La historia secreta de la Inglaterra negra
¡®Small Axe¡¯, el nuevo trabajo del realizador Steve McQueen, rebosa m¨²sica escogida con gusto y buen criterio

Hay un problema tonto con Small Axe, la nueva obra del cineasta londinense Steve McQueen. Avisemos; no es la t¨ªpica serie televisiva. Tampoco nos suena bien la definici¨®n de la BBC: una anthology. T¨¦cnicamente, estamos ante una pentalog¨ªa: cinco historias levemente conectadas pero unidas por la voluntad de su creador. Cinco pel¨ªculas que duran entre los 63 y los 128 minutos. Filmes heterog¨¦neos: un drama de tribunales (Mangrove), un musical (Lovers Rock), una semblanza policial (Red, White and Blue), un biopic (Alex Wheatle), un melodrama social (Education).
Como protagonistas, tenemos a personajes aut¨¦nticos de la minor¨ªa afrocaribe?a en el Reino Unido, m¨¢s algunos recuerdos del propio McQueen (Londres, 1969). Historias potentes que nunca se hab¨ªan llevado a las pantallas, excepto en documentales y de refil¨®n. Por razones obvias: reflejan el racismo blando de la sociedad de acogida, un racismo que se endurec¨ªa cuando se trataba de la polic¨ªa, que recibi¨® (o se atribuy¨®) la funci¨®n de mantener a raya a los bulliciosos reci¨¦n llegados.
Esta urgencia por rescatar unas vivencias ignoradas parece haber catalizado al realizador y a sus c¨®mplices. Hay algo mesurablemente tit¨¢nico en el esfuerzo de McQueen (?cinco pel¨ªculas terminadas en plena pandemia!), que incluso ha colaborado con los principales guionistas, Courttia Newland y Alastair Siddons. Y que ha sabido transmitir su pasi¨®n a un reparto extraordinario: aparte de John Boyega (ya saben, Finn en Star wars), la mayor¨ªa de los actores nos resultan desconocidos pero se revelan formidables encarnando a los que podr¨ªan ser sus padres ?o sus abuelos!
El t¨ªtulo, Small Axe, hace referencia a una canci¨®n airada grabada por el productor Lee Perry con los Wailers: entre versos b¨ªblicos, Bob Marley se presenta como el hacha peque?a que, convenientemente afilada, hasta puede derribar ¨¢rboles grandes. De principio, era un aviso para los mafiosos que controlaban el negocio de la m¨²sica grabada en Jamaica pero, evidentemente, su mensaje se universaliz¨®.

Small Axe rebosa m¨²sica, seleccionada con gusto y conocimiento. Domina el reggae, pero tambi¨¦n hay soul, pop y mucho Jim Reeves, recordatorio de la devoci¨®n jamaicana por el country. Y calipso, como corresponde al origen de Frank Crichlow y varios de sus amigos del restaurante Mangrove, nacidos en Trinidad y Tobago. La m¨²sica pod¨ªa ser una v¨ªa de escape para aquellos espabilados inmigrantes: en Red, White and Blue se representa a Leee John, vocalista y miembro fundador de Imagination, tr¨ªo muy popular en la Espa?a de los ochenta. Resulta que Leee era amigo de Leroy Logan, un cabezota que dej¨® su trabajo en un laboratorio por la profesi¨®n m¨¢s detestada entre la poblaci¨®n caribe?a: polic¨ªa.
El pin¨¢culo de Small Axe tal vez sea Lovers Rock, que carece de carga pol¨ªtica y, aparentemente, de guion. En verdad, pertenece a ese subg¨¦nero del cine musical coloquialmente conocido como vamos-a-montar-un-espect¨¢culo. Solo que aqu¨ª se trata de lo que los jamaicanos llaman un blues party: se despeja una casa para que pueda acoger a los asistentes, que pagan por entrar y por la bebida y comida que consuman. Tambi¨¦n vemos como se instala un sound system, que se ocupar¨¢ de animar la fiesta.
Y no, en un blues party no se pincha blues. Se trata de otra muestra de la inventiva ling¨¹¨ªstica de los jamaicanos, que tambi¨¦n llaman deejay al tipo que usa el micro para hablar/cantar, en preferencia sobre fondos instrumentales. Igualmente, nada hay de rock en el estilo denominado lovers rock, que podr¨ªamos denominar la rama rom¨¢ntica del reggae.
Era la m¨²sica favorita de las j¨®venes de ra¨ªces jamaicanas y McQueen se inventa un trance apote¨®sico, cuando termina el tema Silly games, de Janet Kay, y ellas siguen cantando, perdidas en esa extasiada promesa de amor. Una escena m¨¢gica pero, esperen, todav¨ªa no se ha resuelto. Poco despu¨¦s, empieza a rebotar el dub m¨¢s alucinado y los hombres ocupan la pista, con bailes salvajes. Es f¨¢cil creer que estamos contemplando ese momento, excitante y aterrador, en que una fiesta se sale de madre. Hay tensi¨®n en el ambiente, pero no se desencadena la violencia previsible, gracias a la abundancia de cigarrillos de ganja y la tutela de gente templada.
Ah¨ª decides que, efectivamente, no estamos viendo otra producci¨®n de qualit¨¦ m¨¢s de la BBC. Cierto que all¨ª McQueen tiene bula. Ha colado un espeso patois jamaicano en algunas situaciones y se permite ralentizar la acci¨®n con silenciosos planos fijos, a veces enigm¨¢ticos: durante una redada efectuada por vand¨¢licos bobbies, cae al suelo un colador que oscila durante todo un minuto.
Defiende Steve McQueen la teor¨ªa de que, una vez transcurridos cincuenta a?os, la memoria se desvanece y los hechos filmados se convierten en pel¨ªculas de ¨¦poca, con su carga de nostalgia y la consiguiente adjudicaci¨®n autom¨¢tica de buenos y malos. No ocurre eso aqu¨ª: todo tiene equilibrio. La ambientaci¨®n, por ejemplo, del Brixton de los ochenta resulta prodigiosa, por lo que puedo recordar de las visitas a aquel barrio: desde peinados y vestimentas a la decoraci¨®n de las tiendas de discos.
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Brixton aparece en Alex Wheatle, de principio un asunto delicado. El personaje hom¨®nimo es ahora un escritor reconocido; de hecho, formaba parte del equipo de guionistas. No hay nada heroico en la porci¨®n de su biograf¨ªa que aqu¨ª se cuenta: criado como un hu¨¦rfano dickensiano, sufre maltrato y aterriza en Brixton como un pardillo, al que hay que ense?ar incluso a caminar con la actitud adecuada para espantar a los lobos. Con su mala pata, es detenido en lo que se conoce como ¡°el levantamiento de Brixton¡±, en 1981. Condenado a prisi¨®n, tiene la fortuna de coincidir en la celda con un rastafari amable, que le invita a leer Los jacobinos negros, del historiador C. L. R. James. El primer paso para la emancipaci¨®n mental.
McQueen resuelve magistralmente aquellos disturbios, precedidos por un terror¨ªfico incendio en un blues party que caus¨® 13 muertos, Lo hace con fotos fijas, recitados del poeta Linton Kwesi Johnson y una escenificaci¨®n de los choques entre polic¨ªas y manifestantes que sugiere una batalla medieval.
* Small Axe est¨¢ disponible en Movistar+. Las ¨²ltimas entregas se estrenan el jueves 28 de enero (Alex Wheatle) y el jueves 4 de febrero (Education).
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