V¨ªdeo | ¡°Cuando el Partido Conservador vea a Johnson como una r¨¦mora, acabar¨¢n con su carrera pol¨ªtica para salvar la suya¡±
El corresponsal de EL PA?S en el Reino Unido, Rafa de Miguel, analiza los errores que ha ido cometiendo el primer ministro brit¨¢nico desde que llego al puesto y que podr¨ªan acabar con su dimisi¨®n
Hace falta situarse al otro lado de la avenida del Parlamento brit¨¢nico para entender que la puerta pintada de negro con el n¨²mero 10 de Downing Street forma parte de un complejo administrativo muy amplio, fuertemente atrincherado y muy protegido por la polic¨ªa, especialmente estos d¨ªas en los que proliferan las protestas contra Boris Johnson. La ambici¨®n rubia, como se conoci¨® durante muchos a?os al pol¨ªtico conservador m¨¢s popular de la historia reciente de este pa¨ªs, ten¨ªa como ¨²nico objetivo vital precisamente alcanzar ese edificio convertido en el primer ministro del Reino Unido.
Parad¨®jicamente, lo que ha ocurrido en los ¨²ltimos meses entre las paredes de esa residencia puede acabar con su carrera pol¨ªtica. Por ejemplo, comenzando por esa obsesi¨®n del matrimonio Johnson por decorar el n¨²mero 11 de Downing Street, el apartamento privado que ocupan, y hacerlo adem¨¢s con la dise?adora m¨¢s de moda entre las celebridades brit¨¢nicas, Lul¨² Little, a un precio de m¨¢s de 100.000 euros que consiguieron a trav¨¦s de las donaciones de un billonario al Partido Conservador, en contra de todas las reglas y de todos los c¨®digos ¨¦ticos de buen gobierno. Pero adem¨¢s, fue en los jardines de este edificio donde el ide¨®logo del Brexit y el asesor estrella de Boris Johnson, Dominic Camins, tuvo que someterse a una humillante sesi¨®n ante la prensa para reconocer que hab¨ªa llevado a su esposa y a su hijo a la residencia campestre de sus suegros durante los primeros meses del confinamiento. Este fue ya el primer esc¨¢ndalo, la primera se?al de que las reglas eran distintas para la gente que habitaba en Downing Street. Fue aqu¨ª tambi¨¦n, donde la portavoz Allegra Stratton, cuando ensayaba su comparecencia ante los medios, se dej¨® grabar mientras hac¨ªa bromas sobre las fiestas que ten¨ªan lugar en el confinamiento.
Pero el futuro pol¨ªtico de Boris Johnson probablemente se decidir¨¢ en otro edificio, en el Parlamento de Westminster. Cada vez son m¨¢s los diputados conservadores, profundamente irritados con estos esc¨¢ndalos y que han enviado sus cartas de retirada de confianza a la direcci¨®n del grupo parlamentario. Si se llega a la cifra m¨¢gica de 54, se activar¨¢ autom¨¢ticamente la moci¨®n de censura interna que podr¨ªa acabar con la carrera pol¨ªtica de Johnson. Todo eso a pesar de los esfuerzos de ¨²ltima hora de su equipo de comunicaci¨®n por llevar a cabo una estrategia de supervivencia que pasa, de nuevo, por ofrecer chivos expiatorios para tapar los fallos del primer ministro. Rodar¨¢n cabezas de muchos de los asesores de Downing Street para poder dar la impresi¨®n de borr¨®n y cuenta nueva. Y se pondr¨¢n en marcha una serie de pol¨ªticas populistas muy del gusto del ala dura del partido conservador. Lo principal es convencer a los diputados conservadores de que Boris Johnson todav¨ªa puede ayudarles a ganar elecciones y eso cada vez parece m¨¢s complicado. La m¨¢quina perfecta electoral, como se ha llamado siempre al Partido Conservador, es de una crueldad exquisita cuando se trata de deshacerse de r¨¦moras. Y si entienden que Boris Johnson es ahora mismo una de ellas, ser¨¢n los propios diputados los que acaben con su carrera pol¨ªtica para salvar las suyas propias.