Cuando a un refugiado no le basta con ser un alumno brillante
La mitad de los 14,8 millones de desplazados forzosos en edad escolar no recibe educaci¨®n formal a pesar de ser clave para su integraci¨®n. A ello se unen particularidades como el pa¨ªs de acogida, si hablan su idioma, si est¨¢n solos o en familia, su g¨¦nero o si tienen alg¨²n tipo de formaci¨®n. Elena, Jorge y Massouda, que llegaron a Espa?a hace dos a?os, son ejemplos de esa integraci¨®n y de esas dificultades
Elena, una hondure?a de 15 a?os, quiere ser presidenta de su pa¨ªs, y hay que creerla. Vive con su hermano Jorge (16) y su madre Mar¨ªa (51), vendedora de helados, en el centro de acogida para refugiados en Madrid. Su excelencia en el colegio desde muy peque?a se convirti¨® sin embargo en una penalidad.
Asist¨ªa en Honduras junto con Jorge, tambi¨¦n brillante, a la International School of Tegucigalpa, un centro solo al alcance de familias muy adineradas o de alumnos de matr¨ªcula como ellos, que hab¨ªan recibido una subvenci¨®n privada. Una mara que opera en su barrio pens¨® que ten¨ªan dinero. Los amenazaron de muerte y tuvieron que esconderse en una ciudad a tres horas de la capital. Decidieron huir e instalarse en Espa?a, donde se les ha reconocidos como refugiados. Tras perder dos trimestres de clase en Honduras, Elena y Jorge han podido volver a estudiar y continuar con su prop¨®sito de convertirse ¨¦l, en neurocirujano y ella, en pol¨ªtica. Si un d¨ªa regresa a Tegucigalpa, dice Elena, quiere hacerlo para cambiar su pa¨ªs, ¡°para que ning¨²n chico como nosotros pase por esto¡±. Por temor a ser localizados por los mareros, la familia ha pedido ocultar la cara y se les ha dado una identidad ficticia en el reportaje.
Tras ponerse a salvo en Espa?a, donde ya viv¨ªa su abuela materna, lo prioritario para la severa Mar¨ªa era que sus hijos pudieran reanudar sus estudios y seguir sacando los nueves y dieces que ella les exig¨ªa. ¡°Un 8 es una mala nota¡±, asegura Elena. ¡°S¨¦ los hijos que tengo¡±, le contesta su madre, unos d¨ªas antes de que empiece el colegio. Ambos, sociables y de esp¨ªritu alegre, est¨¢n deseando volver a las clases.
Si Elena y Jorge siguen su curso formar¨¢n parte del escaso 6% de refugiados que se matriculan en la universidad o en formaci¨®n profesional superior en forma de becas y de planes a largo plazo, algo que se deber¨ªa potenciar, seg¨²n Manal Stulgait, oficial de Educaci¨®n de Acnur: ¡°Estas personas tienen que formar parte del mundo en el que viven de todas las maneras¡±, se?ala la experta.
Acnur acaba de publicar un informe sobre educaci¨®n, que se basa en datos recabados en m¨¢s de 70 pa¨ªses de acogida al cierre de 2022. El 20% de los refugiados vive en los 46 pa¨ªses menos desarrollados del mundo y tres de cada cuatro residen en pa¨ªses de renta media o baja, lo que dificulta el acceso a la educaci¨®n. La clave est¨¢, seg¨²n el informe, en eliminar barreras como el factor de la nacionalidad, el estatus legal de los refugiados, la documentaci¨®n, y dejarlos asistir a clase.
¡°Aprender el lenguaje del pa¨ªs de acogida resulta fundamental. Si un afgano llega a Brasil, tiene que aprender portugu¨¦s para continuar con sus estudios. Si est¨¢ en Espa?a tiene que saber espa?ol¡±, pone como ejemplos Stulgait. La brecha de g¨¦nero, seg¨²n el informe, sigue siendo significativa en algunos pa¨ªses, pero la media indica paridad. Asisten a clases de primaria un 63% de ni?os y un 61% de ni?as. En secundaria, 36% y 35%, respectivamente.
¡°Una vez cubiertas las necesidades b¨¢sicas, no hay nada m¨¢s importante que la educaci¨®n. No solo lo pienso yo, es lo que me cuentan las familias¡±Manal Stulgait, oficial de Educaci¨®n de Acnur
En casos como el de los j¨®venes Elena y Jorge, la escolarizaci¨®n redunda en una integraci¨®n m¨¢s r¨¢pida en el pa¨ªs de acogida. ¡°Me siento muy bien aqu¨ª¡±, afirma Jorge, en comparaci¨®n con EE UU, donde vivieron seis a?os tras cruzar el r¨ªo Grande como migrantes. ¡°En Houston [Texas] nos separaban por niveles aunque fu¨¦ramos al mismo curso. Aqu¨ª estamos todos juntos, lo prefiero¡±, afirma este aficionado a un canal de YouTube de f¨ªsica cu¨¢ntica. ¡°Aqu¨ª los chavales son m¨¢s abiertos. En EE UU solo quieren estar en casa, aqu¨ª se sale m¨¢s. Me estoy creyendo lo del sue?o europeo¡±, concluye con socarroner¨ªa este joven futbolero, que ha cambiado el Real Madrid por el Manchester City. ¡°Tras un tiempo en el que era el cool de la clase, he vuelto a ser el Jorge de antes, el chico t¨ªmido que saca buenas notas¡±, a?ade con sorna. ¡°Me encanta estar con compa?eros de otros pa¨ªses y aprender muchas cosas que no habr¨ªa aprendido en Honduras¡±, tercia Elena, una alumna m¨¢s formal.
Brillante pero aislada
El caso de la estudiante Massouda Kohistani, una refugiada afgana de 41 a?os, es diferente. Activista y articulista, huy¨® de su pa¨ªs en agosto de 2021, en cuanto los talibanes tomaron el poder. Tras vivir un a?o en Salamanca, se traslad¨® a Catalu?a para cursar un m¨¢ster en An¨¢lisis Pol¨ªtico y Asesor¨ªa Institucional en la Universitat de Barcelona. Est¨¢ becada y valora la oportunidad de seguir estudiando, pero est¨¢ sola. Vive en un piso compartido en Viladecans (Barcelona). ¡°No estoy casada. Me falta mi hermano, mi sobrino, mis sobrinas. Ellos son mi familia. No consigo que se re¨²nan conmigo en Espa?a¡±, explica. ¡°Estoy viva, pero no tengo una vida plena¡±, afirma con dolor, en ingl¨¦s, al tel¨¦fono.
¡ª?Has hecho amigos en la universidad?
¡ªMis compa?eros son j¨®venes, dominan el idioma, no tienen tensiones familiares. Yo tengo muchos problemas. En cierto modo somos amigos, pero en realidad no tengo amigos.
Formada en Ciencias Pol¨ªticas, Massouda trabaj¨® en organizaciones internacionales en Afganist¨¢n durante 12 a?os, fue profesora en una escuela e imparti¨® clases particulares de ingl¨¦s. Desde la llegada de los talibanes al poder, por orden del Ministerio de Educaci¨®n, las ni?as tienen prohibido ir al colegio y las mujeres no pueden asistir a la universidad. Massouda no solo aumenta su formaci¨®n en Espa?a, sino que contribuye a la de algunos de sus compatriotas. Al poco de asentarse en Salamanca conoci¨® a una familia de afganos que no sab¨ªan leer ni escribir. Massouda les ense?¨®, en su casa: ¡°Al principio iban a clases de espa?ol y no pod¨ªan leer lo que escrib¨ªa el profesor en la pizarra. Su vida ha mejorado desde entonces¡±, explica. Massouda pretende volver a ser profesora, en este caso de farsi (o dari, como se llama en Afganist¨¢n a este idioma cooficial con el past¨²n), su lengua materna. ¡°Voy a hacer intercambio con catalanes que quieran aprender mi idioma¡±, a?ade.
Massouda lamenta no poder echar una mano a su familia, hostigada en su pa¨ªs (no solo sus sobrinas tienen prohibido ir a la escuela, sino que ¡°est¨¢n obligando a mi sobrino a vestir de una manera concreta¡±, detalla). ¡°No tengo un trabajo en Espa?a para poder vivir de forma independiente. El dinero que percibimos los estudiantes es insuficiente¡±, a?ade esta mujer muy activa en redes sociales, que acude a manifestaciones para que la situaci¨®n de su pa¨ªs no caiga en el olvido. ¡°No puedo trabajar de camarera, de limpiadora o cuidando mayores porque no estoy bien f¨ªsicamente, me canso¡±, dice. ¡°Tengo que seguir form¨¢ndome. La educaci¨®n es muy importante para m¨ª. Espero que sirva para conseguir un trabajo de oficina o para ayudar a mi pa¨ªs¡±, afirma esta activista rodeada de libros y de pancartas en su habitaci¨®n de Viladecans.
A diferencia de la vitalista Elena, todav¨ªa en 4? de ESO, que fantasea con liderar su pa¨ªs, con cambiarlo por completo, con que ¡°los ni?os puedan ir al parque y no correr peligro¡±, Massouda espera que su activismo y el de sus colegas, las charlas pol¨ªticas que imparte, su formaci¨®n continua ¨Csu plena dedicaci¨®n a la causa contra los talibanes¨C sirva para liberar Afganist¨¢n alg¨²n d¨ªa, y que las ni?as puedan volver al colegio o a la universidad como ella misma.