El papa Francisco, en la encrucijada de las guerras ideol¨®gicas del catolicismo
El Papa sufre las tensiones a derecha e izquierda de las dos iglesias m¨¢s ricas, las de Estados Unidos y Alemania, mientras el Vaticano intenta influir en el debate parlamentario italiano sobre la transfobia
Las guerras culturales y los conflictos ideol¨®gicos abren grietas incluso en la ¨²nica instituci¨®n que ha fundamentado en la unidad una supervivencia de 2.000 a?os. Las dos iglesias m¨¢s ricas del mundo, la de EE UU y la de Alemania, est¨¢n tensando la cuerda ideol¨®gica del catolicismo en direcciones diametralmente opuestas. La primera se opone a permitir la comuni¨®n a pol¨ªticos que sostengan el derecho al aborto, ...
Las guerras culturales y los conflictos ideol¨®gicos abren grietas incluso en la ¨²nica instituci¨®n que ha fundamentado en la unidad una supervivencia de 2.000 a?os. Las dos iglesias m¨¢s ricas del mundo, la de EE UU y la de Alemania, est¨¢n tensando la cuerda ideol¨®gica del catolicismo en direcciones diametralmente opuestas. La primera se opone a permitir la comuni¨®n a pol¨ªticos que sostengan el derecho al aborto, como el propio presidente del pa¨ªs, Joe Biden. La otra, debate la posibilidad de ordenar a mujeres, bendice a parejas homosexuales y entona un sonoro mea culpa por los abusos que deja en fuera de juego a toda la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica. En medio, se encuentra el papa Francisco, que asiste al en¨¦simo conflicto cultural y pol¨ªtico a cuenta de los derechos civiles la misma semana que el Vaticano, en un ins¨®lito movimiento, se ha entrometido en la tramitaci¨®n de una ley contra la homofobia y la transfobia en Italia.
Las tendencias de la iglesia estadounidense y alemana apuntan desde el comienzo del Pontificado de Francisco en direcciones opuestas. Pero los ¨²ltimos a?os han acentuado las discrepancias y el propio Pont¨ªfice, en el avi¨®n de regreso a Roma tras visitar Mozambique, Madagascar y Mauricio en septiembre de 2019, asegur¨® que no tem¨ªa un cisma. Este mes la situaci¨®n ha vuelto a mostrar las costuras de la unidad. La confirmaci¨®n del primer problema real lleg¨® desde M¨²nich hace dos semanas, cuando el arzobispo Reinhard Marx present¨® su dimisi¨®n. El purpurado, de 67 a?os, es un peso pesado de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica. No solo en Alemania, donde es uno de los obispos m¨¢s influyentes ¡ªpresidi¨® la Conferencia Episcopal (DBK son sus siglas en alem¨¢n) hasta el a?o pasado, sino tambi¨¦n en Roma, donde asesora al Papa como miembro de la comisi¨®n cardenalicia. Hoy representa el ala m¨¢s progresista de la Iglesia y ha dado a entender que las reformas de Francisco le parec¨ªan insuficientes y lentas.
La Iglesia alemana, convencida de que se agota el tiempo para cambiar las cosas tras d¨¦cadas de abusos sexuales sistem¨¢ticos, comenz¨® por su cuenta hace m¨¢s de un a?o el llamado camino sinodal, por el que se discuti¨® sobre la pertinencia de ordenar a mujeres, sobre el celibato y sobre la homosexualidad. El Vaticano intent¨® frenar sin ¨¦xito la iniciativa de una Iglesia cuyo nivel teol¨®gico est¨¢ fuera de dudas y que contribuye a la menguante caja com¨²n como ninguna en Europa. La ola es demasiado fuerte. Un a?o antes ya atraves¨® problemas similares cuando un grupo de obispos, apoyados por Marx ¨Dentonces presidente de la Conferencia Episcopal¨D abri¨® la v¨ªa de la intercomuni¨®n planteando que las parejas protestantes de los cat¨®licos que les acompa?asen a misa tuvieran acceso a la eucarist¨ªa. ¡°No toda la Iglesia alemana puede situarse en ese entorno progresista, obviamente. El problema es que gran parte del sector conservador tampoco entiende muchas decisiones tomadas¡±, se?ala un alto cargo vaticano.
La dimisi¨®n del arzobisopo, ins¨®litamente rechazada en una carta p¨²blica por Francisco, debe situarse en este contexto de apertura e impaciencia. El historiador de la Iglesia Alberto Melloni considera que ¡°la posici¨®n del Vaticano hacia el proceso del camino sinodal que se abri¨® en Alemania fue casi una provocaci¨®n¡±. ¡°Se hicieron peticiones, puntualizaciones¡ Tambi¨¦n una carta del Papa en la que no dejaba tocar ciertos argumentos. Pero quien conozca a la iglesia alemana, tan rica en saber teol¨®gico, no pod¨ªa tener dudas de que aquello iba a producir el efecto contrario. La dimisi¨®n de Marx fue un acto grav¨ªsimo porque pon¨ªa en evidencia la falta de aceptaci¨®n del problema del resto de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. El Papa logr¨® salir del apuro con una bonita carta p¨²blica, pero la cosa no est¨¢ cerrada¡±.
La herida al otro lado del Atl¨¢ntico
La herida tambi¨¦n supura al otro lado del Atl¨¢ntico, donde el efecto de la guerra cultural y pol¨ªtica del sector ultraconservador provoca tensiones hacia el otro hemisferio ideol¨®gico. La Iglesia de EE UU, donde una gran parte de su jerarqu¨ªa se ha constituido en una de las principales trincheras contra el pontificado de Francisco, anunci¨® hace una semana su decisi¨®n de redactar una declaraci¨®n sobre el sacramento de la comuni¨®n que podr¨ªa implicar denegarle la eucarist¨ªa a Joe Biden, el segundo presidente cat¨®lico que ha tenido el pa¨ªs (el anterior fue John F. Kennedy), as¨ª como a otros pol¨ªticos de esta confesi¨®n, por apoyar el derecho al aborto. La votaci¨®n fue aprobada por 168 votos a favor frente a 55 en contra. Quiz¨¢ el dibujo num¨¦rico m¨¢s n¨ªtido sobre c¨®mo est¨¢n los bandos en esta guerra.
La Iglesia de EE UU, lastrada tambi¨¦n por los esc¨¢ndalos de abusos, ha decidido emprender el camino opuesto para recuperar la credibilidad (una encuesta publicada en marzo por el instituto Gallup mostraba una ca¨ªda del 20% de fieles en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas). Biden nunca se ha opuesto al matrimonio entre homosexuales, al derecho al aborto o al nombramiento de transexuales como altos cargos de su Administraci¨®n, como la doctora Rachel Levine, subsecretaria de Salud. Pero en el sector m¨¢s progresista causa estupor la votaci¨®n. James Martin, sacerdote jesuita y autor de la revista America, cree que es ¡°sorprendente¡±. ¡°M¨¢s cuando no se opusieron a que el fiscal general William Barr recibiese la comuni¨®n despu¨¦s de firmar varias ejecuciones federales, algo que tambi¨¦n est¨¢ en contra de las ense?anzas de la Iglesia como el aborto. Est¨¢n a favor de la vida en un aspecto pero no en el otro. Cuando se trata de denegar la comuni¨®n a alguien estoy con el Papa: la eucarist¨ªa no es un premio para quien es perfecto, sino una medicina y un alimento poderosos para los d¨¦biles¡±.
El poder en manos de los obispos
Los ocho a?os de pontificado de Francisco han tenido poca incidencia en la Iglesia estadounidense. Solo en di¨®cesis como Chicago, Newark, San Diego o Washington ha habido cambios sustanciales. ¡°La iglesia americana es ultraclerical. El poder est¨¢ en las manos de los obispos, que cada vez est¨¢n m¨¢s alejados del pueblo. Es una iglesia muy vertical y por eso no se habla de sinodalidad¡±, apunta Massimo Faggioli, profesor de Teolog¨ªa y autor del libro Joe Biden y el catolicismo en Estados Unidos (2020). ¡°Para ellos no hay distinci¨®n entre guerra cultural o pol¨ªtica. La lectura que dan los obispos en EE UU es que el pa¨ªs y la Iglesia atraviesan una crisis de sacramentos y devoci¨®n, y esto tiene que ver con din¨¢micas culturales de largo plazo. Pero tambi¨¦n con una lucha pol¨ªtica progresista que ellos creen que deben combatir en el plano sacramental. La guerra cultural no existe, ha sido siempre pol¨ªtica. Quieren leyes, jueces, ministros y presidentes de un cierto tipo. Pero ahora se encuentran con un presidente cat¨®lico que no encarna esa idea de guerra cultural que s¨ª pod¨ªa encajar con Trump o Bush. Da la sensaci¨®n de que quieren una Iglesia m¨¢s pura y m¨¢s peque?a¡±.
La brecha abierta en EE UU, adem¨¢s, complicar¨¢ algunos importantes movimientos geopol¨ªticos del Vaticano, como la apertura diplom¨¢tica y religiosa hacia China. Pero, sobre todo, muestra el clima de desuni¨®n generado en los ¨²ltimos a?os entre algunos de los polos m¨¢s importantes de la Iglesia. ?Ruptura? El ¨²ltimo cisma, t¨¦cnicamente, fue el de los lefebvrianos, que se consum¨® durante el pontificado de Pablo VI. Y desde Juan Pablo II todos los papas han intentado sanar la herida para que no se repitiesen casos como el de los Viejos Cat¨®licos en 1871 ni, por supuesto, la reforma luterana. Francisco hace equilibrios hoy para no romper nada tirando demasiado de ninguno de los extremos. Sabe que el principio de unidad sobre el que se asienta la Iglesia se basa en el ejercicio del primado papal. Y eso nadie lo discute hoy en voz alta. Pero hac¨ªa mucho tiempo que ning¨²n vendaval ideol¨®gico lo hab¨ªa socavado tanto.
El movimiento menos diplom¨¢tico de la Santa Sede
Las guerras culturales que afectan al Vaticano no solo tienen lugar a miles de kil¨®metros de Roma. Basta cruzar el T¨ªber para encontrar el ¨²ltimo ejemplo de c¨®mo la visi¨®n sobre algunos asuntos sociales y de derechos civiles generan tensiones intramuros. Esta vez ha sido a cuenta del proyecto de ley que tramitan las c¨¢maras contra la homofobia y la transfobia.
Il Corriere della Sera public¨® esta semana el contenido de una carta en la que el Vaticano expresaba su preocupaci¨®n. Una comunicaci¨®n que invocaba a los acuerdos firmados entre la Santa Sede y Mussolini en 1929 -y luego revisados por Bettino Craxi en 1984- para normalizar las relaciones entre ambos estados despu¨¦s de largos desencuentros tras la unificaci¨®n de Italia. Seg¨²n la diplomacia vaticana, Italia estar¨ªa violando ese tratado con la aprobaci¨®n de la nueva norma que limita la libertad de expresi¨®n al prever que las escuelas cat¨®licas privadas estar¨ªan obligadas a organizar actividades durante la futura Jornada Nacional contra la Homofobia. La Santa Sede considera, adem¨¢s, que el proyecto de ley italiano ataca la libertad de pensamiento de los cat¨®licos y ha manifestado su temor por las posibles consecuencias judiciales. ¡°Pedimos que se tengan en cuenta nuestras preocupaciones¡±
El movimiento, contestado por el propio primer ministro italiano, Mario Draghi, que invoc¨® la laicidad del estado y la soberan¨ªa del Parlamento para debatir libremente la ley que le parezca oportuna, ha provocado un nuevo conflicto. El Secretrario de Estado, Pietro Parolin, ha debido matizar el contenido de la carta y asegurar que no se quiere frenar la ley, sino tan solo expresar preocupaci¨®n por algunos aspectos. Algo que la Iglesia siempre ha hecho a trav¨¦s de su diplomacia, informalmente y sin dejar ninguna nota por escrito que muestre la artiller¨ªa pesada. Invocar el concordato y pasar por encima de la Conferencia Episcopal local, encargada normalmente de librar esas batallas dom¨¦sticas, casa poco con la hist¨®rica sutileza de la Santa Sede para evitar torpes injerencias en un estado extranjero.