Las 50.000 muertes de la pandemia

Nueve vidas mexicanas

Antes de convertirse en parte de una estad¨ªstica oficial, los fallecidos por la covid-19 en M¨¦xico eran un jardinero, dos enfermeros, un taxista, un editor, una jubilada, un m¨¦dico, un frutero, un periodista y 50.508 personas m¨¢s. As¨ª eran sus vidas y as¨ª murieron.

Una mujer asiste al funeral de un familiar fallecido por covid-19 en un pante¨®n en la ciudad de Tijuana, el 27 de abril de 2020.
Una mujer asiste al funeral de un familiar fallecido por covid-19 en un pante¨®n en la ciudad de Tijuana, el 27 de abril de 2020.Hector Guerrero

El ¨²ltimo d¨ªa de julio, M¨¦xico se convirti¨® en el tercer pa¨ªs del mundo con mayor cantidad de muertes por coronavirus, y es posible que la triste celebridad que recibe ahora por alcanzar un n¨²mero redondo llegue a destiempo. EL PA?S y otros medios han se?alado desde mayo un subregistro en los contagios y fallecimientos por la covid-19, el Gobierno ha reconocido que existen diferencias entre los n¨²meros reales y los que comunica a diario, dos estudios oficiales sobre el exceso de defunciones registrado este a?o en la mayor¨ªa de los Estados sugieren la posibilidad de que las muertes por la pandemia sean hoy bastantes m¨¢s de 50.000. Decenas de miles m¨¢s.

Lo ¨²nico que detiene la inercia de las estad¨ªsticas y a la vez confirma su importancia es el peso individual de cada una de las muertes, la suma imposible de sus historias: la enfermera que esperaba en la calle para que la atendieran en una cl¨ªnica, las canciones de los ?ngeles Negros que escuchaba un jardinero por las ma?anas, el monitor apagado de un periodista que aplaud¨ªa frente a la pantalla, el jefe que guardaba cajas para construirle un cochecito a su hijo, la angustia de una nieta que cree que tal vez contagi¨® a su abuela, la receta de tinga de pollo que prefer¨ªa un taxista, el editor que fue noticia desde su nacimiento, los diagn¨®sticos precisos de un cirujano, el anhelo de un frutero por ver a su hija convertirse en maestra.

Una sola muerte vista de cerca basta para romper la ilusi¨®n de sentido de los r¨¦cords hist¨®ricos, pero tambi¨¦n para desmentir cualquier intento de minimizar el impacto de la pandemia. No siempre hacen falta los n¨²meros redondos: estas son nueve historias. Oficialmente, hay m¨¢s de 50.000.

Pedro Esquivel,
jefe de enfermeros,
32 a?os

[Falleci¨® el 4 de junio en Chalco, Estado de M¨¦xico]

Un cochecito de puras cajas para su hijo

¡°Es hora. Ll¨¦vame al hospital¡±, le pidi¨® Pedro Esquivel a su esposa la madrugada del jueves 4 de junio. Apenas pod¨ªa respirar, pero a¨²n as¨ª sali¨® andando. Le dijo adi¨®s a su hijo de cinco a?os, quien amodorrado y protegido con cubrebocas y careta escuch¨® que su padre le dec¨ªa: ¡°Cuida mucho a tu mam¨¢¡±. No pudo despedirse de su hija de dos. Lleg¨® al Hospital General de Chalco en silla de ruedas y con una saturaci¨®n de ox¨ªgeno del 32%, la glucosa y la presi¨®n alta. Cay¨® en paro cardiorrespiratorio. ¡°Lo entubaron, le dieron reanimaci¨®n, pero ya no lo pudieron salvar¡±. Lleg¨® a las 3.00 horas de la madrugada y falleci¨® una hora despu¨¦s.

El jefe Pedro, como lo recuerdan sus compa?eros, lleg¨® en febrero a ocupar el cargo de jefe de enfermeros en el Hospital General de Chalco. Cuentan que era relajado y siempre se preocupaba por el personal. ¡°Yo le dec¨ªa: ¡®Jefe, ya p¨®nganse las pilas, que un d¨ªa de estos nos van a decir que somos Heidi y Pedro, porque se nos van a ir las cabras al monte¡¯¡±, cuenta Patricia Ramos, una de sus compa?eras m¨¢s cercanas. Tambi¨¦n trabajaba en el Hospital General de Iztapalapa, donde ¡ªseg¨²n el propio Esquivel¡ª, se contagi¨®. ¡°Le tosi¨® una paciente y de ah¨ª su preocupaci¨®n. A los siete d¨ªas, m¨¢s o menos, comenz¨® con s¨ªntomas¡±.

Uno de esos d¨ªas lleg¨® al hospital y cont¨® que hab¨ªa tenido fiebre toda la noche. Se hizo una tomograf¨ªa y hab¨ªa infiltrados pulmonares. Luego de aplicarse la prueba de detecci¨®n viral de la covid-19, que sali¨® positiva, fue a resguardarse en su casa. ¡°Voy a salir de esta¡±, anunci¨® a sus colegas, quienes recuerdan que cada vez que se vaciaban cajas de guantes o medicinas, ped¨ªa que se las guardaran. ¡°Son para mi hijo, porque le estoy haciendo un cochecito de puras cajas¡±, dec¨ªa.

El d¨ªa que muri¨®, Patricia Ramos decidi¨® convocar a todo el personal del hospital para hacer una valla humana. Ese 4 de junio, mientras sal¨ªa la camioneta f¨²nebre, m¨¦dicos y enfermeros lloraron y aplaudieron a su paso. ¡°Creo que se merec¨ªa un homenaje, porque ¨¦l hizo su mejor esfuerzo¡±, dice la enfermera Patricia Ramos. Y confiesa que para ella result¨® ¡°muy aterrador¡± ver en una bolsa a una persona con la que hab¨ªa convivido y trabajado de cerca hasta hac¨ªa apenas unos d¨ªas. ¡°A pesar de presenciar esa escena, todav¨ªa siento que va a regresar¡±.

Agust¨ªn Jim¨¦nez,
jardinero,
63 a?os

[Falleci¨® el 22 de abril en San Vicente Chicoloapan, Estado de M¨¦xico]

Cuidaba los jardines escuchando baladas

Antes de que se despertara el patr¨®n, el jardinero ya estaba all¨ª, con alguna tonada rom¨¢ntica en el celular para enga?ar la jornada de trabajo. Los ?ngeles Negros, por ejemplo, o Las Jilguerillas. Agust¨ªn Jim¨¦nez muri¨® el 22 de abril, en plena primavera.

Si la cosa se pon¨ªa buena, Agust¨ªn echaba unos cantes y unos bailes, lo mismo en una boda que en un cumplea?os. Ni f¨²tbol, ni pol¨ªtica¡­ familia, trabajo y m¨²sica. Alg¨²n tequilita o unas cervezas. Y otro d¨ªa al trabajo, muy de madrugada, en el metro, con cubrebocas, las manos bien lavadas. ¡°Se cuidaba mucho, todo lo que nos dec¨ªan¡±, rememora su amigo, tambi¨¦n jardinero, Rafael Mart¨ªnez.

Pero cuando empezaron los s¨ªntomas no quiso reconocerlos. ¡°Este dolor de espalda es de cargar macetas, dec¨ªa, y lo achacaba todo a sus problemas de ves¨ªcula¡±. La tosedera le llev¨® a su hospital, pero all¨ª no le atendieron porque las se?ales de coronavirus eran inequ¨ªvocas y hab¨ªa otros centros para eso. ¡°Lo llevaron a un m¨¦dico particular, pero le dijo lo mismo, que eso era la covid-19 y que ellos lo ten¨ªan que reportar. No quiso ir a otro hospital, se fue a morir a casa. Siempre dec¨ªa que ¨¦l no ten¨ªa eso, era un hombre muy fuerte. Quiz¨¢ era miedo, hay gente que va a esos hospitales y termina muerto¡±, dice Rafael, que piensa como pensaba su amigo.

¡°El lunes ya me presento al trabajo¡±, le dijo por ¨²ltima vez. Pero nunca se present¨®. Rafael no ha podido ni darle el p¨¦same a la viuda, porque el celular se lo qued¨® un hijo de Agust¨ªn, y el tel¨¦fono fijo lo cortaron ¡°porque no hay dinero¡±. A pesar de la escasez, una regla no escrita de este mundo dice que los que menos tienen m¨¢s reparten: hace unos meses, cuando a Rafael se le muri¨® su madre, Agust¨ªn le ofreci¨® dinero para lo que pudiera necesitar. ¡°Eso fue muy bonito, la verdad¡±. ¡°Y el d¨ªa de mi boda, en un momento a solas me dijo: ¡®Ya te amarraron, eh. Est¨¢ bien, ya te van a cuidar y ya tienes quien te jale de las orejas cuando te portes mal¡±. Rafael tiene trabajo gracias a su amigo reci¨¦n fallecido y ahora los jardines que cuidaba Agust¨ªn los arregla ¨¦l. No puede olvidarlo.

¡°Muri¨® la flor y tu esencia se qued¨®... no brilla m¨¢s el sol desde que t¨² no est¨¢s¡±, cantaban Los Angeles Negros en el celular del jardinero.

Elena Sosa,
jubilada,
91 a?os

[Falleci¨® el 24 de julio en Ciudad de M¨¦xico]

La matriarca que adoraba los canarios

Elena Sosa ten¨ªa un ritual. Se despertaba temprano, tend¨ªa su cama, rezaba y limpiaba meticulosamente la jaula de sus canarios. ¡°Cuando era joven, ten¨ªa much¨ªsimos¡±, cuenta su nieta. Ahora solo conservaba dos. Les cambiaba el agua, el alpiste, colocaba una zanahoria nueva y los sacaba al sol. La ma?ana del martes 21 de julio, el d¨ªa en que el dolor de espalda por la tos seca se volvi¨® insoportable y ella se preparaba para ir al hospital, no pudo hacerlo. Cuando su hijo quiso mover la jaula, los p¨¢jaros estaban muertos.

¡ªQuiz¨¢ les tosi¨®, qui¨¦n sabe...

Elena falleci¨® tres d¨ªas m¨¢s tarde en el hospital por insuficiencia respiratoria. Los m¨¦dicos, cuenta su nieta, trataron de reanimarla durante 20 minutos. Pero la enfermedad que la hab¨ªa mantenido alejada de lo que m¨¢s quer¨ªa en este mundo ¡ªsu familia completa¡ª, pis¨® con fuerza el Hospital N¨²mero 32 del IMSS y se llev¨® por delante a la madre de seis hijos y abuela de 18 nietos: una familia que giraba en torno a esta mujer ¡°fuerte, con mucho car¨¢cter¡±, cuya ¨²ltima misi¨®n en la vida era mantenerlos unidos. Y ellos, especialmente sus yernos, reconocen la herencia de Elena en el genio duro y decidido de su descendencia.

Viv¨ªa con dos de sus hijos y dos nietos de su hija menor en la casa de Tlalpan (al sur de la Ciudad de M¨¦xico) donde se cri¨®. A los m¨¢s j¨®venes sol¨ªa recordarles que, all¨ª donde ahora solo hay una mancha gris de expansi¨®n urbana descontrolada, antes hab¨ªa hermosos huertos de ¨¢rboles frutales. Recordaba, como si las hubiera vivido, historias de la ¨¦poca de la Revoluci¨®n que le hab¨ªa contado su madre, aunque la Revoluci¨®n termin¨® cinco a?os antes de que ella naciera. Trabaj¨® desde muy joven ¡ªsu nieta calcula que desde los 16 a?os¡ª, en f¨¢bricas textiles. Y se jubil¨® a los 60 a?os. A su nieta Mayim, de 34 a?os, le aconsej¨® siempre que no dejara de estudiar. Y ahora ella es abogada.

Una semana antes de que ingresaran a su abuela, Mayim hab¨ªa dado positivo por la covid-19. Y viv¨ªan juntas. Pese a la declaraci¨®n de cuarentena por parte de las autoridades y de que ella trabaja en una oficina p¨²blica de Gobierno, no ten¨ªa permitido faltar. Ella cree que agarr¨® el virus en el trabajo. Y pudo haber contagiado a su abuela y tambi¨¦n a su madre, que ingres¨® en el hospital el d¨ªa en que Elena Sosa falleci¨®, aunque ahora est¨¢ recuperada. ¡°La culpa no la tiene nadie¡±, se repite. ¡°Pero si tan solo la gente entendiera que el trabajo no lo es todo¡±, a?ade con la voz quebrada desde el otro lado del tel¨¦fono.

Mois¨¦s M¨¢rquez,
director editorial,
52 a?os

[Falleci¨® el 7 de mayo en Tijuana, Baja California]

El editor que fue noticia desde que naci¨®

El periodista Mois¨¦s M¨¢rquez fue noticia de primera plana dos veces en su vida: por su nacimiento y por su muerte. El 15 de septiembre de 1967, un diario de su localidad natal, Guaymas, en Sonora, les dedic¨® la portada a ¨¦l y a su madre por el tama?o extraordinario del reci¨¦n nacido: m¨¢s de 5 kilos. M¨¢s de medio siglo despu¨¦s, lleg¨® a la primera p¨¢gina de Infobaja, la revista de la que era director editorial en Tijuana. Un retrato suyo sonriente, como aparece en todas las fotos en las que no est¨¢ trabajando, acompa?a al t¨ªtulo Apasionado por la noticia en el homenaje p¨®stumo que hicieron sus compa?eros el 14 de mayo, una semana despu¨¦s de que falleciera por coronavirus.

¡°M¨¢ster, dame carnita¡±, recuerdan sus colegas que les dec¨ªa cuando estaba buscando material para sus columnas pol¨ªticas. Pero al editor no le gustaba ver el partido desde la grada. ¡°?l andaba siempre en la calle. Era un workaholic (adicto al trabajo). En la noche llegaba y escrib¨ªa, pero en el d¨ªa andaba correteando la noticia¡±, recuerda Luis Fernando V¨¢zquez Bayod, director general de Infobaja, amigo y compa?ero de maratones del periodista. Se hab¨ªan conocido en los a?os 90, cuando M¨¢rquez era un avispado reportero de La Cr¨®nica de Mexicali y V¨¢zquez Bayod representante comercial de una cadena de diarios regionales en Baja California. En 2009, cuando Luis Fernando fund¨® su propio medio, no dud¨® en invitar a Mois¨¦s, que por aquel entonces ya contaba con un premio de la Sociedad Interamericana de la Prensa a la mejor cobertura noticiosa. ¡°Para m¨ª era muy importante que estuviera en mi equipo. Era muy leal, muy ¨¦tico, muy coherente, muy trabajador¡±, afirma.

Aunque hab¨ªa estudiado acuicultura, M¨¢rquez incursion¨® desde joven en el periodismo radial y escrito. Tras aceptar la invitaci¨®n de su amigo, no tard¨® en convertirse en editor de su publicaci¨®n, que s¨®lo abandon¨® por tres a?os para trabajar en comunicaci¨®n pol¨ªtica con el exalcalde de Tijuana. En noviembre de 2019, el periodista regres¨® a Infobaja, donde no dej¨® de trabajar hasta que fue ingresado por coronavirus. De hecho, tuvo una participaci¨®n muy activa en la cobertura de la pandemia: acud¨ªa frecuentemente a las instalaciones del Hospital General de Tijuana y organiz¨® un foro virtual con doctores que se hab¨ªan contagiado de la covid-19, entre ellos el exdirector de ese centro Clemente Z¨²?iga, quien lo acab¨® tratando hasta su muerte.

¡°El virus lo agarr¨® con fuerza, lo intubaron y se complic¨® much¨ªsimo¡±, lamenta V¨¢zquez Bayod. ¡°Pero nos dio la oportunidad de ver cu¨¢nta gente quer¨ªa a Mois¨¦s¡±. Seg¨²n cuenta, la comunidad se moviliz¨® para pagar los gastos de su internaci¨®n y ayudar a su esposa Mirna y su hijo Modesto, que tambi¨¦n se contagiaron y que ahora le sobreviven.

Jos¨¦ Gabriel L¨®pez,
taxista y empleado,
44 a?os

[Falleci¨® el 11 de mayo en Ciudad de M¨¦xico]

¡°Nos dec¨ªan que estaba mejor en casa¡±

El padre y el hermano, taxistas como ¨¦l, fueron a recoger las cenizas que les entregaron en el crematorio. Y ah¨ª se acab¨® una vida de 44 a?os. Casado, dos hijos, felices en la foto, la ni?a ya en la preparatoria con un traje de escolta, el ni?o vestidito de domingo. Y su mujer. En realidad no hubo boda, solo una uni¨®n libre que dur¨® 18 a?os, hasta que el coronavirus anid¨® en la casa de los L¨®pez.

Jos¨¦ Gabriel L¨®pez Mart¨ªnez recog¨ªa cada ma?ana en la misma esquina a una enfermera y la dejaba en el metro Constituci¨®n. De seis a siete y media manejaba el taxi; luego se incorporaba a su puesto en Correos, con una furgoneta. Cuando empezaron las toses lo achac¨® al aire acondicionado de aquel veh¨ªculo . El d¨ªa que fue al m¨¦dico con dolor de cabeza ¡ªen verdad le dol¨ªa todo el cuerpo¡ª, pens¨® que era el maldito aire fr¨ªo. Le dieron una semana de incapacidad, paracetamol y naproxeno. Cuando arreciaba el dolor de garganta le recetaron un jarabe.

¡°Era el principio de esta enfermedad, quiz¨¢ los m¨¦dicos no sab¨ªan¡±, dice su madre, Martha Mart¨ªnez, pero en el acta de defunci¨®n de Jos¨¦ Gabriel se lee ¡°posible coronavirus¡±. Derechohabientes del ISSSTE, pidieron pruebas, pidieron ingresarle, pero nada. ¡°Nos dec¨ªan que estaba mejor en casa¡±. Todo qued¨® en unas llamadas a Locatel por videoconferencias: ¡°Le ped¨ªan que mostrara el pecho, las manos, que si ten¨ªa fiebre¡±. Todo los dem¨¢s estaba cerrado, ¡°no hab¨ªa consultas¡±. Un m¨¦dico particular le prescribi¨® azitromicina. Ya era muy tarde.

El padre arranc¨® su taxi rosa chicle aquel 11 de mayo, cuando a Jos¨¦ Gabriel le quedaban apenas un par de horas de vida. La ambulancia no llegaba. ¡°Ya iba agonizando¡±, dice Martha con entereza. Despu¨¦s la familia se hizo las pruebas, todos a salvo. ¡°?l tambi¨¦n las hab¨ªa pedido, pero le dijeron que no hab¨ªa de eso¡±.

El f¨²tbol era la vida de este hombre criado en Iztapalapa. Era hincha del Am¨¦rica. Y contador, pero nunca ejerci¨®: pas¨® 22 a?os en Correos y 15 a?os en el taxi, con el que completaba una jornada que se alargaba de seis de la ma?ana a ocho de la tarde. ¡°Era muy trabajador, muy buen padre y esposo. Qu¨¦ voy a decir yo, que soy su madre¡±, dice la voz temblorosa de Martha. El futuro queda ahora en manos de sus hijos; la mayor, a un a?o de acabar la preparatoria, quiere estudiar Cl¨ªnica Farmac¨¦utica.

En la casa de Iztapalapa viv¨ªan todos y all¨ª com¨ªan el pozole y la tinga de pollo que le gustaba a Jos¨¦ Gabriel. La madre recita la receta por tel¨¦fono, sin emoci¨®n: ¡°Se pone el ma¨ªz, el chile, se desmenuza la pechuga del pollo¡­¡±.

Alejandro Cedillo,
periodista,
40 a?os

[Falleci¨® el 28 de abril en Ciudad de M¨¦xico]

Te regalo mis fuerzas / ¨²salas cada que no tengas

La conquist¨® escribiendo, a eso se dedicaba. Alejandro Cedillo ¡ªperiodista del diario La cr¨®nica de hoy, fan¨¢tico del Am¨¦rica y de los caballos, nativo de Iztapalapa¡ª enamor¨® a su pareja, Iztel Alfaro, con una nota que le envi¨® en 2014 y varias cartas que le siguieron despu¨¦s. Se las dedicaba a su ¡°Palomina¡± y las firmaba el ¡°Cubanito¡±. El 28 de abril, Cedillo, que ten¨ªa 40 a?os y era diab¨¦tico, falleci¨® por la covid-19 el hospital Gabriel Mancera de la Ciudad de M¨¦xico. En una de las ¨²ltimas cartas, le dice as¨ª a su compa?era: ¡°Eres lo que siempre anhel¨¦. Quise tener una familia como la nuestra, y Chalmita me lo concedi¨®. Vivir¨¦ para ustedes el tiempo que mi dios me lo permita¡±.

Cedillo era devoto del Se?or de Chalma. Tanto que mand¨® a hacer un Cristo de madera al mejor artesano que encontr¨®; tanto que cada a?o peregrinaba dos d¨ªas a caballo hasta el santuario de su dios; tanto que en la redacci¨®n donde escrib¨ªa desde hac¨ªa dos d¨¦cadas sab¨ªan que en agosto ¨¦l se ped¨ªa unos d¨ªas para poder hacerlo. Ni en esos momentos, sin embargo, se desconectaba por completo de su trabajo, al que se tambi¨¦n se entregaba como un creyente, seg¨²n cuentan sus colegas y su pareja. Dej¨® de ir a las oficinas del peri¨®dico solo cuando empez¨® la pandemia.

¡°Siempre llevaba la voz de los colonos a la redacci¨®n: problemas de viviendas, desabasto de agua, invasi¨®n de predios¡±, recuerda el fot¨®grafo Marco Rosales. Cedillo, que coordinaba la secci¨®n Metr¨®poli del diario, conoc¨ªa cada rinc¨®n de la alcald¨ªa en la que creci¨® y que hoy acumula m¨¢s muertes por coronavirus en Ciudad de M¨¦xico. Pod¨ªa narrar las desgracias m¨¢s injustas del barrio o las tradiciones que atraen a turistas de todo el mundo. ¡°Le gustaba escribir a todas horas y por todo¡±, cuenta ?scar Viale, su compa?ero durante 15 a?os. En la redacci¨®n ya sab¨ªan que si Cedillo se frotaba las manos y aplaud¨ªa frente a su computadora era una buena se?al: ten¨ªa listo un buen texto.

¡°Era grande en su medio y aqu¨ª en casa¡±, dice Alfaro. En las fotos que ella env¨ªa por WhatsApp, los ojos se le angostan cuando sonr¨ªe con sus hijos en brazos. Paula, de seis, y Alec, de dos, no pudieron ver a su pap¨¢ cuando fue ingresado en el hospital en abril ni cuando muri¨® cuatro d¨ªas despu¨¦s. La ni?a no entiende por qu¨¦ tuvo que despedirse de ¡°una caja¡±. El ni?o, a quien llamaron Alec por uno de los personajes de El corcel negro, una de las pel¨ªculas favoritas de Cedillo, se duerme ahora arrullado por una canci¨®n que a sus padres les gustaba dedicarse: ¡°Te regalo mis piernas / Recuesta tu cabeza en ellas / Te regalo mis fuerzas / ?salas cada que no tengas¡±.

Pepe Porras,
cirujano,
38 a?os

[Falleci¨® el 21 de abril en Ciudad de M¨¦xico]

¡°Su ¨²nico objetivo era estar ah¨ª para ayudar a la gente¡±

Al doctor Pepe Porras no le asustaba saberse en dos de los llamados grupos vulnerables frente al coronavirus. Pese a su diabetes y a su obesidad, cuando lleg¨® la pandemia, al m¨¦dico nacido en el barrio de Tepito, en la Ciudad de M¨¦xico, lo ¨²nico que le preocupaba era conseguir equipos de protecci¨®n para poder ponerse en la primera l¨ªnea de lucha contra la enfermedad. No se imaginaba en ning¨²n otro lugar que aquel donde estuvo en la ¨²ltima d¨¦cada: al lado de sus pacientes en el Hospital General Zona 30 del IMMS, en Iztacalco.

¡°No se encontraba preocupado con lo que pudiera pasar porque su ¨²nico objetivo era estar ah¨ª para ayudar a la gente. En alg¨²n momento le dijeron que ten¨ªa que retirarse porque representaba un riesgo para ¨¦l, pero no le import¨®. Continu¨® el servicio¡±, cuenta su colega y amiga Annabel Clavellina, una cirujana que comparti¨® largos turnos y guardias con Pepe Porras y su esposa, Herlinda Bar¨®n, internista del hospital.

¡°C¨¢lido, amable, muy paciente y muy atinado en sus diagn¨®sticos¡±, Clavellina asegura que jam¨¢s ning¨²n compa?ero lo vio enojado o alterado y que, por muy saturado que estuviera el servicio m¨¦dico, siempre les dedicaba a enfermos y familiares el tiempo que necesitaran. Al doctor parec¨ªa moverle la capacidad de superaci¨®n que cultiv¨® desde ni?o en una familia con problemas econ¨®micos y tras perder muy joven a su madre y su hermano mayor.

La calma que siempre exhib¨ªa y que hac¨ªa que todos lo quisieran cerca la mantuvo hasta sus ¨²ltimos d¨ªas, cuando ya se hab¨ªa contagiado y ten¨ªa s¨ªntomas de coronavirus. Su optimismo le hac¨ªa pensar que iba a superarlo, pero solo dos d¨ªas despu¨¦s de llegar al Hospital Siglo XXI con insuficiencia respiratoria tuvo que ser intubado. Muri¨® un d¨ªa despu¨¦s, el 21 de abril.

Al doctor Porras le gustaba pasar tiempo con su esposa y sus hijos Braulio y Sara, de 10 y cinco a?os. Le encantaba la tecnolog¨ªa y no era raro verle haciendo fila para el lanzamiento del ¨²ltimo tel¨¦fono celular o los aud¨ªfonos de moda. Pero su mayor pasi¨®n era el f¨²tbol. ¡°Todos los partidos de M¨¦xico, era de ley verlos en casa. Si nos tocaba trabajar, llev¨¢bamos una pantalla chiquita al hospital¡±, recuerda su buen amigo, el doctor Juan Romero. Pepe Porras tampoco se perd¨ªa ning¨²n juego de su club, el Atlante, que el mismo d¨ªa de su muerte rindi¨® homenaje en sus redes sociales al ¡°h¨¦roe azulgrana que brind¨® su servicio para combatir la covid-19¡±.

Mario Parra,
frutero,
38 a?os

[Falleci¨® el 7 de mayo en Ciudad de M¨¦xico]

La bodega S-77 tiene un nuevo encargado

Los muebles y los cojines de la habitaci¨®n de Mario Parra llevan precintados y desinfectados desde principios de mayo. Hac¨ªa 13 a?os que viv¨ªa y trabajaba como encargado en la bodega de frutas S-77 de la Central de Abastos de Iztapalapa, donde ten¨ªa un cuartito que todav¨ªa se conserva con decenas de estampitas y cuadros de la Virgen Mar¨ªa. Cada diciembre, este veracruzano sol¨ªa salir con su mujer y sus tres hijos desde su rancho El Seco, cerca del Pico Orizaba, en la carretera Veracruz-Puebla, a hacer la peregrinaci¨®n a Oaxaca al Santuario de la Virgen de Juquila, su predilecta. En su rancho de Veracruz, donde viv¨ªan su mujer y sus dos hijas, era donde le gustaba pasar los tres meses que tardaba la recolecci¨®n de las frutas que luego vend¨ªa en el mercado.

Su mayor deseo era ver a su hija Jimena, de 18 a?os, terminar la preparatoria este a?o y comenzar la universidad. Ten¨ªa ilusi¨®n de verla siendo maestra. A Mario ¡°junior¡±, su hijo var¨®n, de 16 a?os, le pagaba las clases de boxeo en el gimnasio Ring Central, cercano al mercado, con la condici¨®n de que luego le echara una mano en el trabajo. Parra ten¨ªa 38 a?os y llevaba una vida sana y religiosa, alejada de los vicios. Le gustaba el deporte. Todas las tardes sal¨ªa a correr por el parque Francisco Madero, cerca de la Central de Abastos. Era su momento ¨ªntimo, donde descargaba la tensi¨®n de las ma?anas en el caos del mercado. Le iba a las Chivas de Guadalajara.

A mediados de abril comenz¨® a sentir fiebre y el cuerpo cortado. Tras una visita a varios hospitales particulares de la capital, que le denegaron el acceso por no tener ¡°todos los s¨ªntomas¡±, se fue a casa de su cu?ada, en la calzada Rojo G¨®mez de Iztapalapa. Despu¨¦s de cuatro d¨ªas empeor¨® tanto que necesitaba ox¨ªgeno. ¡°Int¨¦rnenme en el hospital, estoy sin aire¡±, dec¨ªa. Los primeros d¨ªas de mayo ingres¨® en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) con un cuadro claro de coronavirus. El d¨ªa 7 llamaron desde el hospital a sus familiares para avisarles que hab¨ªa muerto. El parte m¨¦dico dec¨ªa: posible covid-19.

En la Central de Abastos la vida sigue igual, excepto por los empleados del Gobierno que llegan con caretas y cubrebocas a sanitizar rincones. Los carretilleros pasan por los pasillos a toda velocidad como antes. Pero si uno se detiene puede ver que en la calle de la bodega de Parra han cambiado muchas cosas. El del puesto de aguacates ha fallecido y dos hermanos de un puesto de frutas estuvieron intubados m¨¢s de un mes. Mario ¡°junior¡±, con su cubrebocas y un peque?o catarro, tambi¨¦n sigue aqu¨ª. Es el nuevo encargado de la bodega S-77.

Lupita Gonz¨¢lez,
enfermera,
53 a?os

[Falleci¨® el 19 de mayo en Ecatepec, Estado de M¨¦xico]

¡°Su sue?o era viajar a Haw¨¢i¡±

El personal m¨¦dico del Hospital n¨²mero 76, en Ecatepec, ayud¨® a Mar¨ªa Guadalupe Gonz¨¢lez ¡ªLupita, como le dec¨ªan en el Hospital General de Chalco, donde trabaj¨® como enfermera por m¨¢s de 20 a?os¡ª, a dar su ¨²ltimo adi¨®s. ¡°La acomodaron de tal forma que se pudiera levantar de la camilla y saludarme. Levant¨® la mano como pudo y me dijo adi¨®s. Y esa fue la ¨²ltima vez que vi a mi hermana. Hasta que la vi en su bolsa. Cuando fui a recogerla¡±, cuenta entre l¨¢grimas su hermano Br¨ªgido Gonz¨¢lez, t¨¦cnico radi¨®logo. ¡°Aqu¨ª estoy, ¨¦chale ganas¡±, fue lo ¨²nico que atin¨® a decirle. ¡°Yo pens¨¦ que s¨ª sal¨ªa¡±, confiesa. Guadalupe no era hipertensa, ni diab¨¦tica, ni ten¨ªa c¨¢ncer.

Ese d¨ªa, un martes, a Br¨ªgido le dieron cita en el hospital a las 2.00 horas de la madrugada para ir por el cuerpo de su hermana. Pero tardaron en d¨¢rselo. Cuando lo tuvo en sus manos, se enter¨® de que no hab¨ªa espacio en los crematorios. Hab¨ªa lista de espera. Mucha gente iba con bolsas que conten¨ªan los cuerpos de sus seres queridos. Le dijeron que no podr¨ªan entregarle sus restos hasta el martes siguiente. As¨ª, sin ceremonias y con un nudo en la garganta, termin¨® la odisea que para la familia Gonz¨¢lez hab¨ªa comenzado con esperas interminables en los hospitales, a la intemperie. En la calle. Primero en la Cl¨ªnica de San Rafael. Y luego en la Cl¨ªnica 71, en Chalco, al oriente del Estado de M¨¦xico, donde pasaron d¨ªas, vientos y lluvias sin que nadie la atendiera, hasta que por fin la trasladaron al Hospital General 76, en Ecatepec, donde finalmente muri¨®.

Br¨ªgido conoci¨® a un paciente que compart¨ªa habitaci¨®n en el hospital con su hermana. ?l vivi¨® para contarlo. ¡°Ella no estaba tan mal como yo, a m¨ª me dol¨ªa el pecho, a ella no tanto, solamente cuando tos¨ªa. Se puso a platicar con los camilleros y los enfermeros, me platic¨® que ten¨ªa un hijo, que lo quer¨ªa mucho, que estaba muy alto, muy grande. Que quer¨ªa ir a Haw¨¢i¡±, le cont¨® el sobreviviente.

Guadalupe pertenec¨ªa a una familia muy humilde. Pero siempre tuvo sue?os de salir adelante, de estudiar, de trabajar. Comenz¨® como secretaria en el Hospital General de Chalco, pero quer¨ªa ser enfermera. ¡°Ella siempre fue muy inteligente¡±, dice Silvia, una de sus amigas. Pronto pudo entrar a estudiar a la Escuela Nacional de Enfermer¨ªa y Obstetricia en la UNAM. Hace unos meses hab¨ªa terminado de especializarse como enfermera instrumentista. Le hab¨ªan dado un ascenso. Siempre fue alegre, le encantaba el baile y era muy sociable. ¡°Dios no quiso que estuviera ya entre nosotros. Es una cosa muy dif¨ªcil, no la asimilo. Cuando me acuerdo de ella, ya estoy viejo y todo, pero todav¨ªa lloro, todav¨ªa me duele mucho. No pens¨¦ que mi hermana se fuera¡±.


La crisis del coronavirus en distintos hospitales de M¨¦xico.Foto: EPV

Cr¨¦ditos:

Coordinaci¨®n y Edici¨®n: Eliezer Budasoff | Luis Pablo Beauregard
Video: Jon¨¢s Cort¨¦s
Dise?o y Maquetaci¨®n: Alfredo Garc¨ªa


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