Una serie para el finde: ¡®El tercer d¨ªa¡¯, una isla tan inquietante como real
Jude Law aparece desquiciado entre vecinos hura?os, ritos celtas y un aislamiento total. Osea es un lugar inaccesible cuyo pasado aut¨¦ntico da pie al misterio
Todo es extra?o en esa peque?a isla de Inglaterra, que apenas llega al kil¨®metro y medio cuadrado. En una escena de El tercer d¨ªa, dos de los personajes se pegan un viaje de LSD pero lo que vemos antes y despu¨¦s es igual de alucin¨®geno. Vecinos hura?os, una religi¨®n sincr¨¦tica entre el cristianismo y antiguos ritos celtas, macabros sacrificios de animales y qui¨¦n sabe si humanos, apariciones y desapariciones, una densa niebla y, sobre todo, la incomunicaci¨®n de un lugar sin cobertura en el m¨®vil y al que solo se llega por una estrecha carretera llena de baches, obra de los romanos, que est¨¢ inundada 23 horas al d¨ªa.
Dice la letra de Hotel California, la canci¨®n de los Eagles: ¡°Puede usted dejar la habitaci¨®n cuando quiera, pero nunca se podr¨¢ ir¡±. La miniserie brit¨¢nica El tercer d¨ªa (The Third Day, en HBO) es angustiosa, tiene l¨ªmites confusos entre acci¨®n y enso?aci¨®n, y logra su prop¨®sito de hacerte pasar un agradable mal rato. Los protagonistas son antag¨®nicos: Jude Law, desquiciado y enigm¨¢tico, y Naomie Harris, la ¨²nica con los pies en el suelo. Entre los dos se reparten el protagonismo de dos historias de tres cap¨ªtulos cada una.
Se rod¨® adem¨¢s un especial de 12 horas como ¡°experiencia inmersiva¡±; un extra?o experimento ¡ªno disponible en la plataforma, pero s¨ª, en dos partes, en Facebook¡ª solo apto para los que se hayan enganchado mucho a esta extra?a atm¨®sfera, con el gancho de la participaci¨®n de la cantante Florence Welch como una especie de sacerdotisa. No es imprescindible ese metraje adicional e incontenido para entender la serie, que por otro lado deja m¨¢s preguntas que respuestas: la trama se mueve por sorpresa entre lo agresivo y lo m¨ªstico, entre lo er¨®tico y lo puritano, entre lo festivo y lo siniestro.
El sitio parece irreal y no lo es. Existe esa isla de Osea, en el estuario del r¨ªo Blackwater, y esa antigua calzada romana transitable solo a ciertas horas ¡ªaunque, por supuesto, sus vecinos tienen barcas, los de la serie no¡ª. Y, como se menciona en estos cap¨ªtulos, fund¨® la comunidad en 1903 un tal Charrington, miembro de una familia de industriales cerveceros, que mont¨® un centro de rehabilitaci¨®n en un entorno libre de alcohol. Hoy el due?o de la isla es el productor musical Nigel Frieda; se cuenta que par¨® all¨ª Rihanna para trabajar en uno de sus discos; antes que eso estuvo Amy Winehouse en la cl¨ªnica para curar adicciones, que reabri¨® en 2004 pero fue cerrada en 2011 por la autoridad sanitaria, y donde una semana de tratamiento costaba la friolera de 10.000 libras. Frieda ha convertido su isla en destino para m¨²sicos y recinto perfecto para fiestas privadas: se recuerda la del aniversario de Island Records y el ¨²nico concierto de The Weeknd en Reino Unido en 2015.
Los pocos vecinos de Osea, no ser¨¢n m¨¢s de unas decenas, participaron en la serie que no les deja muy bien. En todo caso ha sido un gran negocio para el turismo de quienes quieren apartarse de todo: hay all¨ª un hotel de cuatro estrellas (ese caser¨®n que aparece en cada cap¨ªtulo), un pu?ado de casas disponibles para alquiler en Airbnb y un restaurante. La hostilidad de los lugare?os, no tengo duda, es ficticia. Pero no s¨¦ yo si dormir¨ªa tranquilo all¨ª.
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