¡°Con esta ley mi ¡®ama¡¯ se habr¨ªa evitado dos a?os de sufrimiento¡±
La regulaci¨®n del final de la vida llega tarde para algunos, pero da tranquilidad a quienes planean su muerte
Que Espa?a cuente con una ley de eutanasia da ¡°mucha tranquilidad¡± a Sof¨ªa Malag¨®n, una enfermera colombiana de 59 a?os afincada en Barcelona. Hace seis a?os le diagnosticaron p¨¢rkinson. ¡°Despu¨¦s de 25 a?os en la UCI del hospital Cl¨ªnic, sab¨ªa lo que se me ven¨ªa encima. He visto muchas veces salvar vidas de pacientes con la mejor intenci¨®n sin contar con su voluntad¡±, afirma. Y ella quiere tener el control. Por eso est¨¢ contenta de que exista una nueva ley. ¡°Mi tipo de p¨¢rkinson es minoritario,...
Que Espa?a cuente con una ley de eutanasia da ¡°mucha tranquilidad¡± a Sof¨ªa Malag¨®n, una enfermera colombiana de 59 a?os afincada en Barcelona. Hace seis a?os le diagnosticaron p¨¢rkinson. ¡°Despu¨¦s de 25 a?os en la UCI del hospital Cl¨ªnic, sab¨ªa lo que se me ven¨ªa encima. He visto muchas veces salvar vidas de pacientes con la mejor intenci¨®n sin contar con su voluntad¡±, afirma. Y ella quiere tener el control. Por eso est¨¢ contenta de que exista una nueva ley. ¡°Mi tipo de p¨¢rkinson es minoritario, pero puede acabar en demencia, aparte de otros muchos problemas, y yo tengo clar¨ªsimo que no tiene sentido vivir m¨¢s all¨¢ de lo que yo considero una vida digna¡±.
Tambi¨¦n Jes¨²s Blasco, un jubilado de 88 a?os con un c¨¢ncer de garganta operado hace tres, pone el ¨¦nfasis en que ¡°cada uno tiene que decidir qu¨¦ le parece insoportable¡±. ¡°He pensado varias veces en suicidarme, pero he salido adelante a pesar de los m¨¦dicos. La ¨²ltima vez fue cuando me dijeron que despu¨¦s de la cirug¨ªa no pod¨ªa comer ni beber. Estuve cinco meses entubado so?ando con un vaso de agua. Ahora como y bebo porque yo me he empe?ado. Pero si la situaci¨®n de no poder disfrutar de una comida fuera permanente, me plantear¨ªa el suicidio otra vez¡±, dice convencido.
¡°En mi caso no val¨ªan los paliativos. Pod¨ªan mantenerme con la sonda, pero eso no era vida para m¨ª¡±, insiste. ¡°Conoc¨ª a un hombre con un c¨¢ncer de cuello que yo, cuando le vi, pens¨¦: ¡®Si yo estuviera as¨ª, preferir¨ªa no estar¡¯. Pero a lo mejor ¨¦l sigue vivo y est¨¢ tan contento. Y es lo que yo digo, que cada uno haga lo que quiera, pero que no se metan en lo que quiero hacer yo con mi vida. Yo defiendo el suicidio asistido y que la ley sea igual para todos, no como ahora que los que tienen dinero van a una cl¨ªnica privada o a Suiza¡±, a?ade el hombre.
Tanto Malag¨®n como Blasco acudieron a la asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente (DMD) para discutir su situaci¨®n. ¡°Yo ya sab¨ªa, porque tengo formaci¨®n en bio¨¦tica, que con la legislaci¨®n actual poco pod¨ªan ofrecer ¡ªdesde luego ni eutanasia ni ayuda al suicidio¡ª, y ah¨ª me insistieron en lo importante que era que la gente hiciera testamento vital como el que yo ten¨ªa¡±, dice la enfermera.
Ninguno de los dos espera a la muerte a la vuelta de la esquina, y pueden decidir lo que quieren con la ley aprobada este jueves, aunque les queda la duda de qu¨¦ pasar¨¢ si su m¨¦dico no est¨¢ de acuerdo.
Pero para otros muchos, la ley ha llegado tarde. Asun G¨®mez Bueno recuerda ¡°con espanto¡± los ¨²ltimos meses de Luis de Marcos. ¡°Mejor, di los ¨²ltimos a?os. De los 40 a los 50 los pas¨® paral¨ªtico y con dolor¡± por culpa de la variante de esclerosis m¨²ltiple que padec¨ªa. El final fue ¡°una pesadilla¡±. ¡°Primero fuimos a un centro de terminales en Madrid, pero lo ¨²nico que hicieron fue darle unos cuidados paliativos que no le hac¨ªan nada. Cuando pedimos una sedaci¨®n terminal, que le durmieran hasta que muriera, nos lo negaron. Por lo visto no estaba sufriendo lo suficiente¡±, cuenta G¨®mez Bueno. De ah¨ª fueron a un hospital de Madrid. ¡°Le sedaron, pero Luis se despert¨® varias veces. Imagina lo que es despedirse de alguien y que unos d¨ªas despu¨¦s te diga que sigue ah¨ª, que le duele hasta el roce de la s¨¢bana¡±, a?ade. Por eso, la aprobaci¨®n de la ley ¡°da sentido a la lucha de Luis; pelear por ella le daba vidilla¡±, afirma. Solo tiene una pega. ¡°La idea era ir a celebrarlo al Congreso, estar en la tribuna de invitados, pero con la covid no vamos a poder¡±.
Tampoco pudo acudir al Congreso David Lorente, uno de los hijos de Maribel Tellaetxe, la mujer que hizo prometer a sus hijos que la ayudar¨ªan a morir cuando el alzh¨¦imer que ten¨ªa le impidiera acordarse de sus nombres. Los Lorente no pudieron cumplir esa promesa. Por eso ahora David se siente ¡°muy ilusionado¡±. ¡°Tengo una sensaci¨®n de alivio y descanso. Ten¨ªamos claro que se iba a conseguir, pero no cu¨¢ndo iba a llegar¡±, afirma. Del tiempo que estuvieron dando la cara (Tellaetxe muri¨® en marzo de 2019, dos a?os despu¨¦s de que la familia hiciera p¨²blico el caso), Lorente destaca que le sorprendi¨® el apoyo social que hab¨ªa a la eutanasia. ¡°Y en todos los grupos sociales, desde la derecha a la izquierda, de ateos a creyentes¡±. Y lo contrapone con los ¨²ltimos a?os de su ama. ¡°Si la ley hubiera estado, mi ama se habr¨ªa evitado por lo menos dos a?os de sufrir¡±, dice.
Son solo dos casos de entre muchos, unos conocidos y la mayor¨ªa privados. Como el de Jos¨¦ Antonio Arrabal, que ten¨ªa una esclerosis lateral amiotr¨®fica y se quit¨® la vida sin comunicarlo a la familia para que no les pudieran acusar de c¨®mplices. Que es lo que le sucede a ?ngel Hern¨¢ndez, procesado por haber ayudado a suicidarse a su mujer, Mar¨ªa Jos¨¦ Carrasco, inmovilizada desde hac¨ªa a?os por una esclerosis m¨²ltiple.
Desde la tranquilidad que da la juventud, Jaume Ramon, un mallorqu¨ªn de 23 a?os que estudia Medicina en Madrid, valora la ley como una herramienta que le permitir¨¢ en un futuro sentirse m¨¢s tranquilo. Ramon se acerc¨® a DMD con 18 a?os despu¨¦s del suicidio de una persona muy cercana. ¡°Me hizo pensar mucho en la muerte. Con una ley como esta a lo mejor esa persona habr¨ªa recibido ayuda y no se hubiera quitado la vida¡±, reflexiona.
Esa calma es compartida por Malag¨®n. ¡°?Qui¨¦n sabe?, espero no necesitarla. Pero afronto de otra manera el futuro¡±, afirma.
El m¨¦dico Fernando Mar¨ªn es la cara de Derecho a Morir Dignamente en Madrid, la asociaci¨®n especializada en ayudar a cumplir las ¨²ltimas voluntades de sus afiliados. Lleg¨® a estar en la c¨¢rcel por facilitar un medicamento para suicidarse. Ahora siente que puede ¡°quitarse la espada de Damocles de la nuca¡±, la que sent¨ªa cada vez que ayudaban a un enfermo ¡°a conseguir una sedaci¨®n terminal al final de sus d¨ªas, ya que pod¨ªa haber un juez que lo considerara una eutanasia encubierta¡±.
"He venido por mi madre y mi hermana"
Mari ?ngeles fue una de las personas que vivi¨® ayer por la tarde un tsunami de emociones a la puerta del Congreso. Con una pancarta con el lema "Poder elegir morir sin sufrir", aguant¨® entre l¨¢grimas la concentraci¨®n que se convoc¨® en la escalinata de los leones como apoyo a la ley de eutanasia que se estaba discutiendo en esos momentos en el hemiciclo.
La mujer se hizo miembro de Derecho a Morir Dignamente (DMD), la asociaci¨®n que ha encarnado la lucha por la muerte digna en Espa?a, poco despu¨¦s de 1996, cuando muri¨® su hermana. ¡°Era muy joven. Ten¨ªa 42 a?os, y un tumor cerebral inoperable. Estuvieron un a?o alarg¨¢ndole la vida para nada¡±, se lamenta. ¡°He venido por ella y por mi madre¡±, cuenta todav¨ªa emocionada un par de horas despu¨¦s de la manifestaci¨®n.
Despu¨¦s de fallecer su hermana, Mari ?ngeles hizo tres cosas: ¡°La primera, apostatar, que me llev¨® a?o y medio; la segunda, un testamento vital; la tercera, hacerme socia de DMD¡±.
M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, en 2013, su madre tuvo una reca¨ªda de un c¨¢ncer. ¡°No me cre¨ªa que no se hubiera avanzado nada en ese tiempo¡±, dice. En la asociaci¨®n le aconsejaron que pidiera un traslado a su domicilio para poder atenderla ah¨ª. La idea era aplicarle una sedaci¨®n terminal cuando se viera que el sufrimiento de su madre era insoportable y no respond¨ªa a la medicaci¨®n. ¡°Pero la hab¨ªan enviado a un hospital militar en el que las enfermeras eran monjas, y no la soltaban. Cuando no faltaba la firma del director era el m¨¦dico el que no aparec¨ªa¡±, cuenta. ¡°Una monja lleg¨® a decirme que si Dios le hab¨ªa enviado ese sufrimiento era porque lo pod¨ªa aguantar¡±, dice, y se indigna al relatarlo.
Conf¨ªa en que la futura ley de eutanasia evite que otros pasen por lo mismo que ella y su familia. ¡°Yo voy a todas partes con mi carn¨¦ de DMD y mi testamento vital. Mis hijos ya saben lo que quiero¡±.