Diario de un cura pederasta
Un jesuita espa?ol abus¨® de decenas de ni?os en Bolivia. Encubierto por la Iglesia, dej¨® escrito un ins¨®lito testimonio. Reconstruimos su historia de la mano de v¨ªctimas y allegados?
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Ep¨ªlogo
Durante el que ser¨ªa su ¨²ltimo viaje, a finales de agosto de 2009, el jesuita espa?ol Alfonso Pedrajas, de 62 a?os, oblig¨® a su novio a que le prometiera algo: ¡°T¨² vas a hacer lo que sea y como sea para quedarte con mi computadora. No quiero que nadie la tenga¡±. La pareja del sacerdote hizo la promesa a bordo de un Toyota gris, mientras atravesaban las carreteras polvorientas que conducen al balneario de Urmiri, en el oeste de Bolivia, donde iban de vacaciones.
¡°Eso fue lo que me dijo¡±, recuerda por tel¨¦fono, 14 a?os despu¨¦s, quien fue pareja del religioso durante los ¨²ltimos cuatro a?os de su vida. ¡°No me imaginaba qu¨¦ pod¨ªa ser eso de ¡®lo que sea¡¯. ?Significar¨ªa persuadir a alguien? ?Robarla? Realmente no lo s¨¦¡±, dice, sin revelar su nombre por miedo.
¡ª?Pero usted conoc¨ªa, antes de ver lo que hab¨ªa en ese ordenador, que Alfonso agredi¨® sexualmente a decenas de menores y que los jesuitas taparon las denuncias?
¡ªS¨ª ¡ªdice consternado desde Bolivia ¡ª, me manifestaba su preocupaci¨®n, su miedo. Sin embargo, tambi¨¦n me expres¨® que la Iglesia como instituci¨®n lo respaldaba.
Pocas semanas despu¨¦s, el 5 de septiembre, el sacerdote falleci¨® de un c¨¢ncer en un hospital de Cochabamba (Bolivia). Cuando su novio lleg¨® al funeral, un hermano que hab¨ªa venido desde Espa?a ya hab¨ªa recogido las cosas del jesuita: fotos, libros y una guitarra. A ¨¦l le entreg¨® el ordenador ACER de Alfonso, al entender que era un objeto muy personal.
Ya en casa, el novio del jesuita encendi¨® el ordenador. Solo ¨¦l sab¨ªa la contrase?a. Una vez dentro, se entretuvo entre los archivos y encontr¨® un documento que dos a?os antes Alfonso le insinu¨® que estaba escribiendo. Se llamaba Historia. Una especie de memorias de 383 p¨¢ginas mecanografiadas a ordenador, compuestas por reflexiones, relatos de episodios de su vida, as¨ª como unas decenas de cartas. En total, 350 entradas encabezadas, en negrita, por el lugar y la fecha donde las escribi¨®. Como si fuera un camino sinuoso, su lectura permite recorrer su vida desde 1960, cuando ingresa como novicio, hasta 2008, a?o en el que, ya cansado y enfermo, deja de escribir.
Por primera vez desde que EL PA?S iniciara en 2018 la investigaci¨®n sobre la pederastia en la iglesia cat¨®lica espa?ola, este peri¨®dico accede a un documento que muestra la mirada de los abusos y su encubrimiento desde el otro lado, el del religioso agresor.
En las p¨¢ginas del diario, el sacerdote admite que abus¨® de decenas de ni?os mientras fue profesor de varios colegios de Am¨¦rica Latina, especialmente en uno de Cochabamba. Y relata tambi¨¦n c¨®mo la orden (al menos siete superiores provinciales y una decena de cl¨¦rigos bolivianos y espa?oles) encubri¨® sus delitos y las denuncias de algunas v¨ªctimas. Cuenta que siente miedo de ser descubierto y chantajeado. Se averg¨¹enza de sus delitos, aunque siempre se refiere a ellos como ¡°pecados¡±, ¡°meteduras de pata¡± o ¡°enfermedad¡±. Confunde las relaciones homosexuales consentidas con las agresiones a menores. Abusos que nunca describe en detalle, pero que hoy sus v¨ªctimas, cinco de ellas contactadas por EL PA?S, recuerdan con pavor.
El novio del sacerdote vio negro sobre blanco confesiones como esta: ¡°El mayor fracaso personal: sin duda, la pederastia¡±.
Sin pensar en las consecuencias, envi¨® al hermano, por Courier Express, un DVD en el que grab¨® decenas de fotograf¨ªas y las memorias. ¡°Nunca pens¨¦ que acabar¨ªa en la prensa¡±, reconoce ahora a este peri¨®dico. Alguien de la familia imprimi¨® el documento en Espa?a, lo guard¨® en un archivador verde de anillas y lo meti¨® en una caja de cart¨®n. All¨ª descans¨®, en una buhardilla madrile?a.
Hasta diciembre de 2021. Cuando Fernando Pedrajas, un sobrino del jesuita, subi¨® a limpiar ese trastero y se top¨® con el legajo secreto cubierto por un fino velo de polvo. Fernando lo oje¨® fugazmente y se lo llev¨® a casa para leerlo. ¡°Las primeras p¨¢ginas eran bonitas. Algunas eran cartas a mi abuela donde le contaba con ilusi¨®n que quer¨ªa ser un buen sacerdote. Conforme fui leyendo, me di cuenta de la realidad: mi t¨ªo fue un pederasta¡±, recuerda Fernando. Ley¨® con pavor el n¨²mero de ni?os de los que su t¨ªo calculaba haber abusado:
¡°Hice da?o a mucha gente (?a 85?), a demasiados¡±
Fernando era consciente de que lo que ten¨ªa entre manos era mucho m¨¢s que un caso de pederastia en la Iglesia. Decidi¨® denunciarlo todo a la Compa?¨ªa de Jes¨²s en Bolivia. ¡°Lo primero son las v¨ªctimas, que encuentren alg¨²n tipo de justicia¡±, argumenta.
Mantuvo, en el verano de 2022, una breve correspondencia por correo electr¨®nico con el actual director del colegio de Cochabamba donde su t¨ªo cometi¨® la mayor¨ªa de los abusos, pero este rehuy¨® cualquier tipo de responsabilidad. Present¨® el diario ante la Fiscal¨ªa espa?ola, que ha desestimado el caso por estar prescrito. Finalmente, lo denunci¨® al exprovincial jesuita Osvaldo Chirveches, encargado de investigar los abusos en la orden. Desde octubre, Fernando no ha recibido una respuesta sobre el estado de la investigaci¨®n can¨®nica. La ¨²nica comunicaci¨®n insistente de Chirveches ha sido: ¡°Env¨ªanos el diario¡±.
Chirveches asegura que la orden solo ha recibido una denuncia y que ha abierto una investigaci¨®n can¨®nica previa al respecto. No informa sobre si la orden ya ten¨ªa constancia de estos abusos. Tampoco ha interrogado a los provinciales que aparecen acusados de encubrimiento en las memorias. ¡°Nosotros, al no tener el diario, no podemos ampliar de oficio esta investigaci¨®n¡±, defiende.
Ante la posibilidad de que la orden silenciase el caso, el sobrino decidi¨® escribir a EL PA?S y entregarle el diario. Este peri¨®dico lo ha estudiado, ha encontrado fotograf¨ªas de la ¨¦poca y otros documentos que contextualizan las descripciones del jesuita. Ha contactado con algunos de los religiosos que supuestamente encubrieron sus cr¨ªmenes y tambi¨¦n ha hablado con cinco de sus v¨ªctimas ¡ªvarias aparecen citadas en el diario¡ª, que relatan lo que el jesuita no se atrevi¨® a escribir: c¨®mo abusaba de ellas y las secuelas que les caus¨®. Este relato contiene fragmentos literales extra¨ªdos del diario que no siguen un orden estrictamente cronol¨®gico.
Aqu¨ª comienza la Historia:
PARTE 1.
¡°No soy tan culpable¡±
Si entr¨¦ en la Compa?¨ªa, me vine a Am¨¦rica e hice los votos perpetuos es para ser santo.Lima [Per¨²], 2 marzo 1963
Alfonso Pedrajas Moreno naci¨® el 10 de junio de 1943 en Valencia, en el seno de una familia extremadamente religiosa. Con 17 a?os, entusiasmado, viaj¨® hasta Raimat (Lleida) para ingresar en la Compa?¨ªa de Jes¨²s como novicio. Solo unos meses despu¨¦s, convencido de que su destino obedec¨ªa a un designio de Dios, escribe a sus padres para anunciarles la noticia que cambiar¨ªa su vida: se hace misionero y se marcha a Latinoam¨¦rica.
Alfonso describe esta aventura con la ilusi¨®n de ayudar a los m¨¢s pobres. Durante su primera d¨¦cada all¨ª, entre 1961 y 1971, residi¨® a caballo entre varios centros de la orden en Bolivia, Per¨² y Ecuador. Tiempo que dedic¨® a formarse como sacerdote y en el que comenz¨® a dar sus primeras clases. Pas¨® por los centros bolivianos de San Calixto, el Colegio Nacional Ayacucho y el Correccional de Menores, los tres en La Paz. Tambi¨¦n por el Colegio Colombia, en Lima, y por el seminario San Antonio Abad, en Quito. Fue en estos a?os en los que el jesuita, entonces en la veintena, escribe sobre su primera agresi¨®n sexual en un barrio lime?o.
Todav¨ªa en Miraflores, tuve mi primera metida de pata. La recuerdo como una lucha feroz con el crucifijo en la mano, como el gran fracaso de mi vida.Lima [Per¨²], abril 1964
Tras este periplo de formaci¨®n, y seis a?os despu¨¦s de su primer abuso reconocido, Alfonso, al que por entonces empezaron a llamar Pica, se asent¨® finalmente en Bolivia. Era octubre de 1971, cuando la orden lo nombr¨® subdirector del Colegio Juan XXIII, un internado que en esos a?os rescataba a ni?os de la pobreza para que tuvieran un futuro. El jesuita era uno de los encargados de recorrer Bolivia en busca de estos chavales.
A los tres a?os de llegar, el religioso ascendi¨® a director y transform¨® el colegio en un peque?o estado. Los internos mayores trabajaban la mitad del d¨ªa para que el centro pudiese autoabastecerse: ten¨ªan una panader¨ªa, cerdos, vacas, un huerto. Fabricaban tapas para alcantarillado que luego vend¨ªan al ayuntamiento de la localidad.
Se hac¨ªan llamar Peque?a Nueva Bolivia y el poder ¨²ltimo lo ostentaba Pica. El jesuita dirig¨ªa el centro y las vidas de cientos de alumnos. Muchos antiguos alumnos, nacidos en familias pobres, recuerdan en sus redes sociales aquellos a?os con cari?o.
Otros tantos, sus decenas de v¨ªctimas, con pavor.
Recuento de estos ¨²ltimos 17 a?os: fracaso, verg¨¹enza, hipocres¨ªa, peque?ez, desorientaci¨®n total. Me siento muy empeque?ecido. He hecho mucho mal. Le pido una recreaci¨®n: si vuelvo, que sea nuevo. Veo todo claro: mi vaciedad, un Dios lejano que se esconde¡ No soy tan culpable.Caracas [Venezuela], 21 junio 1978
Pica viaj¨® a Espa?a en 1978 para la tercera probaci¨®n de sus votos, etapa final de la formaci¨®n de un jesuita. All¨ª, en un centro de la compa?¨ªa en Alcal¨¢ de Henares, habl¨® sobre los abusos sexuales con su instructor, el sacerdote ya fallecido Jos¨¦ Arroyo, el mismo que unos a?os antes tambi¨¦n dirigi¨® para ese mismo examen a Jorge Bergoglio, actual papa Francisco.
En el diario no hay constancia de c¨®mo fueron esas conversaciones que ambos mantuvieron, pero Pica s¨ª escribe las opiniones del instructor al respecto, en las que despoja las agresiones de la dimensi¨®n moral, y tambi¨¦n sus recomendaciones. No debe nombrarlo en las confesiones y no considera que tenga que abandonar la docencia. En ning¨²n momento le aconseja que deje de agredir a los menores. Algunas de las anotaciones sobre esto son: ¡°No sentirme pecador arrepentido¡±, ¡°en el futuro no pasar¨¢ nada¡±, ¡°[son] casos aislados¡±.
Pica pas¨® el examen eclesi¨¢stico y volvi¨® a Cochabamba para dar clase. Pese a su confesi¨®n, no se le abri¨® ning¨²n proceso ni se le apart¨®. En Bolivia sigui¨® abusando de sus alumnos.
Pedro P¨¦rez, nombre ficticio, es uno ellos.
Esta v¨ªctima, ahora con 58 a?os, explica en una videollamada que la pobreza en sus primeros a?os de vida era tan cruda que le costaba imaginarse un futuro donde no sintiera hambre. Todo cambi¨® cuando, una tarde lluviosa, un peque?o ¨®mnibus le llev¨® al colegio Juan XXIII. ¡°Era una maravilla: c¨®modos dormitorios, comedores espl¨¦ndidos, canchas de f¨²tbol. Y la comida, excelente. Imag¨ªnate, pasar de una familia con carest¨ªas a un espacio donde te aseguraban todas las comidas¡±, cuenta por tel¨¦fono. El primer a?o fue feliz.
Hasta que una noche lleg¨® el miedo. Como de costumbre, Pica cort¨® la luz a las 22.30, puso en marcha su tocadiscos y por los altavoces comenz¨® a sonar la m¨²sica de Mercedes Sosa, Violeta Parra o Quilipay¨²n.
Mientras los vinilos giraban en la oscuridad, esta v¨ªctima sinti¨® los pasos del jesuita, recorriendo el gran dormitorio comunitario y visitando las literas de algunos de los ni?os. Con esas melod¨ªas de fondo, acab¨® qued¨¢ndose dormido. Y le lleg¨® su turno:
Pica volvi¨®. La segunda vez fue m¨¢s ¡°feroz¡±.
Tras esa noche, esta v¨ªctima empez¨® a escuchar comentarios que quiz¨¢ hasta ese momento le hab¨ªan pasado inadvertidos. Una ma?ana, en los ba?os del colegio, un amigo suyo entr¨® enfurecido. P¨¦rez le pregunt¨®:
¡ªOye, hermano, ?qu¨¦ pasa?
¡ªEl hijo de puta de El Chapa [Pica] ha venido anoche a hurgarme.
P¨¦rez entendi¨® lo que eso significaba. Al poco tiempo, ese alumno abandon¨® el centro. Pero P¨¦rez no pod¨ªa permitirse ¡°ese lujo¡±. Ten¨ªa que soportar las agresiones del jesuita si quer¨ªa seguir teniendo un plato de comida y un futuro. ¡°Para m¨ª, dejar el Juan XXIII significaba volver a la pobreza¡±, lamenta.
Un a?o despu¨¦s, a finales de 1982, P¨¦rez pas¨® a uno de los cursos superiores, donde los dormitorios ya eran privados y Pica no pod¨ªa entrar libremente. Pensaba que pod¨ªa vivir tranquilo. Pero una noche, despu¨¦s de la cena, una compa?era lleg¨® alterada al comedor y le grit¨®: ¡°El Pica te busca. Te espera en su dormitorio. Est¨¢ muy enfermo y dice que solo t¨² puedes ayudarle¡±.
P¨¦rez subi¨® hasta la habitaci¨®n del jesuita. Cuenta que se lo encontr¨® all¨ª, tumbado en su lecho, ¡°fuera de s¨ª¡±. Le pidi¨® que se echase junto a ¨¦l y, en un instante, se abalanz¨® sobre el muchacho, lo redujo y lo desnud¨®. A¨²n recuerda el olor desagradable que Pica desprend¨ªa. Le forz¨® a que se tumbara boca abajo.
Al rato, le solt¨®, se visti¨® y la v¨ªctima sali¨® del cuarto avergonzada.
Por las mismas fechas en las que Pica agredi¨® sexualmente a P¨¦rez, el interno Roberto Pe?a, de 12 a?os, intentaba reunir a varios compa?eros para pedir ayuda al superior de los jesuitas. Era una primera rebeli¨®n para frenar los abusos. Sus intenciones llegaron a o¨ªdos del director, Pica, y le hizo llamar a su despacho. Dentro, recuerda Pe?a, el pederasta le advirti¨®: ¡°Me he enterado de lo que andas contando. Te dije que eso no se pod¨ªa contar y t¨² sabes que, si sigues en ese plan, para el a?o que viene no vienes al colegio¡±.
¡°Eso¡± que Pica no quer¨ªa que se supiese comenz¨®, en el caso de este alumno, a inicios de ese a?o.
Los siguientes audios, publicados por petici¨®n expresa de la v¨ªctima, pueden herir la sensibilidad del oyente.
Poco despu¨¦s, este interno tambi¨¦n empez¨® a percibir que Pica se paseaba entre las camas del dormitorio. En uno de esos itinerarios, le condujo hasta su cuarto.
Pero la agresi¨®n m¨¢s terror¨ªfica que esta v¨ªctima describe fue al final de curso.
Pica abandon¨® el colegio en 1983, tan solo unos meses despu¨¦s de amenazar a Pe?a con echarlo si contaba lo que hac¨ªa con los alumnos.
Hoy comenz¨® todo. La despedida del Colegio fue fr¨ªa. [¡] Los he dejado a todos.Oruro [Bolivia], 14 de enero 1983
La orden lo envi¨® a trabajar como obrero a las minas de Oruro, al oeste de Bolivia, junto al lago Uru Uru. ¡°Me escribi¨® una carta desde all¨ª, culp¨¢ndome de que lo hab¨ªan enviado a las minas porque lo cont¨¦ todo. Pero yo no lo hice, no s¨¦ qui¨¦n pudo ser¡±, a?ade Pe?a.
La versi¨®n que Pica dio a sus alumnos, se?ala un antiguo estudiante, fue que parti¨® a las minas para ¡°sentir en el alma lo que siente el minero boliviano que tan explotado es¡±.
Manuel L¨®pez (nombre ficticio) lleg¨® al colegio el mismo a?o en el que Pica trabajaba en las minas. Ya por entonces, sus compa?eros comentaban que el famoso padre Pica tocaba a los ni?os. L¨®pez cuenta que no prest¨® atenci¨®n a las advertencias.
Un a?o despu¨¦s, en 1984, el jesuita abandon¨® Oruro y regres¨® al Juan XXIII. Un d¨ªa, L¨®pez le par¨® en uno de los pasillos para pedirle ayuda.
Cuando traspas¨® la puerta, el jesuita le baj¨® los pantalones y comenz¨® a hacerle una felaci¨®n.
El chico tambi¨¦n fue v¨ªctima de las visitas nocturnas de Pica. Una noche, se despert¨® y pill¨® al pederasta toc¨¢ndole los genitales:
Al d¨ªa siguiente, se arm¨® de valor y fue al despacho de Pica para increparle por lo que le estaba haciendo:
¡ªLo que est¨¢s haciendo es un asco y resulta que es verdad lo que todos dicen: eres maric¨®n.
¡ª?Qui¨¦n lo dice?
¡ªTodos.
El jesuita, recuerda L¨®pez, se excus¨® diciendo que lo hac¨ªa con hombres porque, como era cura, no pod¨ªa hacerlo con mujeres. Luego, a?ade la v¨ªctima, cambi¨® de tema y convers¨® con ¨¦l sobre fotograf¨ªa.
Pica dej¨® de abusar de ¨¦l, pero afirma que a?os despu¨¦s, en 1986, un compa?ero de clase intent¨® violarle durante una fiesta.
El nombre de este alumno tambi¨¦n aparece citado en el diario de Pica.
Al menos una decena de v¨ªctimas han contactado entre ellas para denunciar su caso y conseguir justicia. ¡°Muchas vidas est¨¢n destrozadas. El padre Pica ten¨ªa m¨²ltiples cualidades e hizo mucho bien. Pero lo que le hizo a cientos de ni?os liquida todo lo bueno¡±, concluye uno de los antiguos alumnos.
Durante la ¨²ltima etapa al frente del colegio, entre 1984 y 1989, Pica cuenta que confes¨® a otros sacerdotes este ¡°pecado¡±. Junto a estas anotaciones, inclu¨ªa valoraciones de sus superiores ante un posible ascenso como provincial. Todos destacaban su entrega a los pobres, pero tambi¨¦n varios defectos: ¡°Es manipulador¡± y tiene ¡°ciertas filias y fobias (no del todo dominadas)¡±. Ninguno cita que abusa de menores.
En medio de esa tristeza quer¨ªa luchar por superar mis problemas, pero cada vez ten¨ªa menos fuerzas y la bola de nieve era m¨¢s grande.Taqui?a [Bolivia], 22 marzo 1989
Pica abandona el Juan XXIII en 1989 para ser responsable de los novicios en Cochabamba y Oruro. Durante esos a?os empieza a escribir m¨¢s sobre los abusos que comete. Utiliza iniciales para indicar las relaciones sexuales que tuvo ¡°sin consentimiento¡±. Y, por primera vez, siente que su pasado le persigue.
Parte 2.
¡°He so?ado que se descubr¨ªa el pastel¡±
He so?ado anoche que se descubr¨ªa el pastel y me iba de Bolivia.Oruro [Bolivia], 6 enero 1994
Pide a Dios que le socorra para poner fin a las agresiones: ¡°No me dejes ¡ªay¨²dame¡ª da?ar a nadie. A ninguno de tus hijos¡±. Tiene necesidad de contarlo todo, a pesar de la ¡°verg¨¹enza¡± que siente. ¡°He sido un degenerado (?o un enfermo atrapado?)¡±, anota.
En el diario escribe el esquema que sigui¨® para cont¨¢rselo todo a un amigo, el jesuita catal¨¢n Marcos Recolons. Utiliza palabras clave para citar tanto los delitos de pederastia como su homosexualidad: ¡°Represi¨®n religiosa¡±, ¡°F. sin consentimiento¡±, ¡°no ve¨ªa consecuencias de todo aquello¡±, ¡°casos aislados¡±, ¡°gran interrogante: ?pecado?¡±.
Este diario ha contactado con Recolons, mientras preparaba un viaje por las comunidades ind¨ªgenas del r¨ªo S¨¦cure, para que explicase ese encuentro.
Su relaci¨®n con el jesuita, se ha limitado a decir, era la de un acompa?ante espiritual. Todas las conversaciones que tuvieron, defiende, est¨¢n bajo secreto de confesi¨®n: ¡°No puedo decir absolutamente nada. Lo siento mucho¡±.
No fue la ¨²ltima vez que Pica pidi¨® consejo a un religioso sobre c¨®mo abordar este tema. El jesuita pas¨® la primavera de 1997 en Valencia y aprovech¨® para verse en varias ocasiones con un psic¨®logo, el salesiano ?ngel Tom¨¢s Garc¨ªa, al que le cont¨® todo. En sus memorias hace anotaciones de su informe psicol¨®gico, de las consecuencias que Tom¨¢s le advierte que habr¨¢ si sigue abusando de menores y de las estrategias que ten¨ªa que poner en marcha para evitarlo: ¡°Ver dignidad de esos indefensos. Alg¨²n d¨ªa se sentir¨¢n utilizados, manipulados¡±, ¡°cortar radicalmente¡±, ¡°evitar complejo y sentimiento de culpa¡±.
- Tom¨¢s falleci¨® en 2007, en la comunidad de San Antonio Abad de Valencia. No hay constancia de si denunci¨® al jesuita pederasta ante la polic¨ªa, como le obliga el c¨®digo penal. Este religioso, adem¨¢s de crear un gabinete de orientaci¨®n psicopedag¨®gica en varios centros salesianos valencianos, fue superior de la orden entre 2000 y 2006.
El psic¨®logo le insiste en que no relacione el delito con el pecado y que ¡°lo m¨¢s importante no es el tema sexual (homosexual ni pedofilia), sino la necesidad de ternura y cari?o¡±. El colega religioso le recomienda que distinga entre abusos y las relaciones sexuales consentidas, y que se someta a evaluaciones peri¨®dicas.
La visita al psic¨®logo despierta el miedo en Pica, y se convence de que tiene que frenar las agresiones contra los ni?os, ante el temor a ser descubierto y castigado. ¡°Las ovejitas peque?as, ?Jam¨¢s!¡±, escribe ya en 1998.
Las leyes ser¨ªan muy severas (c¨¢rcel, destierro, expulsi¨®n). Todo el peso de mis errores me aplasta. S¨ª, soy culpable. Ante ?l, no tengo palabras. Mi silencio es verg¨¹enza, es culpa, es miseria pura. [¡]. Hice sufrir, da?¨¦.Chuqui?api [Bolivia], 21 febrero 1998
Ese mismo a?o es apartado de formar a los novicios y se le designa ¡°responsable de canalizar las nuevas vocaciones a la Compa?¨ªa de Jes¨²s¡±. Intenta alejar el miedo de su mente, pero escribe que le resulta imposible. ¡°Estoy podrido¡±, redacta.
Recuerda constantemente los consejos de los religiosos a los que les pidi¨® ayuda. Destaca especialmente uno: ¡°?No jugar con la suerte!¡±. Ese a?o, en 1999, aparece en su diario un personaje destacado, el jesuita Luis T¨®. Otro pederasta que fue trasladado por la orden desde Espa?a, una historia que este diario destap¨® en 2019.
- Luis T¨® formaba parte del claustro del colegio San Ignacio de Barcelona. A comienzos de los noventa, la Audiencia Provincial de Barcelona le conden¨® a dos a?os de c¨¢rcel por abusos. Sin antecedentes, no pis¨® la c¨¢rcel y la orden lo traslad¨® a Bolivia. Era 1992.
Pica da a conocer en sus memorias que ambos se conoc¨ªan. En la ciudad boliviana de Copacabana, en 1999, escribe que solo Luis T¨® le dio la enhorabuena por un libro que acababa de publicar durante la presentaci¨®n del volumen ante la comunidad religiosa. Lo cita varias veces m¨¢s, y aunque nunca anota nada sobre su pasado como pederasta, deja entrever que la mayor¨ªa de los jesuitas de Bolivia no est¨¢n c¨®modos con su presencia.
La entrada en el nuevo milenio es la m¨¢s convulsa para Pica. Ocupa casi la mitad de los folios de sus memorias. Llegan las primeras denuncias de sus v¨ªctimas.
Estoy cansado, con mucho sue?o, pero creo que necesito escribir, a¨²n sin ganas. Me llam¨® mam¨¢ esta tarde. Me dijo con toda sencillez: ¡®Llamaron desde B¨¦lgica, preguntaban por ti. ?Est¨¢ Pica?¡¯, etc. Ella le dio mi tel¨¦fono de La Paz. El desconocido (unos 35 a?os, dice mam¨¢) antes de colgar dijo: ¨¦l viol¨® a mi hijo.La Paz [Bolivia], 15 enero 2001
D¨ªas despu¨¦s, escribe que su hermano le llam¨® para advertirle de que un antiguo alumno hab¨ªa vuelto a llamar a la casa de sus padres en Valencia para contar que el jesuita le hab¨ªa violado cuando era un ni?o. Pica escribe c¨®mo el miedo se apodera de ¨¦l: ¡°Tiemblo sospechando que llega con un chantaje muy serio. Y lo peor es que se enterar¨¢ medio mundo¡±.
El religioso est¨¢ en La Paz. Su estado de nervios es tan delicado que lleva tres d¨ªas tomando Ansietil para frenar la ansiedad. Tiene la esperanza de que todo termine en una ¡°visita amigable¡±, aunque cree que el afectado aprovechar¨¢ la ocasi¨®n para ¡°sacar plata¡±.
PARTE 3.
¡°Lo cont¨¦ tantas veces...¡±
Estoy desmoralizado, hundido, fracasado. Sinceramente no tengo ganas de cambiar, porque no tengo ganas de nada.La Paz [Bolivia], 28 de enero 2001
El jesuita recurre a superiores y amigos dentro de la Iglesia. A su provincial, Ram¨®n Alix, le reconoce que necesita ¡°ser acogido¡± y le admite: ¡°Esta necesidad de ser amado me llev¨® a?os atr¨¢s a buscar cari?o donde no era conveniente. Ahora me queda, como resaca, un problema intermitente¡¡±.
En la lista de personas a las que recurri¨® se encuentra ?scar Uz¨ªn, un prestigioso te¨®logo ya fallecido. Pica se sent¨ªa c¨®modo con ¨¦l. Lo describe como un cl¨¦rigo, con ¡°una vida gay plena¡±, y que ¡°ha dejado de creer en Dios¡±. Uz¨ªn le trata bien y no le juzga. Solo le aconseja, ¡°sin escandalizarse¡±, que no abuse de menores.
Pero el miedo se hace a¨²n mayor cuando un 21 de marzo de 2002, durante un viaje a Valencia, lee una noticia en EL PA?S: El cura que abus¨® de 130 ni?os. En una p¨¢gina entera, este peri¨®dico hablaba sobre el esc¨¢ndalo de la pederastia en la Iglesia cat¨®lica destapado por The Boston Globe. Para Pica, fue una conmoci¨®n. ¡°Estoy metido entre dos paredes que se van juntando y apretando (el ahora y el pasado)¡±, escribe.
Este hecho le sigui¨® atormentando durante meses:
Lo que ha llenado este tiempo ha sido el tema de los pederastas en TV y prensa. Algunos momentos los he pasado con enorme ansiedad. Me afect¨® todo: el sue?o, el trabajo, las relaciones, la adicci¨®n, todo. Estoy angustiado. Tengo miedo. Ma?ana hablo con Ram¨®n a las 8.30 horas de la ma?ana. Le voy a proponer irme a Valencia para ¡®cuidar¡¯ a mam¨¢. Tengo que escapar de esta angustia y mediocridad.La Paz [Bolivia], 17 junio 2002
Dos meses despu¨¦s, Pica regresa a Valencia para pasar una larga temporada. En su diario no explica las razones de su viaje. Lejos de Bolivia, el jesuita escribe que siente que ¡°el fantasma del miedo en torno a los acontecimientos juanchos [as¨ª se refiere a los antiguos alumnos del Juan XXIII]¡± se ha alejado.
Cita incluso a una v¨ªctima, y matiza que ese caso de abusos ya no le atormentar¨¢ m¨¢s. ¡°Creo que ya tengo una buena capacidad para vivir con ese lastre en la mochila¡±, anota.
Pica viaja por Espa?a, realizando ejercicios espirituales por varias ciudades. En los trayectos reflexiona sobre su d¨ªa a d¨ªa. En una de las entradas describe lo mucho que se ha visto retratado cuando ha visto la pel¨ªcula El crimen del padre Amaro, la historia de un sacerdote mexicano que mantiene relaciones sexuales con una joven y luego la obliga a abortar.
Pica se pregunta: ¡°?Y si hicieran una pel¨ªcula con mi historia?¡±
Sus debates internos desembocan en decenas de esquemas donde, a trav¨¦s de guiones, analiza sus pensamientos y se pone metas: ¡°No da?ar a ning¨²n peque?o¡±. Eso ¨²ltimo lo escribe en un vag¨®n de tren, camino a Huesca. All¨ª coincidir¨¢ con un joven obispo que muchos a?os despu¨¦s se convertir¨ªa en el presidente de la Conferencia Episcopal Espa?ola, el cardenal Juan Jos¨¦ Omella.
¡°En Huesca nos acompa?¨® uno de los d¨ªas el obispo de Barbastro (porque Huesca es temporalmente sede vacante), un tal Juan Jos¨¦. De riguroso negro pero cercano y buena persona. Me pidi¨® confesar y tuvimos ocasi¨®n de hablar distendidamente sobre muchas cosas (una charla a mi estilo, plagada de preguntas). Los obispos andan preocupados por cuestiones m¨¢s o menos locales: sucesiones, Conferencia [Episcopal], Gobierno, clases de religi¨®n, financiaci¨®n¡ no tanto, eso capt¨¦, por el tema de fondo: la Iglesia, de d¨®nde viene, a d¨®nde va, su presencia en el mundo, etc.Valencia, 1 julio 2003
El jesuita regres¨® a comienzos de 2004 a Bolivia, y sus demonios le estaban esperando. En sus memorias anota que tiene la esperanza de que su orientaci¨®n sexual y los abusos terminen ¡°con alg¨²n acontecimiento (enfermedad o accidente)¡±. Meses despu¨¦s estos anhelos se cumplen.
¡°Pues parece que lleg¨® el momento. Lleg¨® el acontecimiento, la enfermedad. ?Tengo c¨¢ncer! Dentro de unos d¨ªas, con la cirug¨ªa radical de la pr¨®stata, los ganglios y las ves¨ªculas seminales, voy a quedar impotente. [¡] Ahora ya s¨¦ que, en ambos casos, quedo impotente (sin test¨ªculos no hay met¨¢stasis).Cochabamba [Bolivia], 12 abril 2004
Pica no cree que Dios se le ha manifestado ¡°en el lenguaje de la enfermedad¡±. Espera que la fe vuelva a su vida y que sus tormentos desaparezcan. En estos ¨²ltimos a?os de su vida, finalmente admite su homosexualidad y la destierra como un ¡°pecado¡± que le condenar¨¢ al infierno. Insiste en la hipocres¨ªa de la Iglesia sobre ese tema y c¨®mo la represi¨®n sexual le ha causado tanto da?o. ¡°?Por qu¨¦ una Iglesia pod¨ªa permitir y fomentar eso? Jes¨²s jam¨¢s me hubiera tratado as¨ª¡±, dice sobre la condenaci¨®n eclesi¨¢stica de la homosexualidad.
Es en estos a?os en los que empieza una relaci¨®n estable con su pareja. La persona a la que le revela los abusos que cometi¨® en el pasado y a la que le cuenta que est¨¢ escribiendo sus memorias. Tambi¨¦n regresa al colegio de Cochabamba Juan XXIII para ser homenajeado. Pica, rodeado de carteles y v¨ªtores de alabanza, se sinti¨® feliz. Pero tambi¨¦n inc¨®modo: ¡°Me hartaban un poco tantas intervenciones, llenas de elogios y cari?o, pero que me resonaban como hip¨®critas o, al menos, falsedades; pues yo s¨¦ bien cu¨¢l fue la realidad y no puedo sacudir de mi mente el hondo sentimiento de culpa que me embarga¡±. En su diario tambi¨¦n describe eventos que se suspendieron.
Otra reuni¨®n-homenaje que estaba planificada en La Paz anteriormente la suspendimos a ¨²ltima hora. Alguien hab¨ªa insistido en la vieja denuncia a Ram¨®n [Alaix, su provincial]. Ram¨®n se asust¨®. Incluso habl¨® de enviarme a Espa?a. Lo fren¨¦ como pude y hasta ahora no me ha dicho nada de lo que se comprometi¨®: hablar con el interesado de nuevo y pedirle perd¨®n.El Paso [Bolivia], 3 de febrero 2008
Para disipar los rumores, Pica envi¨® una carta a los antiguos alumnos donde les explicaba que fue ¨¦l quien cancel¨® el homenaje, ten¨ªa c¨¢ncer y todos los mi¨¦rcoles recib¨ªa quimioterapia. ¡°Reconozco las cosas malas que se han hecho, por los cuales les pido disculpas¡±, anotaba. No obstante, meses despu¨¦s acept¨® que algunos juanchos le organizasen una fiesta de cumplea?os.
La vida de Alfonso Pedrajas, Pica, se fue apagando. Dej¨® de escribir en su diario el 11 de octubre de 2008. Un a?o despu¨¦s falleci¨® en una cama de hospital. Su diario son las memorias de un pederasta. Tambi¨¦n la prueba de c¨®mo la Iglesia toler¨® estos delitos dentro de sus muros e impuso, por norma, el encubrimiento. Lo reconoci¨® el propio Pica:
¡°Lo cont¨¦ tantas veces¡¡±
Ep¨ªlogo
Radiograf¨ªa de un secreto
Este peri¨®dico ha diseccionado el diario del jesuita Alfonso Pedrajas, alias Pica, para discriminar entre la informaci¨®n personal sin relevancia period¨ªstica y los pasajes referidos a la pederastia. El texto consta de 383 p¨¢ginas de tama?o A4.
A continuaci¨®n, una muestra gr¨¢fica del an¨¢lisis:
CR?DITOS
EL PA?S puso en marcha en 2018 una investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
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