso, porque este virus aporta a la comunidad cient¨ªfica m¨¢s oscuros que claros, mi impresi¨®n personal es que a la humanidad puede dejarle m¨¢s sensatez y madurez como balance final. Previo periodo inicial de torbellino de sensaciones, monta?a rusa de sentimientos y revoltura mental ante los acontecimientos.
Como sanitaria, confieso mi pasi¨®n vocacional ante una nueva enfermedad. Repasamos con la covid-19 m¨²ltiples mecanismos fisiopatol¨®gicos del ser humano, reforzamos lazos de uni¨®n entre compa?eros de trabajo y acercamos posiciones en la red de tribus hospitalarias (enti¨¦ndase, diferentes especialidades m¨¦dicas). Pero adem¨¢s de m¨¦dica soy persona. Y como tal, plasmo aqu¨ª lo que la covid-19 me ha aportado.
En primer lugar, lucidez. Los primeros (y confusos) d¨ªas no sab¨ªamos qu¨¦ hacer, ni en casa, ni en el trabajo, ni con los hobbies. Pero la organizaci¨®n brot¨®, las ideas (brillantes) surgieron, la amistad se reforz¨®. Son buenos tiempos para reordenar el ranking de los principios. Y aunque a nivel pol¨ªtico y social estamos viendo mucha ponzo?a, en realidad nos estamos quitando la careta (no la mascarilla, por favor) para mostrarnos c¨®mo somos realmente. Es una desnudez del alma. El agradecimiento sale a las 20.00 a los balcones, pero lo mejor (o peor) de nosotros sale el resto del d¨ªa. El protagonismo de la jornada se lo llevan las cr¨ªticas a la gesti¨®n del Gobierno, la oposici¨®n lanzando dardos, opiniones de todo tipo en redes sociales, ignorancia, ego¨ªsmo. Los valores de cada uno han salido a la luz, que no a las terrazas al atardecer. He visto chauvinismo, aporofobia y racismo.
Pero este ba?o de realidad tambi¨¦n nos hac¨ªa falta, lo malo hace relucir lo bueno. Porque tambi¨¦n he visto solidaridad, empat¨ªa y voluntad. Resiliencia y capacidad de diversi¨®n con nuevas aficiones. He visto sonrisas debajo de los EPI. Que cada uno se sirva y elija con qu¨¦ quedarse. Yo escojo el respeto a los chinos porque no se han inventado ning¨²n arma biol¨®gica, no. Admiraci¨®n por nuestros mayores, porque ya hab¨ªa sido suficiente con haber demostrado su valent¨ªa y coraje con las miserias del siglo pasado para que ahora tengan que lidiar con otra penuria: la soledad (en muchos casos, la soledad final). Tambi¨¦n escojo a los generosos, porque una vez m¨¢s demuestran al mundo que el plural le gana al singular.
Y finalmente, tras esta nueva sacudida que nos trae la vida, tengo la esperanza de comprobar que la sociedad se haya fortalecido. Hemos tenido ense?anzas por parte de la naturaleza que ha vuelto a respirar, hemos reinventado la cultura, la m¨²sica y el verm¨² de los domingos, hemos puesto nuestro cuerpo en movimiento en nuestras alfombras, profesiones esenciales han sido reconocidas. Si de esto no sale aprendizaje, poco valemos y nada merecemos. Como decimos en gallego, si la afouteza no entra de esta, no entrar¨¢ nunca. Por eso, m¨¢s carpe diem que nunca. Seamos capaces de reconocer lo bueno que surge en estos momentos y pong¨¢moslo a disposici¨®n del futuro, si de verdad queremos ser mejores.
Los verdaderos h¨¦roes
Laura Ari?o Torregrosa / Barcelona
No s¨¦ c¨®mo empezar esta carta. Como sanitaria veo todos los d¨ªas cosas que a nadie le gustar¨ªa ver. Desear¨ªa buenos d¨ªas y buena salud a todos, pero las circunstancias son dif¨ªciles de combatir. Todos los d¨ªas a las 20.00 oigo los aplausos al salir del trabajo Y pienso que no todo lo que estamos haciendo, todo ese esfuerzo, todas esas horas extras merecen la pena. Aun as¨ª tambi¨¦n considero que los verdaderos h¨¦roes son aquellos que luchan por su vida en el hospital, solos y sin saber si volver¨¢n a ver a sus familiares.
Es duro, en todos los aspectos pero tengo que decirlo. Cada d¨ªa veo c¨®mo luch¨¢is, veo c¨®mo pele¨¢is, veo c¨®mo sonre¨ªs a pesar de vuestra gravedad o vuestras circunstancias. Vosotros sois los verdaderos h¨¦roes porque no es f¨¢cil soportar tal estr¨¦s y lo hac¨¦is estupendamente.
S¨¦ que muchos ech¨¢is de menos a vuestros familiares. Quiero que pronto los ve¨¢is y que, cuando termine esto, pod¨¢is abrazarlos y besarlos. Recordad que no solo los sanitarios son h¨¦roes dando su vida por los dem¨¢s ni por que luchen y arriesguen sus vidas contra esta enfermedad.
Ah¨ª fuera hay muchos h¨¦roes, como aquellos agricultores que nos hacen poder tener la comida d¨ªa a d¨ªa, o aquellos ganaderos. Tambi¨¦n las fuerzas de seguridad y orden y los supermercados que abren cada d¨ªa para que no falten recursos. Todos y muchos m¨¢s hacemos un ej¨¦rcito que pretende terminar pronto con esta pesadilla.
Pero para m¨ª, lo m¨¢s importante es recordar que vosotros tambi¨¦n sois h¨¦roes por enfrentaros a ella y sobre todo que todos aquellos que est¨¢is en vuestras casas cumpliendo correctamente las normas sin poner en riesgo a vuestros seres queridos y amigos, tambi¨¦n lo sois, porque no es nada f¨¢cil.
Desde aqu¨ª os lanzo un saludo y un gran apoyo.
Firmado por una sanitaria que est¨¢ orgullosa del esfuerzo que estamos haciendo y de ver c¨®mo os recuper¨¢is
Las dos caras del coronavirus
Sergio Ortega Guadix / Poitiers (Francia)
Me llamo Sergio, tengo 23 a?os y soy un fisioterapeuta granadino que trabaja en un hospital de Francia, en la ciudad de Poitiers.
Soy sanitario y he tenido la oportunidad de trabajar con pacientes enfermos de covid-19. Mi historia es la de una paciente que he tenido con coronavirus. Esta mujer cay¨® enferma y fue hospitalizada en el servicio geri¨¢trico covid junto a su marido, que tambi¨¦n era positivo. El servicio decidi¨® que estuvieran en la misma habitaci¨®n para hacer de este mal trago algo m¨¢s llevadero.
Las semanas pasaron y ella mejor¨® de manera formidable. Sin embargo, su marido empeor¨® y vivi¨® sus ¨²ltimos d¨ªas en el hospital. Ella dec¨ªa estar contenta por haber pasado a su lado sus ¨²ltimos momentos. Justo d¨ªas despu¨¦s de la muerte de este paciente, empec¨¦ a ocuparme de los enfermos de este servicio.
Conoc¨ªa la historia y sab¨ªa que deb¨ªa motivar a esta paciente al m¨¢ximo para que siguiera adelante. La primera vez que la vi, me encontr¨¦ una mujer dolida, pero al mismo tiempo agradecida con el equipo. Con ganas de mejorar y poder volver a casa. Era aut¨®noma, pero no se sent¨ªa segura de volver sola a su domicilio todav¨ªa. Necesitaba nuestro apoyo en este momento complicado. Me encant¨® trabajar con ella y conseguir sacarle una sonrisa despu¨¦s de todo.
En esta historia creo que se ven las dos caras del coronavirus entrelazadas. Por un lado, el empuj¨®n del virus hacia la muerte y por otro lado, la esperanza de salir del hospital recuperado.
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