Esperanza vive escondi¨¦ndose del hombre que fue su pareja durante m¨¢s de 20 a?os. Aterrorizada. Impotente. Decepcionada.
Teme que les haga algo a sus dos hijos menores y quiere que quede constancia de la indefensi¨®n que ha sentido en su periplo judicial.
Contacta con EL PA?S desde su refugio secreto. Entrega el historial de su lucha por sobrevivir a la violencia machista, un completo dosier de atestados policiales, informes sociales y forenses, declaraciones judiciales, autos y sentencias.
de una mujermaltratada desdesu escondite
"?l va a ir a por m¨ª y a por mis hijos, pero no hay justicia que nos defienda"
SOS de una mujer maltratada desde su escondite: ¡°?l va a ir a por m¨ª y a por mis hijos, pero no hay justicia que nos defienda¡±
Esperanza vive aterrorizada porque los tribunales llevan dos a?os neg¨¢ndole una orden de alejamiento, aunque los servicios sociales s¨ª ven claro el peligro y relatan su impotencia
Vive escondi¨¦ndose del hombre violento que fue su pareja durante m¨¢s de 20 a?os y del que logr¨® huir una ma?ana del confinamiento. Sali¨® a la calle descalza y con sus dos cr¨ªos, decidida a no mirar atr¨¢s. Logr¨® a duras penas superar la angustia y el v¨¦rtigo y emprendi¨® una lucha en los tribunales contra dos d¨¦cadas de vejaciones y amenazas de muerte. Hoy sigue aterrorizada. Impotente. Decepcionada. Contacta con EL PA?S desde su refugio secreto, ubicado en uno de los 313 municipios de Galicia. Teme que en cualquier momento su exmarido, que pas¨® a?os en prisi¨®n por tentativa de asesinato contra otra persona, d¨¦ con ella y la mate. O que les haga algo a sus dos hijos menores. Por eso, quiere un notario de su historia. Para que quede constancia p¨²blica de la indefensi¨®n que ha sentido en su periplo judicial por culpa de un sistema que, denuncia, incurre en contradicciones. ¡°Va a venir a por los tres, pero no hay justicia que nos defienda. Est¨¢ demostrado que este hombre es peligroso, pero yo vivo indefensa con dos ni?os que han sufrido malos tratos¡±, clama Esperanza, nombre supuesto que ha elegido ella para que nadie la pierda cuando escuche su mensaje.
El d¨ªa de su liberaci¨®n, Esperanza y sus ni?os fueron interceptados por la polic¨ªa en la calle en estado de shock. La maquinaria de asistencia a v¨ªctimas de violencia machista se puso en marcha sin dilaci¨®n, nadie se plante¨® poner en duda su sufrimiento. Durmieron en una casa de acogida durante seis meses y el sistema VioG¨¦n declar¨® su caso de ¡°especial relevancia¡±, calificando de alto el riesgo en el que estaban ella y sus ni?os. Para su desesperaci¨®n, ni esa valoraci¨®n ni los informes forenses y sociales que coinciden en apreciar el peligro han evitado que el caso haya sido finalmente archivado y que, hasta en cuatro ocasiones, los tribunales le hayan negado una orden de alejamiento.
Esperanza entrega a este peri¨®dico el historial de su lucha por sobrevivir a la violencia machista, un completo dosier de atestados policiales, informes sociales y forenses, declaraciones judiciales, autos y sentencias. Dos a?os de burocracia que empezaron la ma?ana del confinamiento en que, por primera vez, consigui¨® escapar de su casa durante uno de los habituales estallidos violentos de su entonces marido. Al pisar la calle, sin zapatos y con lo puesto, su hijo le susurr¨®: ¡°Mam¨¢, por fin logramos escapar¡±. Se propuso no volver jam¨¢s.
Los antecedentes
Los miedos de Esperanza y sus hijos hacia el hombre con el que conviv¨ªan quedaron registrados oficialmente incluso antes de aquella ma?ana en que abandonaron su vivienda dejando all¨ª todas sus pertenencias. La familia ya hab¨ªa sido atendida hac¨ªa unos a?os por los servicios sociales de su Ayuntamiento debido a los problemas econ¨®micos que arrastraba. Un informe municipal acredita que la mujer relat¨® ya entonces los episodios de agresividad de su marido, y el ni?o tuvo que ser atendido por un psic¨®logo del programa de menores v¨ªctimas de violencia. Esperanza cuenta a este peri¨®dico el r¨¦gimen de terror psicol¨®gico al que estaban sometidos: su exmarido los encerraba en habitaciones a los tres y los amenazaba con objetos cortantes. Eso s¨ª, no dejaba apenas rastro f¨ªsico de sus agresiones: recuerda dos pu?etazos y habituales ¡°empujones¡±. Y el miedo.
Las dos trabajadoras sociales que los asistieron por aquel entonces intuyeron el infierno que habitaban, pero no consiguieron que Esperanza diera el paso para salir de ¨¦l. ¡°El hijo m¨¢s peque?o ten¨ªa mucho miedo. No quer¨ªa ir a clase, le dol¨ªa la barriga¡ No quer¨ªa dejar sola a su madre en ning¨²n momento¡±, explica una de las funcionarias. Ellas tambi¨¦n conocieron al padre: ¡°Nos llam¨® la atenci¨®n la agresividad con la que la trataba, incluso delante de nosotras¡±. Ambas fueron varias veces al colegio de los cr¨ªos. All¨ª ya les desvelaron que los peque?os contaban que dorm¨ªan a veces en el local del negocio familiar ¡°para no estar con pap¨¢¡±.
La huida
En la primavera de 2020 se produjo el primer estallido violento del que Esperanza y sus ni?os, de entonces 11 y 9 a?os, pudieron escapar. Huyeron descalzos, sin lesiones f¨ªsicas, pero destrozados psicol¨®gicamente. Fueron interceptados por la polic¨ªa cuando vagaban por la calle y atendidos de urgencia en el centro municipal de informaci¨®n a la mujer. ¡°A la ni?a la cubr¨ª con un fular grande que ten¨ªa por aqu¨ª¡±, recuerda con tristeza una de las funcionarias de servicios sociales.
El equipo que los atendi¨® en este centro municipal, formado por una abogada, una psic¨®loga y dos trabajadoras sociales, acumula casi 20 a?os de experiencia en violencia de g¨¦nero. No se explican c¨®mo los tribunales no han dado credibilidad al testimonio de Esperanza. El d¨ªa de la huida escucharon el terrible relato de boca de los peque?os y en ausencia de la madre: ¡°Nos contaron las amenazas de muerte que les lanzaba su padre. Y repet¨ªan que era la primera vez que consegu¨ªan escapar¡±.
El auxilio de la Administraci¨®n
Esperanza acab¨® con sus peque?os en una casa de acogida y, pasados unos d¨ªas, consigui¨® superar el terror a presentar denuncia. Relat¨® sus a?os de maltrato a la polic¨ªa, a la Guardia Civil, a los servicios sociales, a las trabajadoras de la casa de acogida, al equipo forense de la Xunta y, por supuesto, al juzgado. Como ocurri¨® en pleno confinamiento, esta ¨²ltima declaraci¨®n fue por videoconferencia y result¨® muy fr¨ªa. ¡°Las condiciones fueron muy limitantes¡±, lamenta su abogada.
En la casa de acogida, su hijo cont¨® a la psic¨®loga detalles del maltrato de su padre que Esperanza desconoc¨ªa: ¡°Lo encerraba en una habitaci¨®n y le dec¨ªa ¡®voy a matar a tu madre¡¯. Yo no sab¨ªa ni la mitad de las cosas que les estaba haciendo¡±. De la Administraci¨®n recibi¨® ayudas y asistencia para encontrar un trabajo. Un agente de las fuerzas de seguridad especializado en violencia de g¨¦nero tambi¨¦n la asisti¨®. De esta parte del sistema, afirma ella, no tiene queja.
Sin protecci¨®n por la v¨ªa penal
Pronto lleg¨® la primera decepci¨®n. El primer juzgado que abord¨® su denuncia le deneg¨® una orden de alejamiento de su entonces marido hacia ella y sus hijos, una decisi¨®n que a Esperanza le caus¨® un profundo desamparo. ?Cu¨¢les fueron las razones esgrimidas para tal negativa? El auto aduce que el d¨ªa que lograron huir de su verdugo ¨¦l no lleg¨® a provocarles ninguna lesi¨®n f¨ªsica; que no presenta pruebas de su relato de maltrato continuado; y que el riesgo valorado por la polic¨ªa o la Guardia Civil no tiene por qu¨¦ ser asumido por los tribunales. El recurso a esta decisi¨®n judicial ante la Audiencia Provincial fue rechazado. La causa fue vista por otro juzgado, pero este volvi¨® a negar medidas de protecci¨®n. ¡°La [segunda] jueza estaba atada a la resoluci¨®n de la Audiencia, porque en ese tiempo no ocurri¨® nada nuevo¡±, interpreta la abogada de Esperanza.
Tras alegar a lo largo del procedimiento falta de testigos o partes m¨¦dicos, el juzgado archiv¨® finalmente la causa. No se tuvo en cuenta el informe forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga), que detect¨® en Esperanza un estado psicol¨®gico compatible con haber vivido ¡°una situaci¨®n de maltrato prolongada en el tiempo¡±. Los expertos, en sus conclusiones, no descartaban que se pudiera producir una nueva situaci¨®n de violencia contra ella y los ni?os y recomendaban ¡°medidas de protecci¨®n¡±. Sus consejos no fueron escuchados.
Unos meses despu¨¦s, Esperanza denunci¨® a su expareja por seguimientos. ?l ha estado merodeando la zona por la que se mueven los ni?os y un d¨ªa se lo encontr¨®. El miedo que nunca se ha ido cogi¨® fuerza. Acudi¨® de nuevo a los tribunales para pedir una orden de alejamiento por el ¡°enorme sufrimiento¡± que este comportamiento les provoca a los tres, pero como el caso por violencia machista ya estaba cerrado, no se le concedi¨®: ¡°Me siento totalmente impotente y la polic¨ªa tambi¨¦n, porque si no hay una orden de alejamiento, aunque ¨¦l se me acerque, no pueden hacer nada¡±.
El a?o pasado, para ir a trabajar, recorr¨ªa 20 kil¨®metros diarios, aunque su puesto estaba solo a 7, para evitar ¡°ciertas zonas¡±: ¡°Cuando salgo de noche de trabajar, estudio bien por d¨®nde voy. Si veo que un compa?ero que sale conmigo va por un lado, voy detr¨¢s para no ir sola. Nunca voy por el mismo sitio. Aparco y voy rezando el rosario hasta casa. Yo vivo as¨ª. Mis hijos apenas tienen vida social. Todo para evitar que ¨¦l d¨¦ con nosotros y poder vivir tranquilos¡±.
Los tribunales le han denegado cuatro veces las medidas de protecci¨®n. Todo ello pese a que, cuando escap¨® de su casa, las fuerzas de seguridad valoraron el riesgo como ¡°alto¡±, tanto para ella como para los cr¨ªos. Y aun cuando los m¨¦dicos forenses y servicios sociales acreditaron en sus informes que los peque?os sent¨ªan terror del padre y que la madre pas¨® a?os relatando episodios de violencia antes de atreverse a ir a una comisar¨ªa. Esperanza siente que ha estado ¡°luchando contra una pared¡±, que la escuchan cuando pide ayuda, pero ¡°no resuelven nada¡±. ¡°Para su gran suerte, la Administraci¨®n s¨ª le ha dado protecci¨®n. Si no, hubiera quedado totalmente desamparada¡±, subraya su letrada.
Con protecci¨®n por la v¨ªa civil
Mientras se instru¨ªa la denuncia por violencia machista sin orden de alejamiento, Esperanza tuvo que esperar dos a?os por la sentencia de divorcio. Los tr¨¢mites para poner fin a la relaci¨®n son considerados un periodo de especial riesgo por los expertos. El fallo del procedimiento civil lleg¨® con su marido ya exculpado de maltrato, pero su contenido choca con el resultado de la v¨ªa penal: niega al padre la comunicaci¨®n y las visitas con sus hijos porque considera acreditado, por la exploraci¨®n judicial y las declaraciones de los ni?os, el ¡°temor¡± que sienten hacia ¨¦l. La abogada de Esperanza destaca lo ¡°extraordinario¡± de esta resoluci¨®n judicial, ya que descarta que los cr¨ªos vean al progenitor sin ninguna condena o denuncia por maltrato en marcha.
¡°Si penalmente no ha pasado nada, ?c¨®mo es que por la v¨ªa civil no se le permiten visitas al padre ni en un punto de encuentro controlado?¡±, se pregunta la psic¨®loga que atiende a Esperanza en el centro de atenci¨®n a la mujer. La abogada del equipo concluye que la sentencia de divorcio ¡°da credibilidad¡± al trabajo de los servicios sociales, ¡°pero no en el momento procesal adecuado, ten¨ªa que haber sido antes¡±. En el centro de atenci¨®n a la mujer lamentan que los juzgados de lo penal no hayan tenido en cuenta sus informes ¡°hechos a conciencia¡±, y confiesan su ¡°frustraci¨®n¡±. ¡°Es un caso flagrante en el que hemos trabajado mucho y en equipo, porque tambi¨¦n afecta a ni?os. Y tenemos la sensaci¨®n de no haber podido dar soluci¨®n porque lo ha frustrado el sistema. No se ha acompa?ado el sufrimiento de la v¨ªctima¡±.
El desamparo
Esperanza se queja amargamente de que ha cumplido con todo lo que el sistema le pide y que, aun as¨ª, no ha obtenido protecci¨®n ni para ella, ni para sus dos hijos menores. Le cost¨® muchos a?os, pero acab¨® denunciando a su maltratador. Tambi¨¦n relat¨® cuantas veces fue necesario esos m¨¢s de 20 a?os que pas¨® aislada, bajo el f¨¦rreo control de un hombre con antecedentes por tentativa de asesinato, amenazada y tratada a empujones.
Ha desechado la idea de coger a sus hijos y salir huyendo como Juana Rivas para no incurrir en un delito: ¡°He hecho todo dentro de la legalidad. Pod¨ªa haber cogido a mis hijos y haberme largado a la otra punta. En la casa de acogida la psic¨®loga, despu¨¦s de hablar con mis hijos, dijo que consideraba que est¨¢bamos en un riesgo muy alto. Y me aconsej¨® que nos traslad¨¢semos fuera de Galicia. Mi familia me dijo que estaba loca porque estaba cometiendo un delito¡±.
Esperanza siente alivio por el hecho de que a su exmarido se le hayan negado las visitas a los ni?os. Pero el miedo sigue ah¨ª. ¡°Yo estoy totalmente segura de que va a ir a por m¨ª¡±, confiesa. ¡°O ahora o despu¨¦s¡±.