Por qu¨¦ nos fascinan las series de m¨¦dicos
La mayor¨ªa de la gente no quiere entrar a los hospitales ni a las comisar¨ªas, pero se traga miles de horas de ficciones ambientadas en esos sitios
No hay mayor alegato a favor de la ficci¨®n que las series de polic¨ªas y de m¨¦dicos. La mayor¨ªa de la gente no quiere entrar a los hospitales ni a las comisar¨ªas, pero se traga miles de horas de ficciones ambientadas en esos sitios. Tal vez el arte imite a la vida, pero el espectador de La unidad o de Anatom¨ªa de Grey no quiere que su vida imite a ese arte. Quiz¨¢ la popularidad de estos g¨¦neros tenga que ver con los juegos de polic¨ªas y ladrones y de m¨¦dicos, lo cual confirmar¨ªa una obviedad que muchos moralistas contempor¨¢neos niegan: que el juego es ficci¨®n (en ingl¨¦s y en franc¨¦s, los actores no interpretan, sino que juegan). Cuando los ni?os se matan jugando no ensayan para matarse de verdad. Salvo los m¨¦dicos y los polic¨ªas reales, que siguen estas series por vanidad o para cuestionar su verosimilitud, el p¨²blico las ve para sentirse ni?os.
En el caso de las ficciones hospitalarias, la cosa cambiar¨ªa mucho si las protagonizasen pacientes en vez de m¨¦dicos. Al margen de Parque Jur¨¢sico, Michael Crichton fue el creador de Urgencias y el gur¨² de la llamada novela m¨¦dica, pero ning¨²n estudioso catalogar¨ªa sus libros en la estanter¨ªa de literatura de la enfermedad, al lado, pongamos por caso, de La monta?a m¨¢gica de Thomas Mann. La gran literatura se ha puesto casi siempre del lado de los enfermos. Los m¨¦dicos son secundarios. Sin embargo, en la tele, son los h¨¦roes. Y esto es as¨ª porque Urgencias (la gran e insuperable ficci¨®n sobre hospitales, que se ha recuperado en HBO Max y tiene un gran poder adictivo) no es una meditaci¨®n sobre la mortalidad, sino una manera de seguir jugando a los m¨¦dicos y cultivar el morbo por unos lugares malditos que no queremos pisar, pero no podemos dejar de mirar.
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