¡®Dickinson¡¯: Alucin¨®geno retrato de la poeta adolescente
La segunda temporada de la aclamada serie sobre la escritora estadounidense explora las turbulencias de la fama
?rase una vez una poeta que era un pozo sin fondo de ideas sobre lo que significa estar apasionadamente vivo en un mundo que jam¨¢s se entender¨¢ a s¨ª mismo. Una m¨¦dium de impecable y para siempre vanguardista obra ¨Cnada sigue habiendo, en poes¨ªa, m¨¢s complejo y furiosamente rompedor que lo que dej¨® escrito, a la luz de innumerables velas, ardiendo ante cualquier cosa¨C a caballo entre aquello que ocurre dentro de cada uno de nosotros y lo que nos rodea desde hace camino de tres siglos. Esa poeta es, claro, ...
?rase una vez una poeta que era un pozo sin fondo de ideas sobre lo que significa estar apasionadamente vivo en un mundo que jam¨¢s se entender¨¢ a s¨ª mismo. Una m¨¦dium de impecable y para siempre vanguardista obra ¨Cnada sigue habiendo, en poes¨ªa, m¨¢s complejo y furiosamente rompedor que lo que dej¨® escrito, a la luz de innumerables velas, ardiendo ante cualquier cosa¨C a caballo entre aquello que ocurre dentro de cada uno de nosotros y lo que nos rodea desde hace camino de tres siglos. Esa poeta es, claro, Emily Dickinson, y la que opina todo eso es Alena Smith, showrunner de la estramb¨®ticamente brillante, la cat¨¢rtica e inteligent¨ªsima Dickinson (Apple TV +), cuya segunda temporada desmonta el presente de innecesarios egos convulsos desde su bizarro y delicioso anacronismo.
Porque esa, dice Smith, que se curti¨®, por cierto, en la sala de guionistas del musculoso tratado sobre periodismo televisivo que comand¨® Aaron Sorkin hace una d¨¦cada, The Newsroom, primero, y del rompecabezas er¨®tico criminal literario The Affair despu¨¦s, es la intenci¨®n de su alucin¨®geno retrato de la poeta. Poeta que 1) siempre fue una imparable fuerza de la naturaleza por m¨¢s que no saliese nunca de Amherst (Massachusetts) y aparentase cuidar de sus padres ¨Cno hay animal m¨¢s raro y m¨¢s fiero que la mujer poeta¨C y 2) si no se la conoci¨® en vida no fue porque no considerase que lo que hac¨ªa no ten¨ªa ning¨²n valor, sino todo lo contrario. He aqu¨ª la premisa que explora, con profusi¨®n aunque no con la pasi¨®n del primer asalto, la segunda entrega de este vodevil que tiene m¨¢s de posmodern¨ªsimo estudio literario que de otra cosa.
Pues son los versos de la poeta, y no tanto la vida, los que dirigen la marciana sitcom, en la que, por ejemplo, cuando se quiere tomar una decisi¨®n trascendental, se hace una ouija y se les pregunta a los esp¨ªritus si har¨ªamos bien o mal en tomarla. Como ante la lectura de un poema, lo ocurrido, y lo pensado, se ajusta al presente en el que vive el lector. Hay ecos de discusiones en Twitter en los fugaces y fr¨ªvolos, y m¨¢s o menos polarizados, intercambios de opiniones en las fiestas con aspecto de timeline que organizan Sue ¨Ccu?ada, amante y musa de la poeta¨C y su hermano en la casa de al lado. Son lo m¨¢s parecido, dice Smith, a un Mundo Ah¨ª Fuera que Dickinson experiment¨® en su tiempo, y hoy, a un ciberespacio en el que todo y a la vez nada parece importar demasiado. ?Y es preferible ser alguien a ser nadie?
Esta segunda temporada se erige sobre esa pregunta fundamental en la vida de Dickinson, quien retoma la historia temerosa no tanto de lo que de ella se pensara como de dejar de ser, como dice, y dicen sus poemas, ¡°el sol¡± para contentarse con ser ¡°la margarita¡± a la que el sol ¡°deja crecer¡±. Esto es, ceder todo su poder, el poder que le otorga su obra, a aquel que la publique ¨Cun tema de lo m¨¢s candente, si jugamos a cambiar obra por pr¨¢cticamente alma, ?o qu¨¦ hacen las redes sociales, los editores de nuestra vida, con lo que somos? ?No hemos dejado de ser el sol, para dejar que otro lo sea y creer que crecemos porque nos alumbra?¨C. La descripci¨®n sonar¨¢ ligeramente m¨¢s hueca de lo que deber¨ªa a los que no hayan echado un vistazo a la primera. Porque, ante aquella, y con la poeta en un incomprensible segundo plano ¨CDickinson ya no es el centro de todo lo que pasa¨C, pierde algo.
S¨ª, el desacomplejado y divert¨ªdisimo hachazo al patriarcado sigue ah¨ª ¨Cy la poeta ya no es la ¨²nica que jam¨¢s se comporta como se supone que deber¨ªa en los viejos a?os 50 del XIX¨C y el gui?o al absurdo del presente tambi¨¦n ¨Ccomo el momento en que la criada enumera sus infinitos otros trabajos, que van de m¨¦dium a costurera y se?ora dedicada a hacer centro de flores, y suelta a continuaci¨®n: ¡°?Qu¨¦ esperabas? Soy freelance¡±¨C. Pero lo poderoso de la interpretaci¨®n de Hailee Steinfield, de una intensidad profundamente magn¨¦tica, atractiv¨ªsima, se aten¨²a, lamentablemente, y no por su culpa, sino por la de un guion que est¨¢ apart¨¢ndose de su salvaje abismo interior. Mientras los que la rodean crecen ¨Ccrece incluso su hermana Lavinia, obsesionada ahora con ser una chica mala, y tambi¨¦n la soberbia Jane Krakowski, en el papel de su cada vez m¨¢s libre madre¨C, ella empeque?ece. Mientras su mundo se expande, la poeta se contrae.
Pero no es un juego de forma y fondo que pretenda relegarla al anonimato en el que se sinti¨® siempre m¨¢s libre ¨C¡°la fama es un manjar voluble, en un plato cambiante¡±, concluy¨®¨C sino la consecuencia de un ligero cambio de punto de vista que empobrece la genialidad de tan necesario artefacto, el que mejor ¨C mejor que cualquier ensayo, mejor que cualquier cosa ¨Cha entendido y explicado no ya en lo que consisti¨® ser la, en muchos sentidos, ya lo dec¨ªamos, punk, Emily Dickinson ¨Cla mejor poeta, sin distinci¨®n hombre y mujer, de la historia¨C, sino en lo que consiste ser poeta sin m¨¢s, dedicarse a ese m¨¢gico e instintivo arte que convierte el hambre por todo lo posible en palabras. Hay programada una tercera temporada, que se meter¨¢ de lleno en la Guerra Civil norteamericana, y que Smith ha estado escribiendo durante el asalto al Capitolio. Veremos.