Los tres lutos de Gracia: una mujer pierde a su t¨ªa, a su suegro y a su padre en solo 15 d¨ªas en Ja¨¦n
Ella sospecha que los tres murieron por el coronavirus, pero a ninguno de ellos se les hizo la prueba
Las dos palabras la hundieron. ¡°Otra vez¡±. Las pronunciaba con asombro el trabajador de una funeraria que la ve¨ªa llegar a casa de su padre. Otra vez ella. Otra vez una muerte. La tercera en 15 d¨ªas. Otra vez su familia. Primero fue su t¨ªa, en una residencia. Despu¨¦s su suegro, en su casa. El final lleg¨® con su padre y una carrera al amanecer cuando son¨® la llamada que esperaba, la que menos quer¨ªa recibir. El ¡°mismo virus¡±, cuenta Gracia M¨¦ndez, golpe¨® de la peor manera tres veces en marzo, aunque nunca lo sabr¨¢ con certeza, dado que a ninguno de ellos se les hizo la prueba. Mientras todo un ...
Las dos palabras la hundieron. ¡°Otra vez¡±. Las pronunciaba con asombro el trabajador de una funeraria que la ve¨ªa llegar a casa de su padre. Otra vez ella. Otra vez una muerte. La tercera en 15 d¨ªas. Otra vez su familia. Primero fue su t¨ªa, en una residencia. Despu¨¦s su suegro, en su casa. El final lleg¨® con su padre y una carrera al amanecer cuando son¨® la llamada que esperaba, la que menos quer¨ªa recibir. El ¡°mismo virus¡±, cuenta Gracia M¨¦ndez, golpe¨® de la peor manera tres veces en marzo, aunque nunca lo sabr¨¢ con certeza, dado que a ninguno de ellos se les hizo la prueba. Mientras todo un pa¨ªs se confinaba ella pasaba tres veces por el mismo tanatorio ¡°repleto de cuerpos y con las salas vac¨ªas¡±.
Gracia, que tiene 52 a?os, es la ¨²nica de los seis hermanos que vive en la ciudad de Ja¨¦n, donde tambi¨¦n resid¨ªan su padre y su t¨ªa. La comunicaci¨®n era telef¨®nica durante el confinamiento, no hab¨ªa otra posibilidad. As¨ª que le toc¨® a ella cargar sobre sus hombros las conversaciones con los m¨¦dicos, las llamadas. Hasta que lleg¨® el final. Tres hermanos pudieron acompa?arla en el tanatorio con su t¨ªa. Otros dos llegaron a tiempo de pasar las ¨²ltimas horas con su padre. No se han visto con fuerzas de ir a recoger las cenizas a¨²n. Lo har¨¢n en julio, cuando puedan verse todos y procesar las tres desgracias que han ca¨ªdo de golpe.
Empez¨® la semana antes de que se decretara el estado de alarma. Cuando el Gobierno se preparaba para encerrar a todo un pa¨ªs en casa y protegerlo del contagio, el virus ya hab¨ªa irrumpido en la vida de Gracia. Su t¨ªa Rosario era ¡°dura como una piedra¡±. Llevaba en una residencia desde 2009, cuando tuvo un accidente y dej¨® de valerse por s¨ª misma. Hab¨ªa ido hacia atr¨¢s en los ¨²ltimos tiempos. ¡°Estaba encorvada, era un temblor constante debido al p¨¢rkinson, pero de cabeza estaba perfectamente l¨²cida¡±, dice. Esta psic¨®loga, que trabaja como orientadora en un instituto, iba a verla cada semana. No sab¨ªa que al ¨²ltimo encuentro no le seguir¨ªa un siguiente.
Fue cuesti¨®n de unos d¨ªas. ¡°Me dijeron que estaba muy malita¡±, contin¨²a esta psic¨®loga, que asegura que en todo momento estuvo cuidada por personal sanitario. Esa es su ¡°tranquilidad¡±. Cuenta que tuvo que tomar una de las decisiones m¨¢s dif¨ªciles de su vida. Con su padre aislado en casa por prescripci¨®n m¨¦dica, el 15 de marzo le dieron la opci¨®n de ir a despedirse de Rosario. Era el final. Se lo pens¨®, ?pero qu¨¦ pasar¨ªa con su padre? ?Y si ella le contagiaba el virus? ¡°Con mucho dolor decid¨ª no ir¡±. No pod¨ªa arriesgarse a otra tragedia. Cuando llam¨® para comunicarlo, le dijeron que acababa de fallecer. As¨ª de r¨¢pido hab¨ªa sido todo. ¡°En su certificado de defunci¨®n pone parada cardiorrespiratoria, pero lo protocolizaron como si hubiera sido covid-19. Me dijeron que comunicara a la funeraria que hab¨ªa muerto por una afecci¨®n respiratoria", explica. "Aunque no le hicieron la prueba. No hab¨ªa test por entonces¡±, relata. As¨ª que se ve a s¨ª misma en la plaza que hay entre la casa de su padre y la residencia, arreglando los papeles.
¡°No nos permit¨ªan estar a todos en el tanatorio, solo pudimos ir un rato. Vinieron tres hermanos de Marbella, Sevilla y Ciudad Real. El resto vive en Madrid, las cosas estaban muy mal como para que pudieran venir¡±, rememora. ¡°Nos recuerdo a cada uno en un banco, se trajeron un bocadillo. No pudimos ni comer juntos¡±, se lamenta. Pero ni as¨ª pudieron ahuyentar lo que estaba por venir. Seis d¨ªas despu¨¦s le toc¨® a su suegro. ¡°Fue muy parecido a mi t¨ªa, solo que ¨¦l estaba en su casa. Un d¨ªa amaneci¨® con fiebre y tos y a los cuatro d¨ªas falleci¨®. ?La causa? Parada cardiorrespiratoria propia de la edad, pero para m¨ª que fue coronavirus. Despu¨¦s mis cu?ados se pusieron malos. Tuvieron fiebre, dolor muscular..., guardaron una cuarentena¡±. Ten¨ªa 96 a?os y su mujer durmi¨® con ¨¦l hasta la noche anterior. ¡°Le mandaron un tratamiento para la neumon¨ªa. Cuando empeor¨® y vieron que la situaci¨®n era muy grave, la familia decidi¨® que el final llegara en casa. All¨ª recibi¨® cuidados paliativos¡±, dice. De nuevo al tanatorio, y despu¨¦s, esta vez s¨ª, al cementerio de un pueblo cercano. Eran unos pocos familiares.
Ya entonces la situaci¨®n de su padre le quitaba el sue?o. Ten¨ªa 94 a?os y era totalmente dependiente, tras varios infartos cerebrales. Ya no hablaba, ¡°salvo con la mirada¡±. Pero se le hab¨ªa apagado a ra¨ªz de la muerte de su mujer, un a?o antes. ¡°Yo creo que se daba cuenta de todo¡±. Gracia iba a verlo cada d¨ªa, cuenta. Viv¨ªa con una empleada interna de la que solo habla maravillas. Lo mov¨ªan con una gr¨²a. ¡°El d¨ªa 13 me llam¨® angustiada y me dijo que no pod¨ªa tragar. Me fui directa al ambulatorio y ped¨ª al m¨¦dico que fuera a verlo¡±, explica. ¡°Pero mi padre generaba neumon¨ªas muy f¨¢cilmente, no era la primera vez. Me dijo que era un peligro que ¨¦l, que ve¨ªa a todo tipo de pacientes, expusiera a mi padre a un riesgo, que no quer¨ªa transmitirle nada. Nos mand¨® otro tratamiento y mejor¨® unos d¨ªas¡±, prosigue. ¡°Yo trat¨¦ de espaciar algo las visitas, no acercarme mucho cuando iba¡±, a?ade. ¡°Pero un d¨ªa ella me dijo ¡®tu padre se est¨¢ apagando¡¯. Le contest¨¦ que lo sab¨ªa¡±.
Cuatro d¨ªas antes empez¨® a no poder tragar. Llam¨® al 061. ¡°Acudieron encapsulados, como se ve en la tele. Me dijeron directamente: 'Tu padre tiene coronavirus¡±, recuerda. Cuenta que pidi¨® las pruebas para los dos, pero que le respondieron que no hab¨ªa. ¡°Tuvimos la opci¨®n de que fuera al hospital. Pero all¨ª no habr¨ªamos podido acompa?arle. Llam¨¦ a mis hermanos. Decidimos que fuera en casa. Dos de ellos pudieron venir y estar con ¨¦l¡±. A don Quint¨ªn le dejaron una bombona de ox¨ªgeno con la que pas¨® sus ¨²ltimos dos d¨ªas. ¡°En las ¨²ltimas horas pedimos una ayuda para el tr¨¢nsito¡±, rememora su hija.
Ella estaba en su casa. Hab¨ªa llegado de madrugada, no pod¨ªa dormir. Hasta que a las siete son¨® el tel¨¦fono. ¡°Sub¨ª al coche corriendo. Me faltaba el aire. Se me meti¨® en la cabeza que yo quer¨ªa ver c¨®mo la funeraria se llevaba a mi padre¡±, cuenta. Lleg¨® a tiempo, incluso cuando los m¨¦dicos firmaban el certificado de defunci¨®n. ¡°Posible covid-19¡å. Antes de subir a su casa, en el mismo lugar en que hab¨ªa entregado los papeles de su t¨ªa, el mismo chico. ¡°Otra vez t¨²¡±. ¡°A m¨ª no se me olvida esa escena¡±, dice. ¡°Me derrumb¨¦¡±. Llevaba encima tres muertes y tres lutos.
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