M¨¦xico rebasa las 50.000 muertes por la pandemia
El perfil de los fallecidos muestra una incidencia preocupante en las personas de mediana edad propiciada por las comorbilidades y la vuelta al trabajo
Antes de que se confirmase la presencia del virus en M¨¦xico, el Gobierno ya lo asum¨ªa como inevitable. El 28 de enero, el subsecretario de Salud Hugo L¨®pez-Gatell, por aquel entonces a¨²n no tan famoso, advert¨ªa: ¡°Les garantizo que va a llegar a M¨¦xico¡±. Un mes despu¨¦s era confirmado el primer caso en la capital. Las autoridades activaron un plan que nunca estuvo dirigido a suprimir por completo el contagio, sino a ralentizarlo, a mitigarlo. No sabemos qu¨¦ habr¨ªa sucedido con una estrategia distinta, pero con la actual el pa¨ªs ha superado este jueves una barrera simb¨®lica: 50.000 muertes confirmadas por pruebas diagn¨®sticas hasta el 6 de agosto, cinco meses despu¨¦s del inicio oficial de la epidemia. A esta cifra de 50.517 se le a?adir¨¢n bastantes fallecimientos m¨¢s por el gran n¨²mero de casos sospechosos que a¨²n permanecen a la espera de una confirmaci¨®n.
La distribuci¨®n territorial de las v¨ªctimas no es pareja. Los efectos han sido n¨ªtidamente m¨¢s intensos en ciertas ¨¢reas: en el norte y en las zonas urbanas, en la capital y sus alrededores. Tambi¨¦n en otras ciudades grandes y medianas como Culiac¨¢n (Sinaloa), o las fronterizas Tijuana y Mexicali en Baja California; Ju¨¢rez, en Chihuahua; o Hermosillo, Sonora. En esta distribuci¨®n se aprecia la arquitectura inicial del contagio: densidad poblacional y puntos de importaci¨®n de contagios, principalmente v¨ªa Estados Unidos en el norte del pa¨ªs o v¨ªa a¨¦rea y terrestre en las urbes que son cruce de caminos para mexicanos y extranjeros. Desde ah¨ª, y una vez que enfocamos el microscopio gracias a la alta resoluci¨®n que nos permite la base de datos de la Secretar¨ªa de Salud, a los factores territoriales se a?aden otros demogr¨¢ficos, sociales e incluso materiales.
Como sucede en otros pa¨ªses, los hombres son mayor¨ªa: los estudios han comprobado que este virus se ceba diferencialmente con el sexo masculino. Tambi¨¦n con los de edad m¨¢s avanzada, si bien la presencia de muertes de mediana edad es una llamativa particularidad mexicana.
Con ambas viene la mayor incidencia en ciertos sectores socioecon¨®micos, observados gracias a la particular forma de la sanidad mexicana. El sistema de salud en el pa¨ªs est¨¢ muy fragmentado: su columna vertebral est¨¢ formada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Seguro Social al Servicio de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Ambas plataformas atienden a trabajadores formales. Mientras, el otrora Seguro Popular, absorbido en esta Administraci¨®n por el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) y el brazo del IMSS con ese mismo apellido, se centran en trabajadores informales o no remunerados de manera estable. Por ¨²ltimo, las porciones del sistema que son totalmente privadas, el seguro de PEMEX o los propios de las Fuerzas Armadas (Sedena y Semar) tienen un nivel de gasto per c¨¢pita n¨ªtidamente superior (como muestra un informe realizado por Judith Senyacen M¨¦ndez, del Centro de Investigaci¨®n Econ¨®mica Presupuestaria). La inmensa mayor¨ªa de las muertes, entre ellas de los asegurados, no est¨¢n en este ¨²ltimo segmento, sino en los anteriores.
El m¨¢s sobrerrepresentado es el tronco central, precisamente aquel que cubre a trabajadores formales. Seis de cada diez muertes confirmadas para menos de la mitad de asegurados. A¨²n m¨¢s significativo es que esta incidencia de los asegurados por el IMSS y el ISSSTE se ha hecho m¨¢s profunda con el avance de la epidemia.
Se combinan aqu¨ª dos efectos. Por una parte, es probable que la base del sistema est¨¦ asumiendo m¨¢s casos de covid por la propia emergencia. Por otra, la exposici¨®n de los sectores trabajadores al contagio se ha venido expandiendo conforme el pa¨ªs entraba en la denominada ¡°nueva normalidad¡±. La desproporcionada incidencia entre los hombres (casi dos tercios de las muertes, mientras en pa¨ªses como Brasil est¨¢ por debajo del 60%) y, sobre todo, en aquellos entre 45 y 64 a?os, apunta en esta misma direcci¨®n. Es en este segmento poblacional donde se concentra, al mismo tiempo, la mayor parte de trabajadores remunerados con empleos fuera del hogar, sin posibilidades de trabajar desde casa, y tambi¨¦n con m¨¢s riesgo ante un eventual contagio: por sexo, edad y comorbilidades.
V¨ªctimas no tan ancianas
Una de las primeras evidencias que recogieron los cient¨ªficos con los brotes asi¨¢ticos del virus era la enorme brecha de efectos que ten¨ªa la covid seg¨²n la edad de los pacientes. La proporci¨®n de muertes por total de infectados se multiplicaba en cada escal¨®n de edad a partir de, aproximadamente, los 60-65. Entre los mexicanos, esta forma cambia un poco: los m¨¢s ancianos abundan, pero cuatro de cada diez muertes confirmadas estaban entre los 45 y los 65. Esta proporci¨®n era a¨²n mayor al principio de la epidemia: llegaba al 50%.
Es verdad que podr¨ªa existir un sesgo en el reporte que explicase esta particularidad: cincuenta mil son las muertes confirmadas, pero las probables son muchas m¨¢s. El propio Gobierno presentaba un estudio preliminar en el que comparaba el exceso de muertes por cualquier causa durante la ¨¦poca de la epidemia en 2020 con los mismos meses de a?os anteriores. Eran m¨¢s de 71.000 hasta finales de junio para veinte Estados, muy por encima de las apenas 22.690 confirmadas en las mismas entidades. Lo interesante es que la divisi¨®n por edad reproduce, ampliando incluso, lo que observamos con las muertes confirmadas.
Al tratarse de porcentajes de exceso respecto a a?os anteriores, es hasta cierto punto esperable la mayor proporci¨®n en un segmento entre el que, normalmente, hay menos muertes. La diferencia con los ancianos es igualmente muy significativa. Ayuda a dimensionar esta particularidad una comparaci¨®n con Espa?a, donde el desarrollo de la epidemia fue completamente distinto: s¨²bito e intenso, con un contagio concentrado en residencias de ancianos. En consecuencia, el exceso de muertes en comparaci¨®n con a?os anteriores s¨ª crece paulatinamente con la edad.
En cualquier caso, esta diferencia no se da solo en comparaci¨®n con Espa?a. Brasil, un pa¨ªs que comparte varios rasgos de desigualdad, pobreza y estrategia de mitigaci¨®n del virus con M¨¦xico, tiene un 60% de fallecidos a partir de los 65 a?os, bastante m¨¢s que la escasa mitad mexicana.
Lo distintivo de este patr¨®n merece estudios detallados y exhaustivos que solo podr¨¢n realizarse una vez se haya posado la polvareda producida por el hurac¨¢n. Sin duda, un foco de atenci¨®n primordial ser¨¢n las comorbilidades.
El pa¨ªs de las comorbilidades
Que M¨¦xico es uno de los pa¨ªses con mayor incidencia de obesidad, sobrepeso y otras condiciones derivadas de la nutrici¨®n es un factor bien estudiado. Un trabajo reciente cifra en m¨¢s de seis de cada diez la proporci¨®n de personas por encima del peso recomendado. La diabetes y la hipertensi¨®n, asociadas habitualmente con estos cuadros sociosanitarios, son tambi¨¦n frecuentes entre la poblaci¨®n y sobrepasan las habituales barreras de edad. El caleidoscopio de las comorbilidades se vuelve por tanto en un filtro imprescindible para conocer y entender lo que ha sucedido con estas 50.000 personas.
Un tercio de los fallecidos por covid de m¨¢s de 20 a?os y menos de 45 sufr¨ªa de obesidad. Un 28% pertenec¨ªa a la siguiente franja de edad. Con la diabetes sucede algo similar: 13% de incidencia entre las muertes de 45 a 64 a?os. La hipertensi¨®n, por el contrario, es un factor que crece de manera m¨¢s natural con la edad. A¨²n m¨¢s elocuente es el rubro de la migraci¨®n: la obesidad es en particular una comorbilidad propia de mexicanos, en una proporci¨®n que incluso triplica a los extranjeros.
El virus ya ha demostrado su capacidad para esquivar predicciones en el pasado. Al mismo tiempo, los datos indican que la direcci¨®n del contagio se ha mantenido relativamente estable, concordando con la estrategia de mitigaci¨®n que se implement¨® casi desde el primer momento. No hay razones fuertes, salvo sorpresa, que haga pensar que la trayectoria actual se vaya a modificar sustancialmente. No hasta que los tratamientos avancen lo suficiente para disminuir la severidad de la enfermedad. O, en ausencia de avances cient¨ªficos accesibles, hasta que porciones significativas en un pa¨ªs tan grande y complejo como M¨¦xico adquieran inmunidad por pura exposici¨®n, algo que solo engrosar¨¢ de manera paulatina pero inexorable la suma total de muertes.