La meritocracia y la potra

Como muchos otros de mi generaci¨®n, fui criado en la fe meritocr¨¢tica, que sustituy¨® en Espa?a a la cat¨®lica. Estudia, hijo, me dec¨ªan, con el mismo imperativo que antes se usaba para el verbo rezar. Fui de los ¨²ltimos del BUP en un instituto p¨²blico de barrio, as¨ª que he conocido una forma muy destilada de meritocracia, antes de Operaci¨®n Triunfo, su parodia musical. Cada curso eliminaba concursantes, aunque no tantos como en la gran purga del fin de la EGB, que divid¨ªa el barrio entre quienes se condenaban al infierno de la FP (la nueva ministra, Pilar Alegr¨ªa, quiere que deje de ser percibida como infierno, lo que ya quisieron sus predecesores: creo que es lo que dicen los ministros de Educaci¨®n cuando no saben qu¨¦ decir) y los que sub¨ªan al cielo por una escalera grande (BUP) y otra chiquita (COU), como en la canci¨®n de La bamba.

La religi¨®n meritocr¨¢tica se ha enfriado y se parece ya al catolicismo. Hoy solo le rezan los curas del emprendimiento y los directores de recursos humanos, pero no est¨¢ del todo muerta y a veces le salen profetas. El ¨²ltimo, Javier G¨®mez, guionista en jefe de La casa de papel, que ha sido aplaudido por decir que cuando manda un guion a Los ?ngeles, se lo manda la educaci¨®n p¨²blica.

Yo podr¨ªa firmar esa frase, cambiando guiones por libros y Los ?ngeles por editores postineros, y entiendo el esp¨ªritu que la alimenta y el que la aplaude, pero me vence la fatiga. Al celebrar aquella meritocracia unificada polivalente, encubrimos las aver¨ªas graves del ascensor social de hoy. Los chicos del BUP de ayer devenimos c¨®mplices del colapso educativo de hoy. M¨¢s nos valdr¨ªa dejar de poner velas a la fe familiar y reconocer de vez en cuando que tambi¨¦n hemos tenido mucho de eso que en el barrio llam¨¢bamos potra.

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