El ¡®Yes Yes¡¯ de Granollers era un pirata
La furgoneta naranja aparcada en la puerta del bar Javis caus¨® sensaci¨®n entre los parroquianos No imaginaban que su exc¨¦ntrico due?o era el ¡®hacker¡¯ acusado del mayor colapso de Internet
La furgoneta Mercedes naranja caus¨® sensaci¨®n al aparcar delante del snack-bar Javis. Al minuto estaba Rafa, con su m¨®vil, fotografiando la ¡°placa solar y las dos o tres antenas¡± que sal¨ªan del techo. El due?o del coche no era menos exc¨¦ntrico: un hombre escu¨¢lido, alto, con pinta de guiri, que se pasaba el d¨ªa dando viajes de su piso, en el tercero del n¨²mero 4 de la calle de Figueres, en Granollers (Barcelona), al veh¨ªculo, que estacion¨® delante. Trajinaba torres de ordenador, port¨¢tiles... Imposible no fijarse en ¨¦l. A fuerza de verlo, los vecinos se animaron a darle conversaci¨®n.
¡ªMuy guapa la furgo ¡ªpiropearon unos j¨®venes que entraban al Javis.
¡ªYes, yes ¡ªrespondi¨® ¨¦l.
Ocurri¨® el 16 de abril. Desde aquel d¨ªa, Sven Olaf Kamphuis, de 35 a?os, se convirti¨® en el Yes Yes de Granollers. Para la polic¨ªa es el ¡°responsable del mayor ciberataque de denegaci¨®n de servicios de la historia¡±. El jueves 25 de abril, los parroquianos del Javis, propiedad de Rafa, vivieron su arresto en primera fila. Los agentes hab¨ªan recibido una orden europea de detenci¨®n de las autoridades holandesas despu¨¦s de que en marzo se ordenase un ataque de denegaci¨®n de servicio (DoS) a la empresa suiza de seguridad Spamhouse, que ralentiz¨® el acceso a Internet en toda Europa y Estados Unidos. Consideran que el asalto est¨¢ propiciado por Cyberbunker, un proveedor de servicios de Internet vinculado con Kamphuis, despu¨¦s de que Spamhouse lo incluyese en su lista negra de spam. Tambi¨¦n introdujo a CB3ROB, que el hacker cre¨® con 18 a?os.
A las diez del ma?ana del jueves, Paco, el de la inmobiliaria, corri¨® al Javis. ¡°Hay un Volvo y un Seat Le¨®n raros aparcados en la esquina, creo que son polis camuflados¡±, le dijo a Rafa, de 26 a?os, que desde ese momento mont¨® guardia y comprob¨® que Paco estaba en lo cierto. A las doce, el Seat Le¨®n se desplaz¨® al aparcamiento del supermercado Dia, donde Kamphuis hab¨ªa trasladado su furgoneta naranja. A la una, el Volvo tambi¨¦n desapareci¨®. Poco despu¨¦s, una polic¨ªa de paisano entr¨® en el Javis, fue al ba?o, sali¨®, camin¨® hasta la esquina de la calle, se asom¨® y regres¨® a paso ligero al portal del presunto hacker. Al poco gir¨® la calle el holand¨¦s (Kamphuis es de Alkmaar) cargado con dos bolsas del supermercado. Tras ¨¦l, a poca distancia (¡°unos 20 metros¡±, define Rafa) le segu¨ªa otro polic¨ªa fornido. Cuando Kamphuis lleg¨® a su piso, la mujer le sostuvo la puerta. En ese instante, el otro polic¨ªa corri¨® hasta el edificio y apareci¨® el Seat Le¨®n, del que se bajaron tres agentes m¨¢s, que entraron tambi¨¦n en el zagu¨¢n.
¡ª?Qu¨¦ hac¨¦is? Soy el ministro de Exteriores de la Rep¨²blica de Cyberbunker ¡ªreaccion¨® Kamphuis.
Exig¨ªa un trato diplom¨¢tico, recuerdan fuentes policiales, que todav¨ªa no tienen claro si les hablaba en serio o en broma. ¡°En cualquier caso, no se lo dimos¡±, explica el inspector jefe Jos¨¦ Rodr¨ªguez, de la Brigada de Informaci¨®n Tecnol¨®gica. A las cuatro de la tarde le sacaron esposado. Dentro de aquel ¨¢tico encontraron un patinete, montones de cajas y papeles, ordenadores, antenas, cables, walkies... La cama estaba deshecha y sobre el n¨®rdico segu¨ªa abierto un ejemplar del libro Quicksilver, del autor de ciencia ficci¨®n especializado en tecnolog¨ªa Neal Stephenson; en el suelo, un brik de leche desnatada y diversas prendas de ropa.
Kamphuis es, seg¨²n la polic¨ªa, un experto inform¨¢tico y activista, que con 18 a?os mont¨® su primer proveedor de servicios de Internet, donde sigue trabajando. Es miembro del Partido Pirata, que defiende el acceso libre y la neutralidad en la Red.El holand¨¦s se mud¨® a principios de a?o a Espa?a, donde hab¨ªa firmado un contrato de alquiler por 12 meses. Incluso en el buz¨®n de su piso hab¨ªa colocado ya su nombre completo. ¡°En la escalera no saludaba a nadie, y ten¨ªa la luz siempre encendida... Estar¨ªa d¨¢ndole al ordenador¡±, especula el vecino del primero. No molestaba a nadie, pero tampoco se esforzaba en socializar. ¡°Como mucho, un gesto con la cabeza¡±, a?ade la moradora del segundo. Su vida real estaba en su ordenador. Pocos d¨ªas antes de la detenci¨®n, en Facebook (con 3.987 amigos) segu¨ªa reviviendo las entrevistas que hab¨ªa concedido como portavoz de Stophaus, la comunidad de luchadores por la libertad en Internet que reivindica el ataque a Spamhouse. Kamphuis niega, sin embargo, cualquier implicaci¨®n personal en la acci¨®n. Cuando supo que la investigaci¨®n apuntaba a ¨¦l, dijo que se sent¨ªa perseguido y se compar¨® con el fundador de Wikileaks, Julian Assange, declar¨® a The Telegraph.
Los del bar Javis, desde donde se controla todo lo que pasa en aquella calle, hab¨ªan tratado de gan¨¢rselo y charlar con ¨¦l. ¡°Un d¨ªa hab¨ªa algo del f¨²tbol con un equipo alem¨¢n; bromeamos con ¨¦l en la puerta, pero dijo algo que no entendimos¡±, explica Rafa. Jam¨¢s entr¨® al bar, ni a tomar un caf¨¦. Nunca le vieron acompa?ado. El vecino raro es ahora una estrella en Granollers. ¡°Hemos buscado en YouTube y en Facebook y se ve que dio entrevistas desde el piso a la televisi¨®n¡±, cuenta la madre de Rafa. ?Por qu¨¦ recal¨® en Catalu?a uno de los supuestos mayores hackers del mundo? ¡°Porque es un destino atractivo¡±, explica el inspector jefe Rodr¨ªguez, en referencia a cuestiones como el clima. Kamphuis tampoco se escond¨ªa. En la Red informaba detalladamente de cada uno de sus pasos. Ya en febrero cont¨® que estaba en Espa?a y que una aver¨ªa en la furgoneta le obligaba a detenerse en Barcelona antes de continuar su viaje a M¨¢laga en su ¡°oficina inform¨¢tica m¨®vil¡±. ¡°Se mov¨ªa por el sur¡±, constata Rodr¨ªguez, aunque tampoco detalla por d¨®nde ni por qu¨¦.
Encarcelado desde el s¨¢bado, se compara con Julian Assange y solicit¨® el trato de ministro de la Rep¨²blica de Cyberbunker
Para la polic¨ªa, esa actitud de no ocultarse es una forma de ¡°pulso¡± a las autoridades. Incluso hab¨ªa agregado un n¨²mero de tel¨¦fono m¨®vil espa?ol en su p¨¢gina de Facebook, que est¨¢ abierta a cualquier persona. Hasta que fue detenido, Kamphuis se prodig¨® en los medios de comunicaci¨®n. Sus gustos ¡ªa favor de la legalizaci¨®n de la marihuana¡ª y sus aversiones ¡ªa la autoridad, los luditas y los jud¨ªos¡ª corren por la Red. ¡°Tengo un problema con los sionistas, no con los jud¨ªos en general¡±, matiz¨® en la p¨¢gina web www.heavy.com. Tambi¨¦n neg¨® su presunta homofobia. ¡°Soy gay [...]. No s¨¦ de d¨®nde lo han sacado, dir¨ªa que hay un gran grupo de gais que no est¨¢n de acuerdo con esa afirmaci¨®n¡±, se rio.
El ataque a Spamhouse ha sido entronado por las autoridades como el mayor de la historia, pero no es una pr¨¢ctica aislada. ¡°Como en las pel¨ªculas de matones, hay grupos en Internet dedicados a pedir dinero a las empresas a cambio de una supuesta inmunidad. Su ¨¦xito reside en que, en ocasiones, la cantidad por sus servicios es menor que la de un servicio profesional, por lo que muchas pican y les fortalecen¡±, asegura Luis Corrons, responsable de seguridad de Panda. ¡°Pero no tenemos una manera objetiva para medir su magnitud¡±, a?ade Corrons sobre la envergadura de la acci¨®n. ¡°En algunas regiones apenas se not¨®¡±, se suma Eddy Willems, director t¨¦cnico de la empresa de seguridad alemana G Data, que no le resta por ello importancia.
El mayor ciberataque de la historia o no, Kamphuis est¨¢ encarcelado desde el s¨¢bado de la semana pasada, por orden del juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, a la espera de su extradici¨®n a Holanda, a la que el hacker no se ha opuesto. Pero una parte de ¨¦l sigue en Granollers: su furgoneta naranja espera en el dep¨®sito de la Polic¨ªa Local a que alguien la arregle.
Con informaci¨®n de Rosa Jim¨¦nez Cano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.