El ¨²ltimo caf¨¦ en el bar La Isla de Madrid
Los due?os de negocios de la capital que solo tienen barra se ven abocados al cierre con las nuevas normas del Ministerio de Sanidad
En el peque?o bar La Isla, en el barrio madrile?o de Ibiza, Javier Pino (60 a?os), espera con angustia el segundo confinamiento de la ciudad. Seg¨²n las nuevas normas fijadas por el Ministerio de Sanidad para tratar de contener la pandemia en la capital, lo...
En el peque?o bar La Isla, en el barrio madrile?o de Ibiza, Javier Pino (60 a?os), espera con angustia el segundo confinamiento de la ciudad. Seg¨²n las nuevas normas fijadas por el Ministerio de Sanidad para tratar de contener la pandemia en la capital, los establecimientos de hosteler¨ªa deber¨¢n reducir su aforo al 50% en el interior del local y dejar de servir en barra. Para los locales peque?os como el de Pino, en el que no hay ninguna mesa, no deja otro remedio que echar el cierre. ¡°Entiendo que la salud es importante, pero tambi¨¦n lo es la econom¨ªa¡±, se lamentaba el viernes.
No lejos de all¨ª, en el mes¨®n El Esp¨ªn, uno de los clientes habituales, David (30 a?os), critica que le dejen sin bar. Opina que suspender el servicio en barra no solo es poco efectivo, sino que tambi¨¦n castiga a los m¨¢s vulnerables. Seg¨²n ¨¦l, en los peque?os negocios, cuya facturaci¨®n depende del servicio en barra, se puede garantizar la ventilaci¨®n constante y la distancia de metro y medio. ''Es m¨¢s peligroso viajar en el transporte p¨²blico'', asevera. En junio, el 22% de los profesionales de este sector estaban en un ERTE (28.000 personas), y la cifra, vista la situaci¨®n, no va a reducirse.
En La bodega de Ardosa, en el barrio de Malasa?a, de los 12 empleados que hab¨ªa ahora solo quedan 6. ''En un d¨ªa normal podr¨ªa haber alrededor de 500 personas'', comenta Juan Cambeiro (49 a?os), que lleva dos a?os trabajando en el local. Sin embargo, las nuevas restricciones pueden ser la puntilla al negocio. ''La facturaci¨®n ha bajado much¨ªsimo. Imag¨ªnate que de las 100 tortillas que hac¨ªamos antes, ahora no pasan de ser m¨¢s de 30¡ä', dice con una tristeza oculta tras su mascarilla.
Las caras de funeral no son muy distintas en Casa Camacho, cuya facturaci¨®n actual es el 20% de la de hace un a?o. El due?o de este m¨ªtico lugar de la ciudad, Miguel ?ngel Gonz¨¢lez P¨¦rez (50 a?os), tiene m¨¢s suerte que otros porque, aparte de la barra, dentro del local hay algunas mesas donde los comensales disfrutan de su verm¨². Aun as¨ª, este peque?o espacio permite albergar a un m¨¢ximo de 16 personas. Y no cuenta con terraza. Para Alberto (51 a?os), este es probablemente el ¨²ltimo verm¨² antes de que la barra ya no est¨¦ disponible a partir del fin de semana. Seg¨²n ¨¦l, gracias a la solidaridad de la gente y la fama del sitio, Casa Camacho saldr¨¢ adelante pese a las restricciones. Mientras tanto, los ¨²ltimos clientes abandonan el local y se dirigen a la puerta, donde un aviso recuerda de la obligatoriedad de llevar mascarilla. Despu¨¦s, el bar se queda en un silencio casi absoluto.
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