?Dar¨ªas permiso a una multinacional para que te leyera el pensamiento?
Conforme se generaliza el desarrollo de tecnolog¨ªas que pueden acceder a los datos cerebrales y manipularlos se plantean cuestiones sobre c¨®mo permitir el acceso de terceros a nuestros pensamientos y emociones y si podemos impedirlo
Imagina a Lorenzo. Es un tipo cualquiera, de veintimuchos, al que le gusta jugar a videojuegos online, meditar y hacer deporte. Lo que lo diferencia del resto es que utiliza interfaces cerebro-m¨¢quina que monitorizan su actividad cerebral y que recopilan datos sobre ¨¦l todo el tiempo, acerca de su estado y sus emociones. Estos microchips que Lorenzo tiene implantados en el cerebro tambi¨¦n le ayudan en una labor mucho m¨¢s importante que ganar partidas: rastrean informaci¨®n que indica que va a sufrir un episodio maniaco. Porque Lorenzo tiene un trastorno bipolar y utiliza la tecnolog¨ªa para manejar mejor sus crisis.
Este escenario, aunque parece ficci¨®n, est¨¢ mucho m¨¢s cerca de lo que pensamos. Pero antes de que el uso de los dispositivos cerebrales llegue a generalizarse, expertos de todo el mundo abogan por la necesidad de resolver cuestiones de privacidad como qui¨¦n tendr¨¢ acceso a las ondas cerebrales que codifican nuestros pensamientos, qu¨¦ margen de decisi¨®n tendr¨¢ el usuario sobre los datos que genera su cerebro y c¨®mo pueden protegerse su voluntad e identidad cuando hay microchips leyendo y escribiendo sobre sus ondas cerebrales.
¡°Me imagino que, si estos dispositivos se usan de manera positiva, pueden recopilar informaci¨®n que indique que va a sufrir un episodio maniaco¡±, explica sobre el hipot¨¦tico caso de Lorenzo Amanda Pustilnik, profesora de Derecho y Neurociencia en la Universidad de Maryland en el informe Neurociencia, m¨¢s all¨¢ del cerebro de la Fundaci¨®n Bankinter. ¡°Esta informaci¨®n se podr¨ªa usar para alertarle a ¨¦l o las personas de su c¨ªrculo a las que haya autorizado y que puedan adelantarse y ayudarle, o al menos intervenir a tiempo para mitigar los efectos del episodio¡±, explica Pustilnik. Quiz¨¢ tambi¨¦n pueda comunicarse directamente con los profesionales sanitarios que le tratan.
Pero tambi¨¦n se puede usar esta informaci¨®n tan sensible de forma negativa. Si se le vende a un br¨®ker de datos, por ejemplo, que despu¨¦s la pone a disposici¨®n de otras empresas como producto o servicio, puede que Lorenzo comience a ver anuncios para apostar en l¨ªnea, comprar art¨ªculos de lujo o contratar productos financieros de alto riesgo: impulsos a los que ser¨¢ mucho m¨¢s propenso durante un episodio man¨ªaco y que podr¨ªan, de hecho, precipitar o agravar sus crisis. De esta forma, el mal uso de la informaci¨®n obtenida del cerebro puede tener consecuencias negativas relacionadas directamente con la salud mental de los usuarios, y no solo son una cuesti¨®n ¨¦tica de falta de privacidad.
Por el momento, el modelo de protecci¨®n de la privacidad que conocemos es que los usuarios den su consentimiento para utilizar sus datos, tal y como hacemos al descargar una aplicaci¨®n en el m¨®vil. Pero cuando hablamos de datos cerebrales este sistema no sirve. ¡°Ahora mismo no tenemos modelos jur¨ªdicos buenos para abordar este asunto¡±, se?ala Pustilnik.
Pero se est¨¢ trabajando en ello. Hay algunas iniciativas internacionales que llevan a?os dando la voz de alarma y que ya describen la falta de privacidad de los datos cerebrales como un problema de derechos humanos. Es el caso del proyecto estadounidense BRAIN, que busca promover e impulsar el desarrollo de nuevas tecnolog¨ªas para aumentar el conocimiento sobre el cerebro y encontrar cura para distintas enfermedades cerebrales.
Su m¨¢ximo responsable, Rafael Yuste, es tambi¨¦n promotor de la iniciativa Neuroderechos del Centro de Neurotecnolog¨ªa de la Universidad de Columbia. ¡°Nos preocupa much¨ªsimo la falta de privacidad de los neurodatos¡±, explica Yuste. Por eso, hace tres a?os se reuni¨® con expertos de todo el mundo y establecieron los neuroderechos, que sientan las bases de c¨®mo debe protegerse a los usuarios para que se respete su privacidad mental y personal y su libertad para tomar decisiones, entre otros.
?Qui¨¦n tiene el control sobre m¨ª?
Adem¨¢s de afectar a la salud mental de los usuarios, la falta de una regulaci¨®n adecuada podr¨ªa hacer que la tecnolog¨ªa difumine la l¨ªnea entre la conciencia de una persona y la influencia de la m¨¢quina. Los usuarios podr¨ªan llegar a dudar de qui¨¦n tiene el control final sobre sus decisiones: llegar¨¢ un punto en que no podamos saber si queremos algo de forma genuina o si es por influencia de las neurotecnolog¨ªas.
¡°Nuestra opini¨®n es que los datos cerebrales obtenidos del registro de las neuronas deben ser tratados legalmente como si fuesen un ¨®rgano del cuerpo, as¨ª que se aplicar¨ªa la misma legislaci¨®n que regula los trasplantes de ¨®rganos¡±, explica Yuste. En Chile ya han hecho una enmienda a la Constituci¨®n para incluir los neuroderechos. Promover leyes para proteger la informaci¨®n cerebral es una de las primeras opciones que los expertos del proyecto BRAIN manejan para defender a los ciudadanos.
Otras soluciones t¨¦cnicas podr¨ªan ayudar a resolver el problema yendo un paso m¨¢s all¨¢ del consentimiento del usuario. ¡°Hablamos del aprendizaje federado, es decir, que si tienes un iPhone que recoge tu actividad cerebral, los datos no salgan nunca de tu dispositivo, sino que se comparta solo lo que se ha aprendido de ellos¡±, propone Yuste.
Tambi¨¦n comenta la opci¨®n de tener una privacidad diferencial: que a cada dato que venga del cerebro le demos una etiqueta y le otorguemos un grado de privacidad concreto dependiendo de c¨®mo de sensible sea. Del uno al diez: que est¨¦s vivo o no requiere una privacidad m¨ªnima, que vivas en un pa¨ªs determinado, un punto; c¨®mo te sientes, diez puntos... ¡°Esto permitir¨ªa a las compa?¨ªas seguir ganando dinero sin que da?en los derechos humanos¡±, asegura Yuste. ¡°Esperamos que podamos llegar a tiempo antes de que estos productos lleguen al mercado¡±.
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