El paro armado y el fantasma de Pablo Escobar
En Colombia ya no hay guerrillas que se quieran tomar el poder. En cambio, en estos cuatro a?os de Gobierno de Duque, s¨ª se han reencauchado poderosos clanes de la mafia que tienen fuertes lazos con el ¡®establishment¡¯
Cre¨ªamos que Colombia hab¨ªa dejado atr¨¢s las ¨¦pocas en que los poderes armados controlaban desde la ilegalidad importantes extensiones del territorio colombiano, pero no hay tal. Bastaron cuatro a?os de Gobierno de Iv¨¢n Duque para que volvi¨¦ramos a los paros armados y a las ¨¦pocas en que un solo cartel impon¨ªa su terror y su justicia privada, como en los tiempos de Pablo Escobar. El temible capo de Medell¨ªn paralizaba el pa¨ªs cada vez que uno de sus socios era capturado o extraditado.
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Cre¨ªamos que Colombia hab¨ªa dejado atr¨¢s las ¨¦pocas en que los poderes armados controlaban desde la ilegalidad importantes extensiones del territorio colombiano, pero no hay tal. Bastaron cuatro a?os de Gobierno de Iv¨¢n Duque para que volvi¨¦ramos a los paros armados y a las ¨¦pocas en que un solo cartel impon¨ªa su terror y su justicia privada, como en los tiempos de Pablo Escobar. El temible capo de Medell¨ªn paralizaba el pa¨ªs cada vez que uno de sus socios era capturado o extraditado.
Esa sensaci¨®n de orfandad la sintieron muchos colombianos de nuevo la semana pasada cuando el Clan del Golfo, una poderosa organizaci¨®n criminal dedicada al narcotr¨¢fico, decret¨® un paro armado en cerca de 11 de los 32 departamentos del pa¨ªs, en represalia por la decisi¨®n del Gobierno Duque de extraditar a los Estados Unidos a Otoniel, su m¨¢ximo jefe.
Durante cuatro d¨ªas con sus noches, casi la mitad del territorio colombiano estuvo bajo el poder intimidador de este grupo narcotraficante. Pueblos de m¨¢s de 100.000 habitantes vieron c¨®mo los mafiosos cerraban sus carreteras, sus colegios, sus tiendas y eran conminados a no salir de sus casas bajo la amenaza de que si lo hac¨ªan ser¨ªan ejecutados. M¨¢s de cien camiones fueron incendiados y ocho colombianos fueron ajusticiados.
Todo esto sucedi¨® en las narices de la fuerza p¨²blica y en una regi¨®n en que confluyen la primera divisi¨®n y la s¨¦ptima divisi¨®n de un Ej¨¦rcito que es considerado como uno de los m¨¢s grandes y preparados de Am¨¦rica Latina. Son muchos los testimonios de personas que aseguran que durante los d¨ªas que dur¨® el paro armado no se vio patrullando al Ej¨¦rcito y que por cuenta de esa inexplicable ausencia, la poblaci¨®n qued¨® a merced de los sicarios del clan del Golfo.
El presidente Duque reaccion¨®, pero de manera tard¨ªa. En los dos primeros d¨ªas del paro armado prefiri¨® irse a la posesi¨®n del nuevo presidente de Costa Rica y solo volvi¨® a Colombia horas antes de que se acabara el paro para anunciar la creaci¨®n de un bloque de b¨²squeda. Esta actitud pasiva contrasta con la rapidez con que Duque y las Fuerzas del orden respondieron al estallido social de hace un a?o, cuando miles de j¨®venes salieron a bloquear las v¨ªas en protesta por la falta de empleo y oportunidades. Los bloqueos produjeron la reacci¨®n airada de medios, de empresarios y de varios ministros que salieron a decir que esas obstrucciones en las carreteras eran causantes de miles de millones en p¨¦rdidas econ¨®micas. Cali fue militarizada y la polic¨ªa se emple¨® a fondo para levantar los bloqueos para restaurar el derecho a la movilidad.
Nada de eso pas¨® la semana pasada con el paro armado decretado por el Clan del Golfo. Pese a que era ilegal y de que impuso el horror y la muerte, no hubo indignaci¨®n porque se hubiera afectado el derecho a la movilidad ni reparos airados por los efectos derivados del cierre de todas las actividades econ¨®micas en 11 departamentos del pa¨ªs durante cuatro d¨ªas. Solo sali¨® un comunicado de la asociaci¨®n nacional de empresarios condenando el paro armado. Pare de contar.
Los paros armados fueron una demostraci¨®n del poder¨ªo que llegaron a exhibir muchas de las organizaciones ilegales durante los a?os de la guerra contra el narcotr¨¢fico y las guerrillas. Sin embargo, luego de la firma del acuerdo de paz pr¨¢cticamente desaparecieron. Volvieron a resurgir en febrero del 2020, bajo el Gobierno de Duque cuando el ELN, la ¨²ltima guerrilla marxista que queda en Colombia, decidi¨® imponer un paro armado en algunas regiones, sin mucho ¨¦xito, ya que fue repelido de inmediato por la fuerza p¨²blica.
Sin embargo, en este paro armado de la semana pasada, la Fuerza P¨²blica fue la gran ausente y quienes padecieron el horror que impuso el Clan del Golfo volvieron a sentir ese mismo temor y esa orfandad que muchos sentimos en los tiempos de Pablo Escobar.
El Clan del Golfo es producto de un pa¨ªs que recicla la guerra. Su jefe Otoniel se inici¨® como guerrillero del EPL, una guerrilla que se desmoviliz¨® en 1991. Luego pas¨® a formar parte de las autodefensas de Urab¨¢, en pleno fervor del paramilitarismo. Hoy el Clan del Golfo es una poderosa organizaci¨®n dedicada al narcotr¨¢fico que opera en alianza con los carteles mexicanos y que al igual que la mafia de Escobar tiene fuertes tent¨¢culos dentro del Estado con el mundo pol¨ªtico y castrense.
Escobar mandaba a matar ministros, periodistas, jueces y polic¨ªas en represalia por cada extradici¨®n que se aprobaba. Para neutralizar a la polic¨ªa se invent¨® el plan pistola, en el que le puso precio a la cabeza de los uniformados. Pagaba 700 d¨®lares por cada polic¨ªa muerto. As¨ª se asesinaron a cerca de 600 polic¨ªas en Colombia entre finales de los ochenta y comienzos de los noventa.
El Clan del Golfo ha revivido desde el 2019 el plan pistola, es decir ha revivido el asesinato de polic¨ªas a mansalva y el pago de recompensas a sus sicarios por cada uniformado muerto. En este paro armado impuesto por ellos, el plan pistola no solo fue utilizado para asesinar polic¨ªas. Tambi¨¦n cayeron muertos civiles desarmados. Un chofer que no pudo llegar a su casa a tiempo porque su carro se averi¨® en una de las carreteras del norte del pa¨ªs, fue ejecutado. A un ni?o que sali¨® a comprar el pan en un pueblo del Caribe lo llenaron de balas hasta matarlo.
El hecho de que estemos volviendo a ¨¦pocas que pens¨¢bamos ya superadas demuestra que el presidente Duque no pudo enfrentar los nuevos desaf¨ªos en materia de seguridad que surgieron luego del desarme de las Farc. Su pol¨ªtica sigue siendo la misma que antes de la firma de paz. Siguen arrastrando la vieja doctrina del enemigo interno como si las guerrillas comunistas fueran nuestro mayor desaf¨ªo.
En Colombia ya no hay guerrillas que se quieran tomar el poder. En cambio, en estos cuatro a?os de Gobierno de Duque s¨ª se han reencauchado poderosos clanes de la mafia que tienen fuertes lazos con el establecimiento y que pretenden exportar su coca¨ªna sin que nadie los moleste. El pr¨®ximo presidente, sea quien sea, va a tener que ajustar a la realidad las doctrinas militares para que en lugar de seguir buscando comunistas, se despliegue una estrategia dirigida a enfrentar estos nuevos capos que nos quieren devolver a las ¨¦pocas de Pablo Escobar.
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