Carolina San¨ªn: ¡°Afuera del circo literario espero respirar mejor¡±
La escritora colombiana habla sobre su ¨²ltimo libro, ¡®El Sol¡¯: ¡°El hombre es el escenario del conflicto entre Dios y el diablo¡±
Carolina San¨ªn (Bogot¨¢, 49 a?os) tiene modos de pensar y de escribir que resultan inc¨®modos para muchos lectores. En sus textos se nota la influencia del psicoan¨¢lisis, y recurre a la filosof¨ªa y a la literatura antigua y medieval. Puestas al lado de sus declaraciones y escritos, posiciones m¨¢s tradicionales parecen trilladas y pierden brillo. Los cuestionamientos de Carolina en temas como la pol¨ªtica identitaria o las constantes delaciones del patriarcado encubierto le han costado la cancelaci¨®n de varios espacios. Recientemente ...
Carolina San¨ªn (Bogot¨¢, 49 a?os) tiene modos de pensar y de escribir que resultan inc¨®modos para muchos lectores. En sus textos se nota la influencia del psicoan¨¢lisis, y recurre a la filosof¨ªa y a la literatura antigua y medieval. Puestas al lado de sus declaraciones y escritos, posiciones m¨¢s tradicionales parecen trilladas y pierden brillo. Los cuestionamientos de Carolina en temas como la pol¨ªtica identitaria o las constantes delaciones del patriarcado encubierto le han costado la cancelaci¨®n de varios espacios. Recientemente la editorial mexicana Almad¨ªa anunci¨® la decisi¨®n de no publicar sus libros. San¨ªn desatiende los g¨¦neros literarios y a su obra no se le pueden poner f¨¢cilmente etiquetas.
Ha publicado novelas, ensayos, cuentos y escritos que est¨¢n a caballo entre el ensayo, la narraci¨®n y la poes¨ªa. Actu¨® como protagonista en la pel¨ªcula Litigante. Acaba de publicar El Sol (Random House), un libro que aborda, entre otros temas, su infancia, que parece vista a trav¨¦s de una serie de espejos rotos en los que se conjugan im¨¢genes de diferentes ¨¦pocas; hay antagonismos que forman unidades como la luz y la oscuridad que permiten captar el discurrir del tiempo, o dios y el diablo, interpretados a trav¨¦s del antagonismo entre el padre y el hijo pr¨®digo. Utiliza la libre asociaci¨®n, que le permite hilar con libertad y emprender ramificaciones. Advierte relaciones entre objetos y situaciones que a simple vista parecieran no existir. ¡°El ser humano tiene infinitos lados, y verlo es, b¨¢sicamente, lo m¨¢s interesante de estar vivo¡±, dice. La entrevista sucede en la terraza de un caf¨¦, en el norte de Bogot¨¢. Es una tarde soleada de diciembre.
Pregunta. Dice en El Sol: ¡°Es posible que tu naturaleza sea siempre ser lo contrario¡±. ?Por qu¨¦ cree que nuestra cultura evita la contradicci¨®n? ?Por qu¨¦ ese af¨¢n por la identidad, el consenso?
Respuesta. Hay un miedo a dividirse. La divisi¨®n es conflicto y dolor, y la muerte es vista como separaci¨®n. Es natural que temamos separarnos, no solo de los otros, sino de nosotros mismos. La c¨®lera, que a veces es la expresi¨®n de la contrariedad, implica el alejamiento de uno con respecto a su centro, y la creaci¨®n de un personaje a partir de la reacci¨®n, como trato de explicar en ¡°El escudo¡±, uno de los textos de El Sol. Pero, por otra parte, la conciencia de la contradicci¨®n puede llevarte a darte cuenta de que puedes ser de cualquier manera y cualquier cosa, y puedes ser otros sin perder la unidad esencial.
P. Dice que hay otro en cada uno, pero no solo se refiere al otro en el que nos desdoblamos como cuando nos miramos al espejo, sino que en cada mujer hay un hombre, y en cada hombre una mujer. ?Por qu¨¦ es necesario reconocer a ese otro? ?Hay algo terap¨¦utico?
R. Hay algo terap¨¦utico en el reconocimiento de que uno se desconoce y se sorprende y se extra?a, y de que en cada uno de nosotros est¨¢ la posibilidad de hacer cualquier cosa que ha hecho el ser humano. No hablo, claro, de la posibilidad material: no voy a meter los goles de Messi, pero que ¨¦l los meta quiere decir que los mete tambi¨¦n por m¨ª. Aunque solo sea por momentos, uno puede percibir que uno es todos los seres humanos que han existido; que la comunidad humana es el cuerpo del ser humano. La posibilidad de asumir y de aceptar que una tambi¨¦n incluye a un var¨®n ¡ªy la posibilidad de un hombre de aceptar que ¨¦l tambi¨¦n es una mujer¡ª no solamente ampl¨ªa la experiencia, sino que es lo que necesariamente pasa en el amor rom¨¢ntico. El amor rom¨¢ntico y el drama de la sexualidad humana est¨¢n basados en esa realidad de que uno se descubre y se despliega en los dos sexos. El amante siempre est¨¢ siendo un hombre y una mujer, y el amado o la amada tambi¨¦n. Lo que pasa entre esos cuatro personajes es el drama del amor. Por eso, entre otras cosas, creo que el ¨¦nfasis en la fijaci¨®n de la identidad un¨ªvoca y fija se lleva por delante el amor y la sexualidad como los conocemos.
P. El libro abarca dualidades como naturaleza y arte, hombre y mujer, Dios y el diablo. ?Podr¨ªan existir el uno sin el otro?
R. Lo interesante es que no solamente cada cosa est¨¢ relacionada con cada otra, sino que est¨¢ relacionada con ella de infinitas maneras. Llevo a?os pensando en Dios y el diablo; el diablo como el separador y el se?or de la muerte, pero tambi¨¦n en su poder para enternecernos y en nuestra capacidad de contenerlo y compadecerlo. Si el diablo es el totalmente solo y el rechazado, necesita que alguien piense en ¨¦l. En el libro propongo una f¨¢bula del regreso del diablo a Dios. Si uno empieza a pensar en esa separaci¨®n fundamental, puede ver ¡ªo puede estar tentado a ver¡ª el mundo como el teatro de la reconciliaci¨®n entre Dios y el diablo (entre quienes, por cierto, hay un romance tambi¨¦n; una historia de amor).
P. ?Se podr¨ªan reconciliar?
R. Creo que se tienen que reconciliar. El fin del mundo es esa reconciliaci¨®n; es la uni¨®n, el retorno a la unidad. Pero ?cu¨¢ntas veces sucede el fin del mundo? Cada muerte individual es el fin del mundo y puede ser tambi¨¦n esa reconciliaci¨®n, pues en la vida humana ¡ªy esto no es m¨ªo, otros lo han dicho antes¡ª, el hombre es el escenario del conflicto entre Dios y el diablo. Uno puede sentirse como el veh¨ªculo, el escenario y el actor de esa historia de amor, que es la historia de separaci¨®n y de uni¨®n entre el creador y su criatura m¨¢s resplandeciente.
P. Dice: ¡°El mal es no tomarse en serio. El mal es no hacerse cargo. Quien no carga consigo no tiene peso. No existe. Eso es el mal¡±.
R. El mal no es solamente no hacerse responsable de lo que le haces al otro, sino no cargar con tu propio sufrimiento; no hacerte consciente de cu¨¢l es tu herida y, por tanto, ignorar cu¨¢l es la cruz que cargas. El mal es lo mismo que la ligereza: andar sin peso. Lo que te impide hacer el mal puede surgir de una noci¨®n de tu propio sufrimiento, de tu limitaci¨®n y de tu dependencia. Es tremendo saber que somos mortales y que estamos haciendo todo esto: una entrevista, un libro, todo para la muerte. Si nos damos cuenta de nuestra caducidad, nos podemos concebir como seres esencialmente sufridores ¡ªlo cual es distinto de concebirnos como v¨ªctimas¡ª, y creo que la percepci¨®n de la plenitud de nuestra pasi¨®n nos impedir¨ªa deliberadamente buscar el horror. Nos dar¨ªamos cuenta, al menos, de que el horror ya est¨¢ todo el tiempo.
P. Dice: ¡°El dolor se traga el saber, pero queda la fuerza¡±. ?C¨®mo es su relaci¨®n con el dolor y con la angustia?
R. Soy ansiosa, angustiada y adolorida, y tengo ¨²ltimamente varios dolores f¨ªsicos. El dolor hace que te des cuenta de que no conoces nada, ni siquiera la estructura de tu cuerpo. El dolor ¡ªf¨ªsico y tambi¨¦n moral¡ª te instala en una esquina. Te aparta y te hace desconocer el mundo. El dolor de la depresi¨®n y de la ansiedad hace que todo parezca extra?o y remoto, pero desde esa exclusi¨®n, puedes saber que no sabes. Ni entiendes. La separaci¨®n desarticulada, de la que pueden surgir la fuerza y el deseo de estar simplemente viva, tambi¨¦n te da una curiosidad con respecto al mundo. Al sentirte no integrada, te ves obligada a encontrar, en las cosas del mundo ¡ªque siempre es un mundo lejano¡ª tu orgullo y tu riqueza.
P. Schopenhauer dec¨ªa que a mayor grado de consciencia mayor dolor.
R. Tambi¨¦n pasa lo contrario. El dolor surge muchas veces de pensar en s¨ª mismo. Eres autorreflexivo. Cuanto m¨¢s piensas en ti, m¨¢s est¨¢s en el teatro de tu sufrimiento. Pensarse termina siendo condolerse. Muchas veces, por mucho contemplarse, una se identifica con sus dolores. Si uno se hace una sola pregunta ¡ª¡±?Qu¨¦ es lo que estoy sintiendo cuando digo que tengo este dolor?¡±¡ª tambi¨¦n se da cuenta de que no siente nada, y eso puede ser muy aliviador. Hay dolores f¨ªsicos que son demasiado apremiantes e inhabilitantes para hacer eso, pero con los dolores emocionales suele pasar que si uno se empieza a preguntar ¡°?Qu¨¦ siento? ?D¨®nde est¨¢?¡±, se da cuenta de que el dolor no tiene tanta existencia; de que muchos dolores son dramatizaciones creadas por la soledad y la desconexi¨®n. El origen de todos los males es cierta soledad.
P. Dice: ¡°Despertar de una pesadilla es una necesidad. Tarde o temprano, ocurre. Y siempre ocurre a tiempo¡±.
R. Es que todo ocurre a tiempo. Tenemos el gusto de entrar en pesadillas durante la vigilia, como para poder leer la propia vida seg¨²n la pesadilla. Uno se busca sufrimientos para poder leerse luego en ellos.
P. ?C¨®mo se lleva con la ansiedad de escribir y despu¨¦s con lo que ya ha escrito?
R. Yo estoy bien solo cuando estoy haciendo un texto. De resto, estoy desubicada y desconcertada. Cuando estoy escribiendo un libro, ya completamente adentro, me gusta vivir y me gusta ser yo. Escribir es, para m¨ª, lo contrario del di¨¢logo mental engendrador de dolores.
P. ?C¨®mo sobrelleva la avalancha de insultos en las redes?
R. Nunca he tenido las notificaciones encendidas ni tengo Twitter en el tel¨¦fono, y realmente no leo muchos comentarios. Leo los cuatro primeros que me salen. Antes contestaba por rabia y por ganas de exhibir ingenio; por ver estallar esa flor de fuego del insulto y la retaliaci¨®n, que es bella. Estar atenta a la respuesta y a la respuesta de la respuesta te devuelve unas im¨¢genes falsas de ti, que son las proyecciones de los otros.
P: ?En alg¨²n momento ha desconfiado de s¨ª misma?
R: S¨ª. De repente hay una deformaci¨®n tan poderosa de tu imagen en la voz de los otros que te hace creer que eres otra deformada. Y no est¨¢ mal del todo, porque tambi¨¦n uno es esa cosa horrible ¡ªpero no lo es ni solamente ni siempre ni principalmente¡ª.
P: ?Qu¨¦ hace para parar de angustiarse por lo que le dicen?
R: Dejo de mirar. En estos d¨ªas no miro m¨¢s de 15 minutos al d¨ªa Twitter y escribo all¨ª poco. El peor veneno es la b¨²squeda de aprobaci¨®n, porque en el momento en que t¨² eres consciente de que existes por la mirada del otro est¨¢s necesariamente avergonzado. La relaci¨®n con los dem¨¢s en las redes sociales est¨¢ mediada por el sentimiento de verg¨¹enza y por la imposici¨®n de la verg¨¹enza. Se demoniza el orgullo y se te impone la servidumbre de la expresi¨®n compartida de la carencia.
P: Cuando le dicen que es un personaje distinto en redes, ?qu¨¦ piensa?
R: ?Qu¨¦ significa ser una y ser otra? En esta entrevista tambi¨¦n soy otra que no soy yo, y sueno como no sueno. La que soy con mi hermano no es la misma que soy con un amante. ?Cu¨¢ndo uno es uno? El ¨²nico momento en que uno es uno es cuando es radicalmente otro: en el fondo de su ser, donde no es nadie. Cuanto uno parece ser es un conjunto de apariciones, expresiones y actos de aquello que, en vida, no conocer¨¢. Uno es el desconocido.
P: ?Se siente una escritora cancelada?
R: S¨ª, pero la gente cree que la cancelaci¨®n significa (o que deber¨ªa significar) que no te vuelvan a leer o a publicar. Es m¨¢s bien, como dec¨ªa el otro d¨ªa en Twitter el escritor mexicano Aurelio Asiain, apartado de una tribu.
P: Pero en todo caso nunca ha querido pertenecer a¡
R: En parte todos queremos pertenecer, pero s¨¦ que siempre me dio pudor ese circo de los literatos y las literatas, ese tr¨¢fico de vanidades, de identidades falsas y de aspiraciones al ¨¦xito. Eso no quiere decir que yo sea menos vanidosa que quienes lo conforman; probablemente quiere decir que lo soy mucho m¨¢s, pero quisiera no serlo est¨¦rilmente ni con demasiado patetismo ni con demasiada ordinariez. Afuera del circo espero respirar mejor.
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