Espa?a tiene 47 millones de habitantes, seg¨²n los datos m¨¢s recientes del padr¨®n elaborado por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE). Es el triple que hace m¨¢s de 200 a?os cuando, en el siglo XVIII, el conde de Floridablanca elabor¨® el primer censo estad¨ªstico que la monarqu¨ªa espa?ola ¡ªcon Carlos III a la cabeza¡ª se atrevi¨® a publicar. El objetivo era, tal y como puede leerse en la carta que Floridablanca dirigi¨® al rey: ¡°Que vean los extranjeros que no est¨¢ el reino tan desierto como creen ellos y sus escritores¡±. Si Floridablanca hubiera tenido acceso a una bola de cristal, se habr¨ªa quedado estupefacto con el cambio que ha dado nuestro pa¨ªs: en 1787 rond¨¢bamos los 10 millones de habitantes o, como dec¨ªan por entonces, ¡°almas¡±.
Las estad¨ªsticas son siempre un reflejo de la realidad. Y en el caso de las m¨¢s antiguas, un tique de viaje al pasado. Antes del de Floridablanca, hab¨ªa llegado el censo del conde de Aranda (1768). Y despu¨¦s, el de Manuel Godoy (1797). Los tres descansan en la biblioteca del INE como una llave m¨¢s a la historia de nuestro pa¨ªs. Parte de estos documentos son accesibles desde internet de forma gratuita. Con la ayuda de dos expertos en historia econ¨®mica, desgranamos en seis puntos lo que estos censos nos cuentan de la vida de nuestros antepasados en el siglo XVIII.
1 . No era f¨¢cil superar la barrera de los 30
En 1797, seg¨²n el censo de Manuel Godoy, la pir¨¢mide invertida no exist¨ªa. La esperanza de vida superaba en muy contadas ocasiones los 30 a?os (ahora es de 83 a?os de media), un motivo de enorme preocupaci¨®n para los miembros del Gobierno. En el siglo XVIII, la administraci¨®n se dio cuenta de que para afrontar al enemigo no solo hac¨ªa falta dinero, tambi¨¦n recursos humanos que fomentaran la econom¨ªa y a los que poder recurrir en caso de guerra.
Como indica Carlos ?lvarez, catedr¨¢tico de Historia Econ¨®mica en la Universidad Carlos III de Madrid: ¡°A lo largo de la historia tener poblaci¨®n ha sido clave para el ¨¦xito de una sociedad. Para nosotros ha cambiado un poco esa mentalidad y, de hecho, decimos que estamos en un mundo superpoblado. Pero, por aquel entonces, tener habitantes era tener riqueza¡±. Por cada ni?o menor de 7 a?os registrado en 1787, ahora hay 12. Estas proporciones crecen exponencialmente seg¨²n aumenta la edad: por cada persona de entre 70 y 80 a?os en el siglo XVII, ahora hay 200.
Uno de los factores que m¨¢s influ¨ªa en la calidad de vida hace m¨¢s de 200 a?os, adem¨¢s del acceso a la salud ¡ªreservado para los m¨¢s pudientes¡ª, era la dieta. La catedr¨¢tica de Historia Econ¨®mica por la Universidad de Barcelona, Roser Nicolau, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar este aspecto. ¡°Espa?a era por entonces un pa¨ªs bastante rural y, a diferencia de otros pa¨ªses, el consumo de prote¨ªnas era muy bajo. Sumado a la falta de agua, las enfermedades y el escaso consumo de leche, muy distinto al resto de Europa, la mitad de los ni?os que nac¨ªan no llegaban a los cinco a?os de edad. De hecho, muchos mor¨ªan en el destete porque el acceso al calcio ca¨ªa en picado¡±, apunta.
2. La solter¨ªa, lo m¨¢s relevante de la sociedad
Uno de los aspectos m¨¢s llamativos de estas estad¨ªsticas es la atenci¨®n que se presta al n¨²mero de solteros y casados. Tanto es as¨ª que el censo de Manuel Godoy dedica un apartado al porcentaje de mujeres solteras por edad donde puede observarse que 7 de cada 10 mujeres de entre 16 y 24 a?os estaban solteras, una proporci¨®n que pasaba a ser de 2 por cada 10 en el rango inmediatamente posterior (25 a 39 a?os). ?Por qu¨¦ se centraban tanto en conocer el estado civil de sus habitantes?
¡°Floridablanca hace el censo para plantar cara a las cr¨ªticas sobre la despoblaci¨®n en Espa?a que llegaban desde fuera de nuestras fronteras. Para ello busca los impedimentos en el crecimiento de la poblaci¨®n, uno de los cuales era la solter¨ªa¡±, indica Nicolau. Este objetivo les llevaba a contar incluso los religiosos -a los que el celibato no les permit¨ªa tener descendencia- y los dependientes de la beneficencia, cuya situaci¨®n econ¨®mica dificultaba en gran medida formar una familia. As¨ª, el conde contaba las cabezas en hospitales, hospicios, casas de exp¨®sitos, instituciones educativas, divididas por sexos y clases, y casas de reclusi¨®n. Incluso distingu¨ªa a los pacientes de salud mental, refiri¨¦ndose a ellos directamente como "locos" y "locas".
En 1797 se casaban el 59% de las mujeres y el 56% de los hombres. Aunque en ambos sexos esta tendencia ha disminuido con el paso del tiempo, la diferencia con la era actual no es tanta: solo ha ca¨ªdo en siete puntos porcentuales. En los tiempos de Godoy y Floridablanca, explica Nicolau, que hubiese un tercio de hombres y mujeres solteros no era nada positivo: ¡°En toda Europa occidental era habitual que las mujeres se casasen con 25 a?os y Espa?a ten¨ªa una de las tendencias m¨¢s bajas. Hay distintas teor¨ªas para explicarlo pero una de las m¨¢s factibles es que las mujeres no se casaban hasta que no ten¨ªan cierto patrimonio, lo que retrasaba bastante la edad de matrimonio. De hecho, aunque no se contabilice, ellas tambi¨¦n trabajaban en el campo o en labores dom¨¦sticas y esto tambi¨¦n influ¨ªa a la hora de casarse¡±.
En la actualidad, el 11% de las mujeres se quedan viudas. En el siglo XVIII, esta proporci¨®n era pr¨¢cticamente la misma. En el caso de los hombres, el porcentaje de viudos se ha reducido a la mitad (del 6% al 3%), un cambio que se explica con la diferencia en las esperanzas de vida de cada sexo: la esperanza de vida de las mujeres es seis a?os superior a la de los hombres (86,2 a?os frente a 80,9).
3. Casi cinco hijos por mujer
Como ya hemos mencionado, el crecimiento de la sociedad era una de las mayores preocupaciones de la corona. En el estudio que Nicolau elabor¨® con otros colegas de profesi¨®n, Estad¨ªsticas hist¨®ricas de Espa?a, el cuadro de expertos concluye que, ya entrado el siglo XIX, cada mujer ten¨ªa 4,5 hijos de media. Esta es una de las cifras m¨¢s disonantes con la realidad actual: los ¨²ltimos datos del INE sit¨²an la tasa de fecundidad en menos de 1,5 hijos por mujer.
Las dificultades para elaborar los primeros censos no permit¨ªan conocer el detalle del n¨²mero de hijos por matrimonio. Pero en su batalla por acabar con los obst¨¢culos para formar familias, el censo de Floridablanca distingu¨ªa a solteros, casados y viudos seg¨²n su rango de edad. Y es aqu¨ª donde encontramos un detalle sorprendente: los registros de casados y viudos menores de edad. As¨ª, en 1787, 5.462 ni?os y 7.463 ni?as de entre 7 y 16 a?os aparecen casados. Y m¨¢s de 500 son viudos. Aunque estas cifras no llegan a representar ni el 2% de la poblaci¨®n, surge la pregunta sobre si realmente exist¨ªan los matrimonios en estas edades o era un simple error de registro.
¡°Lo que no sabemos es si a la hora de hacer el censo preguntaban si ese matrimonio era consumado o no. Por entonces muchos de los matrimonios eran concertados por las familias, bien por motivos econ¨®micos o pol¨ªticos. En el sur, la edad media de matrimonio era de 26 a?os y, en el norte, de 21¡±, explica ?lvarez. ¡°Tradicionalmente, en el norte de Espa?a las familias sol¨ªan ceder todo el patrimonio al primog¨¦nito para mantener a salvo el linaje. Se consideraba que el estatus social se perd¨ªa si se repart¨ªa el patrimonio entre varios descendientes. En el sur, sin embargo, se heredaba de forma m¨¢s equitativa¡±.
Para casarse hac¨ªa falta una dote, el patrimonio que la familia de la esposa entregaba al novio en proporci¨®n a su estatus social. La forma de heredar de la familia, por tanto, condicionaba mucho las opciones. Si por haberse dividido el patrimonio entre varios descendientes la dote no era suficiente, lo l¨®gico era que la edad de casamiento se retrasara y que, por ello, se intentase cerrar de palabra el matrimonio lo antes posible para ganar tiempo.
4. Las ciudades, atractivas pero complicadas
¡°En el siglo XVI, Espa?a era uno de los pa¨ªses m¨¢s urbanizados de Europa. Sin embargo, en el siguiente siglo, las ciudades entraron en decadencia y el territorio se hizo mucho m¨¢s agrario¡±, explica ?lvarez. En el siglo XVII crece una corriente de pensamiento que considera que la fuerza urbana es una fuente de riqueza para los Estados modernos, que "empiezan a preocuparse por tener poblaciones numerosas¡±, explica Roser. As¨ª, bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII, las ciudades espa?olas vuelven a cobrar protagonismo y a atraer a parte de la poblaci¨®n. En el censo de Floridablanca, Madrid es la que notifica m¨¢s de 165.000 habitantes, seguida de Valencia (100.656), Barcelona (92.385) y Sevilla (80.915). Las cuatro aglutinan un 4% de la poblaci¨®n nacional, un porcentaje que en la actualidad alcanza el 15%.
Pero las urbes, cuanto m¨¢s caras, m¨¢s duras. ¡°Al llegar m¨¢s poblaci¨®n aumentan los trabajos de largas jornadas y salarios bajos y, en consecuencia, la gente pasa hambre y crecen las enfermedades por hacinamiento. Se da por hecho que, en la ciudad, la probabilidad de morir es m¨¢s alta, pero la gente emigra porque, aun as¨ª, es un salario mucho mejor que en el campo. Hay que recordar que all¨ª la tierra ten¨ªa due?o y el dinero que le llegaba al campesino era escaso. Por eso la ciudad surge como un lugar de mayores oportunidades. Si ten¨ªan suerte y trabajaban muy duro, pod¨ªan salir adelante¡±, relata ?lvarez. ¡°De hecho, muchos de los ¡®segundones¡¯ de las familias del norte que hemos mencionado anteriormente ¡ªlos que llevaban un escaso reparto en el patrimonio de la familia¡ª emigraban a las ciudades del sur para buscarse una nueva vida¡±.
5. Los municipios de 10.000 habitantes ya eran considerados ciudades
Cuando reinaba Carlos III, 8 de cada 10 espa?oles viv¨ªan en municipios de menos de 10.000 habitantes. Nada que ver con la distribuci¨®n actual: seg¨²n el padr¨®n del INE, a d¨ªa de hoy solo 2 de cada 10 personas (nueve millones, casi la poblaci¨®n entera de Espa?a en el siglo XVIII) viven en localidades de estos tama?os. En la actualidad, de hecho, son considerados peque?os municipios ¡ªtanto, que han podido escabullirse de algunas de las restricciones de la pandemia¡ª y gran parte de ellos est¨¢n en la cuerda floja de la despoblaci¨®n.
Sin embargo, en el Antiguo R¨¦gimen, ¡°un municipio de estas dimensiones ya se consideraba ciudad¡±, indica ?lvarez. Por ejemplo, como indica el trabajo de investigaci¨®n Hacia una definici¨®n de la demograf¨ªa urbana: Espa?a en 1787, en Canarias, Castilla y Le¨®n, Extremadura, Murcia y el Pa¨ªs Vasco los n¨²cleos urbanos ten¨ªan un tama?o medio que rondaba los 9.000 habitantes. Por aquel entonces la zona rural inclu¨ªa a todos esos municipios de menos de 5.000 habitantes. Aunque esto no significa que en las ciudades no hubiera un gran peso de la ganader¨ªa y la agricultura: en el sur de Espa?a exist¨ªan las llamadas agrociudades, municipios que alcanzan los 10.000 habitantes pero en las que, en lugar de diversificar el empleo, predominaba este sector primario.
A medida que la econom¨ªa agr¨ªcola que defin¨ªa a Espa?a pas¨® a transformarse en una m¨¢s industrializada, la poblaci¨®n hizo las maletas y empez¨® a mirar a las ciudades del interior de la Pen¨ªnsula. Poco a poco la densidad poblacional fue creciendo desde los 20,7 habitantes por kil¨®metro cuadrado hace m¨¢s de dos siglos a los 90 habitantes por kil¨®metro cuadrado de 2020, aumentando la poblaci¨®n en las grandes ciudades como Barcelona, Valencia, A Coru?a, Oviedo o Madrid. La provincia de Pontevedra refleja muy bien ese cambio: en 1787, encabezaba el ranking nacional con 76 habitantes por kil¨®metro cuadrado y, en las densidades actuales, ha bajado hasta el puesto 13.
6. En algunos municipios, la densidad poblacional era mayor que ahora
Por ¨²ltimo, otro detalle que no puede pasarse por alto comparando las primeras estad¨ªsticas de Espa?a con las actuales es que hay tres provincias en concreto que ten¨ªan mayor densidad poblacional en 1787 que en la actualidad: son Cuenca, Teruel y Soria. Si hace 223 a?os las tres contaban con 14 habitantes por kil¨®metro cuadrado, ahora en Soria solo hay 8,6, lo que supone una ca¨ªda del 30% de vecinos entre 1787 y 2020 (de 115.092 a 88.884). Por su parte, Teruel tiene 9,06 habitantes por kil¨®metro cuadrado, una dr¨¢stica reducci¨®n del 42% (de 191.118 a 134.176 habitantes). Cuenca es la ¨²nica de las tres que supera la decena de habitantes por kil¨®metro cuadrado: seg¨²n los datos de Floridablanca, esta provincia solo ha visto reducida su poblaci¨®n en un 5% en los ¨²ltimos 300 a?os (de 206.218 habitantes a 196.139).
Es importante tener en cuenta que los datos de estos hist¨®ricos censos son orientativos. Pasados los a?os, numerosos expertos han constatado que las cifras bailan mucho entre los siglos. De hecho, el de Floridablanca es el m¨¢s fiable. La Comisi¨®n General de Estad¨ªsticas del Reino ¡ªprimera instituci¨®n moderna de estad¨ªstica de Espa?a¡ª no naci¨® hasta 1857 por lo que, hasta entonces, la ¨²nica forma de recoger informaci¨®n estad¨ªstica era acudiendo a los obispos y a los p¨¢rrocos, due?os de todos los registros y libros de familia. Por supuesto, estos no inclu¨ªan ning¨²n c¨¢lculo estad¨ªstico y estaban escritos a mano, por lo que lo m¨¢s probable es que haya errores. Pero s¨ª es suficiente para ver en qu¨¦ cosas ha cambiado Espa?a (y en qu¨¦ cosas no lo ha hecho): si en la actualidad la poblaci¨®n viviera tan apretada como en el distrito centro de Madrid, toda Espa?a podr¨ªa caber en Tenerife. Somos muchos m¨¢s, pero vivimos en menos municipios y tendemos a abandonar las ciudades intermedias para irnos a las m¨¢s grandes. Lo urbano nos sigue llamando.
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