La mascarilla y la fe
Desde hace ya bastante tiempo, para volver a 2019 solo hace falta entrar en un bar. Ah¨ª dentro es lo mismo de siempre
Uno de los dependientes de la charcuter¨ªa del supermercado de la esquina dice que no piensa quit¨¢rsela, aunque est¨¦ permitido. Que no le importa trabajar con mascarilla porque es m¨¢s seguro. Su compa?era anuncia, algo decepcionada: ¡°Que no, que aqu¨ª la empresa nos obliga a llevarla todav¨ªa¡±. ¡°Bueno, pues eso, mejor as¨ª¡±. Y entonces ella se anima: ¡°Pues s¨ª, mejor, as¨ª los jefes no se enteran de las burradas que digo¡±.
En el colegio de mi hija, ya no tomar¨¢n la temperatura al entrar. Tampoco habr¨¢ que guardar cuarentena tras los contagios y los ni?os y las ni?as de diferentes cursos podr¨¢...
Uno de los dependientes de la charcuter¨ªa del supermercado de la esquina dice que no piensa quit¨¢rsela, aunque est¨¦ permitido. Que no le importa trabajar con mascarilla porque es m¨¢s seguro. Su compa?era anuncia, algo decepcionada: ¡°Que no, que aqu¨ª la empresa nos obliga a llevarla todav¨ªa¡±. ¡°Bueno, pues eso, mejor as¨ª¡±. Y entonces ella se anima: ¡°Pues s¨ª, mejor, as¨ª los jefes no se enteran de las burradas que digo¡±.
En el colegio de mi hija, ya no tomar¨¢n la temperatura al entrar. Tampoco habr¨¢ que guardar cuarentena tras los contagios y los ni?os y las ni?as de diferentes cursos podr¨¢n mezclarse en el recreo. Continuar¨¢n, quiz¨¢, entrando de forma escalonada, como en una coreograf¨ªa militar. ?Alguien puede imaginarse todas esas hileras de pupitres, con las caras sonrientes, al descubierto, manchadas de tiza?
A lo largo de estos dos a?os, le he dicho a mi hija muchas veces que se quite la mascarilla. Qu¨ªtate la mascarilla, hija, que estamos en la calle. Qu¨ªtatela, que no hay nadie, y as¨ª respiras. Qu¨ªtate la mascarilla, que aqu¨ª no pasa nada. Qu¨ªtate la mascarilla, hija, que ya estamos en casa. Nunca he tenido que reprenderla por no llevarla. Una ma?ana salimos de casa, nos montamos en el autob¨²s y no fue hasta la mitad del trayecto hacia la escuela que nos dimos cuenta de que se le hab¨ªa olvidado pon¨¦rsela. Se tap¨® la cara con las manos y se subi¨® el jersey hasta la nariz; recuerdo sus ojos desorbitados, entre el p¨¢nico y la risa nerviosa, como si hubiera salido a la calle desnuda. No pas¨® nada. Llev¨¢bamos una de repuesto en la mochila.
Fue el uso de la mascarilla y ninguna otra cosa, ni el gel, ni la toma de temperatura, ni las entradas escalonadas como en una coreograf¨ªa militar, ni las vacunas que a¨²n no exist¨ªan, lo que les permiti¨® a mi hija y a otros miles de ni?os y ni?as volver a las clases en aquel septiembre de 2020. Y volver al colegio, tras los aciagos meses de encierro, era algo que mi hija deseaba y necesitaba de forma urgente. Estar con sus amigas y sus amigos, tocarlos, mirarles a los ojos, hablar y re¨ªr. Regresar a la vida.
El miedo es una fe de las que mueven monta?as
Jam¨¢s se ha quejado por tener que llevarla. Ha sido obediente, ha confiado. Siete horas diarias de clase con mascarilla. Una hora y media de correr por el parque, de subir a los ¨¢rboles, de jugar al f¨²tbol, con mascarilla. Clases de teatro, de ingl¨¦s, de acrobacias, con mascarilla. Ayer me dijo, mientras se lavaba las manos al volver a casa: ¡°Yo no me la quitar¨¦ a¨²n en el colegio, aunque me dejen. Solo cerca de mis mejores amigos, y en una esquina. El virus sigue existiendo¡±. Yo le explico que ya no es lo mismo, que casi toda la poblaci¨®n est¨¢ vacunada, que el virus no hace tanto da?o. Pero no la arranco de su convicci¨®n. El miedo es una fe de las que mueven monta?as. La miro enjuagarse el jab¨®n bajo el grifo y pienso en los abuelos y las abuelas que me encuentro en los parques, por la ma?ana, sentados en un banco bajo un platanero, solos, sin nadie alrededor, con su mascarilla quir¨²rgica tap¨¢ndoles la cara, todav¨ªa, por si acaso.
Al principio, pens¨¦ que jam¨¢s nos acostumbrar¨ªamos. Las calles desiertas y los cubrebocas son s¨ªntomas inequ¨ªvocos de distop¨ªa. M¨¢s tarde, cre¨ª que nunca saldr¨ªamos de esta. Y hoy, mira por d¨®nde, es un d¨ªa importante. Aunque desde hace ya bastante tiempo, para volver a 2019 solo hace falta entrar en un bar. Ah¨ª dentro es lo mismo de siempre. Labios, risas, dientes, tragos, lenguas y silbidos. Como en 2019, pero sin inocencia.
Lara Moreno es escritora. En 2020 public¨® el ensayo Deshabitar (Destino).