?Qu¨¦ es el cine? El apartamento
Vuelvo a sentir un orgasmo an¨ªmico con la pel¨ªcula m¨¢s hermosa, compleja, agridulce, de la historia
?De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor? Era la pregunta inquietante del borracho Raymond Carver en uno de sus m¨¢s perturbadores cuentos. Y yo me vuelvo a preguntar en una de mis preguntas certeras: ?de qu¨¦ hablamos cu¨¢ndo hablamos de cine?
Lo tuve claro en mi infancia, en mi adolescencia, en mi juventud, o en el ocaso eremita de una vejez en la que ya no importa casi nada, excepto un tel¨®n antiguo alejado del sufrimiento, emparejado a la felicidad. Y sobrevivo, en mi caso, de recuerdos, algunos muy felices, pero...
?De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor? Era la pregunta inquietante del borracho Raymond Carver en uno de sus m¨¢s perturbadores cuentos. Y yo me vuelvo a preguntar en una de mis preguntas certeras: ?de qu¨¦ hablamos cu¨¢ndo hablamos de cine?
Lo tuve claro en mi infancia, en mi adolescencia, en mi juventud, o en el ocaso eremita de una vejez en la que ya no importa casi nada, excepto un tel¨®n antiguo alejado del sufrimiento, emparejado a la felicidad. Y sobrevivo, en mi caso, de recuerdos, algunos muy felices, pero tambi¨¦n del cine. De las inmensas alegr¨ªas que ¨¦l me ha proporcionado.
Y un amigo, con tantos defectos como yo, pero que tiene el don inmenso y generoso de regalar cosas impagables a la gente que quiere, me don¨® hace muchos a?os un mu?eco de papel, igual que mi altura, que representaba a Bogart. Tambi¨¦n una fotograf¨ªa ampliada de un beb¨¦ maravilloso, encabronado en su gesto, adorable, alguien que representa mi eterna actividad ante la vida, entre el gozo y el rechazo, con el que hablo todas las madrugadas y las noches.
Y este amigo me lleva a ver en una pantalla grande El apartamento. En el Palacio del Hielo. Rodeado de gente mayoritariamente joven, incluidos algunos que comen palomitas, pero sin hacer ruido.
Y vuelvo a sentir un orgasmo an¨ªmico con la pel¨ªcula m¨¢s hermosa, compleja, agridulce, de la historia del cine. Y me sigo estremeciendo, aunque la haya visto doscientas veces, cuando Lemmon observa que el espejo de la mujer que ama est¨¢ roto y que ella se siente a¨²n peor que ¨¦l. Con el retrato genial que hace Wilder de los poderosos y de sus v¨ªctimas, aunque ellos sean muy trepas. Ese se?or, que algunos describieron como alguien que ten¨ªa cuchillas de afeitar en el cerebro y en la lengua, era tan sarc¨¢stico como secretamente rom¨¢ntico. Y vuelvo a sentir un orgasmo cuando, acompa?ada de una m¨²sica maravillosa, la se?orita Kubelik abandona la fiesta de Nochevieja con su amante y va corriendo al apartamento del pat¨¦tico se?or Baxter. Y ¨¦l le dice: ¡°La amo¡±. Y ella le responde: ¡°Siga jugando a las cartas¡±.
Y yo regreso feliz a la soledad de mi casa. Y me pongo El buscavidas. Y le cuento mis sensaciones al beb¨¦ Mat¨ªas. Y duermo relajado. Y me repito: Qu¨¦ grande es el cine. O sea, el que me gusta a m¨ª.