A la caza del canap¨¦ nocturno
Fiesta de disfraces en Pepcom, mientras que Microsoft sobresale por su ¨¢gape en El Molino
¡°Un baile de m¨¢scaras de proporciones globales¡±. As¨ª promocionaba Pepcom su fiesta MobileFocus, donde a?o tras a?o junta expositores con periodistas. El lujoso hotel Rey Juan Carlos I, donde se hab¨ªa organizado el supuesto cotarro, parec¨ªa m¨¢s bien un merendero a la caza del canap¨¦ que a la promoci¨®n de una novedad tecnol¨®gica.
Al llegar al hotel, unas azafatas guap¨ªsimas, perfectamente customizadas para atraer a la gran mayor¨ªa masculina al acto, guiaban al invitado hasta la sala del evento evento. Antes de entrar, una ¨²nica comprobaci¨®n t¨ªpica de lista VIP de discoteca barata: nombre y poco m¨¢s. Mientras que en la web de Pepcom parec¨ªa casi imposible colarse a cenar si no se ven¨ªa de la mano de un medio de comunicaci¨®n, all¨ª la historia era otra: si la azafata no encontraba al individuo en la base de datos, ning¨²n problema: anotaba sus datos en un papelillo y mandaba al reci¨¦n llegado para adentro. Antes de pasar al gran comedor, otra azafata con una docena de m¨¢scaras en mano las iba regalando a los invitados. Alguno hac¨ªa el intento de pon¨¦rsela, aunque se la quitaba ipso facto: de haberla llevado, hubiera parecido el t¨ªpico loco o borracho que ya ha perdido los papeles. En realidad, las m¨¢scaras serv¨ªan s¨®lo para enmascarar la verdad del evento: un lugar donde pasearse para hartarse de comida.
Una cuarentena de expositores y m¨¢s de 300 periodistas pudieron degustar las exquisiteces del catering de Prats Fatj¨®, que sirve en exclusiva todos los banquetes del hotel. La culpa del poco ¨¦xito de las m¨¢scaras y el triunfo de la comida vino precisamente de sus jamones, sus nems de verduras con salsa de leche de coco, sus croquetas de ceps, su cuchara de pulpo a feira, sus mini alb¨®ndigas de ternera y cerdo, sus caramelos de morcilla y champi?ones, su tarta sacher, sus bandejas de exquisitos quesos, etc¨¦tera.
No faltaron tampoco las bebidas. Sangr¨ªa, cava, mojitos, todo tipo de combinados, zumos y agua. El orden no es aleatorio, sino tomado a partir de un recuento hecho por encima de los que unos y otros se ped¨ªan en las barras. Pero el alcohol no fue la estrella de la noche del Juan Carlos I: saliendo del MobileFocus, se pod¨ªa empalmar el cachondeo en Sutton. La marca Nivio hab¨ªa alquilado la sala hasta las tantas de la madrugada.
En el flyer que cada uno se imprim¨ªa en su casa y que serv¨ªa de invitaci¨®n se le¨ªa que durante el evento habr¨ªa una cantante en directo y que servir¨ªan tapas y muffins (esta especie de madalenas ultradulces importadas de los Estados Unidos y que ahora parecen ser la ¨²ltima tendencia en nuestro territorio).
La cantante existi¨®, pero en playback y por unos 10 o 15 minutos. Despu¨¦s la fiesta la ameniz¨® un discjockey con los ¨²ltimos ¨¦xitos del chuntachunta. Y qu¨¦ decir de los otros anzuelos de Nivio: ni sirvieron tapas, ni aquellas bolas resecas eran muffins, ni por supuesto repartieron ningunas m¨¢scaras, ni se simulaba que se controlaba el acceso: entraba quien quer¨ªa, sin importar si era periodista, colega, amante, transe¨²nte o presidente de la competencia. Ya no era hora de merendar ni de cenar, as¨ª que todos le daban a la bebida. Barra libre para las 300 personas que ocupaban el lugar. Y despu¨¦s, a dormir. O no.
En El Molino la fiesta ten¨ªa m¨¢s encanto. La pagaba Microsoft y de entrada se serv¨ªa cava a tutipl¨¦n, una vez superadas las mujeres que echaban fuego por la boca o que te captaban una fotograf¨ªa en plan Liza Minelli. Para entonces ya hab¨ªa finalizado la fiesta oficial, junto a las fuentes de Montjuic, con sus globos gigantescos de colores, m¨¢s est¨¦tica que alimentaria. Para comer, el Pepcom; para beber Sutton, para ver circo, el Molino y para contemplar las estrellas, Montjuic. Qu¨¦ noche la de aquel lunes. ?
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