De m¨¦dica a paciente en tiempos de coronavirus
En ¡®Historias de la pandemia¡¯, este lunes EL PA?S ha seleccionado entre las cartas de los lectores el relato de una sanitaria que lucha ella misma para sobrevivir y recuperarse de la covid-19
Soy madre, pareja y m¨¦dica, tengo 35 a?os. Estas l¨ªneas pretenden transmitir mi experiencia mientras afront¨¦ la enfermedad llamada covid-19 ocasionada por el SARS-COV-2, y la lucha por sobrevivir. Admito que me ha costado mucho escribir. Desde que comenc¨¦ la carrera de Medicina, me ense?aron a escribir informaci¨®n basada en la evidencia, con sustento cient¨ªfico. Me resulta extremadamente dif¨ªcil poner en palabras las emociones, lo subjetivo.
El comienzo
El 14 de marzo me indicaron, desde riesgos laborales, que deb¨ªa permanecer en aislamiento por haber estado con un contacto positivo. Al quinto d¨ªa del contacto, comenc¨¦ con tos seca. Luego empec¨¦ con sensaci¨®n dist¨¦rmica, y corrobor¨¦ que ten¨ªa 37,6 ?C. Ese d¨ªa, mi esposo estaba de guardia. Acost¨¦ a mi hija Clara, de dos a?os y ocho meses, pero a las 4.30 de la madrugada me despert¨® llorando, pidiendo leche. Estaba prepar¨¢ndole el biber¨®n, cuando sent¨ª el fr¨ªo en mi rostro y un dolor en todo mi cuerpo. Abr¨ª los ojos y me encontr¨¦ en el suelo de la cocina. Escuchando su llanto, me reincorpor¨¦ y, nuevamente, al abrir los ojos estaba en el suelo del pasillo. Consegu¨ª llegar hasta la habitaci¨®n y busqu¨¦ en el tel¨¦fono m¨®vil la ¨²ltima llamada. Me respondi¨® una amiga, que llam¨® a una ambulancia. M¨¢s tarde pude constatar que la llamada la realic¨¦ a las 5:00 am, por lo que estuve media hora inconsciente.
Urgencias. Box 60
En el hospital me atendieron inmediatamente y decidieron que permaneciera en observaci¨®n, en una habitaci¨®n cerrada y aislada hasta el resultado de la prueba de covid-19. Eso implicaba no poder ver a mi familia.
Al administrarme una dosis de antibi¨®tico endovenoso por mis antecedentes personales, present¨¦ una anafilaxia, identifiqu¨¦ los s¨ªntomas y puls¨¦ el bot¨®n para llamar a Enfermer¨ªa, tardaban en llegar porque ten¨ªan que colocarse los trajes de protecci¨®n. Cerr¨¦ la medicaci¨®n y me inund¨® una sensaci¨®n de riesgo de muerte inminente. En cuanto me administraron el tratamiento sent¨ª la mejor¨ªa y c¨®mo se difuminaba esa sensaci¨®n hasta desaparecer completamente, persistiendo s¨®lo el miedo. Una vez recuperada, v¨ª m¨²ltiples llamadas perdidas de mi esposo, le llam¨¦ y me dijo: ¡°?Qu¨¦ pas¨®? ?Sent¨ª que te ibas a morir!¡±. Como estaba aislada, y las urgencias saturadas de trabajo, los m¨¦dicos no daban abasto para poder realizar las llamadas e informar a familiares.
Luego comenc¨¦ s¨²bitamente con la p¨¦rdida del olfato (t¨¦rmino m¨¦dico de anosmia) y del gusto (ageusia). Estaba comiendo un guiso de lentejas, pero no sent¨ªa ning¨²n sabor, as¨ª que las empec¨¦ a mezclar con el postre, una pera. De no ser por la diferencia de textura y temperatura de los alimentos, no los pod¨ªa distinguir.
Mi situaci¨®n
Al tercer d¨ªa de estar en el box aislada, le pregunt¨¦ a la m¨¦dica que me visitaba cu¨¢l era el plan, ella me respondi¨®: ¡°?Eres consciente de tu situaci¨®n?¡±. Mov¨ª la cabeza hacia arriba y abajo, porque el nudo en la garganta me imped¨ªa hablar. Como era de esperar di positivo a SARS-COV-2, as¨ª que permanec¨ª ingresada en el hospital, en la planta.
Al ingresar, la m¨¦dica a mi cargo, me explic¨® que me dar¨ªan el tratamiento indicado en ese momento, seg¨²n mi situaci¨®n cl¨ªnica, pero que no sab¨ªa c¨®mo iba a evolucionar. Entonces le¨ª una frase de Ibn Sina (980-1037): ¡°La imaginaci¨®n es la mitad de la enfermedad; la tranquilidad es la mitad del remedio; y la paciencia es el comienzo de la cura¡±. Me sent¨ª mucho mejor. Comenc¨¦ el aprendizaje personal de tranquilidad y paciencia.
S¨²bitamente
Mientras estaba en Urgencias, una enfermera que trabajaba en la planta de covid-19 me confes¨® su principal temor: un paciente de 33 a?os que estaba bien con sus gafas nasales, aut¨®nomo, de repente se puso mal y necesit¨® ir a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Eso ocurri¨® una o dos veces cada d¨ªa mientras estuve en los boxes de Urgencias y en la planta. De repente escuchaba un grito: ¡°?Satura a 60%!¡±. luego ven¨ªan pasos apresurados por los pasillos, los ruidos de la camilla a toda prisa. Cuando lo escuchaba, yo misma comenzaba a respirar m¨¢s superficialmente, como si no quisiera quitarle ox¨ªgeno a esa otra persona que le faltaba, volv¨ªa el miedo, la incertidumbre, me preguntaba si yo ser¨ªa la siguiente.
Hospitalizaci¨®n 5? planta. 525-A
Despu¨¦s de tres d¨ªas en aislamiento en boxes de Urgencias, de madrugada, me subieron a una habitaci¨®n con una compa?era de 28 a?os y una ventana con vistas espectaculares de Barcelona, el mar, el parque natural.
La habitaci¨®n era blanca, nuestros camisones del hospital eran blancos y est¨¢bamos las dos, de 28 y 35 a?os acostadas, con c¨¢nulas de ox¨ªgeno, inm¨®viles, en silencio. El ¨²nico sonido que lo interrump¨ªa era el burbujeo del ox¨ªgeno. Ten¨ªamos televisi¨®n, wifi, m¨®viles¡ pero solo dorm¨ªamos y respir¨¢bamos, era lo ¨²nico que hac¨ªamos en todo el d¨ªa. Ese esfuerzo nos consum¨ªa toda la energ¨ªa que dispon¨ªamos. Parec¨ªa que estuvi¨¦ramos hibernando. Un cansancio dif¨ªcil de describir. Una sensaci¨®n de p¨¦rdida de control. Piensas muy bien qu¨¦ palabras utilizar para consumir la menor cantidad de energ¨ªa posible.
Sab¨ªamos que nuestras familias y amigos estaban pendientes de que respondi¨¦semos sus mensajes y llamadas al m¨®vil, pero no pod¨ªamos, no ten¨ªamos fuerzas.
Los ojos son el espejo del alma
Cuando alguien entraba en la habitaci¨®n, usaban los equipos de protecci¨®n individual, que dependiendo del d¨ªa, variaban seg¨²n disponibilidad. Nosotras ten¨ªamos que colocarnos las mascarillas para disminuir el riesgo de contagio. Solo se ve¨ªan los ojos, solo se ve¨ªa el reflejo del alma... el miedo. Miedo porque no nos correspond¨ªa estar ah¨ª, en ese momento (19 de marzo) se supon¨ªa que el virus infectaba a personas mayores con comorbilidades, nosotras no cumpl¨ªamos ninguno de esos criterios de inclusi¨®n. Pero al virus parec¨ªa no importarle. Como nos dec¨ªa un profesor en la Universidad, ¡°las enfermedades no estudian los libros de medicina¡±. Y de esta enfermedad hab¨ªa muy poco escrito, as¨ª que pod¨ªa tomarse todas las libertades que se le antojaban al respecto e improvisar sobre la marcha.
En las habitaciones la puerta ten¨ªa que permanecer siempre cerrada y no pod¨ªamos acercarnos a la misma porque era zona limpia, solo la pod¨ªan tocar con los guantes internos tras quitarse los sucios antes de salir. Al entrar alguien, deb¨ªamos mantener la distancia de seguridad y para eso lo mejor era estar en la cama.
Por supuesto, no estaban permitidas las visitas, una o varias veces al d¨ªa se acercaban a la puerta mis compa?eros para saludar desde all¨ª, darnos palabras de aliento, conversaci¨®n y lo que necesit¨¢ramos. Algunos d¨ªas ten¨ªa fuerzas para hablar con ellos, otros solo para levantar la mano y saludarlos.
Monta?a Rusa
La fluctuaci¨®n de los s¨ªntomas influy¨® en mi estado de ¨¢nimo. Un d¨ªa me levantaba sinti¨¦ndome mejor, me duchaba, le¨ªa mensajes de Whatsapp de hac¨ªa varios d¨ªas, grababa un video y al cabo de unas horas me entraba un cansancio que ya no me permit¨ªa moverme si no era imprescindible. Cansancio que en t¨¦rminos m¨¦dicos llamamos astenia y se acompa?aba de sensaci¨®n de falta de aire, era una p¨¦rdida de fuerzas que no hab¨ªa sentido nunca, y duraba uno, dos hasta tres d¨ªas. Sent¨ªa que retroced¨ªa, no avanzaba y volv¨ªa el miedo, la sensaci¨®n de p¨¦rdida de control, el silencio.
Top-model
Una de las auxiliares nos llam¨® las ¡°top models¡± de la planta a mi compa?era y a m¨ª. Nos hac¨ªa mucha gracia. Mi compa?era era Claudia Schiffer, y yo Elle Macpherson. Un vez un t¨¦cnico de rayos entr¨® con muy buena onda a la habitaci¨®n diciendo: ¡°?Hola guapas, vengo a haceros unas fotos!¡±.
Mi compa?era Claudia Schiffer
Mi compa?era me cont¨® su historia, ella estaba por emprender un proyecto con el que siempre hab¨ªa so?ado. Solicit¨® un pr¨¦stamo en el banco, present¨® su renuncia en el trabajo y la noche que sub¨ª a la habitaci¨®n se supon¨ªa que ten¨ªa que estar celebrando su fiesta de despedida.
Su jefa, al enterarse de la situaci¨®n, previo comunicaci¨®n y con su consentimiento, rompi¨® su renuncia y le dijo que pod¨ªa conservar su puesto de trabajo el tiempo que necesitara, que a su regreso y cuando la situaci¨®n lo permitiera har¨ªan una fiesta para celebrar la vida.
Yo no paraba de verlo todo muy positivo, y me atrev¨ª, a modo de consejo de madre, a sugerirle que no era un buen momento para cambiar de trabajo. Ella me respondi¨® con una tranquilidad sorprendente que gracias a esto que le acababa de pasar, lo ten¨ªa m¨¢s claro que nunca: una vez recuperada y con todas sus energ¨ªas comenzar¨ªa su nuevo proyecto, asegur¨¢ndose de que su puesto anterior quedase bien cubierto.
Tras 12 d¨ªas ella ingresada, de los cuales compartimos los ¨²ltimos cinco, march¨® a su casa ya recuperada, con su gata, a quien tanto extra?aba. Nos despedimos con un abrazo bien fuerte, que dur¨® lo suficiente para recargarnos hasta la llegada del pr¨®ximo. Un abrazo que ser¨ªa sin miedos a contagiar, sin culpas¡ libre. Ella fue la primera paciente de alta¡ no necesit¨® aplausos. Tom¨® la pulsera identificativa del hospital y me dijo: ¡°Me la llevo de recuerdo de esta batalla ganada contra el coronavirus¡±.
Dolores
A las horas de marcharse Claudia, tras una intensa limpieza y desinfecci¨®n, lleg¨® Dolores, mi nueva compa?era de habitaci¨®n, de 76 a?os, con la enfermedad bastante avanzada, con altas necesidades de ox¨ªgeno, muy cansada. El silencio se rompi¨® por una llamada, se escuchaba el llanto del otro lado. ¡°No llores, no llores...¡±, respond¨ªa Dolores con mucha dificultad para hablar por la falta de aire. Luego de finalizar la llamada, me cont¨® entre l¨¢grimas: ¡°Era mi hija, ella estuvo el a?o pasado 23 d¨ªas en la UCI¡±. Me baj¨¦ de mi cama, la mir¨¦ a los ojos, le tom¨¦ la mano bien fuerte y le dije: ¡°Conc¨¦ntrate en respirar Dolores, piensa en todas las cosas que quieres hacer cuando te recuperes, descansa, que todo va a estar bien¡±. Al cabo de unas horas comenz¨® a empeorar y la subieron a la UCI, me levant¨® la mano para despedirse cuando se marchaba, s¨¦ el esfuerzo que signific¨® ese gesto para ella.
No existe fuerza tan redentora como el poder del contacto humano. Esta pandemia hasta eso se nos ha llevado, dej¨¢ndonos a¨²n m¨¢s vulnerables.
Alta hospitalaria
Estuve concentrada en no precisar ox¨ªgeno para poder marchar a casa, as¨ª que cuando la m¨¦dica vino a pasar visita fue una gran alegr¨ªa la noticia. Tom¨¦ las fuerzas que ten¨ªa para ducharme, cambiarme y salir de pie de la habitaci¨®n, hasta el ascensor, rogando que no se me cruzara nadie para no contagiar. Fue una sensaci¨®n gloriosa, que viv¨ª tambi¨¦n en soledad. Aquellos pasillos conocidos en los que acostumbraba a caminar de prisa los recorr¨ªa ahora m¨¢s despacio, desde otra perspectiva, la de paciente.
Vuelta a casa
Publicado en Facebook el 26 de mazo: Soy m¨¦dica y despu¨¦s de nueve d¨ªas ingresada en el hospital por infecci¨®n por SARS-CoV-2 vuelvo a casa para continuar recuper¨¢ndome en aislamiento en una habitaci¨®n, para no poner en riesgo a mi familia durante dos semanas m¨¢s.
Escribo esto para pedir much¨ªsima precauci¨®n a todo el personal sanitario, sin el equipo de protecci¨®n individual (EPI) no deben visitarse pacientes con sospecha de infecci¨®n. Considero que la ¨²nica manera de prevenirlo es pensar que hasta que se demuestre lo contrario, todos tienen la infecci¨®n.
As¨ª como en los cursos de reanimaci¨®n cardiopulmonar lo primero que nos ense?an desde estudiantes de medicina es que ante todo est¨¢ la seguridad, porque de lo contrario, en vez de una, tendremos dos v¨ªctimas, en el caso de la pandemia actual, en vez de dos tendremos a los mejor como m¨ªnimo 20 v¨ªctimas. Porque si nos contagiamos nosotros, podemos continuar contagiando estando asintom¨¢ticos a nuestros compa?eros, pacientes y por supuesto a nuestra familia. As¨ª que ante todo la seguridad¡ si no luego nos convertimos en un paciente m¨¢s.
A mis amigos de todo el mundo que a¨²n pueden cambiar la situaci¨®n, les pido que se cuiden, para poder continuar trabajando en estos momentos en los que m¨¢s nos necesitan.
?Ayudemos a salvarnos! ?Ayudemos a cuidar a nuestros profesionales sanitarios! ?Prot¨¦gete¡ prot¨¦genos¡ y entre todos saldremos adelante!
Aislamiento domiciliario
32 d¨ªas de aislamiento, los primeros nueve en el hospital, y los siguientes en una habitaci¨®n con ba?o en suite. Tengo una ventana desde donde puedo ver el mar. Hace dos meses que nos mudamos a esta ciudad, nunca vivimos tan cerca y a la vez tan lejos del mar¡ suena incongruente, pero no encuentro otra manera de describirlo.
Mi esposo me tra¨ªa la comida cuatro veces al d¨ªa y la dejaba en la puerta, luego se alejaba. Yo me colocaba la mascarilla quir¨²rgica y abr¨ªa la puerta, met¨ªa la comida y la volv¨ªa a cerrar. Cuando ten¨ªa suficiente fuerza desinfectaba con lej¨ªa todo antes de abrir la puerta, pero para ser sincera lo pude hacer solo algunas ocasiones.
Escuchar la vida fuera de la habitaci¨®n, sin poder estar con ellos es extra?o. Cuando lloraba Clara, me lat¨ªa r¨¢pido el coraz¨®n e iba hasta la puerta para ver si se consolaba¡ como madre es un instinto muy dif¨ªcil de contener, no poder consolar a tu hija. Por supuesto que su padre estaba con ella, y el llanto ced¨ªa, pero la angustia dentro de mi, no. Se quedaba ah¨ª.
Dibujos de Clara
A Clara le dec¨ªamos que sus dibujos me curaban, as¨ª que todos los d¨ªas me pintaba algo, incluso cuando estaba en el hospital, hac¨ªa fotos y me las mandaba. Al llegar a la habitaci¨®n en casa, estaban esos dibujos esper¨¢ndome, y hab¨ªa d¨ªas que me dejaba alg¨²n otro junto a la comida.
Sabor
Despu¨¦s de 26 d¨ªas, una ma?ana en el desayuno volv¨ª a sentir el sabor en el zumo de naranja natural reci¨¦n exprimido. ?Qu¨¦ alegr¨ªa me inund¨®! Cosas a las que no les damos importancia en el d¨ªa a d¨ªa, y que en este caso iluminan el camino hacia la recuperaci¨®n. El sentido del gusto, hasta que lo perd¨ª no fui consciente de su importancia.
Identidad
D¨ªa 29: persisten d¨ªas en los que evoluciono y otros en los que empeoro, que se acompa?an de fluctuaciones en mi estado de ¨¢nimo. La recuperaci¨®n fue muy progresiva, con avances y retrocesos. Un d¨ªa mejor y luego dos o tres peor, con el cansancio que volv¨ªa a inundarlo todo, la falta de aire, el silencio.
Hasta que aprend¨ª a dejarme llevar, y el miedo se fue disipando. Nelson Mandela dec¨ªa que ¡°no es valiente aquel que no tiene miedo sino el que sabe conquistarlo¡±. Y aprend¨ª a conquistarlo. Fui aprendiendo a gestionar esa escasa energ¨ªa que ten¨ªa, a repartirla ¡°a lo largo del d¨ªa¡±, para poder hacer videollamadas con mi hija y mi pareja, con mi familia y luego con mis amigos¡
Esta enfermedad, como tantas otras se lleva hasta tu identidad. Es notable cuando el cuerpo comienza a recuperarse, c¨®mo recuperamos tambi¨¦n la identidad. La diferencia esta vez, en esta pandemia, es que la enfermedad no s¨®lo se lleva la identidad de los pacientes, sino tambi¨¦n la de los m¨¦dicos, enfermeras, auxiliares. La soledad, el aislamiento, el miedo, las medidas de protecci¨®n, los obliga a actuar de manera contra natural¡ inhumana, en contra del instinto y de la propia voluntad. No hay tiempo, hay vidas en juego, cada minuto cuenta. La enfermedad nos impide hacer lo que sab¨ªamos como profesionales, todo lo que hab¨ªamos aprendido hasta ahora, no lo podemos hacer. En la mirada se ve lo que les duele no poder hacerlo.
Fin del aislamiento
Tras 32 d¨ªas, me envi¨® un mensaje mi jefa: la PCR realizada seis horas antes en el hospital result¨® negativa. Pod¨ªa salir de la habitaci¨®n. Me duch¨¦, me puse ropa limpia, y sal¨ª de la habitaci¨®n para abrazar a Clara, y explicarle que ¡°el bichito se hab¨ªa ido, que la mam¨¢ estaba curada¡±. Ella se acerc¨® y me abraz¨® bien fuerte. ?Qu¨¦ ganas ten¨ªa! ?Cu¨¢nto necesitaba ese abrazo bien fuerte que dur¨® horas!
Suficiente
Al salir de la habitaci¨®n, comprend¨ª que ese control que ten¨ªa sobre la rutina me hab¨ªa dado la falsa sensaci¨®n de estar mejor de lo que en realidad me encontraba. Comprend¨ª que a pesar de economizar al m¨¢ximo la energ¨ªa no era suficiente para poder cuidar de m¨ª, ni de mi familia. Pod¨ªa estar a lo sumo un par de horas al d¨ªa sentada, y hablar muy poco, con pausas, seleccionando las palabras. Comer era un gran esfuerzo, repartiendo en peque?as raciones cada dos horas, para no cansarme. Un d¨ªa Clara me dijo: ¡°Descansa mam¨¢, yo te espero¡±. Unas l¨¢grimas recorrieron mis mejillas.
170 metros
Desde peque?a tuve un sue?o, vivir cerca del mar. Un sue?o que se hizo realidad el primero de marzo de 2020. El piso est¨¢ a 170 metros del mar. Desde la ventana del hospital y luego de mi habitaci¨®n, cada d¨ªa, todas las veces que pod¨ªa lo miraba y por la noche, con el silencio de la ciudad, abr¨ªa la ventana y lo escuchaba. Estaba ah¨ª, tan cerca y tan lejos a la vez. El d¨ªa 62, fue el primer d¨ªa que sal¨ª de mi casa sin que el destino fuera el hospital. Ten¨ªa muy claro cu¨¢l era mi objetivo, los primeros pasos que har¨ªa ser¨ªan acompa?ada por mi familia hasta el mar. Disfrut¨¦ y agradec¨ª cada paso que realic¨¦. Entonces me di cuenta de que acaba de cumplirse otro sue?o. Inhal¨¦ aire bien profundo, lo m¨¢s que pude, cerr¨¦ los ojos y di las gracias. ?Me sent¨ª viva!
¡°El que no sabe lo que busca no entiende lo que encuentra¡± (Claude Bernard)
A¨²n no se sabe qui¨¦n es especialmente vulnerable a la infecci¨®n por SARS-COV-2, por qu¨¦ algunos tienen una afectaci¨®n severa que evoluciona s¨²bitamente y por qu¨¦ es tan dif¨ªcil en algunos casos, como el m¨ªo, la recuperaci¨®n.
Cuando los m¨¦dicos me preguntaban si lo que sent¨ªa era astenia o disnea, no sab¨ªa que responder. Conozco perfectamente la definici¨®n de ambos t¨¦rminos m¨¦dicos, a los cu¨¢les estoy acostumbrada. Astenia: estado de cansancio, debilidad y agotamiento general, f¨ªsico y ps¨ªquico, que se caracteriza por la falta de energ¨ªa necesaria para la realizaci¨®n de las actividades diarias habituales. Disnea: dificultad respiratoria o falta de aire.
En las m¨²ltiples exploraciones que me realizaron los resultados fueron normales, lo que no se correlacionaban con mi estado de salud, con c¨®mo me sent¨ªa. Hab¨ªa momentos en los que pensaba que estaba perdiendo la raz¨®n, que me estaba inventado los s¨ªntomas. Hasta que se pudieron realizar las pruebas respiratorias funcionales. Entonces se observ¨® que ten¨ªa debilidad de la musculatura respiratoria.
Ahora lo puedo describir, lo que siento es astenia, secundaria a la disnea. As¨ª que ambos s¨ªntomas van asociados, debido a la falta de aire, siento cansancio. Y no me los estoy inventando, son reales.
Lo que no sab¨ªa era que la recuperaci¨®n ser¨ªa tan lenta (llevo 68 d¨ªas), y que habr¨ªa d¨ªas en los que volver¨ªa hac¨ªa atr¨¢s.
De m¨¦dico a paciente
Estar ocupando una cama del hospital, con bata de paciente, me molestaba, me disgustaba, pensaba: ¡°?Pero si soy m¨¦dica, deber¨ªa estar del otro lado!¡±.
Cada vez que volv¨ªa al hospital, en silla de ruedas, porque no pod¨ªa caminar ni unos metros de distancia por la falta de aire, pensaba por qu¨¦ no estaba yo ayudando a otros. Me inundaban sentimientos de vulnerabilidad. No recuerdo haberme sentido tan vulnerable y con tanta incertidumbre.
Cuando eres m¨¦dico, est¨¢ tu profesi¨®n y tus pacientes por encima de tu familia, e incluso de ti mismo. Es un precio muy alto que pagamos. Si est¨¢s de guardia y tu familia te necesita, hasta que no vengan a cubrirte no te puedes marchar. Si acabas de vivir una situaci¨®n l¨ªmite porque has perdido a un paciente, no hay tiempo para parar, hay que seguir, porque hay otros esperando, y no tienen idea de lo que acabas de vivir.
Los m¨¦dicos tambi¨¦n somos madres, hijas, esposas, tenemos hambre, necesitamos comer, sentimos cansancio, necesitamos dormir, tenemos sentimientos. Nos enfermamos. Tambi¨¦n somos pacientes. Y tambi¨¦n necesitamos que nos cuiden. No sabemos dejarnos cuidar.
Lo que aprend¨ª de esta experiencia
Dice la novelista italiana Susanna Tamaro: ¡°Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cu¨¢l recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: si¨¦ntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el d¨ªa en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda m¨¢s a¨²n. Qu¨¦date quieta, en silencio, y escucha a tu coraz¨®n. Y cuando te hable, lev¨¢ntate y ve donde ¨¦l te lleve¡±.
Aprend¨ª a parar, estar quieta y respirar. A concentrarme s¨®lo en respirar para sobrevivir.
Aprend¨ª que es suficiente estar, sin hacer. Que a veces hay que soltar las riendas y dejarse llevar. Aprend¨ª que sentirse vulnerable, te permite dejarte cuidar.
Aprend¨ª a cumplir sue?os, que en alg¨²n instante tem¨ª no poder realizar.
Gracias a mi familia y amigos, gracias a mis compa?eros, a todo el equipo de m¨¦dicos, enfermeras, auxiliares, personal sanitario y no sanitario del hospital Germans Trias i Pujol que me cuidaron y me siguen cuidando. ?Gracias!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.