Interpretando sin credibilidad
La clase pol¨ªtica intenta vender al p¨²blico un producto supuestamente inmejorable, pero la mayor¨ªa de estos histriones lo hacen fatal, sus gestos parecen falsos o mec¨¢nicos
El arte de interpretar, independientemente de que se posean muchos registros o de que les baste con exhibir su personalidad, exige ante todo dotar de credibilidad a los personajes. Alguien escribe lo que deben decir y hacer los actores y actrices, el director moldea sus actuaciones, pero son ellos los que tienen que seducir y convencer a los receptores, dotar de autenticidad a la gente que interpretan. La clase pol¨ªtica intenta vender al p¨²blico un producto supuestamente inmejorable y la seguridad de que, si les apoyan, el mundo y sus vidas funcionar¨¢n mejor. Pero la mayor¨ªa de estos histriones lo hacen fatal, sus gestos parecen falsos o mec¨¢nicos, repiten id¨¦nticas consignas hasta la extenuaci¨®n del oyente, no son brillantes ni veraces.
Imagino que su continua presencia es rentable para las televisiones, aunque estas disfracen sus ins¨ªpidas batallas con el pretexto de que cumplen una sagrada misi¨®n social. Y por ello, en ¨¦poca de elecciones deben aparcar provisionalmente lo que m¨¢s les apasiona. O sea, los sucesos alarmantes, asesinatos, violaciones, palizas, secuestros, el morbo de la sangre alimentando al gran mercado. Tambi¨¦n olvidan la cr¨®nica rosa, el seguimiento de la nada. Pero siguen dedicando un tiempo razonable a lo que m¨¢s agobia al personal, que es la meteorolog¨ªa. Hablar del puto calor y de si va a ofrecernos un alivio temporal. Esta preocupaci¨®n es real, tan importante como el estado de nuestra cuenta corriente. Las televisiones tambi¨¦n ofrecen, adem¨¢s de debates entre los l¨ªderes, los an¨¢lisis y las tertulias de los expertos. Y sabes lo que te van a contar casi todos antes de que abran su humanista boca. Tambi¨¦n lo claro que lo tienen sobre la innegociable identidad de los buenos y de los malos.
Leo dos p¨¢ginas en este peri¨®dico sobre el seguimiento durante 10 d¨ªas que ha hecho mi querido I?igo Dom¨ªnguez de los informativos de las televisiones p¨²blicas. Se libr¨® de las privadas. No quiero imaginar ese suplicio.
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