La f¨®rmula de Carboneros para evitar el ¨¦xodo rural: trabajar cuidando a los vecinos
Este municipio de Ja¨¦n de 620 habitantes experimenta una incipiente repoblaci¨®n gracias al creciente n¨²mero de trabajadores que asisten a las personas dependientes y se asientan en la pedan¨ªa
En una placa de un monolito conmemorativo dedicado al pol¨ªtico y escritor Pablo de Olavide se leen apellidos como Hitzelin o Esmit. En el r¨®tulo de una panader¨ªa, Schuster. En los libros de familia, Wagner o Bach. En Carboneros, un municipio jienense de 620 habitantes, es sencillo toparse con nombres alemanes. Son herencia de la migraci¨®n que se produjo en el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, cuando miles de colonos centroeuropeos llegaron a esta zona para repoblarla a cambio de tierras. De hecho, Carboneros, que vive del aceite de oliva, era hasta hace poco el municipio con m¨¢s apellidos alemanes de Espa?a. Con el paso del tiempo, el pueblo ha sufrido las consecuencias de un ¨¦xodo rural en el que los j¨®venes se marchaban a poblaciones m¨¢s grandes como La Carolina, Guarrom¨¢n o el propio Ja¨¦n, en busca de trabajo y movimiento, desinteresados de los oficios tradicionales.
Sin embargo, aquella hist¨®rica colonizaci¨®n parece tener ahora una segunda parte. Domingo Bonilla, alcalde durante cinco legislaturas, batalla contra la despoblaci¨®n desde principios de los 2000. Entre otras medidas, ha diseminado por el pueblo casas de protecci¨®n oficial a las que llegan nuevas familias e impulsado un centro tecnol¨®gico en torno al aceite de oliva. Su ¨²ltima apuesta consiste en atraer a auxiliares de ayuda a domicilio dedicadas al cuidado de personas dependientes: seg¨²n el INE, en los pueblos del tama?o de Carboneros, aquellos de menos de 2.000 habitantes, el 28,5% de la poblaci¨®n tiene m¨¢s de 65 a?os. Bonilla calcula superar los 700 residentes m¨¢s pronto que tarde: ¡°Se est¨¢ dando una nueva colonizaci¨®n. Poco a poco, con la llegada de estas auxiliares y otras familias, estamos creciendo. Es el esp¨ªritu de Carlos III¡±, compara Bonilla.
Cuidar para evitar el ¨¦xodo
Esos nuevos colonos son personas como Mariana Divols, de 53 a?os, nacida en Carboneros y con dos hijos. Explica que en su pueblo natal no hay demasiado trabajo. Se tuvo que buscar las casta?as fuera de la comarca: ¡°He estado en una residencia, en un hotel, en el complejo tur¨ªstico, en la aceituna¡ No es f¨¢cil encontrar cosas por la edad que tengo y por el propio entorno¡±, afirma. Hace unos meses encontr¨® trabajo como auxiliar de Clece del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD), una prestaci¨®n municipal para personas dependientes que se gestiona de manera indirecta tras su adjudicaci¨®n en concurso p¨²blico. Asiste a personas mayores en Carboneros y otros pueblos cercanos, a tiro de piedra: ¡°Est¨¢ muy bien. Te da la oportunidad de trabajar aqu¨ª, sin salir de tu propio entorno y con gente conocida¡±, se alegra.
Nutrir esta red de cuidados es uno de los objetivos del proyecto Clece Emplea, con el que Divols encontr¨® su trabajo. En esencia, el programa, fruto de la colaboraci¨®n p¨²blico-privada, consiste en acercar oportunidades de empleo en el sector de los cuidados a los pueblos con menos oferta laboral. ¡°El fin es la igualdad de trato y oportunidades para las personas. Acercar puestos de trabajo a municipios donde se necesitan para que el candidato no tenga que desplazarse a la capital¡±, detalla Federico D¨ªaz, gerente provincial de Clece en Ja¨¦n. En la pr¨¢ctica, un autob¨²s equipado con puestos de selecci¨®n y entrevistadores se mueve de municipio en municipio evaluando a los candidatos. En Ja¨¦n ha efectuado 16 paradas desde las que ha abarcado candidatos de 72 localidades distintas. Una ruta de la que han salido un total de 300 empleos.
Uno de los usuarios a los que atiende Divols es Beatriz Ram¨ªrez, una mujer de 69 a?os que nunca ha salido de Carboneros. Se conoc¨ªan de toda la vida y ahora la auxilia en las labores diarias, como la limpieza de la casa y con cualquier cosa que surja. Va dos veces a la semana, una hora cada d¨ªa. Las dos charlan animadamente en el fresco patio de la casa. Divols le pregunta por la medicaci¨®n y el orden de las tomas. Ram¨ªrez comparte la receta de su jab¨®n casero, con el que la ropa queda ¡°limpia y pura¡±, m¨¢s que en cualquier lavadora: sosa c¨¢ustica, medida siempre por su marido, aceite y agua.
¡°No he necesitado a nadie hasta ahora, pero me viene estupendamente tener esta ayuda y que adem¨¢s sea alguien conocido. Es lo mejor que se ha podido inventar¡±, afirma, ya sentada, en una butaca del sal¨®n de su casa, repleto de fotos de sus hijos y nietos. Como muchas mujeres de Carboneros, Ram¨ªrez dividi¨® su vida entre el trabajo y el cuidado de su familia. Por la ma?ana iba a los olivares y por la tarde atend¨ªa a sus hijos. Hasta hace no demasiado tambi¨¦n se ocupaba de su madre, que falleci¨® con 95 a?os y viv¨ªa en la casa contigua. La han operado dos veces de c¨¢ncer y tiene problemas en los huesos. ¡°Estoy muy bien de cabeza. Si no fuera por los dolores¡¡±, dice con br¨ªo. No puede levantar peso y se mueve con dificultad. Tiene un 65% de minusval¨ªa y un grado de dependencia reconocido, pero a¨²n as¨ª es una metralleta de palabras. ¡°Si no estuviera mi marido, ?qu¨¦ pasar¨ªa? Pues tendr¨ªa que pedir m¨¢s horas porque ¨¦l no me podr¨ªa ayudar¡±, dice.
Un servicio esencial y en expansi¨®n
La media de atenci¨®n domiciliaria en Espa?a, como la que provee Divols a Ram¨ªrez, es de 33 horas al mes para los usuarios con una dependencia reconocida. Jos¨¦ Manuel Ram¨ªrez, presidente de la Asociaci¨®n de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales y presidente del Observatorio Estatal de la Dependencia, entiende que es insuficiente: ¡°En la pr¨¢ctica es poco m¨¢s de una hora al d¨ªa. No se puede atender a todas las personas dependientes, sobre todo de los grandes dependientes. Estamos hablando de un servicio esencial que hay que reforzar¡±.
Los cuidados tienen una lista de usuarios inacabable en la Espa?a rural, donde se concentran los municipios m¨¢s envejecidos de Espa?a y las personas m¨¢s susceptibles de atenci¨®n. En lugares como Carboneros, la media de adultos mayores de 65 a?os se sit¨²a diez puntos porcentuales por encima del promedio nacional. Aqu¨ª los hijos, ya adultos como los de Beatriz o a¨²n adolescentes como los de Mariana, emigran a poblaciones m¨¢s grandes, una situaci¨®n extrapolable a muchos pueblos de Espa?a.
Por cada mill¨®n de euros invertidos en dependencia se generan 40 puestos de trabajo estables, directos y no deslocalizables. Es m¨¢s de lo que se genera en turismo u obras p¨²blicasJos¨¦ Manuel Ram¨ªrez, presidente del Observatorio Estatal de la Dependencia
El experto cree que el sector es tambi¨¦n una oportunidad para generar empleo: ¡°Por cada mill¨®n de euros invertidos en dependencia se generan 40 puestos de trabajo estables, directos y no deslocalizables. Es m¨¢s de lo que se genera en turismo u obras p¨²blicas. Hablamos de una tasa de retorno del 42% que se revierte en el Estado¡±. Y a?ade: ¡°Esto favorece que la gente se quede en los pueblos. Y que la red de apoyos sociales que aqu¨ª se da de manera natural, mayor que en la ciudad, perviva. Para que alguien d¨¦ la voz de alarma ante una situaci¨®n anormal tiene que haber gente¡±.
La ayuda con la que ellas no contaron de j¨®venes
En una casa blanca a la entrada de Carboneros, Ana Linares, de 74 a?os, recibe animada a Juana Santamar¨ªa, de 41, la auxiliar que le ayuda desde hace cuatro meses. Como Beatriz Ram¨ªrez, Linares explica que ha dedicado su vida a trabajar ¡°a destajo¡± y ocuparse de su familia. ¡°Es una carga muy pesada. Si no lo haces con cari?o no puedes tirar con ello¡±, sentencia esta mujer, con un grado I de dependencia reconocido. Mientras, Santamar¨ªa, que se form¨® como auxiliar de ayuda a domicilio, le prepara el pastillero, pela patatas para una tortilla y hace pasatiempos con ella. Naci¨® en La Carolina, un municipio cercano, pero desde hace siete meses es uno de los recientes colonos de los que hablaba el alcalde Bonilla. Vive aqu¨ª con sus dos hijas y se ha comprado una vivienda. Con ella, son cinco las auxiliares que operan en Carboneros. ¡°Es necesaria la ayuda profesional porque hay cosas que, como familiar, te vienen grandes¡±, precisa. ¡°Imag¨ªnate tener que poner a tu madre en una gr¨²a o ba?arla si tienes mal los huesos¡±.
Es lo que le sucedi¨® a Linares, que ha velado por todos: suegros, cu?ados, hijos, nietos. Su madre muri¨® con 98 a?os y hasta el ¨²ltimo d¨ªa la atendi¨®, meti¨¦ndola y sac¨¢ndola de la ducha a pulso. Ahora siente cierta liberaci¨®n y alivio. Dice riendo que incluso su marido le ayuda m¨¢s que antes. ¡°Esta ayuda que nos dan, que la gente dice que eso no es nada, para m¨ª es¡¡±, afirma sin hallar la palabra exacta de gratitud. Y reflexiona: ¡°Yo he cuidado porque cre¨ªa que era mi deber. Ahora lo piensas¡ y hubiera pedido auxilio. Pero en aquel entonces llevar a la residencia a mi madre era impensable. En cambio, si mi hija me tiene que llevar, que me lleve. Es otra mentalidad¡±.
Jos¨¦ Manuel Ram¨ªrez contextualiza: ¡°En cierto modo, la Ley de Dependencia ha liberado a estas mujeres. No se eval¨²a el impacto negativo de g¨¦nero en los cuidados: en aquel entonces no era una libre elecci¨®n. No hab¨ªa otra opci¨®n. Hoy, los cuidadores familiares pueden elegir esa tarea y cotizar por ella¡±. Seg¨²n datos del Observatorio Estatal de la Dependencia, el 89% de las cuidadoras familiares no profesionales son mujeres y un 58% son menores de 55 a?os. Sin embargo, y seg¨²n los expertos, la tendencia va hacia la profesionalizaci¨®n de todos estos cuidados.
Desde entonces, Ana, Beatriz, Juana y Mariana, las cuatro mujeres de Carboneros, viven mejor. Beatriz y Ana cuentan con una ayuda que les hace m¨¢s llevadero el d¨ªa a d¨ªa. Mariana y Juana, por su parte, han conseguido un trabajo en tiempos de escasez y sin abandonar, como muchos otros, su tierra. Un arraigo por el que luchan en Carboneros con esta incipiente repoblaci¨®n. ¡°Es una manera de fijar habitantes y crear empleo. Hab¨ªa necesidad y la gente lo agradece. Es solo el principio¡±, cierra el alcalde Domingo Bonilla.