Marie Kondo muerde el polvo
La ¡®influencer¡¯ acaba de revelar que tras tres hijos la milonga del orden ya no le parece tan importante, o sea, que antes simplemente ten¨ªa una cantidad envidiable de tiempo libre y una existencia tan vac¨ªa como el dep¨®sito de su Roomba
Antes de TikTok fueron las madres. Sin algoritmo ni publicidad, eran capaces de viralizar sus infinitas consignas, los ¡°a que voy yo y lo encuentro¡± o los ¡°te crees que soy el Banco de Espa?a¡±. A falta de v¨¢stagos con quienes dar continuidad a la tradici¨®n oral, hered¨¦ una paterna. Cuando hab¨ªa visitas y coincidiendo sospechosamente con el inicio de Supergarc¨ªa mi padre soltaba el cl¨¢sico: ¡°Habr¨¢ que acostarse, que esta gente querr¨¢ irse a su casa¡±. Todav¨ªa no he encontrado manera m¨¢s elegante...
Antes de TikTok fueron las madres. Sin algoritmo ni publicidad, eran capaces de viralizar sus infinitas consignas, los ¡°a que voy yo y lo encuentro¡± o los ¡°te crees que soy el Banco de Espa?a¡±. A falta de v¨¢stagos con quienes dar continuidad a la tradici¨®n oral, hered¨¦ una paterna. Cuando hab¨ªa visitas y coincidiendo sospechosamente con el inicio de Supergarc¨ªa mi padre soltaba el cl¨¢sico: ¡°Habr¨¢ que acostarse, que esta gente querr¨¢ irse a su casa¡±. Todav¨ªa no he encontrado manera m¨¢s elegante de deshacerse de los invitados. Lo digo y escucho poco, ir a casas ajenas me parece de mal gusto. Mi casa es un templo de una sola feligresa, para socializar est¨¢n los bares. Un templo ca¨®tico del que me enorgullezco, me resultan del todo fiables los estudios que afirman que los desordenados somos m¨¢s creativos, seguro que hasta mejores personas.
No opina igual Marie Kondo. La influencer se convirti¨® en una celebridad global por su m¨¦todo para lograr la felicidad a trav¨¦s del orden. Incapaz de entender tan diab¨®lico precepto, me asom¨¦ a su filosof¨ªa en Netflix. En A ordenar con Marie Kondo te sumerge en una vida as¨¦ptica de casas desiertas, a medio camino entre un piso piloto y el apartamento de Patrick Bateman. Se forr¨® con la idea, a pesar de que vender orden en una casa vac¨ªa tiene tan poca credibilidad como una veintea?era anunciando cremas antiedad o ricos herederos pontificando sobre la cultura del esfuerzo.
En un giro sorpresivo, Kondo acaba de revelar que, tras ser madre de tres hijos, la milonga del orden ya no le parece tan importante, o sea, que antes simplemente ten¨ªa una cantidad envidiable de tiempo libre y una existencia tan vac¨ªa como el dep¨®sito de su Roomba. Que nadie piense que est¨¢ reconociendo que nos timaba, solo intenta vendernos su nuevo libro.
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