El trastorno mental no es algo individual
La pandemia fue un gran laboratorio de observaci¨®n de un fen¨®meno habitualmente enmascarado por un enfoque individualista y medicalizador
Abundan los informes que alertan de un incremento r¨¢pido y sostenido de la patolog¨ªa mental. La prevalencia de los trastornos mentales ya aumentaba antes de la pandemia, pero el repentino cambio del ecosistema social y vital puso de manifiesto hasta qu¨¦ punto somos vulnerables a las condiciones del ambiente que modulan nuestro existir. Ya antes de que la covid-19 irrumpiera en sus vidas, la incidencia de los trastornos mentales en ni?os era del 10% y en adolescentes, del 20%. Pero bast¨® que llegara el confinamient...
Abundan los informes que alertan de un incremento r¨¢pido y sostenido de la patolog¨ªa mental. La prevalencia de los trastornos mentales ya aumentaba antes de la pandemia, pero el repentino cambio del ecosistema social y vital puso de manifiesto hasta qu¨¦ punto somos vulnerables a las condiciones del ambiente que modulan nuestro existir. Ya antes de que la covid-19 irrumpiera en sus vidas, la incidencia de los trastornos mentales en ni?os era del 10% y en adolescentes, del 20%. Pero bast¨® que llegara el confinamiento para comprobar que el cambio s¨²bito de las condiciones provocaba un aumento de 47% en los trastornos mentales en menores, un 59% de los comportamientos suicidas y un 40% de trastornos alimentarios, seg¨²n una investigaci¨®n del Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia.
Hace ya tiempo que los hospitales observan un aumento de consultas e ingresos por ansiedad y depresi¨®n en todas las edades, pero especialmente entre los j¨®venes, y el consumo de psicof¨¢rmacos no para de crecer. La prescripci¨®n de ansiol¨ªticos, hipn¨®ticos y sedantes creci¨® un 10% entre 2010 y 2021, seg¨²n la Agencia Espa?ola de Medicamentos, y la Junta Internacional de Fiscalizaci¨®n de Estupefacientes situaba a Espa?a como el pa¨ªs con mayor consumo de estos medicamentos ya antes de la pandemia : 91 dosis por 1.000 habitantes y d¨ªa seg¨²n datos de 2019. En 2021, hab¨ªa subido a 110 dosis diarias por 1.000 habitantes.
No es un fen¨®meno exclusivo de nuestro pa¨ªs, aunque una parte de este exceso de consumo puede estar vinculado a las deficiencias en la atenci¨®n a la salud mental. En todo caso, la pregunta es: ?qu¨¦ tienen que ver con estas estad¨ªsticas el impacto de las crisis econ¨®micas, la incertidumbre frente al futuro, el maltrato que reciben los j¨®venes en nuestro sistema laboral, la competitividad extrema de la cultura neoliberal y las nuevas formas de autoexplotaci¨®n de la sociedad del cansancio de las que habla el fil¨®sofo Byung-Chul Han?
La pandemia fue un gran laboratorio de observaci¨®n de un fen¨®meno habitualmente enmascarado por un enfoque individualista y medicalizador. El malestar psicol¨®gico tiene efectos personales, pero en absoluto es un asunto individual. La explosi¨®n de los ¨²ltimos a?os es reflejo y s¨ªntoma de un clima social que da?a el equilibrio emocional de las personas. De muchas personas. Y, por tanto, es injusto plantearlo como el resultado de un desajuste individual, una quiebra del funcionamiento bioqu¨ªmico del cerebro o una reacci¨®n patol¨®gica de vulnerabilidades gen¨¦ticas previas. Todos heredamos vulnerabilidades. Que se traduzcan o no en patolog¨ªa mental est¨¢ muy relacionado con las condiciones en las que vivimos. La epigen¨¦tica est¨¢ aportando mucha evidencia sobre c¨®mo el ambiente altera nuestra biolog¨ªa.
Resulta tremendamente injusto tratar, como ocurre ahora, el trastorno mental como una condici¨®n individual, como una tara. Y etiquetar a quien lo sufre como alguien menos capacitado, m¨¢s d¨¦bil o m¨¢s fr¨¢gil ante las condiciones adversas. Si las condiciones adversas siguen creciendo, todos podemos acabar quebrados. Por supuesto, es m¨¢s f¨¢cil poner etiquetas y compartimentar que ir a la ra¨ªz de los problemas. Es m¨¢s f¨¢cil tratarlo como un asunto individual que como un problema social colectivo. El enfoque individualista conduce a la estigmatizaci¨®n y, lo que es peor, a culpabilizar a quien sufre el trastorno, cuando quien lo sufre no tiene en sus manos el control de las condiciones ambientales que han quebrado su equilibrio mental.