Inteligencia artificial, igualdad real
Los autores reclaman que se garantice que los datos utilizados para crear los sistemas de inteligencia artificial no profundicen en las desigualdades ya existentes
La igualdad es un derecho fundamental que, ligado a la libertad y a los principios de justicia social y equidad, debe existir necesariamente para que un Estado funcione como una verdadera democracia. M¨¢s concretamente, la lucha por la igualdad de g¨¦nero se eleva como imperativo esencial, por afectar a la brecha m¨¢s primaria y permanente en nuestra historia, la desigualdad entre hombres y mujeres.
Si nos remontamos a la aparici¨®n y desarrollo de la igualdad de g¨¦nero en el marco legislativo europeo, el art¨ªculo 2 del Tratado de Maastricht de 1992, reforzado tras el Tratado de ?msterdam (1997) con un nuevo art¨ªculo 3, supuso un hito: estableci¨® la ¡°igualdad entre hombres y mujeres¡± como una de las prioridades de la naciente Uni¨®n Europea, introduciendo ese criterio como mandato para el legislador al elaborar y aplicar la ley. La Carta Fundamental de los Derechos Fundamentales de la Uni¨®n Europea, del 2000, vigoriz¨® la base jur¨ªdica de la igualdad de g¨¦nero al darle el reconocimiento de derecho fundamental y, casi una d¨¦cada despu¨¦s, con el Tratado de Lisboa de 2009, se confirm¨® y reforz¨® su regulaci¨®n.
A partir de entonces se produce un cambio en la situaci¨®n pol¨ªtica, donde el g¨¦nero pasa a ocupar un lugar en la lucha socioecon¨®mica contra las desigualdades estructurales. En la mayor¨ªa de las democracias avanzadas se han ido desarrollando instrumentos correctores que han comenzado la tit¨¢nica tarea de corregir una desigualdad milenaria. Si bien existe ya una te¨®rica igualdad formal, a ese camino, en la pr¨¢ctica, le queda mucho por recorrer y se encuentra trufado de obst¨¢culos y resistencias. Sin embargo, la inmediatez de la transici¨®n digital que estamos viviendo, el traslado del entorno f¨ªsico al virtual, el uso masivo de las nuevas tecnolog¨ªas, requiere necesariamente una revisi¨®n o actualizaci¨®n de los marcos legales para continuar avanzando en la senda correcta y para garantizar que los progresos conseguidos no se desvanezcan.
El riesgo subyacente en la generalizaci¨®n del uso de las nuevas tecnolog¨ªas, entre ellas la inteligencia artificial (IA), son precisamente los siglos de historia que preceden a este cambio y el sesgo todav¨ªa existente en nuestras sociedades. La IA se sustancia en una combinaci¨®n de algoritmos dise?ados para hacer que una m¨¢quina resuelva problemas o desarrolle procesos de forma similar a la humana, con una exactitud y celeridad infinitamente mayores, mediante el aprendizaje a partir de una base de datos predeterminada. Si asumimos que la historia no es objetiva ni imparcial y las bases de datos tienen, necesariamente, construcciones de g¨¦nero patriarcales intr¨ªnsecas, las respuestas que dar¨¢ la inteligencia artificial tendr¨¢n un sesgo que fomente las desigualdades. Con el matiz de que sus efectos ser¨¢n infinitamente m¨¢s r¨¢pidos y profundos, de no corregirse. Las mujeres han sido tradicionalmente excluidas del primer plano en los marcos hist¨®ricos y de cultura popular, y, por supuesto, eso tiene traslado en la red de datos que alimentan los sistemas de inteligencia artificial.
Hemos de tener en cuenta que la capacidad de alcance de estos sistemas conlleva el efecto de propiciar ideas o comportamientos, por ejemplo, a trav¨¦s de las plataformas de redes sociales. Pero tambi¨¦n puede influir en los servicios esenciales que la ciudadan¨ªa recibe de instituciones p¨²blicas o privadas, como intervenciones terap¨¦uticas adaptadas individualmente, en el caso del sector de la medicina de precisi¨®n, o en la cantidad de cr¨¦dito que se obtiene de una entidad bancaria. Al final, la inteligencia artificial no es m¨¢s que una herramienta que proyecta o refleja nuestra perspectiva social y cultural, y lo hace en forma de lente multiplicadora.
El trabajo que la familia socialdem¨®crata est¨¢ desarrollando en los debates sobre la nueva Ley de Inteligencia Artificial europea tiene el objetivo de conseguir una IA democr¨¢tica que tenga un enfoque humanista. Y, para ello, es fundamental que se establezca que los sistemas han de desarrollarse, desplegarse y utilizarse en consonancia con la Carta de Derechos Fundamentales, y de una manera legal, justa y transparente, que garantice la privacidad y no discrimine a las personas, entre otras razones, por su g¨¦nero. Tambi¨¦n insistimos en la ilustraci¨®n digital: aspiramos a que la Uni¨®n y los Estados miembros promuevan el aprendizaje del uso de las nuevas tecnolog¨ªas por parte de toda la ciudadan¨ªa, que se invierta en la mejora de conocimientos y destrezas para cerrar la brecha digital entre hombres y mujeres, y que se promueva una cultura y unas condiciones de trabajo igualitarias en el sector. No nos olvidemos del radical desequilibrio entre hombres y mujeres en las llamadas carreras STEM (cuyo acr¨®nimo en espa?ol ser¨ªa CTIM: ciencia, tecnolog¨ªa, ingenier¨ªa y matem¨¢ticas), que propicia equipos de desarrolladores muy masculinizados, lo que, adem¨¢s, redunda en un ineficiente desaprovechamiento del talento de la mitad de nuestra poblaci¨®n.
El Gobierno de Espa?a aborda el problema siguiendo la corriente europea y establece como una de las prioridades en la estrategia de I+D+i 2021 que ¡°los desarrollos en tecnolog¨ªas de IA deben evitar los sesgos negativos y los prejuicios de g¨¦nero u otras formas de discriminaci¨®n¡±. El Sistema Espa?ol de Ciencia, Tecnolog¨ªa e Innovaci¨®n (SECTI), organismo independiente y responsable de los asuntos relacionados con la ¨¦tica profesional en la investigaci¨®n cient¨ªfica y t¨¦cnica, tendr¨¢ un papel protagonista en la verificaci¨®n de que la inteligencia artificial cumple con los est¨¢ndares nacionales y europeos.
De la misma forma, Espa?a tiene una gran oportunidad de diferenciarse en el ¨¢mbito mundial como un espacio m¨¢s igualitario en las oportunidades de desarrollo de equipos e investigaci¨®n. En un entorno global fuertemente masculinizado, las pol¨ªticas activas en la b¨²squeda de equilibrio entre hombres y mujeres en el sector, combinado con otras de car¨¢cter m¨¢s transversal, puede ser un potente tractor de talento femenino desde todas las partes del mundo, como se?alaba recientemente Claudio F. Gonz¨¢lez cuando hablaba de geopol¨ªtica de la IA para Esglobal.
Est¨¢ en nuestras manos, como sociedad, garantizar que los datos utilizados para crear los sistemas de inteligencia artificial no profundicen en las desigualdades ya existentes, sino que podamos aprovechar su potencialidad para avanzar m¨¢s r¨¢pido el camino en el sentido correcto. Y, para ello, no solo tenemos que hablar de la necesaria participaci¨®n de m¨¢s mujeres en el proceso de toma de decisiones a lo largo de la cadena de producci¨®n y desarrollo, sino tambi¨¦n sensibilizar a la ciudadan¨ªa general en cuestiones de igualdad e incidir en un marco normativo y de pol¨ªticas p¨²blicas adecuados para la deseable y necesaria igualdad entre mujeres y hombres. Una sociedad m¨¢s igualitaria no solo es m¨¢s justa, sino tambi¨¦n m¨¢s eficiente.
Andrea Fern¨¢ndez Ben¨¦itez es diputada en el Congreso y Secretaria Federal de Igualdad del PSOE.
Ib¨¢n Garc¨ªa del Blanco es diputado en el Parlamento Europeo, coordinador del Grupo de Socialistas y Dem¨®cratas en el Comit¨¦ de Asuntos Jur¨ªdicos y en el Comit¨¦ Especial sobre Inteligencia Artificial. Fue ponente de la Iniciativa Legislativa sobre ?tica aplicada a la Inteligencia Artificial, Rob¨®tica y Tecnolog¨ªas Conexas, aprobada por el Parlamento Europeo en 2020.
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